En Santa Cruz de Maturín los vecinos no duermen por las “coronafiestas” sin control

"coronafiestas"

La contaminación sónica, bailes en medio de la calle y la ingesta de bebidas alcohólicas han sido un problema que hasta ahora nadie ha podido resolver en la avenida principal de la parroquia Santa Cruz de Maturín. Está situación se ha vuelto repetitiva e incluso ha sido denunciada en varias oportunidades por vecinos de la mencionada parroquia.

Maturín. Al llegar el fin de semana, comienza el calvario para los vecinos de la parroquia Santa Cruz de Maturín, quienes tienen algo claro y es que no van a poder descansar. Las llamadas “coronafiestas” arrancan desde el viernes y terminan la madrugada del lunes cuando los dueños de los carros con sonido deciden apagar la música, solo en ese momento los vecinos tienen paz y logran conciliar el sueño.

Las “coronafiestas”, como les dicen vecinos por ser posibles focos de infección de la COVID-19, se realizan en varios tramos de la vía principal, sin autorización de la municipalidad, y ocasionan molestias a quienes viven en las zonas cercanas.

La dinámica consiste en estacionar un vehículo con sonido en un punto de la avenida, por lo general en establecimientos donde expenden bebidas alcohólicas, y a medida que va pasando la noche se acercan personas para bailar al ritmo de la música y pasar el rato.

Esto es horrible cada fin de semana, No es una música con un sonido normal, eso retumba y pega en el pecho. Nosotros aquí en la casa sentimos que se nos va a caer el cuarto encima de la vibración por el volumen tan alto. Hemos hablado con las personas involucradas, pero hacen caso omiso”, resalta la vecina Elba Medina.

Para los habitantes de la avenida principal de La Cruz mediar ya no es una opción, pero llamar a las autoridades tampoco. Solos, en medio de un problema que hasta ahora no se le ha dado importancia, intentan descansar cada fin de semana a pesar de la perturbación que ocasionan las “coronafiestas”.

“Antes llamábamos a la policía a ver si venían. De todas las veces que lo hicimos solo una vez vinieron, mandaron a todo el mundo para su casa, pero la gente esperó que se fueran los funcionarios y prendieron nuevamente su música. Esto no es algo nuevo, porque la rochela primero la hacían más adelante, en otra licorería, la gente se quejó y nada, hasta que mataron a un muchacho y se acabaron esas fiestas por allá. Ahora el problema es por aquí”, detalla Maricarmen Teresen.

Algunos vecinos cuentan que se han acostumbrado a conciliar el sueño con el alto volumen de la música, mientras que otros se trasnochan esperando que el sonido se acabe para poder dormir.

Las fiestas no pararon ni en cuarentena

Los habitantes de La Cruz explican que las “coronafiestas” no pararon ni siquiera cuando fue decretada la cuarentena colectiva por la COVID-19, y a pesar de que hicieron varias denuncias a la línea que puso a disposición el gobierno regional (Ven911) ningún funcionario llegó al sitio a dispersar el desorden.

Poco a poco esto ha dejado de ser una zona residencial, porque los que se han ido del país han vendido sus casas y ahora son negocios. Pero los que aún quedamos somos personas mayores y la música nos molesta porque la ponen a un volumen demasiado alto, y las vibraciones por eso nos pegan en la cabeza y en el pecho. Cuando estaban prohibidas las fiestas por la pandemia, igual no le pararon a eso”, explica Antonia García.

Son más de 12 familias las afectadas con este problema, en este tramo de la avenida principal. Son múltiples las denuncias y las quejas sin respuestas.

“Yo no digo que no hagan sus fiestas, pero sus derechos terminan donde empiezan los míos. Así como pueden hacer fiestas, también tienen que respetar a los que vivimos por aquí. A veces tomo pastillas para dormir porque no puedo estarme trasnochando hasta que ellos decidan quitar ese aparato”, recalca García.

Obligación municipal

Javier Chaida, ex concejal y registrador civil del municipio Maturín, sostiene que la alcaldía debe regular este tipo de eventos, sobre todo cuando no entran en la categoría de fiesta organizada. Explicó que todo lo referente a orden público y sano espaciamiento se trabaja en conjunto desde el Registro Civil, Concejo Municipal y Policía Municipal.

“En mis funciones como registrador civil todos los eventos que se realizaban en Maturín tenían que ser regulados en horario y prohibición de menores de edad. Es obligación de la municipalidad regular la materia en cualquier parroquia, más en tiempos de pandemia cuando estos eventos deben ser limitados. Lo que sucede en La Cruz es que no se trata de una fiesta organizada con permisos de la alcaldía, sino de alteración al orden público”, detalla Chaida.

Para que estas fiestas sean permitidas, se debe contar además con el permiso de la junta parroquial y se debe definir un horario, según la explicación del ex concejal.

“El gobierno municipal no hace cumplir las ordenanzas ni las leyes. Con la pandemia todo debe ser supervisado. Pero ahora vemos una pérdida de valores por la falta de leyes que controlen las conductas de los ciudadanos. En las colas de gasolina también podemos presenciar estas fiestas con alto volumen, incluso actos que atentan contra la moral y las buenas costumbres”, puntualizó

En Los Bloques también se quejan

Vecinos del sector Los Bloques, parroquia San Simón, también se suman a las quejas de La Cruz. La música a volumen alto el detonante de las denuncias.

Tenemos cerca una estación de servicio y las colas llegan hasta aquí y ponen una música que no nos deja dormir. Nosotros no sabemos con quién hablar para que se controle eso. También hacen sus necesidades por aquí en las áreas verdes de los edificios”, comenta José Medrano, habitante del sector.

Una vieja práctica

Las fiestas en las calles de La Cruz no son nada nuevas. La dinámica de permanecer a las afueras de un expendio de bebidas alcohólicas tiene varios años. Por lo general, la música de un vehículo suele amenizar el ambiente. Los que acostumbran a disfrutar de estas fiestas, toman las aceras y en oportunidades la carretera, para bailar e ingerir licor.

Estas fiestas realizadas sin autorización de las autoridades ya han sido empañados por atracos e incluso asesinatos en algunas ocasiones.

“La gente primero se iba para Los Luces (uno de los tramos de la avenida principal), por allá hay una licorería y ahí se armaba la rumba. Una vez ocurrió una situación muy fea, mataron a un muchacho y después de eso las reuniones terminaron. Luego empezaron las fiestas en otra licorería, en otro espacio de la avenida, ahí también mataron a un muchacho y se terminaron las fiestas. Ahora por lo que veo el nuevo sitio es casi al final de la avenida, por el Club Gallístico”, cuenta  Neudis Yarza.


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