La segunda parte de la historia estrenada en 2013 es una trama en la que los conflictos son internos. Las protagonistas deben aprender a superar miedos para emprender un camino individual.

Caracas. El agua tiene memoria. Es una frase que resonará durante el metraje de Frozen 2. Parte de una hipótesis de Olaf, el pequeño muñeco de nieve que acompaña a las dos protagonistas, y que además tiene vital importancia no solo como leal amigo, sino también como consejero, quizá sin proponérselo. Claro, eso no enseria al personaje, quien mantiene su pertinente jocosidad, la suficiente como para que Disney quiera profundizar más en él.

Esta vez quedaron atrás los conflictos familiares y ahora ambas hermanas se enfrentan a los fantasmas de un pasado del que es imposible escapar.

Todo parece marchar bien hasta que una extraña situación angustia a los habitantes del reino de Arendelle. Además, Elsa empieza a escuchar una voz que la llama, y ella debe encontrar el origen de esa señal.

Si en la primera parte las traiciones de quienes deseaban el poder eran las principales contrafiguras de la historia, en Frozen 2 los conflictos son internos. Las hermanas Elsa y Anna están muy compenetradas en los sentimientos mutuos, no hay dudas entre ellas, pero las cavilaciones sobre un hecho del pasado no dejan de inquietar.

Recuerdan cuando, de niñas, su padre les contaba cómo el bosque era un lugar encantador, además, su pueblo y el de los northuldra –personajes inspirados en los samis escandinavos–, celebraban la convivencia y la armonía entre ambos. Pero algo pasó y la paz se esfumó. Se trastocaron también los llamados cuatro espíritus de la Tierra.

Frozen 2
Foto: Cortesía

Las hermanas comienzan entonces la búsqueda de la verdad. Pero más que indagar en la historia para escribir sus líneas correctamente, emprenden este viaje de madurez.

Disney vuelve a traer el tema del encuentro, de la convivencia entre dos grupos que históricamente son percibidos como antagonistas. Por ejemplo, lo hizo recientemente con la fallida Maléfica: dueña del mal, y ocurrió en Pocahontas (1995), con su revisión del colonialismo a partir del amor de dos personas. Esta vez no será exclusivamente el amor de pareja el que lleve a la reflexión, sino la natural coincidencia de vivir en el mismo lugar, con diferentes creencias y poderes.

Cuando Olaf plantea que el agua tiene memoria, conduce la trama a un desenlace que no solo reafirma la calidad visual de este largometraje, con imágenes estéticamente poderosas, sino que también da el giro importante a la trama, como si se encontrara la caja negra en medio del desastre.

En Frozen 2 la hermandad continúa, pero es momento de aceptar la individualidad de cada una y el papel por separado de ambas en las circunstancias que surgen durante y después del conflicto. El filme está cargado de simbolismos que advierten y luego subrayan este mensaje. Porque así es la vida. Los cambios deben comprenderse, aunque cuesten.

Hay que mencionar, además, a Kristoff, quien no encuentra palabras para decirle a Anna los planes que tiene con ella. Su participación es importante durante la resolución del problema. Mantiene la imagen que se caracteriza en este tipo de historias de hombre fuerte y solitario que cae rendido ante la belleza de una princesa, sin otro interés que el sentimiento que lo atrae a la mujer.

Es un filme con un mensaje sobre la intuición, la confianza, aceptar circunstancias, asumirlas, trabajar en ellas y dar cabida a los roles que exigen los momentos, planificados o no. En el trayecto se caerán figuras del pedestal, pero así es la vida, con verdades que pueden resultar desgarradoras y personas cuyos hechos grotescos han sido maquillados por la historia oficial.

No por ello Frozen 2 deja de ser un filme divertido y emocionante. Lo es, y bastante. Las escenas deslumbran en pantalla grande, hay secuencias entrañables, además de referencias a clásicos de la cultura pop, como “Bohemian Rhapsody” de Queen.

Sin embargo, las canciones buscan emular desde lo musical la pomposidad de la primera entrega. Pero, por lo menos la versión doblada al español, no posee un tema que sea lo suficientemente atractivo como lo fue, por ejemplo, “Libre soy”, que ganó un premio Oscar como mejor canción original en el año 2014. Es un punto en contra, pero no lo suficiente para menoscabar el atractivo de la obra.

La película es dirigida por Chris Buck y Jennifer Lee, la misma dupla que estuvo al frente de la exitosa primera parte, estrenada en 2013. Curiosamente, Buck es uno de los responsables de la historia de Pocahontas. Además de ser guionista de las dos películas de Frozen, fue director de Tarzán (1999), así como de la no muy mentada Locos por el surf (2007). Lee ha sido guionista de éxitos como Ralph, el demoledor (2012) y Zootopia (2016).

Frozen 2

Frozen 2 demuestra una vez más que el modelo de Disney sigue dando resultados. Estrenada el 22 de noviembre, en menos de un mes se ubica entre las 10 películas más vistas en todo el mundo en el año 2019. Una película familiar, entretenida y con distintas lecturas para el público que la vea.


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