En Venezuela un poco más 140.000 estudiantes tienen alguna discapacidad. Para ellos, ha sido muy limitado el acceso al material de estudio para trabajar desde casa. Desde el Ministerio de Educación los recursos pedagógicos no están adaptados a las necesidades de los niños sordos, ciegos, autistas o con retardo mental. Una encuesta de Consorven reveló que, de 176 personas con discapacidad, 88 % disminuyó sus actividades académicas en la cuarentena por fallas de conectividad o las barreras comunicacionales en el contenido.

Caracas. En la página web del programa Cada Familia Una Escuela hay una sección con el material de estudio para la Educación Especial, “adaptaciones curriculares”, se lee. Pero los documentos se limitan a dar orientaciones sobre el contenido: “Le sugerimos también buscar en las redes, videos en lengua de señas venezolanas, acerca del tema a trabajar”.

Eso dice el documento que da las instrucciones para trabajar el tema del petróleo en Identidad y Soberanía. Este material no está diferenciado por grado, solo dice “nivel educativo primaria para niños sordos”.

Las actividades tampoco muestran una adaptación acorde a las necesidades de los niños con discapacidad. En el país esa población supera las 140.000 personas, según la última Memoria y Cuenta del Ministerio de Educación. Durante la cuarentena ellos han sido los últimos de la fila del sistema educativo.

Desde el 16 de marzo maestros y estudiantes de las más de 25.000 escuelas del país trabajan desde casa tras el confinamiento por la COVID-19. El 7 de abril Nicolás Maduro anunció que el año escolar terminaría online. Cada Familia Una Escuela es el programa de atención y orientación del Ministerio de Educación para esta modalidad, disponible en radio, televisión y redes sociales.

En Venezuela suman más de 2000 casos de personas contagiadas por lz COVID-19 desde el 13 de marzo. El 1° de junio comenzón una fase de flexibilización despúes de mása de 10 semanas de confinamiento.

Para Baroska Bravo, de la Unidad de Políticas Públicas de la Universidad Simón Bolívar, que se incluya la frase “educación especial” en el plan no es garantía de que haya sido pensado y estructurado para que sea accesible y de calidad.

En la página web del programa ninguno de los materiales expuestos cumple con los procedimientos mínimos eficientes de accesibilidad para los estudiantes con discapacidad: formatos en lectura fácil, intérprete de lengua de señas venezolanas, audio descripción, subtitulado, entre otros, explica Bravo.

El formato es el mismo para todos los estudiantes, sean sordos, ciegos o autistas, presenten dificultades en el aprendizaje, lenguaje, retardo mental o problemas de motricidad.

En Fe y Alegría trabajan sobre la marcha para atender a esta población. Noelbis Aguilar, directora del Programa Escuela, cuenta que a la fecha ya han hecho las adecuaciones de los programas de estudios, además del proceso de acompañamiento y seguimiento.

Sin embargo, fue en la séptima semana que pudieron editar los materiales. En el caso del Ministerio de Educación, según información de Aguilar, hace unas semanas convocaron para hacer una propuesta para la educación especial.

Juan De Gouveia, presidente de la Confederación Sordos de Venezuela (Consorven), opina que el plan Cada Familia Una Escuela no muestra un proceso pedagógico y educativo adaptado: El intérprete básicamente informa, más no hay un proceso de formación real y no siempre se traduce la información completa de acuerdo con lo que se está diciendo.

Agrega: Muchas maestras han hecho grandes esfuerzos para el envío de tareas, sin embargo, los procesos de adaptación no se han tomado en cuenta al momento de garantizar esta educación a los niños con discapacidad.

Las barreras

En la escuela de Fe y Alegría Juan Pablo Bonet, ubicada en Los Chorros, 99 % de los 106 estudiantes sordos están siendo atendidos a distancia. Para la hermana Coromoto Andrade, directora del plantel, es un gran logro.

Pero las dificultades en cuanto a conectividad y adecuación de las guías son latentes. Trabajan con niños que, en la mayoría de los casos, son de bajos recursos. A través de vecinos, amigos, comadres, han lograr contactar a todos los estudiantes. Estas personas prestan sus teléfonos para que puedan comunicarse, pues apenas 42 estudiantes tienen un celular inteligente.

La directora, junto con las coordinadoras, se ha encargado de ajustar las guías que envía Fe y Alegría. Trabajan hasta los fines de semana para que el material salga. Pero la enseñanza en casa se complica. La educación de los niños con discapacidad debe ser guiada en todo momento.

La mayoría de los papás no manejan la lengua de señas venezolana. A muchos se les ha dificultado la guía para descodificar cada palabra y ponerla en contexto, dice Andrade. Cree que cuando se estableció el plan, no se pensó en la población con discapacidad. La mayor preocupación es en qué condiciones van a recibir a los niños cuando vuelvan a la escuela.

Algunos estudiantes han seguido las clases por televisión de Cada Familia Una Escuela. Pero los padres han comentado a Andrade que el proceso es muy rápido y estos estudiantes están acostumbrados a una dinámica más lenta.

Una encuesta a 176 Personas con Discapacidad que hizo Consorven reveló que 88,8 % ha disminuido sus actividades educativas durante la cuarentena. Esto es producto de las barreras que dificultan que puedan tener una educación de calidad: conectividad y barreras comunicacionales, porque los contenidos se están enviando en formato no accesibles, explica De Gouveia. Más de la mitad (57,4 %) no tiene acceso a Internet.

Pero los esfuerzos continúan. En la Unidad Educativa Centro Educacional de Invidentes Francisco de Asís de Fe y Alegría, ubicado en El Junquito, de 240 estudiantes, 12 tienen discapacidad visual. La hermana Carol Paredes, directora del plantel, cuenta que el trabajo con estos niños consiste en el acompañamiento telefónico, impresión de guía de acuerdo con la agudeza visual —mayor tamaño de letra—, atención individual de estudiantes con sus representantes dos días a la semana, apoyo emocional a las familias.

La clave ha sido el acompañamiento cercano. En cuarentena lograron restablecer el contacto con un niño ciego de 7 años de edad. El 8 de mayo pudieron llevar a su casa recursos y materiales, desde regleta, el punzón, plastidedos, hojas recicladas, tablas de enhebrado, estambre, guías impresas, alimentos, kit de higiene y limpieza.

A otra estudiante de quinto grado también la buscaron en su comunidad. Pudo recibir el material pedagógico. En esta institución de los 12 estudiantes ciegos, tres necesitan un teléfono y otros tres una computadora.

Los olvidados 

La preocupación sobre cuál es el acceso que los estudiantes con discapacidad están teniendo a la educación es generalizada. Tanto De Gouveia como Bravo temen que muchos se estén quedando atrás.

La necesidad de ayuda técnica y tecnológica es real entre estos estudiantes. Venezuela hoy no cuenta con estrategias claras y sostenibles para lograr durante el COVID-19 una educación inclusiva para los estudiantes con discapacidad. Principalmente porque tenemos grandes problemas coyunturales en esta temática antes de la llegada de la pandemia al país, señala Bravo.

El país no cuenta con infraestructura física, suficientes intérpretes de lengua de señas venezolanas, además del déficit de maestros y profesionales terapéuticos en educación especial. Desde 2014 la matrícula de estudiantes en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador en especialidades como discapacidad intelectual, desarrollo, auditiva, ha disminuido.

Estas carencias vulneran el derecho humano a la educación amparado en la Convención sobre los derechos de las Personas con Discapacidad, la Declaración de Salamanca Conferencia Mundial sobre Necesidades Educativas Especiales: Acceso y Calidad. En Venezuela, la Ley de Personas con Discapacidad.

Los niños, niñas y adolescentes con discapacidad en Venezuela son los grandes olvidados en la pandemia, lamenta Bravo.


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