Las casas de bahareque retornan a San Fernando de Apure

Bahareque

Residentes del llamado cinturón de miseria de la capital apureña, donde habitan al menos 25 niños en condición de calle, no tienen para comer, menos para comprar zinc, bloques, arena, cemento y hierro. Han retomado la construcción ancestral de bahareque a base de materiales naturales como el barro, la paja y la madera para hacer sus viviendas. El déficit habitacional de Apure ronda las 50.000 viviendas, de acuerdo con el gobernador Eduardo Piñate.

San Fernando. La casa de Óscar Benavides y Elena Garrido llama la atención, no solo porque es muy bonita y se encuentra en la avenida Río Apure, a escasos 100 metros del centro de San Fernando, sino porque, además, es de bahareque.

El jardín de gardenias y almendros que esconde una media pared de zinc reciclado perfectamente alineado corrobora la imagen que, desde afuera, el transeúnte se hace de esta vivienda. La pobreza no riñe con la belleza.

Bahareque
El material natural no impide un bonito diseño. Foto: Sulay García.

Las últimas casas de bahareque de la capital apureña que recuerda Gregorio Alas, de 85 años de edad, son la bodega La Mariposa, la comercial La Torraca, el bar Casablanca, el Puerto Arturo y el bar Los Guasimitos.

Todas esas grandes casas comerciales de San Fernando, de las cuales la gran mayoría estaban a la orilla del río, eran de bajareque”, afirma Alas.

Estas edificaciones con materiales naturales retornan 60 años más tarde. La casa de Óscar y Elena no es la única del barrio 23 de Enero. Han construido al menos unas 100 viviendas de este tipo entre las etapas 1 y 2 de ese sector y de sus vecinos El Arenal y Mi Cabaña.

En estos barrios que, desde la caracterización sociodemográfica de la ciudad, integran el llamado cinturón de miseria de San Fernando, residen alrededor de 2000 familias.

Desde el patio trasero de la casa de los Benavides, barrio adentro tras la transitada avenida en dirección a la costa del río Apure, se observan más casas de “bajareque”.

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Cada vez hay más casas de barro en los barrios que integran el cinturón de miseria de San Fernando. Foto: Sulay García.

El déficit habitacional es uno de los problemas más graves de la región, en opinión de Eduardo Piñate, el nuevo gobernador de Apure.

Piñate aseguró cuando estaba en campaña electoral que el déficit ronda las 50.000 viviendas a pesar de las 2000 construidas por su predecesor Ramón Carrizalez, que también dejó más de 9000 inconclusas.

¿Por qué la hermosa casa de Óscar y Elena es de barro­?

“La hicieron de barro porque no tenían las maneras de hacerla de bloque”, asegura a Crónica. Uno Rodolfo Castillo, que cuida la vivienda de los Benavides porque ellos se encuentran en el campo trabajando.

El material estructural como la guafilla, planta para hacer corrales, los troncos y los travesaños, fue sustraído del campo y trasladado cuatro horas por embarcación desde el sector Los Indios, parroquia Peñalver, vía Cabruta, río Apure abajo, hasta San Fernando.

A pesar de este esfuerzo el costo económico no fue mayor para Óscar y Elena en comparación con lo que hubiesen gastado para construir con bloques, cemento, arena y hierro.

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Rodolfo Castillo, cuidador, dice qué las casas de bahareque son fáciles de hacer , económicas y además frescas. Foto: Sulay García.

En San Fernando de Apure, un bloque de cemento o arcilla cuesta entre 0,35 y 0,39 dólares; un saco de cemento 7; una cabilla de 6 metros de largo, cualquiera sea su diámetro, supera los 7 dólares; una lámina de zinc de 3 metros 18,50 dólares, un tubo estructural de 6 metros vale 95 dólares.

Otras ventajas de la casa de bahareque

Castillo cuenta que “la casa está hecha con madera de corazón de samán y masaguaro, porque es la que aguanta más con la tierra y no se daña tan rápido”.

A pesar del inclemente calor apureño, en este tipo de edificaciones no se requiere aire acondicionado porque “son bastante frescas, no da calor de noche. Es buena para vivir”, asegura el hombre.

La edificación también es resistente al invierno y dura entre seis y siete años, siempre que esté al natural. Si se recubre con cemento puede mantenerse mucho más tiempo, sostiene Castillo.

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Así luce el interior de una casa de bahareque. Foto: Sulay García.
El material natural está a la mano

Esta construcción lleva madera, barro y paja. Lo más difícil es cortar la madera del campo adentro. Sin embargo, para muchos capitalinos esto no es problema, ya que la mayoría, que habita en las riberas del río, son de origen campesino.

El barro se obtiene de la picadura del suelo. “Se pica el hueco, se deja la tierra en remojo y luego se le agrega la paja y se bate como una masa”, explica el vecino cuidador, que también es del sector Los Indios, de donde son los Benavides.

Este barro batido con paja se usa para empañetar la estructura previamente levantada con horcones y estantes de madera con sus paredes trenzadas de guafilla o caña brava, que sirven para sostener la mezcla.

Los huequitos en la pared externa son para que agarre el friso, en caso de querer revestirla con cemento para que dure más la vivienda, explica Castillo.

Falta de vivienda, agua y luz son los problemas más sentidos del 23 de Enero

Rodolfo, el cuidador y su esposa, Milagros Garrido, viven al lado de los Benavides. Ambos tienen un hijo de ocho años de edad. El niño se queja de estar aburrido por no poder ver sus comiquitas.

El único televisor que tenía la familia se quemó debido a un bajón eléctrico.

Gracias a Dios no se me quemó la nevera”, agradece la madre del niño.

Recalca que: “El alumbrado no es muy bueno, nos llega bastante deficiente, se nos han dañado algunos artefactos. El agua no la tenemos fija. Casi nunca tenemos agua. Es bastante crítico el problema del agua y la luz también”.

Se abastecen de la vivienda de un vecino ubicada a 30 metros de distancia, de donde cargan en vasijas una vez a la semana. Algunas veces les ha tocado sacar el agua del río, aún más lejos, como 100 metros de distancia.

La mujer no se queja de la delincuencia ni tampoco de la irregularidad del gas, el cual le llega cada cuatro meses ni de la bolsa de comida, que reciben una vez al mes.

Llevan cuatro años viviendo en el sector y su casa no es de “bajareque” como la de los Benavides sino de zinc. Es una de las 20 viviendas de este material ubicadas al margen de la avenida. No se han atrevido a construir, ni siquiera de barro, por temor a que los desalojen.

Casi todos los propietarios de las casitas de zinc son familia y vienen del campo. “Estoy aquí porque no tenía vivienda. La mayoría es porque no tenemos dónde vivir y estamos aquí”, afirma la esposa de Castillo.

Garrido prosigue: “Las casas son de zinc, primero, porque no tenemos los recursos para tenerlas de otro material resistente y otro, porque nos dijeron que nos iban a reubicar y estamos esperando”.

La junta comunal les advirtió que no construyeran o perderían los materiales. Ya están censados por la gobernación del estado para ser reubicados, indicó.

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Los vecinos de Banavides temen ser desalojados. Foto: Sulay García.

En medio de sus dificultades la familia Castillo se siente afortunada. “Nunca nos han agredido, nos han tratado bien y nunca nos han venido a sacar. Solo nos dijeron que no dejáramos meter a más nadie”, expresó la madre de familia.

Ella considera que otras familias son menos afortunadas.

Hay mucha pobreza en los barrios de atrás, algunos tienen años viviendo aquí, de 15 a 20 años, hay bastantes ranchos, hay muchos niños en la calle”, se lamenta.

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Milagros Garrido se lamenta de la pobreza que existe en el 23 de Enero. Foto; Sulay García.

Esta última semana el gobernador Piñate entregó 52 viviendas rehabilitadas en el barrio Pantanal, otra comunidad populosa y vulnerable de San Fernando.

En reunión con el ministro de Hábitat y Vivienda, Ildemaro Villarroel el mandatario reconoció que el déficit de viviendas: “Es una deuda que debemos saldar para cumplirle a nuestro pueblo”.

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