La reciente película de la saga se centra en un rescate en medio de un mundo que se adaptó a las enormes criaturas que ahora deambulan entre campos y ciudades.

Caracas. La tranquilidad hay que cuidarla. La paz es endeble. Aunque se puede vivir en ella, la alerta no desaparece. Es como un designio. Owen Grady (Chris Pratt) y Claire Dearing (Bruce Dallas Howard) lo saben muy bien. Lejos de toda dinámica citadina, viven en una cabaña con la joven Maisie Lockwood (Isabella Sermón), quien se hace más curiosa con el pasar de los años.

Ya tiene 14 años. Si bien conoce su origen, no es ajena a los impulsos de explorar el mundo, primeramente los alrededores de su hogar. Claro, el mundo tampoco es el mundo. Los dinosaurios ahora deambulan en bosques, mares, desiertos y ciudades. Son parte del paisaje, de un ecosistema en el que lobos y velociraptores compiten por una presa.

Jurassic World: Dominion es la tercera película de la saga estrenada en 2015 a partir del imaginario de Jurassic Park, ese debate sobre ética y mesianismo en la ciencia que presentó Steven Spielberg hace 30 años. La isla Nublar quedó como origen del desastre y del verdadero nuevo orden mundial, con nuevos carnívoros en la cadena alimenticia, elementos que cambian toda dinámica humana.

Tampoco hay caos que desborda. Las sociedades han aprendido cómo andar a pesar de la nueva presencia. Pero como bien se sabe, el mal acecha. En los alrededores de la cabaña de la pareja protagonista hay un grupo que busca a Maisie y a la cría de Blue, el sagaz velociraptor de Jurassic World (2015). Ambos seres dignos de estudio por haber sido concebidos sin intervención de otro. Por eso, una compañía de ciencia está interesada en obtenerlos, mientras paralelamente desarrolla un plan que puede poner en peligro la estabilidad del planeta.

Jurassic World: Dominion es dirigida por Colin Trevorrow, quien se ha encargado de la saga desde Jurassic World (2015), la mejor de este renacer. Además, es el guionista junto con Emily Carmichael. El largometraje plantea nuevamente las derivaciones de la ciencia en su afanosa búsqueda de perfección. Sin embargo, también conlleva una crítica común en el cine hacia las grandes corporaciones, aquellas con genuinas intenciones en el discurso, pero con perturbadores planes en el fondo.

El director complace al espectador con el manejo de los tiempos en las emociones. Presenta muy bien la nueva realidad para luego girar todo al caos. Maisie y la cría son raptadas. Comienza la búsqueda de Claire y Owen para recuperarlas.

En el camino encuentran viejos aliados, a la vez que se enfrentan a las nuevas dinámicas del comercio informal con dinosaurios. Cacería, ventas clandestinas, apuestas en peleas entre especies y uso militar. Son testigos de un submundo en la nueva normalidad.

Jurassic World: Dominion se vale de elementos de las entregas anteriores para no romper la familiaridad con el espectador, un recurso que acierta cuando se lee como homenaje o necesaria referencia al pasado, pero que en ocasiones es previsible y mella la comunicación por hastío.

Jurassic world

Sin embargo, no es tanta la disrupción para que la audiencia se divorcie de una trama que reúne la tensión que se espera en esta saga, en el que los dinosaurios son objeto de admiración y miedo, representantes de un mundo no apto para humanos, y que ahora se desarrollan en una civilización que es ajena. En esa contradicción hacia su existencia, producto de una creación, los humanos han podido resolver en formas abiertas a todo tipo de juicios, desde los más loables hasta los reprochables.

La obra es una clara muestra del humano como ente que se adapta, a pesar de la grandeza de la vicisitud que se presente. Sobrevivir como principal motivo de vida desde el nacimiento. La programación primordial.

Uno de los mejores momentos de Jurassic World: Dominion es cuando se reencuentran el famoso paleontólogo Alan Grant (Sam Neill), la doctora Ellie Satler (Laura Dern) y el doctor Ian Malcolm (Jeff Goldblum), quienes deben atender el plan de la compañía que puede socavar la existencia de buena parte de la población mundial. Se trata de una plaga que acabará con los cultivos de muchas poblaciones.

Este grupo de veteranos se unirá también a Owen y Claire ya cuando todo esté a borde del colapso nuevamente, y todo pareciera depender de un milagro para salir con vida del lugar en el que están.

Vemos especies que toman protagonismo. Por un lado Blue, a la espera del regreso de su cría, y por el otro el T-Rex deberán enfrentar a otros contendores en la zona donde ahora están recluidos.

Jurassic World: Dominion es una obra sobre la convivencia posterior al desastre. Su final está repleto de llamados al respeto y la aceptación, mientras se ven imágenes de dinosaurios que transitan tranquilamente en territorios de elefantes, leones, lobos y en el mar. Quizás un científico o biólogo nada condescendiente cuestione cómo se mantiene armonioso un ecosistema con nuevos depredadores más fuertes y rápidos que los que conocemos. Una licencia que puede dejarse a un lado por la aventura.

Hay nuevos personajes en la trama. Unos justificados plenamente y otros son meras piezas para facilitar la misión de los protagonistas, eso sí, con poca explicación de sus acciones.

Ahora bien, la película sabe cómo reivindicar el legado de la saga. Mantiene arriba las banderas que siempre ha enarbolado, a la vez que respeta a sus personajes principales, que se mantienen firmes en convicciones y en los cambios que pueden surgir para trastocar valores.

Es una historia también sobre la defensa de lo construido, en este caso como familia y figuras de ciencia lejos de toda corrupción. Una trama de reencuentros que también cede acertadamente a viejos deseos sobre algunos personajes, que se redimen finalmente en esta película. Jurassic World: Dominion igualmente deja la puerta abierta a más historias, misterios y desafíos que desentrañar a partir de una utopía, que como bien dicen, son peligrosas porque suelen ser frustrantes al no ser alcanzables. Y su deriva, un nuevo conflicto que enfrentar.

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