Después de 10 años en agonía presupuestaria, la profesora Nieves Canudas tuvo que abandonar su línea de investigación en fotoquímica. Ya no puede investigar. En su laboratorio ahora trabaja con aguacates y moringa. La productividad científica pierde puntos y los programas de financiamiento se suspenden. En 1998 las universidades venezolanas aportaban 4,8 % de todos los artículos científicos producidos en América Latina y El Caribe. En 2019 apenas es 0,8 %. Otros ya comienzan a prepararse para la recuperación de la ciencia en el país. Venezuela retrocede en materia científica a los años 50.

Caracas. En el laboratorio de la profesora de la Universidad Simón Bolívar (USB), Nieves Canudas, una sábana tapa al cromatógrafo de gases masas, un ventilador es el que puede mantener encendida la computadora y sobre la mesa está una pieza dañada de una máquina.

Pareciera un lugar condenado después de casi 30 años de investigación y docencia en que Canudas sacó adelante su línea de investigación sobre fotoquímica y fotobiología. Hasta hace un poco más de un año, todavía quedaban indicios de un proyecto que ella inició en 2008 tras ganar una convocatoria de la Misión Ciencia y el Fondo Nacional de Ciencia y Tecnología.

Desde entonces trabajó en desarrollar sustancias que pudieran convertirse en un tratamiento para combatir las infecciones en la piel en personas con quemaduras. El proceso consideraría el uso de ungüentos con compuestos que pudiesen destruir agentes patógenos en la piel. Para eso el protocolo va, desde el diseño de compuestos orgánicos, la síntesis orgánica y su caracterización, hasta los ensayos fotobiológicos y de toxicidad.

Pudo llegar hasta la etapa inicial que consistió en la concepción de los compuestos. Pero esta doctora en Química ya no puede hablar de nuevos avances en su trabajo, cambió nociones como “fotosensibilizantes”, “radiación electromagnética”, por reparación de equipos, falta de reactivos y consumibles.

Son cosas que si no se reponen, llega un momento en que no se puede seguir con la línea de investigación. Dos de mis más importantes equipos se dañaron. No tengo insumos, como solvente orgánico de alta pureza, cuenta Canudas.

Investogación
Nieves Canudas es doctora en Química, profesora universitaria y directora de la División de Ciencias Físicas y Matemáticas de la USB.

Para caracterizar los compuestos y productos de los experimentos, necesita el cromatógrafo de gases de masas; se le dañó la tarjeta matriz que cuesta más de 7000 dólares. Tampoco funciona el equipo de resonancia magnética nuclear de protones —que puede costar más de un millón de dólares—  para caracterizar los compuestos.

Desde inicios de 2018 lo que hay en su laboratorio son aguacates. Este año agregó semillas de moringa. Fue un cambio drástico: Estoy pasando de innovar con nuevos productos y compuestos orgánicos que fueran fotosensibilizantes, a algo más sencillo que no llamaría investigación básica, sino implementación de protocolos comerciales en un laboratorio. Para mí eso de investigación no tiene nada.

Dice sentirse frustrada. Los estudiantes se acercan a su laboratorio buscando trabajos para sus tesis y ella no puede ofrecerles nada en fotoquímica.  “¿Que podemos trabajar? Podemos trabajar con aguacate, con moringa. Tengo tres personas que quieren trabajar conmigo en otra cosa que no tiene nada que ver con lo que yo hacía en investigación. Tengo que seguir adelante. Si cierro el laboratorio, dónde van a hacer la tesis”, señala resignada. “No serán trabajos de investigación publicables”, dice, “pero sí sirven para graduarse”.

El aguacate y la moringa son dos productos que está utilizando como materia prima para la base de cosméticos que tengan sustancias rejuvenecedoras y antioxidantes. Con su dinero compra las semillas de moringa, espera poder adquirir la máquina para extraer el aceite. Tengo que ver cómo subsisto. Como yo hay otros profesores que simplemente declinaron su investigación y cerraron sus laboratorios.

Investigación
El ventilador ventila el equipo Foto: Carmen Victoria Inojosa

Las consecuencias en la productividad científica de las universidades autónomas ya comienzan a reflejarse tras 10 años de inconsistencia presupuestaria en investigación. Este mes, que se cumple el 50 aniversario de la llegada del hombre a la luna, Venezuela retrocede a los años 50, cuando apenas se institucionalizó la ciencia tras la creación de los mecanismos de fomentos, el aumento de los institutos y centros científicos, dice Félix Tapia, coordinador del Consejo de Desarrollo Científico y Humanístico de la UCV (CDCH).

La investigación fue de las primeras en quedar enterrada bajo la crisis universitaria. En 2009 los programas de pasantía sabática, de estudio o investigación y los aportes institucionales de la UCV fueron suspendidos. También se limitó a uno el número de proyectos por profesor. En 2014 se agregó a la lista la suspensión del financiamiento para eventos científicos en el exterior.

“Nunca en este gobierno se ha asumido la educación como una palanca para el desarrollo, se ha banalizado la profesión universitaria de Venezuela”, asegura el doctor en Educación, Tulio Ramírez. Cita el portal Scimago Journal para ilustrar en números la caída de la productividad científica de las universidades: En 1998 Venezuela aportaba 4,8 % de todos los artículos científicos producidos en América Latina y El Caribe. En 2019 apenas es 0,8 %.

La Red Iberoamericana de Indicadores de Ciencia y Tecnología también refleja la baja. En 2008 Venezuela alcanzó su pico más alto tras publicar 1730 artículos en Science Citation Index, Colombia la sobrepasaba por una diferencia de 823 publicaciones. Estos números siguieron creciendo para los colombianos, mientras que en Venezuela comenzó a descender hasta llegar a los 1033 artículos en 2016. Colombia repuntó ese año con 5692 documentos.

Muchos de los equipos ya no sirven para el propósito inicial porque están obsoletos, esto repercute en los índices de la universidad en cuanto a publicaciones científicas y en el curriculum del profesor.

Lo que era la institución de 2008 hacia atrás, donde ibas al decanato y te asignaban un proyecto de investigación, eso no está ocurriendo. Y no veo que el Gobierno tenga disposición de cubrir eso, sostiene Canudas.

La planta de docentes investigadores de la USB se redujo a la mitad, mientras que en la UCV, indicó Tapia, de 2500 profesores que hacían investigación, quedan un poco más de 1000.

Los pilares de un profesor universitario son docencia, investigación y extensión. Estos últimos son casi imposibles de hacer. Universidad es sinónimo de nuevos conocimientos a través de proyectos de investigación, también es innovación, enseñanza de alta calidad. Pero la ruta en la que el Ejecutivo ha puesto a caminar a la academia está muy lejos de retomar esa doctrina.

En resistencia científica

Entre el año pasado y este mi laboratorio ha estado muerto. Porque no he podido obtener resultados que sean publicables en revistas de impacto, arbitradas, de índice científico, dice Canudas.

Que las universidades continúen entre los mejores índices es una consecuencia de los pocos grupos de investigación consolidados y que han logrado continuar a través de alianzas con pares internacionales. Esto les permite viajar y trabajar con equipos de punta. También están los profesores que aún conservan data de años anteriores para publicar.

Los puestos de las universidades venezolanas en los rankings comienzan a caer. En el World University Rankings este año la UCV y la USB se ubican en los puestos 37 y 44, respectivamente. La UCV descendió 9 escalones con respecto a 2018. En 2017 logró estar en las primeras 20 universidades de América Latina al conseguir el lugar 18. Para 2012, según Tapia, 8 universidades estaban entre las primeras 100 de la región, ahora solo 4.

En 2013 la USB hizo 256 publicaciones: 124 en revistas de Science Citation Index, 110 en revistas de otros índices y 22 en no indexadas. En 2018 lograron 56 publicaciones.

Pero en medio de descensos, Canudas resiste y prepara un artículo sobre compuestos fotosensibilizantes, aunque con datos viejos, para publicar. Los profesores investigadores han desempolvado resultados científicos que obtuvieron en años anteriores cuando todavía tenían un mínimo de condiciones para investigar.

Pero el panorama es mucho más complejo. El presupuesto de la CDCH no alcanza ni para cubrir los gastos de mantenimiento. La última convocatoria que la UCV hizo para recibir nuevos trabajos de investigación fue en 2013, es decir, la universidad tiene 5 años sin dinero para la investigación. Los proyectos ejecutados corresponden a recursos externos que los investigadores han conseguido. Lo que disponen son de 30.000 bolívares para nuevos proyectos.

El Observatorio Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación reconoce en su Memoria y cuenta de 2016 el desplome. En 2012 financiaron 974 proyectos, en 2015 apenas 62.

Estudiar una maestría o un doctorado también es cuesta arriba. Las becas sueldo contempla una mensualidad equivalente al salario del docente, gastos de matrícula, 240 bolívares anuales para compra de libros y entre 800 bolívares y 1600 bolívares para gastos de tesis.

Tapia recuerda que lograron tener más de 2000 estudiantes afuera con la Fundación Ayacucho. En 2008, cuando tomó la coordinación del CDCH, había 250. Hoy no pasan de 10. Explica que esto ha mermado por el control y las restricciones cambiarias.

Tapia ha buscado la manera de que la ciencia no muera. Desde el CDCH han realizado eventos para ayudar a los investigadores en el manejo de la crisis. Los temas: qué tipo de proyectos se pueden hacer si no hay dinero, publicaciones de artículos con data de años anteriores y cambios en la línea de investigación.

“Estamos dando alternativas, ánimos a quienes se rindieron, para que vean que sí se pueden hacer algunas cosas con cierta relevancia e impacto”, señala Tapia.

Laboratorios sin insumos

El presupuesto para más de 180 laboratorios de la USB fue un millón de bolívares. El director de la Unidad de Laboratorios de la USB, Wilfrido González, cuenta que con ese dinero hizo la reparación de la camioneta de la unidad.

Todos los laboratorios están operativos, pero trabajan con muchas deficiencias: equipos que tienen más de 30 años o la necesidad de economizar los insumos. Anteriormente a los estudiantes se les daba hasta 4 muestras de distintos materiales para las prácticas. Ahora es uno por grupo.

Las fallas eléctricas han ocasionado daños en equipos como microscopios eléctricos, rayos c, de análisis químico.

En mayo la corporación AlumnUSB donó equipos e insumos para actividades académicas y administrativas, esta incluyó reactivos para la Coordinación de Biología. El monto fue más de 1000 dólares.

Canudas también es directora de la División de Ciencias Físicas y Matemáticas de la USB. No tiene datos acerca de la cantidad de equipos dañados, pero sí recuerda que los fundamentales están fuera de servicio. El de resonancia magnética nuclear tiene tres años dañado, también el cromatógrafo de gases masas, el de ultravioleta visible, el espectrofotógrafos y el de ciencias materiales. “En todos los laboratorios hay por lo menos 2 equipos dañados”, señala.

Las universidades pueden paliar el déficit presupuestario con donaciones que egresados envían desde el exterior.

En la Memoria y cuenta del 2000 dice que los profesores que utilizaron los laboratorios para realizar trabajos de investigación y desarrollo fueron 369. Pero estos ahora están vacíos. “Aquí anualmente pudiera haber 7 estudiantes de licenciatura y postgrado trabajando. Lamentablemente, desde hace 5 años para acá eso vino en picada”, dice Canudas.

Ahora ella tiene a solo un estudiante de licenciatura en tesis. “Aceptarlo implicó revisar si le podía garantizar la culminación de la tesis. Parte de los insumos los donó un laboratorio farmacéutico”, apunta. Desde el año 2006 hasta la fecha más de 30 estudiantes pudieron hacer sus trabajos de grado en la línea de investigación de Canudas.

Lucha por mantener el laboratorio abierto. Para ella, cerrarlo es como ir amputando miembros de la universidad:

Miremos a la universidad como un ser vivo, si cerramos este laboratorio es una pérdida. La universidad pierde algo y por allí se va a comenzar a desangrar.

Generación pérdida

Los profesores noveles tampoco “tienen luz en la universidad”. Se espera que al ingresar tengan un proyecto, equipos y suministros para trabajar. Canudas no deja de pensar en un profesor que hace dos años se graduó de doctor, con su tesis obtuvo hallazgos. Quiso patentar y publicar. Pero para eso necesitaba repetir experimentos y no pudo. Los equipos ya estaban dañados y el laboratorio no tiene reactivos.

“La investigación quedó engavetada y hasta la fecha no se ha podido publicar. Eran ideas novedosas”, lamenta. El profesor renunció y se fue del país.

Las universidades tienen que tener siempre generaciones de relevo, que al jubilarse un docente, otro pueda tomar las riendas del laboratorio. Si no es así, será muy difícil que se pueda seguir haciendo investigación, explica Canudas.

Hay un vacío entre la generación que está por salir jubilada, la generación intermedia que no existe porque se han ido del país, y la de relevo que no está entrando a la universidad porque no es atractivo lo que puede encontrar en la academia.

Perdimos la capacidad de formar jóvenes en la ciencia. La educación superior es costosa. Mi mayor dolor es que no tenemos generaciones, hemos hecho una ruptura. Nos hemos quedado los más viejos, los más jóvenes que están estudiando apenas se gradúan, se van. Hemos perdido la continuidad que traíamos. Y la vamos a recuperar, pero no es cuestión de días, sino de años, señala Tapia.

Investigación
El cromatógrafo de gases masas necesita la tarjeta matriz para poder funcionar. Foto: Carmen Victoria Inojosa

Desde ya Tapia trabaja propuestas para crear alianzas con universidades y en la generación de espacios para la recuperación tecnológica. “Lo hicieron lo países que salieron del comunismo. El Este de Europa viene subiendo su producción científica”, destacó.

Estudiantes egresados de la USB y la UCV desde junio desarrollan una iniciativa de diplomacia científica con investigadores venezolanos en el exterior. La idea es estar preparados para trabajar por la reconstrucción del país desde el lugar donde estén. Quieren contar con un inventario de científicos e identificar quienes de ellos siguen vinculados a la investigación. Gabriel Golczer Gatti, egresado de la USB con maestría en Biología, y Juan Manuel Posada López, biólogo de la UCV, son los responsables del proyecto.

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