La película es realizada por la cineasta siria Waad Al-Kateab, quien registra el terror del enfrentamiento durante el movimiento contra el régimen de Bashar al-Ásad. Mientras busca cómo mantener segura a su pequeña hija.

Caracas. For Sama debió ganar este año el Oscar como Mejor Documental. Sí, es una película más sobre la guerra, pero la mirada que ofrece, su perspectiva, hace que este filme sea no solamente doloroso, como los que cuentan estas historias de conflictos que desangran, sino también porque presenta un testimonio del horror pero como manifiesto de convicción sobre el amor, la pareja, la descendencia y la esperanza.

Waad Al-Kateab es siria. Desde el comienzo afirma ser una testaruda, una persona terca que va por lo que desea. Así le han dicho sus padres desde siempre, sin ella entender mucho las razones. Pero todo cambia cuando se convierte en madre de Sama, la pequeña para quien está hecho este documental.

Es el año 2016 y los sueños están rotos. Cuatro años antes la situación en las calles de Alepo había algarabía. Se creía en la inminente caída del régimen de Bashar al-Ásad debido a las protestas en contra de su dinástico gobierno y el enfrentamiento contra las fuerzas leales al mandatario. 

Waad Al-Kateab empieza a grabar todos esos momentos de júbilo, que paulatinamente son atenuados por los constantes y cada vez más crudos ataques de fuerzas que buscan acabar con la llamada revolución, y así el gobernante mantenerse en el poder.

La directora hace de esta película una obra epistolar para que Sama, quien nace en medio de la calamidad del enfrentamiento bélico, entienda en algún momento las decisiones que tomaron sus padres.

Con cámara en mano reflexiona sobre los caminos recorridos. Se pregunta a qué clase de mundo trajo a la pequeña y si todo vale la pena. “Eres lo más hermoso de nuestras vidas, ¿pero a qué vida te hemos traído?”, afirma en una de las tomas más conmovedoras que marcan el discurso que se mantendrá en buena parte de For Sama

For Sama
Sama se convierte en una de las personas más queridas en el hospital donde labora su padre

La cineasta maneja los contrastes del contexto en el que se desenvuelve. En los primeros años de manifestaciones, mientras sienten asegurada la victoria, conoce a Hamza Al-Khateabm un abnegado doctor que forma parte del movimiento que adversa al régimen. 

Cristianos y musulmanes unidos por un objetivo, dejar atrás lo que consideran una tiranía. Son tiempos para hacer planes. El fin del agobio se siente cerca. Y la nueva pareja compra una casa en la que formarán una familia en la nueva Siria.

Pero todo se viene abajo como los edificios que caen a pedazos tras cada bombardeo. Ahora los rusos acuden al rescate de Bashar al-Ásad,y el sonido de cada avión es la advertencia de una descarga que no distinguirá entre objetivos militares, hogares y hospitales. Los niños en la calle, a corta edad, saben qué es una bomba de racimo. Caminan sobre los escombros que causan los ataques y detallan lo ocurrido horas antes. El horror se vuelve cotidianidad mientras intercalan juegos con conversaciones sobre misiles, que onomatopéyicamente forman parte de su discurso entre amigos.  

Waad Al-Kateab filma a Sama, sus reacciones mientras se escucha la metralla y las bombas que caen, el temblor en los edificios y los gritos de la guerra. Al principio, la niña parece no advertir una eventualidad que rompe su vida infantil, pero con el tiempo, sus gestos cambian como si supiera lo que está pasando. Incluso, la cineasta tiene la certeza de que es así. “Sama, sé que sabes lo que ocurre. Lo veo en tus ojos, pero no lloras como una bebé normal”.

For Sama
Waad Al-Kateab acerca al espectador a cada sentimiento que genera la guerra

La directora en For Sama acerca al espectador a los momentos más íntimos de quienes mantienen la esperanza en que habrá cambios que mejoren su vida. Están conscientes de las decisiones tomadas, de los sacrificios que implica quedarse en Alepo, una ciudad en la que la ruina se extienda cada noche. Aprenden a convivir con la muerte y saben que posiblemente les llegue un día. Pero lo que no aceptan es sucumbir ante los causantes de la tragedia y mucho menos dejar en vano la caída de otros.

Hay momentos para el encuentro y la alegría, pero la tranquilidad pende del sonido del caza ruso, que llega a imponerse sobre toda vida. Waad Al-Kateab nunca muestra al enemigo. No se le ve la cara. Y es que tampoco puede, porque si bien la ruina la rodea, sus causas están a cientos de kilómetros, y solo basta ver en pantalla los rostros de quienes se reconocen como vulnerables cuando avanzan las fuerzas del gobierno. 

For Sama
La pareja protagonista lucha con convicción por un cambio, pero a la vez tienen a una pequeña que resguardar

La directora subraya en For Sama los testimonios de los niños, especialmente cuando ellos cuestionan a quienes han huido. Dicen sentirse abandonados por esos amigos que fueron llevados por sus padres a países presuntamente más seguros. Hay una escena en la que una madre, amiga de la familia de Sama, diserta sobre la complejidad de quedarse o irse. Si se mantienen, es enfrentarse a la culpa de que a los niños les ocurra lo peor, pero de escapar, temen que sean un mal ejemplo para quienes han crecido en un discurso sobre convicciones y cambios.

Este documental que se puede ver en Netflix, era uno de los favoritos al Oscar este año que se llevó American Factory, un filme sobre los cambios en las dinámicas laborales en una fábrica estadounidense que es comprada por un empresario chino. No es un mal documental, que además muestra un choque de cultural gerenciales y de formas de asumir el trabajo entre dos culturas. Pero For Sama tiene una agregado y es la cercanía que brinda Waad Al-Kateab a los vestigios físicos y emocionales de la guerra, a las continuas reflexiones de una pareja decidida a formar parte de un cambio, pero siempre con la presencia de un ser inocente que nunca ha decidido y está ahí, en medio del peligro, con la muerte que acecha, con ese demonio de la guerra que no se ve, pero que está ahí, latente, entre sigilos y destellos. La niña como regalo de vida, símbolo de esperanza, pero también, un recordatorio constante sobre el peso de las decisiones. Para la discusión. 

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