Impartir clases vía WhatsApp fue la solución que encontraron en la parroquia San Agustín del Sur para que, a pesar de la cuarentena por la COVID-19, más de 200 pequeños no paralizaran sus clases, no solo de danza, sino también de canto, tambor, percusión, karate y demás talleres que imparten en el teatro Alameda.

Caracas. Doris intenta disimular el cambio en su voz cuando habla de Marielena, su amiga fallecida. Todo lo que sabe sobre el arte de la danza lo aprendió de ella hace muchos años. Hoy en día, esas mismas enseñanzas le han permitido estar por 12 años ininterrumpidos al frente del Grupo de Danza La Nueva Dimensión, el cual tiene su espacio en el teatro Alameda, un emblema cultural de la parroquia San Agustín del municipio Libertador de Caracas.

San Agustín
Foto: Gleybert Asencio

“Ininterrumpidos” porque ni siquiera la cuarentena decretada en Venezuela en 2020, debido al nuevo coronavirus, logró paralizar las clases de danza de Doris Durán, una mujer de 58 años de edad con tono de voz y estatura sobresaliente, capaz de bailar desde un tradicional calipso hasta un moderno pop, pasando por una parranda.

Era 16 de marzo de 2020 y el decreto de cuarentena en todo el territorio nacional los obligó a paralizar todas las actividades. Tal como se paralizó toda la escena cultural del país. Pero Reinaldo Mijares, director del teatro Alameda, tuvo una idea: dar clases vía WhatsApp.

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Hacer realidad dicho concepto llevó varios meses. En ese tiempo, no pararon las preguntas por parte de los representantes de los alumnos. “¿Qué va a pasar con las clases?”, “¿qué van a hacer?”. Los pequeños no solo habían perdido el contacto con sus compañeros y maestros de la escuela académica, sino también el poder compartir y socializar cada tarde con sus amigos y profesores del teatro Alameda.

“Los padres hasta nos pedían que abriéramos el teatro, pero nosotros les decíamos que no, porque el tema de la COVID-19 había que respetarlo”, recuerda Reinaldo, un hombre de 54 años y experimentado coreógrafo que ha dedicado parte de su vida a que nunca falte la cultura en San Agustín.

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Lo primero que hizo Reinaldo fue una encuesta. Necesitaba saber cuál era la red social que más se usa en el barrio y saber si era WhatsApp, Facebook e Instagram. La ganadora fue la famosa aplicación de mensajería instantánea. Luego de ponerse de acuerdo con cada profesor y con los representantes de los niños y niñas, procedieron a abrir un grupo para cada taller. Allí en el teatro también se imparten clases de ballet, tambor, flauta, canto, percusión, karate, entre otros.

Desde casa, Doris y su hija Karla Salgado se encargaban de armar las coreografías para las niñas. Cada semana elegían un género diferente. Karla ensayaba las coreografías y, ya cuando tenía todo el trabajo, Doris se encargaba de grabar el montaje final. Al grupo de WhatsApp enviaban tres videos en diferentes días y horarios, cada uno incluía la explicación paso por paso. Luego “sus niñas”, como Doris las llama, tenían cinco días para enviar sus propios montajes en grabaciones de no más de dos minutos.  Y finalmente venía la evaluación.

“Mi hija y yo veíamos los videos y les respondíamos, por ejemplo, ‘Stephani, el trabajo está muy bien hecho, está excelente, pero te falta un poquito más de movimiento y levantar más los brazos’. Y así fue con cada video”, cuenta Doris.

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Las respuestas y las evaluaciones de los profesores eran superimportantes, recuerda Reinaldo, porque con esas interacciones los niños y niñas sentían que verdaderamente había una comunicación con sus profesores, a pesar de que era solo por la pantalla de un celular.

Saber que aunque sea podían conectarse con sus profesores a través de una pantalla causó una sensación de alegría entre los niños y niñas”, dice Reinaldo.

La parte difícil la puso el internet. No todas las niñas de Doris contaban con conexión de internet en casa o con celular de alta tecnología para grabar sus presentaciones. Incluso, muchas madres llamaban por privado a Doris y le decían que sus niñas también querían grabar sus propios videos pero no tenían cómo hacerlo. Pero esa dificultad tampoco logró detener a Doris. Ayudándose entre todas evitaron que varias niñas quedaran excluidas de la iniciativa.

“Yo buscaba la solución. Le pedía a otra mamá que estuviera cerca que me hiciera el favor de ir a grabarla rapidito. Si la otra mamá no podía, yo llamaba a las niñas y les decía: ‘No te preocupes, mami, yo me voy a llegar hasta tu casa para que tú también grabes’. Y así hacía, iba yo misma y la grababa”, cuenta Doris.

Foto: Gleybert Asencio

Actualmente, un celular inteligente de gama media cuesta entre 90 y 200 dólares. El sueldo mínimo en Venezuela (no oficializado) es de apenas 1.800.000 bolívares, eso representa menos de un dólar, a la tasa actual. Tener conexión a internet también es costoso. Un plan regular de Aba de 10 megabytes de Cantv, empresa estatal de telecomunicaciones, tiene una renta básica de 12.206.102 bolívares, según las tarifas actualizadas hasta febrero de 2021.

Hasta agosto de 2020, Venezuela contaba con el peor ancho de banda fijo del mundo, de acuerdo con el Speedtest Global Index. A pesar de la mejora en la conexión en los últimos dos trimestres con la llegada de planes de fibra óptica, que no todos pueden costear debido a sus precios en dólares, el país sigue siendo el penúltimo de la región en velocidad de conexión a internet fija, solo superado por Cuba. Además, ocupa el lugar 138 de 141 en el mundo en conexión móvil, solo por encima de Afganistán, Palestina y Turkmenistán.

A pesar de las dificultades que vinieron con el año 2020, las clases de danza y todos los talleres que se imparten en el teatro Alameda fueron gratuitos para los pequeños. Con aportes económicos de la Alcaldía de Libertador, la fundación In Placer of War del Reino Unido y de ahorros propios, que logran obtener gracias a la autogestión que existe en el teatro, se pudo garantizar el pago mensual para cada profesor. Y hasta pudieron adquirir un celular inteligente para que uno de los maestros también pudiera dar sus clases por esa vía.

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Foto: Gleybert Asencio

La exitosa modalidad que se inventaron en San Agustín funcionó hasta el pasado diciembre. Para enero de 2021, y tras el anuncio de la apertura de los espacios recreativos y culturales del país, en el teatro Alameda decidieron retomar los talleres de forma presencial, pero con algunos cambios. Las clases se impartían solo en semanas flexibles y con horario reducido. También se limitó la presencia de padres y representantes al momento de llevar y recoger a los niños y niñas.

Para Reinaldo, fue muy bonito ver cómo los chamos reconectaban nuevamente con sus compañeros y profesores de una forma más humana por todos los espacios del teatro Alameda.

“Había mucha necesidad de reconectar nuevamente. Hay que entender que las artes y la cultura son herramientas para la formación ciudadana. Tener un espacio como este, donde se encuentren y compartan, les genera muchos valores. A nuestros niños les pegó mucho haber perdido esa posibilidad”.

Pero la detección en Venezuela de la variante P.1, inicialmente detectada en Brasil, de la COVID-19 y el aumento en los contagios lograron bajar nuevamente el telón del teatro Alameda y los niños, niñas y profesores volvieron a sus casas. Desde la última semana flexible, a comienzos de este mes, no han podido retomar las clases.

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La diferencia con marzo de 2020 es que ahora el Grupo de Danza La Nueva Dimensión y el resto de talleres cuentan con un “plan b”. Sin embargo, nadie quiere volver al nivel de confinamiento de hace un año.

Desde San Agustín apelan a la conciencia ciudadana, a que cada persona cumpla con el uso correcto del tapabocas, se lave constantemente las manos y salga lo menos que pueda de casa. Así, más pronto que tarde, los 250 niños y niñas que bailan, cantan, tocan instrumentos y hacen karate en el teatro Alameda volverán a sus clases con la misma normalidad que permitía la vida antes de la COVID-19.

“Tenemos la posibilidad de rearmar todo nuevamente vía WhatsApp y ahora con mucha más experiencia. Pero, la verdad, yo espero que se logren controlar los contagios. Para que no tengamos que cerrar nuevamente. Fue muy duro el tema del encierro, sobre todo para los niños y niñas. Espero que podamos seguir funcionando, porque no hay manera de remplazar el contacto real con el contacto digital”. Son palabras de Reinaldo.


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