Si el salario de un profesor universitario no alcanza para cubrir los gastos personales, menos podrá hacerlo la pensión. Crónica.Uno conversó con dos profesores jubilados de universidades autónomas sobre cómo las expectativas que tenían sobre su retiro se esfumaron por la crisis económica del país.

Caracas. Hace treinta años, ser profesor universitario era sinónimo de progreso y prestigio en Venezuela. Ahora escuchar sobre una persona que da clases en una universidad autónoma genera preocupación, porque su sueldo no alcanza para cubrir las necesidades básicas y llevar una vida digna.

La comida, los servicios básicos, chequeos médicos, medicinas y demás egresos que debería cubrir la pensión, lo costean los hijos de los docentes jubilados o los mismos profesores tienen que buscar otras alternativas para garantizarlos.

De acuerdo con la Encuesta del Observatorio de Universidades (Enobu) de 2021, 56 % de los profesores universitarios venezolanos se vieron obligados a vender o intercambiar bienes para adquirir comida durante la pandemia.

Dentro de ese porcentaje, se encuentra el profesor Ricardo Azuaga de 58 años de edad. Tengo un grupo de amigos en el que a veces intercambiamos cosas y es de gran ayuda. A algunos les llega algo de comida de afuera o artículos de aseo personal.

Azuaga es licenciado en Artes mención Artes Cinematográficas de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y tiene un doctorado en Comunicación Audiovisual de la Universidad de Valencia. En 1989 comenzó a dar clases en la Cátedra de Teoría y Análisis Fílmico del Departamento de Cine de la Escuela de Artes. Tras casi 29 años de docencia universitaria llegó al cargo docente asociado de acuerdo al escalafón, y solicitó la jubilación en 2018, que se hizo efectiva en 2019.

Su principal ingreso es el sueldo que percibe de la jubilación. Como mucho podrían ser 20 dólares mensuales. Es muy difícil llevar la cuenta porque hay un desorden con los pagos. El monto en las quincenas varía al igual que la fecha del depósito.

Azuaga es investigador y su área de experticia es el cine venezolano. Ha publicado tanto en medios nacionales como internacionales. Mencionó sus colaboraciones en la revista “Cine-oja” junto a Ambretta Marrosu y Alfredo Roffé, escribió en la columna “El dedo en el ojo” del diario Últimas Noticias desde 2005 hasta 2014.

Otra fuente de dinero son los talleres que dicta tres veces al año por WhatsApp. Da cursos desde 2020 y por cada capacitación gana 120 dólares y  como mucho serían 360 dólares al año. Agregó que vive solo y que no recibe ayuda fija de familiares.

La Enobu 2021 pudo retratar el contexto financiero del profesor Azuaga: siete de cada 10 docentes realiza trabajos independientes para obtener ingresos. Del mismo modo, el trabajo que realizó el Observatorio de Universidades (OBU) también expuso el retraso de los pagos desde 2021, cuando se centralizó el depósito de los salarios a través del sistema Patria.

Foto: Luis Morillo
No tienen nada asegurado

El profesor que pretenda vivir exclusivamente del ingreso de su pensión de jubilación, no puede hacerlo. No alcanza para vivir ni para hacer un mercado semanal, aseveró Sandra Leal, docente universitaria jubilada de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL) desde 2019 y quien aún ejerce su profesión para obtener ingresos adicionales y tener una mayor estabilidad financiera.

Sandra tiene 53 años de edad. Es egresada de la UPEL y es profesora de matemáticas. En su alma mater dio clases por 27 años como docente instructora de pregrado y postgrado en Resolución de Problemas y Geometría. Desde 2009 trabaja en el Departamento de Ciencia y Tecnología de la Universidad Simón Bolívar (USB), como profesora asociada.

Otra fuente de ingreso que tiene son las clases particulares de matemáticas para estudiantes de primaria, bachillerato y universitarios. La ganancia varía de acuerdo con la cantidad de alumnos que soliciten la asesoría. También da clases en la Universidad Monteávila, pero el monto que percibe cambia según el contrato. Actualmente da tres horas de clases a la semana.

Ella está soltera, no tiene hijos y vive con su madre, quien tiene 83 años de edad: Yo mantengo a mi mamá. Su única fuente de ingreso es su pensión del Seguro Social, y sabemos que eso no alcanza para nada.

Tengo el conocimiento de que la gran mayoría de los profesores que me dieron clases y que están alrededor de los 80 años de edad son mantenidos por sus hijos, quienes viven fuera de Venezuela. En su momento, con sus sueldos, pudieron comprar sus casas pero ahora no tienen nada asegurado debido a la jubilación, lamentó.

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Foto: Luis Morillo/Archivo
La alimentación mermó

Ambos docentes coinciden en que el año más difícil fue 2017, cuando la escasez de los productos básicos se agudizó y el dinero no alcanzaba para comprar comida.

Nuestra alimentación se vio afectada durante la época de escasez de productos, cuando se hacían colas en el supermercados y surgió lo que llamamos el ‘bachaqueo’. Tanto mi mamá y yo tuvimos que reducir el consumo de alimentos, al punto de rebajar 12 a 15 kilos cada una, reveló la profesora Sandra Leal.

Esa medida que tuvieron implementar para garantizar las tres comidas del día, lo reflejó Enobu 2021: ocho de cada 10 docentes reducieron sus porciones diarias de comida debido a la situación económica del país.

La docente de matemáticas aseguró que no pasaron hambre durante esos cuatro años pero la reducción de los alimentos y la sustitución de víveres como la elaboración de arepas con yuca o utilizar papelón en lugar del azúcar influyó que la masa corporal disminuyera.

Nos empezamos a recuperar en plena pandemia, porque estábamos encerraditas aquí en casa. También porque empecé a dar clases particulares, las cuales cobro en dólares y desde entonces me ha permitido mejorar algunos aspectos como por ejemplo poder arreglar el carro, comentó Leal.

Las aspiraciones del retiro de un docente universitario se devalúan por la crisis económica venezolana
Foto: Luis Morillo

El profesor Azuaga señaló que compra carne una vez a la semana, que pueden ser dos bistec para comerlos durante el fin de semana. De resto, por economía he tenido que hacer menús donde en una semana compro un kilo de caraotas, las preparo y son el plato principal durante cuatro días.

Acotó que tampoco ha pasado hambre. Trata de comer balanceado y variado pero la variedad no es como antes. Mencionó que es descendiente de españoles y que ahora ya no puede elaborar los platos típicos de ese país, ya que sus ingredientes son costosos.

He tenido que limitar mis gastos. Ahora como más vegetales que antes pero sí se han visto afectado los gustos que uno se quiere dar, dijo el profesor de cine.

Con respecto a la seguridad alimentaria de los docentes universitarios, Enobu 2021 señaló que el consumo diario de alimentos se distribuye en 12 % en frutas; 10 % carne de res, cerdo, chivo, vísceras y pollo o pescado; 7 % granos como caraotas, lentejas, arvejas; 50 % de pan, arroz, pasta y arepa; 31% de verduras.

Comprar ropa e ir al cine es un lujo

Parte de los beneficios que debería garantizar el sueldo de un profesor universitario o jubilado es cubrir las necesidades básicas y la inversión en las actividades recreativas.

La profesora Sandra Leal recuerda que con su salario de la USB y UPEL pudo comprar su carro, costearse sus vacaciones una vez al año en la isla de Margarita, visitar a su familia en Barlovento e ir con su mamá pasear en un centro comercial a comer helados y echarle un vistazo a las tiendas de ropa para comprarse alguna prenda.

Antes lo hacía con regularidad, ya no vamos a ninguna tienda, aparte de que muchas han cerrado. Eso también forma parte de la calidad de vida, tenemos años que no nos compramos un nuevo par de zapatos y ropa. Tampoco he podido ver a mi familia en Barlovento debido a la inseguridad, lamentó la docente.

Al igual que Leal, el profesor Ricardo Azuaga, con su remuneración de la UCV, pudo comprarse su carro y darse sus gustos gastronómicos. “Antes podía comer una o dos veces por semana en un restaurante familiar. Desde 2017, no he vuelto a comer en la calle. Inmediatamente, recordó que tenía tiempo que no entraba a una arepera mucho menos ir a un puesto callejero a comerse una empanada para desayunar.

Yo soy profesor de Cine y ahora no puedo ir  al cine porque no puedo costear una entrada. Aunque ahora existen plataformas de streaming, ir a una sala a ver una película es un gran placer y también porque hay muchas películas que solo se encuentran en esos espacios, como West Side Story de Steven Spielberg y El Último Duelo de Ridley Scott, expuso.

Del mismo modo, lamentó que ya no ha podido viajar más. La última vez que visitó la isla de Margarita fue hace casi seis años. Mucho menos se compra libros, debido a que hay pocas librerías y que para adquirir uno en específico debe recurrir a plataformas internacionales.

Las expectativas del retiro se mermaron

Ambos docentes incursionaron en la educación universitaria cuando estaban en sus veintes. En aquel entonces, ser profesor de una universidad era un símbolo de respeto, de enriquecerse por la evolución académica de sus estudiantes y de los beneficios que podrían gozar en su vejez.

Las aspiraciones del retiro de un docente universitario se devalúan por la crisis económica venezolana
Foto: Gleybert Asencio

De acuerdo al trabajo “La promesa rota: el colapso de la seguridad social en Venezuela”, publicado en 2021 por Prodavinci, un profesor universitario venezolano que se jubiló en el año 2000 disponía de 174 mil 200 dólares en prestaciones sociales y pensiones para vivir cómodamente durante los próximos 25 años. Según la investigación, quien se retiró en 2020, solo recibía 371,61 dólares.

Ricardo Azuaga recordó que, en 2005, pudo estudiar su doctorado de Comunicación Audiovisual en España gracias a una beca que le concedió la UCV y se imaginó que dentro de 15 años —para su jubilación— se compraría una casa en Sagunto, ubicado en Valencia, España para veranear y en la temporada de invierno regresar a Venezuela.

En cuestión de 15 años, mis aspiraciones se devaluaron como el salario de los profesores jubilados que reciben luego de 30 años de trabajo. Ahora no tengo ninguna expectativa,  expresó.

Sandra Leal dijo que le gusta su labor como educadora y que cuestionarse sobre las expectativas que tenía sobre su retiro es sensible y complejo, por tiempo se decía a sí misma que no se jubilaría, que daría clases en el Pedagógico pese a su edad.

Pero en el 2018, la hizo replantearse su plan de vida: El deterioro de las instalaciones de la UPEL, los robos constantes y la inseguridad que habitaba en esa casa de estudios.

Ya los pasillos del instituto estaban oscuros, ya se habían robado los bombillos de los ascensores, ella utilizaba las escaleras porque era lo más seguro. Ya sus  estudiantes no podían quedarse hasta las 8:00 p. m. Su última clase del día culminaba a las 6:00 p. m. porque luego de esa hora, ya no había transporte en la avenida José Antonio Páez, en El Paraíso.

Se fue deteriorando tanto el trabajo en el pedagógico que mi colega de la cátedra de Geometría se jubiló y quedé sola con todos los cursos de la materia. La inseguridad y la insalubridad eran muy grandes, no había agua en los baños. Un buen día miré a mi alrededor y me dije: ‘Yo no quiero seguir trabajando en estas condiciones, esto es terrible y así la profesora Leal decidió meter su jubilación en enero de 2019 y se le hizo efectiva en octubre de ese año.


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