Esperando que la actividad cultural se reanude al 100 %, así celebra el Día Internacional del Teatro el gremio en Venezuela; entre la esperanza de hacer arte en todos los espacios posibles y los estragos que ha dejado la pandemia desde hace dos años en el sector.

Caracas. Para enero de 2021 se creía en un regreso paulatino, pero hoy directores, actores y venezolanos dedicados a la vida teatral confirman que el retorno ha sido más lento de lo previsto y con una merma que asocian tanto a la COVID-19 como a la crisis económica. 

Quienes continúan haciendo teatro en Venezuela esperan que el público retome la confianza de volver a ser espectadores de forma presencial, bajo las medidas de bioseguridad por la pandemia y con el aforo que necesitan para mantener los espacios.

“Con la pandemia, la actividad cultural mermó bastante. Estamos tratando de recuperar al público, que se acerquen de nuevo a las instalaciones (…) Lamentándolo mucho, el teatro está regresando a ser una disciplina elitista por los costos de las entradas. Hay teatros donde cobran 5, 10, 15, 20 dólares, hasta 30, y eso hace que la gente de a pie no pueda ver cualquier espectáculo. Hemos regresado a una situación elitista en la que afectan la escasez de transporte público y otros problemas que hacen todo más cuesta arriba, pero seguimos avanzando”, comentó Jericó Montilla, directora del Teatro Nacional, ubicado en la ciudad de Caracas.  

disciplina elitista
Teatro Nacional

José Tomás Angola, escritor, dramaturgo, director y actor teatral, espera que las personas se animen a visitar de nuevo los teatros, sin embargo, admite que es complicado captar un público y hacer del arte su momento de esparcimiento con las necesidades económicas actuales.

Luis Alberto Rosas, director de la Asociación Venezolana de Crítica Teatral, ratificó que aún no pueden decir que en Venezuela se ha retomado la oferta “normal” y lamentó que la pandemia golpeara al sector “de una forma terrible”.

Hay una tendencia, gracias a los estragos de la pandemia, a migrar de la sala teatral convencional a otros espacios que son más productivos. La limitación de público en un recinto cerrado y el bajo costo de las entradas han hecho que los productores y artistas se vean obligados a no hacer temporadas largas y a recurrir a espacios no convencionales como bares, hoteles, casas particulares, plazas, etc. Les es mucho más productivo”, dijo.

El sector cultural y de espectáculos fue uno de los más afectados al no poder convocar público a las salas convencionales. Esto generó que los artistas migraran a otros sectores productivos, salieran del país, o se se dedicaran a otras cosas para poder sobrevivir. El espacio formativo: talleres y cursos ha sido la salvación de algunos, o incluso el doblaje de películas y series. En cuanto a los gerentes de espacios culturales tuvieron que recurrir a las plataformas online y reinventar sus espacios para no solo programar teatro. “Mantener una nómina de trabajadores sin percibir dinero de taquilla es imposible. El público aún tiene mucho miedo de encerrarse en una sala y esto causa que los niveles de afluencia sean muy bajos”, sostuvo Rosas.

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Inversiones y recuperación de espacios 

Aunque en algunos teatros lograron recuperar parte de la infraestructura, en otros aún demandan que se hagan inversiones para que los centros culturales sean “dignos” para el público y los artistas. 

El teatro Alberto de Paz y Mateos, sede de la Compañía Nacional de Teatro en Venezuela, se mantiene con programación activa, no obstante, una fuente vinculada a la cultura que se presentó recientemente en esa sala (prefirió mantenerse bajo anonimato) aseguró que está “bastante deteriorado y abandonado”. Mencionó que al piso del escenario le hacen falta remodelaciones con urgencia.

Quienes han podido trabajar en los espacios del Alberto de Paz y Mateos, en la avenida Andrés Bello, aseguran que los empleados tienen disposición para trabajar, pero no es suficiente cuando lo necesario es que se hagan las inversiones para mantener teatros como este, que “son tan importantes para el país”.

Jericó Montilla comentó que desde el 2008, para mantener los teatros se creó un modelo cofinanciado en el que los espacios dependen del Estado, pero también de agrupaciones. El Teatro Municipal, por ejemplo, lo tiene el Orfeón Libertador, el de Catia es coordinado por Actividades Alternas y administrado por Fundarte y el teatro Alameda por 100% San Agustín.

Al Teatro Nacional, que se maneja tanto con aportes del Estado como de agrupaciones independientes, según Montilla, le hicieron su última restauración completa en 2010: “Se cambió el piso del escenario, las butacas y se arregló el friso”. En la actualidad, según su directora, buscan hacer actividades autogestionadas que generen ingresos propios para atender a los empleados.

La también actriz admitió que en el teatro a su cargo falta un equipo para la promoción y difusión de las actividades. De la misma forma ratificó que no tienen proyección en las redes sociales y reconoce que esto es necesario para llamar al público.

En el caso del Teresa Carreño, el equipo original de arquitectos le hizo un mantenimiento completo en 2020. Tomás Angola confirmó que tanto la sala Ríos Reyna como José Félix Ribas quedaron bajo las condiciones necesarias para hacer vida teatral en el lugar. “Se rescataron luminarias, cambiaron todas las butacas, rescataron alfombras, pasamanos, toda la parte del teatro que tiene relación con el público directamente”, detalló.

Cerca de la estación del Metro Artigas está el Teatro San Martín, donde antes de la pandemia, según el actor Marcos Pérez, los pisos necesitaban un cambio porque tenían clavos afuera y además sonaban a la hora de las presentaciones. Reveló que estaba “algo deteriorado y era evidente que necesitaba de inversión”. Con el anuncio de la llegada del COVID-19 al país, se usó como centro de vacunación y en la actualidad ni los vigilantes saben si se retomarán las actividades culturales. En el lugar no hay trabajadores, solo funcionarios policiales y no se están haciendo presentaciones. Las fuentes consultadas indicaron no tener información sobre lo ocurrido en el espacio. 

Teatro y política

  A lo largo de la historia venezolana los espacios culturales han sido utilizados para actividades políticas. 

Félix Allueva, promotor cultural que ha documentado parte de las gestiones en la materia, afirmó en su libro El acecho de una silenciosa exclusión sobre violaciones a los derechos culturales, que con la llegada del chavismo al poder el uso de los espacios para eventos que nada tienen que ver con lo artístico, aumentó “considerablemente” y las cifras actuales sobre inversiones y estadísticas sobre cómo Venezuela “avanzó en la incorporación de la población a la construcción y disfrute del hecho cultural no existen (…) Son cifras parciales, inconexas o notaciones de distracción”.

Aunque la política cultural en general es dedicar los teatros a la actividad artística y educativa, se continúa desarrollando proselitismo por parte del gobierno de Nicolás Maduro. 

El Teatro Teresa Carreño programa y presenta actividades artísticas, pero a principios de mes sirvió como lugar de encuentro para la instalación del V Congreso del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) y IV Congreso de la JPSUV.

El 18 de marzo hicieron un acto en rechazo a los siete años que se cumplieron desde que  Barack Obama, expresidente de EE. UU., declaró a Venezuela “amenaza para la seguridad nacional” del país norteamericano. El lugar seleccionado para dicho evento fue el Teatro Junín, cerca de la Plaza O’Leary.

La misma escena ocurrió con Alex Saab, detenido en una cárcel de EE. UU., acusado de lavado de dinero y señalado como testaferro de Maduro. El pasado 16 de febrero en el teatro Alameda de San Agustín del Sur celebraron un foro al que llamaron “No más bloqueo”, en el que denunciaron el rechazo a la detención del “diplomático”.

De esta forma, a la espera de una mejoría, el gremio aseguró que seguirá haciendo teatro, creando arte y con la esperanza de un mejor aforo en los próximos meses.

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