Maryhen Jiménez: Quien necesita oxígeno hoy en Venezuela es la oposición

La politóloga y profesora universitaria sostiene que Venezuela no está condenada al autoritarismo pero requiere de una oposición comprometida con opciones viables. Afirma que la existencia del gobierno interino puede ser un obstáculo en las negociaciones. Advierte que si bien la oposición no controla el proceso político venezolano debe “prepararse para cuando el autócrata cometa un error de cálculo”.

Caracas. El pasado 24 de mayo la politóloga, investigadora y docente venezolana radicada en Inglaterra, Maryhen Jiménez, publicó su más reciente investigación sobre el caso venezolano. Bajo el título de Lucha contra la autocracia: represión y coordinación de la oposición en Venezuela, Jiménez repasa la evolución de las iniciativas de coordinación opositora desde 1999 hasta 2018, basada en un seguimiento de datos y entrevistas realizadas a dirigentes políticos entre 2014 y 2020.

Aunque el trabajo está en inglés, una aproximación al mismo tema, en español, está publicada en un artículo de opinión del año pasado, bajo el título Sin coordinación no habrá transformación.

La investigación es especialmente pertinente en este momento para explicar el grado de fragmentación de la oposición venezolana, su dificultad para reeditar experiencias de coordinación exitosas como lo fue la Mesa de la Unidad Democrática y el intento de presentar una Plataforma Unitaria cuya integridad comenzó a tambalearse ante el llamado a elecciones regionales.

La diferencia entre la Mesa de la Unidad y la Plataforma Unitaria es que el propósito de la MUD era electoral. Esa era su visión estratégica y lo demás era complementario a ese propósito. Había una ruta, acumular poder traducido en votos, y la oposición se puso de acuerdo en esa ruta. Con la Plataforma, si no está claro de entrada su propósito, entonces es evidente que nace sin un propósito explícito, señala Jiménez a Crónica.Uno vía telefónica desde Reino Unido.

De acuerdo con su investigación, la represión gubernamental puede ser baja, media o alta y la coordinación opositora puede ser formal, como se dio durante la existencia de la MUD, o informal como ocurrió con la Coordinadora Democrática y desde 2018 en adelante: a más alta o más baja represión, los incentivos de la oposición para coordinarse de manera formal bajan porque el costo de unirse puede ser la cárcel o porque su supervivencia no está en riesgo; de modo que la coordinación en esos períodos suele ser informal. Mientras que en etapas de represión intermedia los beneficios de coordinarse suben.

“Actualmente, estamos en un momento de alta represión. De ahí, en parte, las dificultades de la oposición para coordinarse”, afirma.

Plataforma Unitaria vs Mesa de la Unidad

Desde el año pasado, la oposición inició un trabajo de reconstrucción interna que finalmente le llevó en abril a presentar una nueva estructura operativa denominada Plataforma Unitaria. Aunque desde febrero distintos voceros afirmaban que ese espacio emularía a la MUD en cuanto a su organización y funcionamiento, lo cierto es que hasta la fecha no se ha aprobado el reglamento interno que moderaría los debates, las votaciones, la toma de decisiones y la resolución de conflictos.

Tres fuentes consultadas por Crónica.Uno el jueves 17 de junio han afirmado que las reglas y estructura internas están siendo discutidas, que hay un gran consenso en torno a las mismas pero que aún no se ha aprobado el documento final. “Hasta ahora hay mucha armonía y las decisiones se han tomado por consenso”, dijo una fuente; “Tenemos 99 % de las normas aprobadas, pero falta el visto bueno definitivo”, indicó otro dirigente que participa en las discusiones.

En otras palabras, y de acuerdo a la teoría planteada por Maryhen Jiménez, la Plataforma Unitaria está intentando darse a sí misma unos mecanismos de coordinación formal, pero aún no están vigentes. Jiménez explica el panorama de la siguiente forma:

La gran diferencia entre la coordinación formal y la informal es la presencia o no de una institucionalidad propia. Esa institucionalidad se refiere a la existencia de mecanismos de toma de decisiones (consenso, mayoría, etcétera) y mecanismos para la resolución de conflictos. En el contexto de la Mesa de la Unidad Democrática, la oposición se comprometía con esas reglas y dirimía sus diferencias por esa vía. Se definieron además todos los elementos programáticos y de selección de candidatos. El propósito de la Mesa era electoral. A partir de 2019, el reconocimiento internacional al gobierno interino alteró los incentivos para crear una coordinación formal, porque el gobierno interino se crea y se va manteniendo en el tiempo como un fin en sí mismo.

¿Qué perspectiva de éxito puede tener la Plataforma Unitaria, con reglas de funcionamiento o sin ellas, en un contexto de alta represión política?

–Hoy en día una plataforma o coordinación formal como la MUD es difícil porque los incentivos para participar son muy bajos.

Tenemos una alta represión, una oposición completamente fracturada, muchos perseguidos y exiliados. Todo ese panorama genera distintos incentivos: unos buscan subsistir siendo parte del sistema autoritario, otros tienen interés en continuar luchando pero quizá ya no tengan la capacidad para hacerlo, otros que quieren participar pero están amarrados por una serie de factores, y otros maximalistas que están apelando al futuro y a capturar votos en la diáspora que tiende a radicalizarse.

Hoy el voto es mucho menos eficaz que en 2015 dada la alta represión y la baja capacidad de luchar de los partidos, entonces los incentivos para unirse bajan. Por eso ahorita la probabilidades de una coordinación como la MUD son menores.

Ahora bien, si el propósito de la Mesa de la Unidad era claramente electoral, el propósito de la Plataforma Unitaria parece mucho más disperso: avanzar en un proceso de negociación, lograr unas condiciones electorales, conducir la transición…

–El propósito de la MUD era electoral. Esa era su visión estratégica y lo demás era complementario a ese propósito. Había una ruta, acumular poder traducido en votos, y la oposición se puso de acuerdo en esa ruta. Con la Plataforma, si no está claro de entrada su propósito, entonces es evidente que nace sin un propósito explícito. Yo creo que la Plataforma es una respuesta a las presiones internas y externas ante la fragmentación de la oposición: en 2015 teníamos la MUD; la MUD muere. Luego viene el Frente Amplio que tampoco funciona. Luego viene el gobierno interino que no tenía reglas claras ni era incluyente. Luego hemos visto a la oposición fragmentándose incluso dentro del G4. Creo que la Plataforma surge para proyectar que se está unido, en parte por el cambio de visión estratégica del principal aliado, Estados Unidos, que ve en la negociación la principal opción.

¿La imposibilidad de la oposición para coordinarse a partir de 2018 es únicamente consecuencia del nivel de represión política?

–En la Ciencia Política no hay una sola variable que explique todo. Las diferencias, los dilemas internos o diversas visiones estratégicas de la oposición también tienen un impacto en los incentivos para coordinarse. Por ejemplo será difícil coordinar a sectores que creen en la ruta electoral con sectores que creen en la ruta de la intervención externa. Otras variables pueden ser las rivalidades personales, la existencia de un gobierno interino que claramente favorece a un sector dentro de la oposición por encima de otros sectores. Ahorita la lucha en la oposición es por determinar quién es la oposición legitima, pero cabría preguntarse si una oposición más plural y coordinada en su conducción hace un par de años habría sido más eficaz para aumentar la posibilidad de cambio o incluso para reducir los incentivos para que se creara la Alianza Democrática.

¿Qué tan indispensable para avanzar hacia una transición es la incorporación de extremos como María Corina Machado o el PCV a una iniciativa opositora?

–Partamos de lo siguiente: al día de hoy, una oposición como la MUD representaría una amenaza tan real para el Gobierno que sería aniquilada de inmediato acabando con su probabilidad de éxito. Entonces en términos estratégicos una alianza de esa naturaleza quizá sería tan riesgosa que no podría ser eficaz hoy. Por otro lado, la incorporación de los extremos no es posible, apartando la represión, porque al tener visiones estratégicas distintas, terminan por hacer la coordinación ineficiente. Hoy ya no es factible unir a esos puntos. Lo que me preocupa es no ver una coordinación opositora entre sectores convencidos en la ruta institucional y la negociación.

Si hay un cambio de régimen político mañana, hay una serie de temas de Estado que no se van a poder implementar sin un apoyo amplio: la violencia, los grupos armados, el control territorial, la desigualdad, la migración. Son temas muy complejos en un contexto muy fragmentado, donde, por cierto, el menos fragmentado es el PSUV porque es un movimiento autoritario.

Si la oposición no se pone de acuerdo entre sí, parece difícil que se ponga de acuerdo con el PSUV…

–No hay forma de atender ciertos temas de Estado en Venezuela sin el chavismo porque ellos han creado unas instituciones autoritarias, saben cómo funcionan y tendrán poder de veto. ¿Cómo van a hacer para acortar el período presidencial o eliminar la reelección indefinida sin el concurso del chavismo? Más allá de pensar en dos polos, tenemos que ir pensando como sociedad en cómo puede ser una convivencia democrática, pacífica. Y en el contexto de este planteamiento, si partidos como el PCV se logran sumar a una propuesta de democracia con alternancia y pluralismo, eso sería muy valioso porque es un partido que apoyó a Chávez y a Maduro. Esas son las facturas que se pagan en el tiempo con la exclusión. Ha habido una estrategia opositora, un discurso de castigo moral hacia sectores del chavismo que se han desprendido. Ese discurso no les deja ver la gran oportunidad para tender puentes y establecer consensos sobre temas como el respeto a los derechos humanos, a la Constitución, al pluralismo.

¿Por qué la coalición gobernante logra mantenerse unida pese a que también sufre de inmensas tensiones y presiones, externas y domésticas?

–Allí habría que especular un poco porque el chavismo sigue siendo una caja negra. Maduro ha tenido que ceder espacios para mantenerse unidos porque es muy costoso mantenerse en esa coalición por las sanciones, las violaciones a los derechos humanos, la migración forzosa, etcétera. Para reponer esos costos y mantener los privilegios de ser parte de esa élite, Maduro ha tenido que descentralizar ciertas actividades. La corrupción, por ejemplo. Una especie de ‘cada quien haga lo que quiera pero manténganse en el bote porque si no estamos unidos nos vamos a hundir todos’. Si bien hay temas ideológicos también hay un tema de supervivencia colectiva. Ellos saben que si se fragmentan pueden ser perseguidos por ellos mismos o por esa parte de la oposición que no ha sabido todavía construir un puente para un chavismo democrático.

Irse del chavismo es extremadamente costoso, tienes mucha incertidumbre y no sabes quién te va a dar garantías y si te las ofrecen no queda claro quién va a velar por tu supervivencia. Entonces como colectivo están más resguardados.

Fortalecer los partidos y la sociedad civil

En la investigación de Maryhen Jiménez sobre la coordinación de la oposición se hace mención al hecho de que la coordinación no necesariamente debe darse entre partidos políticos. Este año el país ha presenciado un protagonismo de la sociedad civil sobre los partidos políticos, e incluso a veces un antagonismo. En la búsqueda de cambiar la inercia de la no participación electoral de los últimos dos o tres años, por acciones y decisiones que animen el retorno a la vía electoral, la sociedad civil ha tomado la palestra.

¿Cómo es la coordinación opositora de partidos con otros sectores, o incluso entre otros sectores sin los partidos?

–Cuando la represión es intermedia o baja y las elecciones todavía representan una oportunidad para los partidos de disputar el poder, la coordinación opositora podría ocurrir únicamente entre partidos. Pero cuando avanzamos hacia un régimen autoritario cerrado con alta represión, una de las estrategias será debilitar a los partidos para que no puedan participar. Es ahí donde la coordinación puede tomar diferentes formas. Si bien la coordinación formal sigue siendo difícil porque la sociedad civil no cuenta con estructuras de participación electoral –y ese no es su propósito– puede haber una coordinación informal estratégica entre actores partidistas y/o no partidistas para la movilización. Recordemos que en etapas de alta represión los partidos son desmantelados y muchas veces los actores no partidistas (que brindan asistencia humanitaria, acompañamiento espiritual, apoyo empresarial) tienen la confianza con la gente. Es ahí es donde la sociedad civil y movimientos populares pueden apoyar a la movilización.

¿Y qué pasa cuando no hay confianza de los partidos en las intenciones de la sociedad civil o de la sociedad civil en la capacidad de los partidos?

–Yo pienso que es una oportunidad para sentar las nuevas bases de cómo se imagina la sociedad el futuro, de pensar cuál será la relación entre Estado-sociedad, Estado-partidos, partidos-sociedad. Algunos piensan que debemos volver al modelo donde la participación se canalizaba a través de los partidos. Yo pienso que es un momento para sentar las bases de una participación distinta. Los partidos tienen que fortalecerse, incluso en este momento es posible hacerlo. También es un momento para que la sociedad civil entienda que esa desconfianza existe y buscar promover vínculos de confianza y respeto mutuo con los partidos. No enemistarlos ni satanizarlos sino fortalecerlos y apoyarlos para que puedan ser actores de una política democrática. Los partidos, por su parte, deberían favorecer y promover una ciudadanía activa.

Las micronegociaciones, una oportunidad
dinamismo entre coordinación opositora y represión
Maryhen Jiménez sostiene que el nuevo CNE representa una oportunidad para hacer cambios pequeños pero significativos. Foto cortesía Prensa CNE

A juicio de Maryhen Jiménez, es claro que las elecciones regionales no van a solucionar la crisis multidimensional que vive Venezuela, pero sí podrían abrir la puerta hacia lo que ella llama micronegociaciones. Acuerdos puntuales que permitan lograr avances en el rescate de derechos políticos.

Afirma que esas micronegociaciones podrían servir para construir una ruta hacia el año 2024, cuando se podría pensar en elecciones “relativamente competitivas”. Y además daría el tiempo para que la oposición pueda elaborar una oferta atractiva, seleccionar candidatos y organizarse.

Sobre esto de las micronegociaciones creo que se está haciendo un esfuerzo interesante en torno al Consejo Nacional Electoral. No es lo mismo tener dos rectores que no tener ninguno. Obviamente, es un CNE en un contexto autoritario que no se le puede pedir que actúe como si estuviera en un contexto democrático, pero de ahí podrían salir temas relevantes.

¿Podría citar algunos ejemplos?

–Como que se deje gobernar a quienes resulten electos en noviembre y se vaya construyendo esa convivencia de la que hablaba antes, entre un Ejecutivo casado con Maduro y gobernadores opositores. El Gobierno evidentemente no quiere ni que gane la oposición todas las gobernaciones y alcaldías ni perder en 2024. Entonces la oposición debe preguntarse cómo luchar y crear movimientos regionales y desde ahí, con un poco de oxigeno, porque en realidad quien necesita oxigeno hoy en día es la oposición, presionar y acumular fuerzas nuevamente, ser creíbles para la gente, acompañar a la población en sus dolencias, generar desde esos espacios de gobernabilidad aún cuando luzca imposible y luego seleccionar un candidato único para 2024.

Si desde 2017 para acá el costo de la participación en elecciones ha subido y la utilidad del voto se ha desplomado ¿cómo incentivar tanto a los partidos como a los ciudadanos a participar?

–La ciudadanía debe exigir a la oposición auditabilidad y rutas estratégicas viables. Los que están comprometidos con la democratización tienen que entender que este no es un proceso lineal. Que puede haber pasos hacia delante y pasos hacia atrás y que hay que seguir insistiendo porque Venezuela no está condenada al autoritarismo de por vida, pero requiere una oposición seria, comprometida con lo viable y lo posible. En modelos autoritarios las ventanas de oportunidad son más reducidas y para aprovecharlas hay que entender el proceso, trabajar con lo que se tiene y empujar, empujar y empujar esa puerta porque no sabes cuándo esa puerta te lleva al colapso interno de la coalición gobernante. Si bien la oposición no controla el proceso, puede prepararse lo mejor que pueda y estar lista cuando el autócrata cometa un error de cálculo.

Quien esté pensando que el gobierno irá a unas presidenciales en 2024 o por la vía de una negociación pensando en perder, no está entendiendo la dinámica del poder. Ellos van a participar siempre pensando en ganar.

Hablando de 2024 o de una elección presidencial negociada ¿Nicolás Maduro tiene algo qué negociar con la oposición venezolana o en realidad la negociación será exclusivamente con la comunidad internacional por el levantamiento de las sanciones?

–El hecho de solo tener para ofrecer el levantamiento de sanciones en la negociación, te dice cuál ha sido el enfoque opositor de los últimos años. No ha sido la organización y movilización interna. Ahora, sobre con quién negocia Maduro, eso es claramente el resultado de la destrucción deliberada desde el poder de los sectores opositores. Pero la pregunta cabe debido a la fragilidad del Estado ¿hay otros actores que tendrían más que ofrecer, por ejemplo, un cese al fuego? Es un tema muy delicado pero en Venezuela la fragilidad del Estado y la toma de zonas por estos grupos armados va aumentando ¿Qué se va a hacer con eso? Por otro lado, si bien la comunidad internacional es la que va a levantar las sanciones, creo que la oposición tiene mucho que hacer en preparar a la población para un proceso de reconciliación y justicia. Hay mucho por hacer en la opinión publica.

La sociedad no está preparada para una negociación, para la justicia transicional, para el encuentro. Hay una responsabilidad enorme en llamar al reencuentro, a no malinterpretar justicia con revancha.

¿Una negociación con Maduro donde Henrique Capriles vaya por un lado, Juan Guaidó por otro y los partidos de la Mesa de Diálogo por otro, puede rendirle algún resultado a la oposición?

–No va a hacer concesiones importantes hacia ningún sector si estos sectores no se unen en torno a una ruta que les brinde la oportunidad de retomar la vía constitucional, tomando en cuenta que la vía extrainstitucional no funcionó. Creo que la oposición que tiene más recursos tiene que sentarse, reflexionar y cambiar su ruta hacia la ruta viable y posible. Y eso pasa quizá por entender que el gobierno interino, su existencia, también puede ser un factor que frene posibles negociaciones. Si hay una estructura que los está limitando, tienen que transformarla para dar respuesta a una realidad de 2021 y no de 2019. Si un sector sigue decidido en no participar y otro sector logra armar otra alianza en torno a la ruta constitucional, que pueda conseguir concesiones importantes, que recupere niveles de confianza en el voto, no es descabellado que en torno a esa ruta se unan otros actores.

Perfil
Foto cortesía Maryhen Jiménez

Maryhen Jiménez es una académica venezolana con una amplia formación, investigación y docencia en el campo de la Ciencia Política en la Universidad de Oxford, Inglaterra. Su investigación incluye los campos del autoritarismo comparado, democratización, movimientos de oposición y partidos políticos. El caso venezolano ha abarcado gran parte de sus artículos, investigaciones y estudios.

Es licenciada en Ciencias Políticas por la Universidad Goethe de Frankfurt, Alemania; obtuvo una Maestría en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Oxford; es investigadora asociada del Centro Latinoamericano de esa casa de estudios, donde recientemente obtuvo su doctorado en Ciencia Política (2020).

Su tesis doctoral titulada Formación de la estrategia opositora en regímenes autocráticos. Una teoría de coordinación con evidencia en Latinoamérica, recibió el premio Lord Bryce 2021 que otorga la Asociación de Estudios Políticos de Reino Unido como “mejor tesis en política comparada”.

Ha sido profesora de Ciencia Política y Política Latinoamericana en el Lincoln College; investigadora invitada en la Universidad de Princeton, Estados Unidos, y en el Centro de Investigación y Docencia Económica de México.

Además ha trabajado para la Corte Interamericana de Derechos Humanos en Costa Rica y la División de las Américas de Human Rights Watch en Washington DC. Es columnista y colaboradora en medios de comunicación como Al Jazeera, BBC, Bloomberg, El País y El Nacional. Toda su investigación puede consultarse en su página web y a través de su cuenta Twitter (@MaryhenJimenez).


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