Informalidad y jornadas interminables: las opciones del venezolano para enfrentar la dolarización de facto

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Con una economía que cumple tres años en hiperinflación y un aumento de las transacciones en dólares, profesionales venezolanos se ven forzados a buscar múltiples trabajos o entrar en la informalidad para generar más ingresos. De acuerdo con la Encuesta de Condiciones de Vida, elaborada por la UCAB, el trabajo por cuenta propia aumentó de 31 % a 45 % en los últimos cinco años.

Caracas. Ricardo Ramírez empieza sus mañanas con una taza de café negro en las manos. Antes de que su esposa y su hijo despierten, escribe concentrado un largo rato. Cuando terminan el desayuno en familia, prepara sus apuntes y revisa la carga de la batería de su celular: una de sus herramientas indispensables para la jornada. 

Se sienta frente a la computadora con el teléfono al lado. En su escritorio están desperdigados cuadernos de anotaciones y libros. A las 10:00 a. m. en punto envía un mensaje por WhatsApp: las clases están por comenzar, y al otro lado de las pantallas lo esperan sus alumnos y talleristas. 

Ramírez tiene 12 años como profesor de Literatura de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y desde hace dos imparte cursos, talleres, asesorías y lecturas de textos de manera virtual en un estudio en su casa. Todas estas actividades las realiza de manera complementaria a su trabajo como docente universitario.

Sus jornadas laborales tienen hora de inicio, pero ningún día es igual a otro. No tiene horario fijo y el poco tiempo libre disponible lo aprovecha para estar con su hijo de tres años. Sus días transcurren entre lecturas, revisiones de textos de sus alumnos y preparación de los materiales de sus próximas clases, y al mismo tiempo lleva adelante la dirección de la fundación “La Poeteca”, dedicada a promover la lectura y escritura en el país. 

A la fecha, el sueldo de un profesor de la UCV oscila entre 15 y 40 dólares mensuales, esto obligó a Ramírez a buscar ingresos por su cuenta: “Me movió a hacerlo la necesidad de resolver la vida. Yo tengo un hijo de tres años, tengo responsabilidades y, ante eso, uno tiene que tratar de crecerse”. Con bolívares que se diluyen en sus manos, sus clases particulares se las pagan en dólares o en bolívares a la tasa del cambio del día. 

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Foto: Tairy Gamboa

Ramírez no es el único. Cada día más profesionales buscan alternativas de ingresos en el sector informal o tienen múltiples trabajos para hacerle frente a una dolarización de facto que vive el país. El aumento de las transacciones en divisas ya es una práctica extendida en el territorio nacional debido al cóctel de hiperinflación que pulverizó el sueldo mínimo de los trabajadores. Para noviembre de este año el salario habría aumentado de 400.000 bolívares a 1.200.000 bolívares, aunque hasta ahora no hay Gaceta Oficial que lo confirme.  

Según el economista y director de Ecoanalítica Asdrúbal Oliveros, la dolarización ocurre cuando un Estado asume la sustitución de su moneda por el dólar. Pero Venezuela es un caso particular, pues su adopción fue iniciativa de los propios ciudadanos y comerciantes, impulsados por la hiperinflación que se instaló en el país desde noviembre de 2017, cuando la inflación mensual superó 50 %, y tres años después continúa en ascenso. En noviembre de este año, la Comisión de Finanzas y Desarrollo Económico de la Asamblea Nacional, controlada por la oposición, ubicó la inflación en 65,75 %. 

Uno de los detonantes que llevó a esta situación fue la inyección de bolívares por parte del Banco Central de Venezuela (BCV), lo cual creó un déficit fiscal, es decir, que el Estado gastara más dinero del que genera. A esto se le suman las restricciones en la entrega de dólares para la importación de materia prima, lo que llevó a una escasez de alimentos y, por tanto, un aumento en sus precios. 

Estas cifras de hiperinflación implican un crecimiento acelerado y desordenado de los precios en bolívares de productos y servicios, mientras que el sueldo que perciben los trabajadores no aumenta al mismo ritmo, por lo que la población busca resguardar su dinero en una moneda más estable. 

Esto fue lo que llevó a Ramírez a cobrar sus clases en divisas, pues no podía comprar los mismos productos con el mismo sueldo en bolívares en el transcurso de unas dos o tres semanas. “Tuve que buscar algún tipo de compensación fuera del salario base”, sostuvo. Sus clases virtuales se convirtieron ahora en su principal entrada de dinero. 

Otro hecho que marcó el uso del dólar en el país fue el apagón nacional de marzo 2019. Ante la caída de los puntos de venta por la falta de electricidad durante cinco días, más la dificultad de pagar altos montos en bolívares en efectivo, el dólar se transformó en el único método de pago. Según datos de la firma Ecoanalítica, en febrero de este año 64 % de las transacciones en el país se realizaban en dólares. Esta nueva dinámica se ha extendido en todos los ámbitos de la economía, tanto formal como informal.

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Lorena Cariani prepara todos los sábados por la mañana su puesto de comida bajo los toldos de la feria de Los Palos Grandes. Los viernes por la madrugada comienza la faena en la cocina de su casa para la preparación de los alimentos que venderá allí. En su lugar en el mercado exhibe encurtidos, pastichos, bollitos y antipastos. Sus precios son marcados en verdes.  

Aunque Cariani, de 63 años, es profesora de Biología y jubilada del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas (IVIC), su pensión apenas alcanza los siete dólares mensuales y la venta de comida ha sido su alternativa desde hace más de 10 años. Desde el año pasado esa venta de comidas es la que le genera ingresos en divisas.

“Prácticamente todo está dolarizado, o sea, es una dolarización de hecho, no de derecho. Aunque tú ganes en dólares, tienes un proceso demoledor que se llama hiperinflación”, comentó. Esa hiperinflación golpea su bolsillo cada vez que debe reponer los ingredientes para sus salsas picantes o bollitos, una odisea que puede durar tres días mientras patea mercados populares buscando precios accesibles en una economía dolarizada.

De acuerdo con el economista y director de Datanálisis Luis Vicente León, el uso de la moneda estadounidense es una respuesta natural ante la pérdida del poder adquisitivo del bolívar, ya que los dólares conservan su valor a través del tiempo. “La moneda local perdió su función de intercambio porque simplemente la gente no quería esa moneda”, señaló.

Del dólar “criminal” a la “válvula de escape”

Desde 2003, y bajo el mandato del fallecido presidente Hugo Chávez, en Venezuela rige un sistema de control cambiario que comenzó con la creación de la Comisión de Administración de Divisas (Cadivi), que durante 11 años fue el único ente legal que otorgaba las divisas que circulaban en el país y eran vendidas a viajeros y empresas, previa aprobación del organismo, lo que generó un mercado negro ante la dificultad de obtenerlas. 

Tras la desaparición de la institución, el país pasó por, al menos, cinco sistemas cambiarios que traían aparejado un mercado paralelo, pese a los múltiples intentos por evitar el uso de la moneda, que incluyeron la penalización de quienes realizaran operaciones con dólares y el bloqueo de las páginas web que publicaban su precio. 

En mayo de 2015, el presidente Nicolás Maduro dijo, durante una llamada telefónica transmitida por el canal estatal Venezolana de Televisión (VTV): “(En Venezuela) no va a haber, no ha habido y no habrá dolarización. Nuestra moneda, orgullosamente, es y será siempre el bolívar”. 

Dos años más tarde, en una entrevista con José Vicente Rangel en agosto de 2017 por Televen, el mandatario ratificó su posición y se refirió a la moneda estadounidense como el “dólar guarimbero”, y añadió: “Tenemos que vencer el dólar criminal, pido el apoyo de toda Venezuela”. 

                   

No fue sino hasta 2019 cuando el Gobierno flexibilizó el uso de las divisas en mayo, al permitir que el sector privado pudiera comprarlas y venderlas con más libertad a través de mesas de cambio. 

En noviembre de 2019, en otra entrevista con José Vicente Rangel, Maduro cambió su discurso de “dólar criminal” y afirmó que en medio de una “autorregulación de la economía” había aparecido el intercambio en dólares y otras monedas convertibles.

“Yo estoy atento permanentemente en este sector de lo que es la moneda, de defender el bolívar, de defender el salario, de defender los ingresos (…) de evaluar cómo ese proceso que llaman de dolarización puede servir para la recuperación y despliegue de las fuerzas productivas del país y el funcionamiento de la economía. Una válvula de escape, gracias a Dios existe”, agregó. 

                   

La informalidad: el plan B

El uso generalizado de dólares, poco a poco, deja una brecha entre quienes pueden acceder a él y quienes perciben bolívares, lo que produce una acentuada desigualdad en todo el país. Esto obliga a que muchos profesionales abandonen sus oficios y salten al sector informal, en una lucha desenfrenada para no perder poder adquisitivo y generar ingresos en divisas. 

Desde que Maryorie Márquez, de 23 años de edad, comenzó en abril de este año la venta de alimentos al mayor y detal, por sus manos no pasan bolívares. Pese a estar recién graduada en Comunicación Social, su tiempo lo dedica a las ventas junto con su hermano, quien ofrece ropa y maquillaje para mujeres. Todas las transacciones son en divisas y las ganancias le ha permitido expandir la variedad de productos que vende. 

“Las ventas me dan mucho más que ejercer lo que estudié. Pago cuentas, ayudo en casa, reinvierto”, sostuvo. Y aunque su especialización son las comunicaciones corporativas, en estos trabajos le ofrecían entre 50 y 80 dólares sin ningún beneficio. “Comencé a vender comida y me di cuenta de que la ganancia mensual era superior, y no me exponía a la pandemia”, dijo.

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Foto: Tairy Gamboa

De acuerdo con la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), realizada por la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), los asalariados se redujeron de 62 % en 2014 a 46 % en 2019, mientras que quienes trabajan por cuenta propia aumentaron de 31 % a 45 % en los últimos cinco años. Es decir, en el último quinquenio, el sector formal se redujo 16 % y el informal creció 14 %.

Según Luis Vicente León, el crecimiento del mercado informal es un clásico de las crisis económicas. En un país con una contracción de 70 % de su Producto Interno Bruto (PIB), la economía formal no es capaz de absorber la fuerza de trabajo, por lo cual los ciudadanos buscan alternativas en el sector informal. De hecho, este año 63 % de las industrias disminuyeron la inversión en la contratación de personal, de acuerdo con datos de la Encuesta Coyuntura Industrial del segundo trimestre 2020 realizada por Conindustria.

En el caso de los trabajadores informales, Oliveros afirmó que el grado de dolarización de sus ingresos ha sido mucho más agresivo que en el de los trabajadores formales, es decir, los trabajadores informales son quienes logran ganar más dólares que quienes están empleados en el sector formal de la economía.

Esta nueva dinámica, que se ha acentuado en medio de la cuarentena por la COVID-19, trae consecuencias tanto para el sector empresarial como para los trabajadores que laboran por su cuenta. 

El profesor de la UCAB, economista e investigador del capítulo laboral de la Encovi Demetrio Marotta explicó que los trabajos informales son precarios, inestables y no generan contribución al sistema de seguridad social ni impuestos para el Estado. 

“El trabajo informal genera inconvenientes al aumentar los gastos del Estado en salud y seguridad social. Las sociedades con alto porcentaje de trabajo informal no generan riquezas y lastran el desarrollo económico”, señaló. 

En un encuentro con los medios de comunicación a inicios de diciembre de este año, Maduro se refirió a una economía “social” e “invisible” en la que jóvenes en medio de la pandemia iniciaron ventas de alimentos desde sus hogares. Añadió que “buena parte está dolarizada y hay que apoyarla, porque implica que la gente no se quedó de brazos cruzados, que la gente, frente al embate de la crisis económica y de las sanciones, ha actuado con creatividad”.

                   

Desde que empezó la cuarentena, Andrea Rodríguez ofrece servicios de redacción y fotografía en Upwork, una plataforma digital de trabajo independiente en la que las personas y empresas se conectan en línea para ofrecer y contratar servicios laborales. Esta alternativa le ha permitido ahorrar en divisas y tener estabilidad económica, pero con altas dosis de incertidumbre. 

“Una semana estás full de trabajo y la que viene puedes estar libre y no tienes nada, no generas ingresos esa semana. Te empiezas a preocupar porque no sabes cuándo aparecerá un proyecto que valga la pena”, relató.

Márquez, la joven vendedora de alimentos, también habla de la inestabilidad, pues no todos los días hay ventas en su negocio: ”Es un estrés constante y tienes que trabajar todos los días el cuádruple de lo que trabajas cuando le trabajas a alguien”.

Esta comunicadora se mantiene en la búsqueda de un empleo fijo para obtener beneficios que su trabajo por cuenta propia no le ofrece: un seguro médico, bonificaciones, entrada fija de dinero y estabilidad.

Más horas de trabajo, más desgaste

La inestabilidad y la incertidumbre del trabajo informal llevan a quienes trabajan por su cuenta a una búsqueda constante de múltiples formas de generar ingresos, en un país con transacciones dolarizadas.

Ariannaly Pea hace malabares con su agenda al intentar armar el rompecabezas de un horario que le permita hacer las entregas de su empleo fijo en una agencia de publicidad, mientras que por su cuenta realiza diseños e ilustraciones, y los fines de semana se divide entre sus roles de productora audiovisual, fotógrafa y community manager.

Mantener sus seis trabajos implica que las horas de almuerzo las dedique a chequear las actividades pendientes. Las alarmas y recordatorios musicalizan sus días. Incluidos los fines de semana.

Según la Encovi, 70 % de los encuestados afirmó que trabaja más de 35 horas a la semana, lo que refleja una situación de exceso de trabajo. Para la Organización Internacional del Trabajo (OIT), las largas jornadas de trabajo pueden traer efectos negativos, afectar la salud y la seguridad de los trabajadores, en especial de quienes trabajan por cuenta propia. 

Del 70 % de encuestados que respondieron a la Encovi hecha por la UCAB, 23 % manifestó que trabaja más de 46 horas semanales. Pea indicó que en la semana puede dedicar unas 70 horas al trabajo, dependiendo de las asignaciones. Según leyes venezolanas, la jornada laboral no debe exceder las ocho horas diarias ni sobrepasar las 45 horas semanales. 

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A medida que los ingresos salariales no alcancen para cubrir las necesidades, los trabajadores seguirán con la necesidad de emplearse en varios trabajos o dedicar largas jornadas laborales para llegar a fin de mes. 

“La hiperinflación destruye los salarios y cualquier tipo de ingreso. Los venezolanos tienen que reinventarse laboralmente todos los días para poder producir ingresos suficientes para cubrir la canasta básica”, indicó el investigador Marotta. 

Esta compleja situación económica pudiera cambiar en la medida en que el aparato productivo privado sea próspero y competitivo; capaz de generar empleo formal, inversión e innovación. Para esto es necesario el capital privado, nacional y extranjero.

Sin embargo, este escenario luce lejano en una economía que da pocas señales de cambio, con una hiperinflación que continúa su ascenso y una dolarización que gana terreno cada día. El economista Asdrúbal Oliveros afirmó que el proceso de dolarización en Venezuela será difícil de revertir. 

“El que asumió el dólar como moneda de cambio es muy difícil que renuncie a eso, aunque mañana tengamos otro gobierno”, sostuvo durante el evento “Prospectiva Venezuela 2021”, realizado a principios de diciembre. 

Para finales de año, se calcula que el dólar paralelo esté entre 975.000 y 1,4 millones bolívares, según proyecciones de diferentes firmas económicas, cuando a comienzos de 2020 apenas marcaba casi 60.000 bolívares. Según cálculos de la firma FocusEconomics, se espera que el tipo de cambio oficial para finales de 2021 sea de 12,3 millones de bolívares por dólar, y que la inflación alcance 1566 %. 

“Ahorita tienes que tener divisas para poder surgir, porque no puedes hacerlo en bolívares, se te va de las manos”, mencionó Samaria Piñerúa, una joven de 23 años que empezó a vender ropa a través de Instagram, con ayuda de una amiga. Apenas en enero alzaba su título como licenciada en Comunicación Social. 

Foto portada: Luis Morillo 


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