El cineasta Ignacio Castillo Cottin realizó una película sobre un negocio que se ha convertido en tradición en el quehacer ciudadano en medio del caos de un país como Venezuela

Caracas. Cuando se camina por Chacao, hay una calle que suele tener mayor actividad. Conductores que buscan un puesto, peatones que convergen hacia una misma dirección. Se dirigen a una esquina que es punto de encuentro y disfrute. No tiene un nombre curioso como las del centro de Caracas que aluden a ánimas, peligros o doctores. Si lo posee, se traspapeló en memorias que anteponen el gusto, el placer y la tradición a los intereses de urbanistas y cartógrafos. Tan solo es la esquina de La Danubio, la pastelería. 

El cineasta Ignacio Castillo Cottin es asiduo desde 1989. Y es ahí, entre mostradores, hornos, masas, cremas pasteleras, fresas y clientes, muchos clientes, donde filmó La Danubio, el documental que estuvo disponible en diciembre de 2020 a través de la plataforma del Trasnocho Cultural, y que ahora, 4 de agosto de 2022, se estrena en las salas comerciales de Venezuela.

Cuenta la vida de la familia Kerese. La señora Evelia, y sus tres hijos: Pablo, Andrés y Alejandro. Son ellos quienes tomaron las riendas de un negocio que comenzó el padre, Pal Kerese, y que ahora no solo es próspero y se ha extendido a otras zonas de Caracas, sino que se ha convertido en una tradición en sus casi 50 años de existencia. 

La danubio
Evelia Kerese encabeza una familia que decidió convertir un negocio en institución. Cortesía de Pa’ los Panas Producciones

El género documental suele estar asociado a tragedias o vicisitudes, pero también se presta para historias reconfortantes y, más aún, si ocurren en medio del caos y del desconsuelo. 

Margot Benacerraf le cuenta a Diego Arroyo Gil en el libro la Sal de ayer que en los últimos tiempos se han reavivado dolores muy antiguos, pero que la juventud debe saber que el país es mucho más que sus tragedias históricas. Y como si fuera un pensamiento que ronda y que solo algunos captan, Ignacio Castillo Cottin aprovecha esta experiencia familiar para ir más allá del desasosiego. 

Como buen cineasta, desde los primeros minutos sabe cómo presentar a sus personajes y las dinámicas que habrá en los siguientes actos. Con picardía, incluso, se vale de la cámara, sus movimientos y la música para tomar del cine de ficción sus referentes arquetipales y asociarlos a unos protagonistas. La madre como principio de todo. 

La Danubio honra a un personaje, porque una empresa es vida, una en la que conviven distintas personas con sus aciertos, encuentros y desencuentros; en la que hay tantos pormenores que hacen que las existencias sean dignas de contar. 

La Danubio
El documental está repleto de tomas tentadoras para comensales. Cortesía de Pa’ los Panas Producciones

La película muestra las variopintas personalidades de los tres hermanos y la madre, disímiles, pero necesarias para concatenarse en un maquinaria que no se detiene. Solo cada 25 de diciembre y 1° de enero hay un paréntesis para el descanso. 

Se descubre que hay hermanos que no han pisado la casa del otro más de dos veces en 25 años. La pastelería, como único mundo, es donde transcurre la vida familiar y profesional en una entrega digna a lo que se emprende con fe, es el centro del mundo. 

Pero no son ellos nada más quienes hablan en La Danubio. Pasan bajo el escrutinio de sus empleados, quienes los describen y escudriñan. Personas que cumplen sus funciones desde hace 10, 15, 20 o más de 30 años. De hecho, han ingresado los hijos de algunos que todavía siguen en esta ya institución. 

La cámara se adentra en los recovecos que no ve el visitante: entre hornos y almacenes, el realizador va desmenuzando esa rutina que convierte en institución a la pastelería. El trabajo y la constancia como pilares de una tradición.

Se dice que la vista es el sentido más completo porque a través de ella se pueden prever distancias y predecir gustos. En esta ocasión, las tomas evocan sabores que no pocos habrán descubierto en el lugar, como el famoso mousse de parchita o el afamado pan de jamón. Otros, quizá ajenos a este fervor por la panadería, se sentirán intrigados por una trama que de principio a fin es un viaje de heroísmo en medio de la adversidad. Todo reforzado por testimonios de clientes como Rafael Arráiz Lucca o Henrique Lazo, además de los relatos de quienes han encontrado en la compañía el apoyo para proyectos sociales o tradiciones. 

El realizador también busca mostrar las espinas que surgen en toda dinámica humana, pero hay una amenidad en la que los personajes involucrados resuelven sus asuntos, que no hay espacio para mayores juicios que resientan el relato. 

Ignacio Castillo Cottin registra dinámicas entrañables de un negocio familiar. Cortesía de Pa’ los Panas Producciones

Con La Danubio, Ignacio Castillo Cottin vuelve al ruedo después de que censuraran en Venezuela su película El Inca en 2016. Y no regresa con un mensaje revanchista, ni mucho menos con un filme de cuestionamientos manidos sobre la situación que atraviesan los venezolanos. 

Su mensaje con La Danubio es mucho más poderoso desde la aparente neutralidad de su planteamiento. En un país en el que se ha satanizado la palabra empresario, La Danubio es un testimonio estético que elogia el trabajo, el riesgo, la disciplina, la lealtad y la familia. Además, es un registro de cómo las personas pueden trabajar mancomunadamente a favor de un proyecto en el que no solo ganan quienes emprenden, sino también aquellos que encuentran en la oferta un espacio para la vida urbana, una muestra de civilización.

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Está previsto que se realicen proyecciones al aire libre. Cortesía de Pa’ los Panas Producciones

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