Maracaibo sin gas doméstico (II): Leña por alimento, el trueque de San Benito para sobrevivir

leña por alimento

Edmundo Carrasquero, habitante del barrio Rafael Urdaneta, camina un kilómetro y medio tres veces al día cargando más de 60 kilos de leña para poder comer. Tuvo que dejar su oficio como albañil por la crisis.

Maracaibo. Armado con hacha, machete y una carretilla prestada, Edmundo Carrasquero, de 58 años de edad, emprende su faena diaria cuando el sol aún no despierta a los demás habitantes del barrio Rafael Urdaneta, ubicado al oeste de Maracaibo.

Camina durante una hora para llegar hasta un lugar que define como “un bosque cerrado y peligroso”. Ahí selecciona y corta leña para luego traerla al barrio y cambiarla por alimento entre sus vecinos. Así se gana la vida.

Edmundo Carrasquero, albanil
Para Edmundo Carrasquero la falta de gas doméstico es una manera de ganarse el pan diario. Foto: José Núñez.

San Benito, como es conocido en la zona por su color de piel, aprovecha la escasez de gas para ganarse el pan de cada día. Sin embargo, para él, este nuevo oficio es la única alternativa desde que la crisis lo dejó sin trabajo.

Yo levanté a mis hijos a punta de albañilería. Antes, cuando no había tanto problema, ser albañil era bueno porque uno tenía para comer y había de todo, ahora no. Hace cinco meses que estoy parado con eso, entonces tuve que buscar que hacer, porque mis hijos me ayudan, pero igual no alcanza”.

Sin gas en Maracaibo
Una carretilla cargada de leña pesa un poco más de 60 kilos . Foto: José Núñez.

Edmundo vive solo con su madre, Ana, una mujer con artritis que ya le ha incapacitado su pierna izquierda, por lo que caminar, para ella, es casi imposible. Ella se encarga de prender el fogón y cocinar para los dos lo que él trae de los trueques.

Durante el día, Edmundo viaja a pie un kilómetro y medio hasta el hato San José de La Matilla, que colinda con la vía Palito Blanco, al otro lado de la Concepción.

“Me tardo una hora para llegar allá, mientras selecciono y pico la leña me tardo otra hora y una más de regreso”.

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Con los ojos rojos del sudor que los moja y el rostro visiblemente cansado por la falta de descanso a consecuencia de los cortes eléctricos, San Benito confiesa que hace tres viajes durante el día, dos en la mañana y uno en la tarde.

Con vergüenza y dolor, muestra sus pies llenos de ampollas y curtidos. “Gracias a Dios yo camino rápido, por eso me rinde la cosa, pero sinceramente no aguanto los pies, por el peso de la carretilla”, dice mientras los observaba.

Una carretilla para el colegio

El peso de la carretilla cargada es de un poco más de 60 kilos. Eso asegura la leña para los tres fogones del colegio de Fe y Alegría Abraham Reyes, ubicado en el barrio.

Maderos para cocinar sin gas
San Benito corta un tronco más pequeño para donarlo a algunas personas que no pueden cortar leña porque están enfermas. Foto: José Núñez.

“Yo siempre le llevo una carretilla al colegio porque ellos tampoco tienen gas y con eso les hacen la comida a los niños, entonces ellos me dan dos kilos de cualquier alimento a cambio”.

También hay otros vecinos que se benefician de la labor de Edmundo. Harina, arroz, pasta y granos son los productos que suelen ofrecerle por una carretilla cargada.

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Él no es el único que busca leña: en “el bosque”, donde se provee, también van burreros de otros sectores como El Curarire, Los Pinos y el kilómetro 19. “Ellos venden en 15.000 bolívares en efectivo una carga, pero yo prefiero cambiarla por comida, porque al final el efectivo está difícil y eso lo hago para comer”.

leña por alimento
En la casa de Edmundo también cocinan con leña los alimentos que cambia por la madera. Su madre, Ana, se encarga de eso. Foto: José Núñez.

San Benito no se queja de nada, agradece que aun cuando sufre de asma, puede trabajar y no se ha enfermado.

“Yo le digo al vecino que me preste la carretilla y el hacha, y me voy para el monte. Si tuviera una motosierra fuera más fácil, porque yo no tengo pensión ni nada más para ayudarme”.

Ante las dificultades que atraviesa la comunidad para conseguir gas doméstico fue muy enfático: “Aquí la gente pasa las verdes y nadie hace nada. Hace años estamos olvidados en este monte, ni los gobernantes de Maracaibo ni los de La Concepción hacen nada por nosotros, esto es pura supervivencia diaria. Estamos en el medio de dos municipios que se hacen la vista gorda, aquí estamos en la prehistoria, no hay luz, no hay agua, no pasa el aseo y ahora cocinamos con leña porque tampoco hay gas. Nosotros somos gente buena que no merecemos esto, estamos más castigados que la ciudad, mas hundidos que todos y de aquí nadie nos quiere sacar”.

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En el monte hay que cuidarse

Edmundo dice que a pesar de vivir toda su vida en el kilómetro 18 nunca le había tocado meterse tanto en el monte. Pero ahora que lo hace dice que “hay que cuidarse mucho”, no solo de los calores insoportables que a veces le producen mareo, sino de los animales del camino.

leña por alimento
En el bosque de la comunidad se puede conseguir madera seca de buena calidad. Foto: José Núñez.

“Nunca había visto un escorpión negro y en estos días casi me pica uno, también hay culebras de las venenosas, abejas y repelones. Hay que ser muy cauteloso, por eso selecciono lo que voy a cortar porque si me pasa algo allá nadie me ayudaría, eso es lejos y solo”.

La inseguridad en esa zona es galopante, de eso también hay que cuidarse, asegura el hombre, mientras corta un tronco para que Ana, su madre, pueda hacer unos frijoles que más temprano le cambiaron por un poco de madera.

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San Benito ha tomado este oficio en serio, tanto que ya sabe cuál es la madera que echa humo y la que no. Por eso trata de que esté bien seca para que los niños no se sigan enfermando, dice. En el bosque se consigue vera, caujaro, cují y curarire. Nim también abunda, pero “ese echa mucho humo”, asegura.

Cargan maderos para cocinar
Carrasquero carga en el hombro algunos palos más pequeños para el uso en casa. Foto: José Núñez.

Antes de partir a su último viaje del día, vació la carretilla: “Esta la voy a dejar aquí porque ya la tengo comprometida para mañana, ya el señor me dio azúcar y harina, ahora cuando baje el sol se la llevo”.

“Esto que hago no es sacar provecho, es ayudar a mi comunidad porque aquí hay gente enferma que no puede andar en estos menesteres. Si les tengo que regalar unos palitos se los doy, porque al fin y al cabo todos necesitamos comer”, dijo.


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