Foto: Cortesía Carlos Eduardo Ramírez.

Así lo vivieron

En Táchira los hombres de Protección Civil ponen en riesgo sus vidas tratando de frenar el coronavirus

By Mariana Duque @mariananduque

May 14, 2020

Ronald Zerpa ha laborado durante seis años al frente de Protección Civil Municipal. Es la primera vez que enfrenta una pandemia, que lo ha obligado a alejarse de sus afectos y entregarse al trabajo preventivo y educativo por San Cristóbal. Durante el primer mes de la cuarentena por coronavirus, los funcionarios de PC San Cristóbal no contaban con trajes de bioseguridad, por lo que hacían traslados de pacientes sospechosos sin la protección adecuada.

San Cristóbal. Contagiarse de coronavirus se ha convertido en el mayor temor de los ciudadanos en el mundo. A diario, expertos, científicos, médicos, religiosos y naturistas, anuncian diversas medidas para evitar ser un número más en la cifra de quienes han padecido el virus. Mantenerse en casa es el lema mundial, por lo que muchos salen de sus hogares en casos extremos.

Pero hay quienes no pueden permanecer en casa, pues su función es la de proteger, resguardar y limpiar áreas para evitar el contagio. Su lucha está en mantener en orden la movilización ciudadana, trasladar a pacientes con síntomas a los centros de salud para que les realicen pruebas de descarte, y desinfectar zonas residenciales y comerciales con hipoclorito de sodio, con el fin de disminuir las posibilidades de transmisión del COVID-19.

Es lo que ocurre con el personal de Protección Civil en San Cristóbal. Dejar a un lado el interés propio es su obligación, para pasar a dar el todo por el todo en las calles de la capital tachirense.

Ronald Zerpa, director del PC Táchira, le da miedo contagiar a su familia. Foto: Cortesía Carlos Eduardo Ramírez.

A pesar de cumplir con protocolos estrictos de seguridad, usar mascarillas, guantes, lavarse las manos, lavar a diario los uniformes (si el servicio intermitente de agua potable lo permite), quitarse la ropa en la puerta de las viviendas, desinfectar los zapatos, aplicar alcohol, entre otros, los funcionarios de este organismo están claros que su nivel de exposición los puede convertir en un número más de la estadística mundial, que hasta el miércoles 13 de mayo eran más de 4,3 millones de contagios y 294.155 muertes de acuerdo con datos de la Organización Mundial de la Salud, OMS.

Un día con Protección Civil A las 6:00 a. m. suena el celular. Ronald Zerpa se despierta agotado, se hace la señal de la cruz y agarra su móvil. Revisar qué ocurre antes de dormir y al levantarse se ha convertido en su principal rutina, siempre y cuando los apagones constantes en el estado Táchira y la falta de Internet se lo permitan. Quiere estar al día sobre nuevos casos de coronavirus y medidas que toman diversos países, para aplicarlas en su quehacer cotidiano.

Una vez que termina su paseo por el mundo informativo, actualiza las redes sociales de la institución que dirige desde hace dos años (y de la cual había sido director entre los años 2009 y 2013), se pone en pie, se ducha, se viste con el pantalón azul marino, la camisa naranja y botas industriales de color negro, el uniforme del Instituto Autónomo Protección Civil del municipio San Cristóbal. Agarra su radio de comunicación, casco, guantes y tapaboca, y se dispone a salir, no sin antes recibir una taza de café y la bendición de su mamá, una mujer de 76 años de edad, que goza de buena salud y que a diario le pide a Dios que su hijo salga bien librado de la pandemia.

Tiene un hijo de 9 años de edad, Matteo, que vive cerca de él, con la mamá. Nació con una lesión en el sistema nervioso central, que lo hace más vulnerable. Desde la declaratoria de la cuarentena por coronavirus por parte de Nicolás Maduro, el lunes 16 de marzo de 2020, no tiene contacto físico con él, tan solo por teléfono y lo ve desde la distancia. El niño detrás de la reja de su vivienda y Zerpa en la calle.

Hablar de él le ilumina los ojos y le cambia el semblante. Un toque de nostalgia se le nota en la voz. Lo extraña. Antes de la cuarentena compartía con él varias horas al día, era como su vitamina, ahora su compañía es lo primero que debe sacrificar para cumplir la labor al frente de Protección Civil.

Desde su vivienda ubicada en un sector de La Concordia, un apartamento sencillo que comparte con su mamá, se traslada a la avenida Carabobo, en donde desde hace dos años funciona la sede de la institución. Llega a las 8:00 a. m. para encontrarse con el personal bajo su mando: 15 funcionarios en total, con quienes instaló una carpa preventiva para la asistencia social.

Cuando empezó la cuarentena no contaban con guantes ni tapabocas. Zerpa consiguió con la Fundación Una Voz en el Desierto una caja con ambos insumos, que no eran suficientes para el cambio diario y mucho menos por horas, como lo establece la OMS, pero al menos les daba algo de seguridad.

El miedo de vez en cuando lo acompaña, pero no es su pensamiento diario. El mayor temor es contraer el virus y contagiar a su mamá o alguna de sus hermanas. “Creo que cuando uno hace tantas cosas para ayudar y proteger a las personas no siente tanto miedo. Me da más miedo contagiar a mi grupo familiar”, expresó.

Diariamente Protección Civil le rinde un informe a la alcaldía de San Cristóbal. Foto: Carlos Eduardo Ramírez.

Mientras hace un recorrido para observar cómo está la ciudad, en la camioneta asignada al instituto, recuerda que al tercer día de declarada la cuarentena, llegó a la sede de Protección Civil un hombre con síntomas similares al COVID-19, lo revisaron y le realizaron el test de descarte que dio positivo. No contaban con trajes de protección. Al informar a las autoridades sanitarias, ordenaron trasladarlo al Hospital Central de San Cristóbal y aislarlo mientras llegaban resultados del examen del Instituto Nacional de Higiene.

Estábamos preocupados porque si el señor tenía coronavirus alguno se podía haber contagiado por no tener la protección necesaria, gracias a Dios no fue así. A las semanas, visitando los ancianatos tuvimos reunión con las hermanitas (religiosas) encargadas y al otro día, supimos que a una de ellas la habían sacado al hospital porque tenía sintomatología nivel 3 de COVID-19, eso también nos aterró, pero resultó negativo”.

El día laboral se ajusta a la planificación que haya realizado la noche anterior. Algunas veces comienza con una reunión en la Alcaldía de San Cristóbal, donde debe dar parte al alcalde, Gustavo Delgado, de su trabajo y coordinar con el cuerpo de bomberos y policía municipal las desinfecciones y trabajos educativos en las comunidades.

De allí, se traslada a alguna desinfección con hipoclorito de sodio. Desde hace un mes han realizado unos 100 procedimientos de este tipo en urbanizaciones, edificios, locales comerciales, barriadas, medios de comunicación, en los calabozos de la policía municipal de San Cristóbal, terminal de pasajeros, registro civil y mercados municipales.

El equipo reporteril de Diario de Los Andes lo acompañó a la desinfección de unos edificios ubicados en el sector La Castra, de la parroquia La Concordia en San Cristóbal. El trato entre todos es de camaradería y mística. Están pendientes de que quienes apliquen el hipoclorito usen la indumentaria correctamente: el traje blanco plástico, las mascarillas y guantes. Lo ayudan a ponerse el uniforme de bioseguridad, la máquina con el líquido y a caminar por las zonas más riesgosas.

Más de 100 desinfecciones ha realizado PC junto con el cuerpo de bomberos y la policía municipal. Foto: Cortesía Carlos Eduardo Ramírez.

Mientras esto ocurre, Zerpa va con un megáfono exhortando a los vecinos a permanecer en sus viviendas, pues el hipoclorito de sodio es un elemento tóxico que no debe caer sobre ellos.

“Somos Protección Civil San Cristóbal, cuerpo de bomberos y policía municipal, estamos aquí para desinfectar las áreas comunes del edificio, eso incluye escaleras, puertas, ventanas, ascensores, zonas verdes y estacionamientos. Es una medida de prevención del coronavirus, les pedimos igual guardar la cuarentena, usar tapabocas y lavarse las manos constantemente”, dice, mientras va caminando.

Los vecinos observan el panorama con atención, algunos curiosos abren las puertas de sus viviendas para observar lo que hacen y muchos de ellos terminan siendo rociados con el hipoclorito de sodio por no resguardarse a tiempo.

Este proceso puede durar entre dos y tres horas, dependiendo de la cantidad de edificios que se atiendan en una sola jornada. Antes del mediodía regresan a la sede de Protección Civil, se cambian de ropa y se trasladan a un lugar apartado para almorzar. Se trata de un restaurante especial habilitado por la alcaldía para que sea atendido todo el personal que labora durante la cuarentena y no debe entrar y salir de sus casas en medio de sus trabajos, para evitar contagios.

Zerpa almuerza junto con 12 funcionarios y entrega unos envases plásticos para llevar a quienes quedaron de guardia en la sede de la institución. En medio del almuerzo, conversa con el equipo sobre la actividad que desarrollarán a las 2:00 p. m., otra desinfección en edificaciones de la capital tachirense y el traslado a las 6:00 p. m. de dos ciudadanos que pasaron hacia Venezuela por las trochas (caminos verdes y ríos), que comunican al estado Táchira con el departamento Norte de Santander, de Colombia, y habían solicitado la prueba de descarte de coronavirus.

Durante la conversación es un tema constante la gasolina. A pesar de ser un instituto de prevención y atención ciudadana, no tienen abastecimiento priorizado de combustible. Reciben apoyo de las autoridades, pero no es consecutivo y varias veces les ha tocado andar en la reserva, con miedo a quedarse accidentados.

Al terminar de comer y planificar, el equipo se sube de nuevo a la camioneta y regresa a la sede, entregan los almuerzos y proceden a buscar lo necesario para ambas actividades. A las 2:00 p. m. en punto emprenden camino hacia la Unidad Vecinal, a seguir el mismo protocolo de la mañana. El director de la institución continúa con ellos, como uno más del equipo.

Los traslados

A las 4:30 p. m. Ronald Zerpa les recuerda a los funcionarios que tienen otra tarea que cumplir. Se regresan a la sede, unos se quedan allí y cuatro efectivos se trasladan hacia un sector de San Cristóbal a buscar a las dos personas que regresaron por trochas.

Él va en el puesto delantero acompañando al conductor y, vía telefónica, gestionando su llegada con los habitantes de la comunidad. En el lugar, se baja junto con los dos funcionarios que portan la indumentaria de bioseguridad y va registrando con su teléfono celular el procedimiento.

Ronald Zerpa registra con videos las actividades diarias que realizan. Foto: Cortesía Carlos Eduardo Ramírez.

Quienes portan los trajes tocan la puerta, preguntan por ambas personas y estos proceden a salir. Caminan hacia la camioneta y Zerpa vuelve al puesto delantero, mientras ellos se ubican atrás. Se dirigen al Centro Diagnóstico Integral (CDI) ubicado en la avenida Rotaria de San Cristóbal. Al llegar, Zerpa se identifica, explica la situación y proceden al ingreso de los casos sospechosos, quienes después de unos 30 minutos obtienen resultados negativos.

Él sigue registrando con videos y fotos lo ocurrido, para posteriormente enviarlo a algunos periodistas de medios de comunicación en la región, que le solicitan información permanente para hacerle frente a los rumores y a noticias falsas o engañosas. Como el director de Protección Civil soñaba con ser comunicador social, esta actividad adicional a sus funciones no le molesta, por el contrario, le agrada.

Vuelven a la camioneta, regresan al lugar de origen de los ciudadanos y se devuelven a la sede de PC. Las llamadas del alcalde, personal del instituto, de otras instituciones nacionales y municipales, periodistas y ciudadanos son constantes en el celular del director. Su teléfono suena y suena, mientras conversa y trabaja.

Algunos momentos se hace a un lado para llamar a su mamá y a su hijo, permanentemente está pendiente de ellos, pues pasa más de 12 horas fuera de su hogar.

Zerpa ha estado en 30 traslados que ha realizado PC de ciudadanos con síntomas similares a los del COVID-19, sobre todo con tos o fiebre, para realizarles la prueba PCR. Aunque pudiera no acompañar a los funcionarios, siempre lo hace. Al principio no contaban con trajes de protección, pero desde hace dos semanas consiguieron para los efectivos que tienen el contacto directo, a través de la Fundación Red de Emergencia y Ayuda Humanitaria Venezuela.

Él acude con su uniforme habitual, guantes y tapabocas. No ha usado el equipo completo de bioseguridad durante su traslado, porque su prioridad es cuidar al personal que labora con él. Los acompaña, graba y hace fotos, y evita contacto directo con los pacientes sospechosos.

Al regresar a la sede, pregunta las novedades durante su ausencia y se reúne a planificar el día siguiente de trabajo. Son las 9:00 p. m. cuando vuelve a su casa. Abre la puerta del apartamento y entra sin zapatos, saluda a su mamá en voz alta para que sepa que ya está en casa, se quita la ropa, la guarda en una bolsa y pasa directo a la ducha.

Una vez desinfectado baja al estacionamiento del edificio a hacer ejercicio, es una rutina que ha tenido desde adolescente y la cual no abandona a pesar del cansancio, pues lo hace sentir mejor. Después de una hora regresa a su casa, cena, conversa con su mamá y si la electricidad se lo permite, se introduce otra vez en el mundo de las noticias para diseñar nuevas ideas para su trabajo, no sin tener interrupciones con llamadas telefónicas constantes.

Todos los días la mamá de Ronald Zerpa le pide a Dios que el funcionario no se contagie con el coronavirus. Foto: Cortesía Carlos Eduardo Ramírez.

En San Cristóbal y los restantes 28 municipios de la entidad andina se registran racionamientos eléctricos de 6, 9, 12 y hasta 18 horas continuas, más apagones constantes que impiden tener una rutina electrónica habitual. Ronald Zerpa no escapa de esa realidad.

Pasadas las 11:00 p. m., se va a su cuarto en donde sigue leyendo hasta la 1:00 a. m. Muchas veces no se da cuenta de cuando se queda dormido, con el celular en la mano. No se queja de su trabajo, es un aficionado a él, le encanta lo que hace, ayudar a los demás, estar a diario con sus compañeros, solicitar apoyo para el crecimiento de la institución y serle útil a los ciudadanos en medio de una pandemia lo animan, lo hacen sentirse orgulloso y agradecido con Dios y con la vida.

Siento un enorme compromiso con mi ciudad y su gente, este es un hecho histórico en el que espero ayudar lo más que pueda, incidir en positivo en nuestra gente y, por supuesto, salir bien librado, al igual que mi familia. Sin duda alguna, si vivo más años tendré mucho qué contar”, expresó Zerpa con satisfacción.