Usualmente, las personas se centran en hallar el perfil psicológico de un niño o adolescente que sufre de acoso escolar, pero ¿qué ocurre en la mente de aquellos que decidieron perpetuar el acoso? Hay que indagar en las dos caras de la moneda.

Caracas. La escuela es el segundo hogar de millones de personas, pues allí se pasa la mayor parte de la infancia y adolescencia. Debería ser un espacio para el aprendizaje y un lugar seguro. Pero, lamentablemente, esta no es la realidad para muchos estudiantes.

El acoso escolar, también conocido como bullying, son aquellas conductas dañinas que perjudican a otra persona. Puede ser de tipo verbal, social o física que en ocasiones se manifiesta de forma simultánea. Ese comportamiento puede derivar en burlas, insultos, amenazas e incluso comentarios sexuales inapropiados, divulgar rumores, avergonzar en público y hasta restringir las interacciones sociales cuando se les dice a los niños que no pueden ser amigos de otro compañero de clases.

avec Clases semipresenciales, Luisa Pernalete
https://www.avec.org.ve/portal/

Esa actuación sistemática puede generar un gran impacto psicológico. Uno de los escenarios terribles ha sido el suicidio, como fue el caso de Drayke Hardman, un niño de 12 años de edad que se quitó la vida tras haber sufrido de bullying durante un año en su escuela ubicada en Utah, Estados Unidos. Su caso ha conmocionado a ese país y al mundo a través de las redes sociales.

Por eso, es sumamente importante detectar a tiempo las señales del acoso escolar, así como también identificar los patrones de comportamiento, tanto del que está siendo acosado como del acosador, y el entorno familiar donde se están desenvolviendo, respectivamente.

Cuál es el talón de Aquiles

La psicóloga María Valentina Víafara le explicó a Crónica.Uno que las causas de que un niño o adolescente sea vulnerable a sufrir acoso escolar está asociado a sus características personales. Esto quiere decir que son muy tímidos, retraídos, que tengan dificultad para establecer y mantener relaciones sociales. Generalmente, tienen una autoestima baja y poca confianza en sí mismos.

Otros rasgos son la dificultad de establecer, ser menos asertivos y tener tendencia a padecer ansiedad, lo que les hace mostrarse inseguros e infelices hasta llegar a somatizar la condición.

Son niños que físicamente se les puede ver algún grado de enfermedad y con respecto a la parte familiar, han sido como muy sobreprotegidos y no se les ha permitido de alguna manera poder desarrollar esas destrezas sociales y de aprender a integrarse, defenderse asertivamente en caso de recibir algún tipo de daño, expuso.

Foto: Luis Morillo

La especialista de salud mental puntualizó cuáles son las señales que revelan si un niño o adolescente está sufriendo de acoso escolar:

  • No quieren asistir a clases, ya les incomoda alistarse para ir a la escuela. Antes era una persona que iba de forma regular y con buen ánimo, hasta que de repente surgió un cambio brusco en su comportamiento.
  • Pueden sufrir ataques de ira, llanto hasta mostrarse irritables e inclusive mostrarse violentos en casa.
  • Cambios en su comportamiento con respecto a sus características personales.
  • Que lleguen a su hogar con agresiones físicas.
  • Pérdida de objetos materiales. Por ejemplo, que comenten que algo se les perdió, que se les dañó algún artefacto o incluso la desaparición de sus prendas de ropa. Hasta “perder” dinero que se les dio y que ahora lo gasten todo drásticamente, cuando antes eso no ocurría.
  • Desinterés en el tema escolar impactando en el rendimiento académico.
  • Falta de atención y concentración.
  • Pueden existir síntomas somáticos, como la alteración del sueño, dolores de cabeza, temblores, palpitaciones, dolores en el estómago, desórdenes de la conducta alimentaria. Todos estos signos son característicos de la ansiedad.
Identifica a Goliat

Por lo general, las personas se centran en hallar el perfil de un niño o adolescente que sufre de acoso, pero ¿qué ocurre dentro de la mente de aquellos que decidieron perpetuar el acoso escolar? Hay que indagar en las dos caras de la moneda.

Víafara describió que suelen ser seres más reactivos e impulsivos, que podrían presentar algún tipo de comportamiento antisocial, ser poco empáticos, desafiantes y con baja tolerancia al fracaso.

Foto: Luis Morllo

Por lo general, son niños que no tienen muchos éxitos en la parte escolar, entonces tienen la necesidad de querer dominar su entorno social, dijo.

A nivel familiar, pueden provenir de familias desestructuradas, donde predominan la inatención, el autoritarismo y la incoherencia, así como la excesiva permisividad.

Para poder identificarlos, se necesita conocer la historia familiar del acosador, el bagaje psicológico que incita esos comportamientos erráticos. Algunas de esas causas pueden ser:

  • La muerte de un familiar o de uno de los padres.
  • La ausencia de uno de los padres.
  • Vivir el proceso del divorcio de sus padres.
  • Generalmente, son disruptivos, no respetan límites, la impulsividad está muy presente.
  • Lucir extrovertidos, aparentar ser más fuertes con respecto a sus compañeros.

El perfil psicológico nos da mucho de las características conductuales. Permite explicar esa reactividad, especialmente sobre cómo se expresan, cómo irrumpen los límites, ya sea con sus compañeros o incluso con las figuras de autoridad, reveló Víafara.

Darles herramientas a los chamos

La psicóloga indicó que los casos de acoso escolar tienen que ver con el entorno y la dinámica familiar. Por eso, sugiere que los padres asistan de forma individual a terapia o que se realicen consultas grupales, porque se empezaría a conocer realmente cómo es la dinámica familiar, para mejorar ciertos aspectos en términos de crianza, para evitar la sobreprotección, que esos espacios permitan que los niños y adolescentes vayan ganando su independencia y autonomía de forma asertiva.

Agregó que se debe trabajar el desarrollo de la inteligencia emocional, la aceptación personal, la autoestima, las destrezas sociales, el desarrollo de sensibilidad, no solamente hacia el otro sino también hacia así mismo.

Foto: Luis Morillo

Promover que haya otros espacios, como actividades extracurriculares, en el que puedan interactuar de forma asertiva y sana con otros pares.

La escuela no debe ser el único medio donde ellos pueden tener relaciones sociales. Se les tiene que permitir conocer otros contextos, donde los chamos puedan tener espacios de esparcimiento, destacó.

De esa manera, podrán drenar sus emociones y estarán desarrollando la autorregulación de esos sentimientos, así como también conectar con aquellas actividades que les interesen.

Por otra parte, la psicóloga hizo hincapié en que los colegios deben abordar estos temas, conversar sobre lo que es el acoso escolar, cuáles son sus consecuencias y cómo trabajar desde el aula esas habilidades sociales que mencionó anteriormente.

Es llevarlos a conocer cuáles son las opciones o soluciones para tener un mejor desenvolvimiento social, acotó.

El rol de los padres y representantes

Víafara recomendó que lo primero que deben hacer los padres es hablar con sus hijos, darles el espacio para que expresen lo que está ocurriendo. Una vez identificado el acoso escolar, los representantes se tienen que dirigir a la escuela. Allí deberán solicitar una reunión, ya sea con el docente, coordinador académico o director de la institución:

  • Dejar en constancia la solicitud de la reunión a la institución a través del correo electrónico, como respaldo.
  • Es importante que se identifique dónde está ocurriendo específicamente el acoso: si está pasando dentro del salón, en el recreo o si proviene de otros grados superiores.
  • Narrar la experiencia del estudiante.
  • Si no se genera ninguna solución de dos semanas a un mes, se vuelve a solicitar otra reunión, documentar cualquier incidente que surja e informarlo, preguntar qué se está haciendo al respecto.
  • Si la situación persiste, buscar asesoría legal para dirigirse a instancias superiores. El Ministerio Público habilitó la línea 0800-BULLING (2855464) para recopilar las denuncias.

Participa en la conversación