En Santa Rosalía lo que sobran son los problemas, encabezados por las fallas de los servicios públicos. Pero también abundan líderes que le echan un camión y tratan de enfrentar esos males.

Caracas. Cerca de 200.000 habitantes hay en la parroquia Santa Rosalía, al suroeste capitalino. Son muchos los vecinos, pero también son abundantes los problemas: falta de agua, fallas en el suministro de energía eléctrica, no llega el gas, tampoco pasa el aseo, los azotan los delincuentes, no hay transporte público y hasta el comercio ha disminuido por el cobro de vacuna.

El bulevar de El Cementerio, llamado César Rengifo tras su inauguración en 2011, era el ícono de la parroquia. Hasta de Maicao llegaban las personas a comprar al mayor ropa, zapatos, carteras, paños y sábanas. Desde las 7:00 a. m. hasta las 6:00 p. m. había actividad comercial en esta zona, de martes a domingo.

Hoy en día, Jorge Bazar, comerciante, comenta –con cierto aire de nostalgia– que hasta 90 % bajaron las ventas. Abren a las 9.00 a. m. y ya a las 2:00 p. m. bajan las santamarías.

Cobro de vacuna

La mayoría de los locales están cerrados. Incluso los que tenían larga tradición en la avenida principal de El Cementerio, convertida en bulevar. Acusan no solo a la merma del poder adquisitivo de la población, sino también a la poca producción local y al cobro de vacuna.

cobro de vacuna
Foto: Tairy Gamboa

“Nos cobran los impuestos en petro y lo hacen por rubros, yo tengo calzados y bolsos y por ambos productos el Sumat nos pecha. Así no sobrevive un comerciante. Yo estuve seis meses cerrado, pero decidí salir de mi casa, tenía que hacer algo”, comentó Bazar.

El bulevar no está solo pese a que no hay ambiente de mercado. Hay gente sentada en los pocos bancos y caminando de un extremo a otro. También hay muchos de los que llaman gariteros, los hombres que le cuentan a los pranes lo que está pasando en la vía y los que están pendientes del cobro de vacuna.

“Aquí no solo los comerciantes se ven afectados por el Sumat. También son acosados, los pocos que hay, por los que cobran vacunas, tanto los malandros como la Guardia Nacional. Los primeros les cobran 20 dólares mensual y los segundos 10.000 bolívares semanal. No pareciera mucho, pero si sumas toda la operación a lo largo y ancho del bulevar, es un negocio para ellos”, informó Henry Williams Sucre, líder vecinal, quien fue en una oportunidad jefe civil y concejal, y ahora trabaja en pro de la mejora de la parroquia.

Al caminar por el bulevar y las transversales se siente ese aire de inseguridad, que se pone más pesado cuando la gente comenta, “estás en la tierra del Coqui, famoso delincuente que el viernes 27 de julio protagonizó un tiroteo durante tres horas y enfrentó a los cuerpos policiales.

Eso genera zozobra en los transeúntes, los pone a caminar más rápido y los obliga a no permanecer por mucho tiempo en la esquina. “Ese de allá es de la banda. Aquél que está atrás con la moto y el de la radio también”, dice entre dientes uno de los vecinos que hizo la denuncia a Crónica.Uno. “Ese es un tema muy delicado, uno está expuesto, aquí impera el cobro de vacuna”, dijo, por tanto, se reserva su identidad.

La modalidad delictiva también se transforma con la modificación de la rutina en la zona. “Ya no es solo el cobro de vacuna. Ahora los ladrones se suben a los árboles, que afortunadamente abundan en el bulevar. La gente mira y ve la acera libre y se atreven a irse caminando, pero cuando ya están bien adentro, los tipos saltan de los árboles y los atracan”, contó Ivett Parada, también vecina con incidencia en lo social.

Los servicios públicos en el caos

Juan Pablo López refirió que la basura ocupa las esquinas. No hay recolección en las partes altas, los camiones ya no entran a los barrios. En consecuencia, la gente baja con sus bolsas y las deja en el bulevar. Y no solo eso, las vacía (para llevarse los empaques) y deja el reguero de desechos domésticos al aire libre.

cobro de vacuna
Foto: Tairy Gamboa

El agua la quitan de jueves a domingo en unos sectores y, en otros, de lunes a miércoles, Bertha Mirabal, quien trabaja junto con otros líderes en un plan integral de rescate de la parroquia, dijo que ya no se respetan los ciclos de racionamiento.

En Los Rosales, por ejemplo, llevan más de 15 días sin agua, al igual que en otras zonas de la Cota 905, donde tampoco recogen la basura.

Para soportar la escasez de agua la gente carga tobos desde algunas tomas, una de ellas una informal que está cerca del mercado de Las Pulgas. También hay otra en la entrada de los túneles que conecta con la Valle-Coche y en las partes bajas de las calles donde el bombeo llega hasta algunas residencias.

Foto: Tairy Gamboa

El suministro de energía eléctrica es otro nudo en el rosario de penas. A diario se va la luz por sectores. Es intermitente el servicio, los vecinos dan cuenta de aparatos dañados.

Y no menos trágico es el envío de las bombonas de gas. Ya no hay rutas de distribución. No saben cuándo y a qué hora van a llegar los camiones. Se hacen tremendas colas y cuando los residentes logran comprar pagan un monto superior a la tarifa oficial, citó Francisco Moya, líder vecinal con más de tres décadas de trabajo social.

Tampoco los drenajes funcionan. Cuando llueve se generan lagunas intransitables y esto se agravó con la construcción del bulevar, de 1800 metros lineales.

Educación y salud en la mira

En Santa Rosalía hay 49 colegios y 6 liceos que no se escapan a las penurias por las fallas en los servicios públicos. La deserción escolar (maestros y alumnos) determinada por la falta de transporte y alimentos y por la diáspora obligada, marca el sistema educativo en la parroquia.

Además, hay instituciones como el Key Ayala que son usadas como bases de acción de las estructuras políticas del gobierno, lo que debilita la parte académica.

Sus espacios se usan, y lo señalan los líderes de la zona, para reuniones de las UBCh, para la entrega de las cajas Clap, para hacer sus operativos y jornadas, encuentros que son muy sectoriales y no abarcan a toda la comunidad.

En materia de salud tienen otra debilidad. No hay centro de vacunación, el Distrito Sanitario que funcionaba en la calle Los Samanes, está cerrado y ya perdieron la cuenta del tiempo.

Foto: Tairy Gamboa

El Seguro Social que está en pleno bulevar casi un cierre técnico. No hay ni para nebulizar. “Si el paciente trae las gotas lo atendemos”, dijo uno de los vigilantes.

Los ambulatorios de Barrio Adentro, como el de la calle El Carmen, con Santa Ana, que debería trabajar de lunes a viernes, menos los martes, la mayor parte del tiempo está cerrado.

Mariología que está en los linderos con la autopista, cerca el hospital pediátrico y del Padre Machado, tiene problemas con los insumos y con las unidades de transporte para hacer las inspecciones.

Los vecinos se apoyan con los dispensarios de las iglesias San Miguel y La Milagrosa. Y no es que tenga un abanico de opciones para atender la demanda que deja acéfala el sector público. Tienen consultas pediátricas, medicina interna, odontología, psicología, terapia ocupacional, laboratorio. Tienen limitaciones con equipos médicos como Rayos X y con los ecos, pero son un paliativo para los habitantes. Tienen consultas desde 15.000 bolívares, todavía asequible frente al costo en el mercado privado.

¿Qué han encontrado los médicos en estos dispensarios? Por ejemplo, la doctora Yaneva Alxuardo, pediatra, dijo que hay muchos casos de desnutrición, niños con disminución en la talla, con parasitosis y con infecciones en los oídos, ojos y garganta, y con deficiencia de calcio.

“Les mandamos a hacer exámenes, les colocamos tratamiento, y cuando regresan a la consulta están igual o peor, porque sus mamás no pueden comprar las medicinas”.

Es una situación muy crítica. Por supuesto, ella no maneja estadísticas de la parroquia, porque el dispensario recibe, ahora a muy pocos pacientes. Sin embargo, quienes hacen trabajo de incidencia en la zona indican que los casos de desnutrición se repiten en las zonas más desfavorecidas de la parroquia, incluso en la población adulta.

Al consultarles sobre las políticas de acción, dicen sentirse abandonados por las autoridades locales. No obstante, no se quedan de brazos cruzados.

No tienen la fórmula mágica, pero intentan matizar la crisis con jornadas de salud, en alianza con las iglesias, están activando comedores solidarios, dictan talleres de formación y de tareas dirigidas y, como informó Bertha Mirabal, están preparando una hoja de ruta para el rescate de la parroquia. Ya tienen un esbozo del plan educativo, de salud, de seguridad social y ciudadana, de cara a la transición.

Foto: Tairy Gamboa

“Lo que queremos es que haya continuidad en los planes de acción, no es que van a venir otros y van a echar por tierra lo que se ha construido hasta el momento, sino que va a trabajar en el marco de esa propuesta de rescate. Es mucho lo que hay por hacer. Para ello debemos organizarnos”, comentó Mirabal.

Foto: Tairy Gamboa

En Santa Rosalía hay cerca de 300 consejos comunales, a los que muchos los mismos vecinos han perdido la pista.

Lo que actualmente se logra en beneficio comunitario es producto de la gestión de la sociedad civil que busca alianzas con organizaciones no gubernamentales.

Y sí, Henry, Juan Carlos, Juan Pablo, José García y Francisco, están pateando esas calles, pero es para que la noticia no sea el cobro de vacunas, sino para que sean los emprendedores, de Santa Rosalía, por ejemplo, que se empoderen del cambio.


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