Mujeres zulianas venden su cabello para subsistir ante la crisis

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La compra y venta de cabello se ha acentuado durante la pandemia en el estado. Dependiendo del tipo y su extensión, las mujeres pueden recibir hasta 50 dólares, que generalmente usan para comprar comida. Este año, el Zulia registró el primer caso de robo de cabello en un mercado del oeste de Maracaibo. Para las asociaciones feministas este acto de desprendimiento habla de la falta de oportunidades que afrontan las mujeres en Venezuela.

Maracaibo. Una cabellera negra azabache, abundante y tan larga que le rozaba la cintura fue el orgullo de Eva desde que tiene memoria. Habitante de uno de los barrios más pobres del municipio Jesús Enrique Lossada, la madre de tres pequeños de 4, 6 y 10 años de edad cuidaba su cabello con aguacate maduro que desechaban los comerciantes del mercado Los Cocos, en el centro de La Concepción, lo peinaba todas las noches con mimo y de vez en cuando se daba el lujo de pagar por una vitamina de crecimiento.

En enero de este año, Eva se quedó sin empleo. La panadería donde trabajó por más de 15 años cerró debido a la crisis económica que acentuó la pandemia. Los meses siguientes se ayudó vendiendo pan casero en los abastos de su barrio, pero para marzo el negocio se paralizó: nadie quería comprar.

Una vecina le había comentado que mientras hacia sus compras en La Concepción otra muchacha se le acercó para ofrecerle comprar su cabello que, aunque no era tan atractivo como el de Eva, llamó la atención de la compradora ambulante. Aquella vecina una semana después decidió vender 30 centímetros de su cabello por el que le pagaron 15 dólares, el dinero lo usó para comprar un medicamento para su hijo que sufre de epilepsia.

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El negocio de vender  y comprar cabello es muy lucrativo. Foto: Mariela Nava

Hace dos semanas, Eva empezó a considerar la idea. La comida se estaba acabando y seguía sin trabajo. A esas alturas varias vecinas ya habían dado el paso y la animaban a que ella también lo hiciera.

Esa noche no dormí. Me miraba al espejo y no podía imaginarme sin el pelo largo. Recordaba cuánto me lo cuidó mi madre y que jamás me lo pinté porque no quería hacerle daño, pero sabía que para el día siguiente no amanecía nada que darles a mis hijos. Esa noche solo se comieron un pancito salado con mantequilla cada uno y un vaso de agua, no podíamos seguir así”, contó la mujer, de 32 años de edad.

Por necesidad

Al día siguiente, Eva le pidió a una amiga un poco de harina, les hizo unos bollos con mantequilla a sus tres hijos y se fue caminando hasta Los Cocos.

“Cuando llegué a la esquina del mercado vi a la mujer que me habían descrito mis vecinas, le pregunté cuánto me daba por el pelo y me ofreció 45 dólares. Jamás en mi vida tuve esa cantidad de dinero en mis manos, pensé en mis niños y en su llanto de la noche por hambre, así que sin pensarlo dos veces entré a la peluquería”.

Eva confesó que cuando le amarraron la liga en el cabello, a la altura del cuello, su cuerpo comenzó a temblar y solo logró decirle a la peluquera: “Mi pelo es natural y está bien cuidado. ¿Eso es lo mínimo que puede darme?”. La mujer que ya se disponía a cortar le respondió: “Te puedo dar 50 dólares en efectivo, no más. Porque te voy a hacer un corte, te saco las cejas y si queréis te hago la queratina”. Eva solo asintió con la cabeza y en un segundo su larga cabellera ya no estaba.

Aquel acto de amor por sus hijos, como ella misma lo describe, le dio ánimo para mirarse al espejo: “Era una Eva nueva. Con el pelo corto, cejas perfectas y con 50 dólares en la mano. Volví a pensar en mis pequeños y de inmediato salí de ahí”.

Aún nerviosa, la mujer se adentró en el mercado y dos horas después, con varias bolsas en la mano, se fue a casa: “No te puedo explicar la cara de mis hijos cuando me vieron. La luz en sus ojos cuando vieron la comida, la leche, un Toddy y las galletas. Teníamos comida para un mes y eso me dio alivio”.

Un negocio lucrativo

En los mercados, Los Cocos de La Concepción y La Curva de Molina, en Maracaibo, abundan “las comprapelo”. Son mujeres que se dedican a cazar a sus iguales de cabello largo y ofrecer unos cuantos dólares por él. Pero tienen sus normas y de eso depende el costo, si es natural, canoso o teñido. Dependiendo del largo pueden pagar entre 15 y 50 dólares. El más caro es el de niña, por el que han pagado a los padres hasta 80 dólares por 50 centímetros.

Eso depende de cuántas ligas salgan. Cada liga son dos centímetros más o menos y uno evalúa la calidad del pelo. Hay mujeres a las que hay que teñírselos, cortarles las puntas, hacerles queratina para alisarles el pelo, y después medimos y cortamos. En esos casos pago menos. Yo lo mínimo que compro son 45 centímetros porque, si no, no me lo compran en Colombia”, explicó Mesissa Vera, una estilista lossadeña.

El negocio de cabello es tan lucrativo que, en su caso, Melissa viaja a Colombia dos veces al mes para llevar hasta 20 kilos de cabello perfectamente ordenado en una maleta. En el país vecino las ganancias pueden ser de hasta 800 dólares, dependiendo de la cantidad y la calidad de la mercancía, que se maneja como materia prima para hacer extensiones de cabello, comercializadas posteriormente en Cali, Valledupar y Bogotá.

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Las mujeres se tapan la cabeza o se recogen el cabello para evitar ser víctimas de los robapelo.  Foto: Mariela Nava

“Este negocio no es nuevo. Aquí tenemos como cinco años haciéndolo, pero ahora hay más mujeres que lo venden porque necesitan el dinero para comer”, dijo la estilista.

La dueña de una de las peluquerías más grandes del municipio Lossada dijo a Cronica.Uno que, para que la venta sea más atractiva, ofrece un combo a quienes deciden vender su cabello. “Lavado, secado, corte, y depilación de cejas y bozo, aplicación de químico (queratina o tinte) más el pago por su melena, para que no se vayan tan deprimidas”, indicó la mujer entre risas.

Sin embargo, busca asegurar al menos tres compras al día, y para eso les paga a dos trabajadoras, conocidas como “las comprapelo”, para que recorran el mercado buscando clientes y por cada uno les pagan de tres a cinco dólares.

¿Vuelven las pirañas?

Hace unas semanas las marabinas encendieron sus alarmas ante el posible regreso de las llamadas “pirañas” a la ciudad. Estas mujeres se dedicaban al robo de cabello en centros comerciales y el casco central de la ciudad sometiendo con armas de fuego o armas blancas a sus víctimas, y en cuestión de segundos les cortaban el pelo a la altura de la nuca. Solían actuar en grupos de tres y, de paso, saqueaban la cartera de sus víctimas.

El viernes 23 de abril funcionarios de la Policía Bolivariana detuvieron a Yorwin José Quintero, que con su esposa, Glenda Martínez, drogó y cortó el cabello a Bianca Chacón, de 32 años de edad, en un comercio de La Curva de Molina. De acuerdo con la minuta policial, el sujeto le ofreció unos caramelos a la víctima mientras esta hacia unas compras. Al ingerirlos, la mujer se sintió mareada y el hombre aprovechó para llevarla a una casa cercana al mercado, donde procedieron a cortarle el cabello.

Rato después Bianca se vio sentada en la plaza de La Curva de Molina sin saber cómo había llegado ahí. De inmediato notificó a las autoridades lo sucedido y estos pudieron ubicar la vivienda, donde la dueña dijo que los responsables del delito le pagaban un dólar por prestar su casa.

Estos hechos delictivos son de vieja data. En 2013 el robo de cabello provocó que Nicolás Maduro se pronunciara al respecto y ordenó a la policía y al Ministerio de Interior investigar y capturar a integrantes de esas mafias.

“Ahora hay una campañita, les roban el cabello a algunas muchachas (…) Vamos a capturar a esa gente (…) ¿Qué agresión es eso contra las muchachas? Las muchachas son sagradas. Sépanlo ustedes que están involucrados y son parte de estos grupúsculos que los vamos a castigar con fuerza”, dijo Maduro durante un acto oficial.

Actualmente, en Maracaibo las mujeres que tienen cabello largo y que no desean venderlo han optado de nuevo, como en años anteriores, por recoger su cabellera con moños y gorros para evitar ataques de este tipo.

Una crisis que llega al extremo

Varios días después de tomar la decisión de cortar su cabello, Eva sigue triste. Todavía le quedan 15 dólares en la cartera, pero eso no alivia su estado de ánimo.

Creo que al final de cuentas estoy deprimida. Fue mi decisión, pero estamos llegando al extremo de vender una parte de nuestro cuerpo por necesidad. Para muchos el cabello será algo superficial, pero ahora me siento fea, vieja, y eso me hace mucho daño. Me la paso llorando”, dijo la madre soltera.

Estefanía Mendoza, abogada y coordinadora de Mulier, una asociación civil que promueve y defiende los derechos de las mujeres y niñas, explicó que el cabello es un significante de lo femenino, sobre todo en Venezuela, donde están tan marcados los estereotipos de género.

“El cabello es algo muy querido y valorado por las mujeres, pero hay que tener claro que esto está pasando en un país con un contexto de Emergencia Humanitaria Compleja, con una hiperinflación descontrolada. Lamentablemente, la venta del cabello demuestra el extremo al que están obligadas las mujeres, desprenderse de algo tan personal, que tiene que ver con la autopercepción, demuestra que estamos en el límite de la crisis. Esos actos de entrega dicen que la gente se está quedando sin posibilidades”, subrayó.

La coordinadora de Mulier refirió que las mujeres venezolanas están haciendo sacrificios y esfuerzos cada día más grandes para mantenerse de pie ante la crisis económica y social que afronta el país, desde dejar a sus hijos con terceras personas para migrar, hasta quedarse en ambientes familiares violentos, prostituirse y delinquir.

“Quizás este tema del cabello es uno de los pasos menos graves, pero muy significativo, muy simbólico, ocasionado por la falta de oportunidades que enfrentan mujeres, niñas y adolescentes en el país, y, lamentablemente, eso significa que vamos a seguir subiendo en ese espectro hasta llegar a otras posibilidades mucho más duras, dañinas”, expresó.

Por su parte, Venus Faddoul, activista y directora de 100% Estrógeno, calificó la venta del cabello como “una situación dantesca, un extremo muy dramático”. Aunque consideró que la idea no es revictimizar a la mujer, aseguró que esto no deja de ser “una cara muy dramática de la crisis”: “Porque desprenderte de una característica que te hace sentir bien y plena como mujer no es fácil”.

Sin embargo, Mendoza subrayó: “Las mujeres no se rinden; rendirse sería dejarse morir, y esto habla de su empeño por sobrevivir. Solo alguien con esperanza en un tiempo mejor se empeña en superar la tormenta. Pero igual tenemos que reconocer la injusticia y estamos llamados a exigir que se repare el daño que las mujeres, y en especial las niñas y adolescentes, han sufrido como consecuencia de esta crisis”.


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