La película chilena es protagonizada por Jorge García. Interpreta un hombre atormentado porque nunca pudo obtener la fama que soñó de niño

Caracas. Jorge García no estaba perdido. Desde que terminó la serie Lost en 2010, el actor estadounidense ha tenido varios papeles en series y películas de la industria como Alcatraz y Hawai 5.0, quizá ninguna con la trascendencia como la que culmino hace 10 años.

Ahora, lo encontramos en las orillas de un lago y se llama Memo Garrido. El personaje vive en una granja con su tío Braulio (Luis Gnecco), a quien ayuda en la venta de piel de ovejas.

La única forma de llegar a ellos es en bote, botes cuyos motores son el único recordatorio de la existencia de otros, que hay vida más allá de las ovejas y del lago. Ese ruido que interrumpe una dinámica casi muda.

Nadie sabe que estoy aquí es la primera película chilena original de Netflix. Es dirigida por Gaspar Antillo, quien debuta con su primer largometraje. El protagonista es Memo, quien cuenta con una voz prodigiosa que cuando niño se hizo famosa. Pero la vida, como siempre, tiene golpes que muchos no superan.

Nadie sabe que estoy aquí
Uno de los atractivos del largometraje es el tratamiento de los colores durante el desarrollo de la historia

En su caso, vive con el trauma de haber sido relegado, marginado por decisiones contra las que él poco podía hacer a su corta edad. Ahora, refugiado de un mundo que considera hiriente, cuando acaba la jornada que sustenta el pan, escapa para imaginar la vida de la estrella que no fue.

Cierto es que de niño recibió las embates de un padre distante y para nada empático, y el tío le dio cobijo lejos de todo lo relacionado con el estrellato, pero esa protección lo debilitó también para superar las frustraciones y enfrentar lo que todavía duele.

No es hasta que aparece Marta (Millaray Lobos) cuando la historia empieza a dar un vuelco para el protagonista. Ella es quien lo anima a dejar, aunque sea por un momento, el confinamiento autoimpuesto, a cruzar las aguas que lo separan de un mundo que es mucho más que un pasado tormentoso.

Nadie sabe que estoy aquí es de esas películas que se desarrollan a medida que se conoce el pasado del protagonista. Los flashbacks de la infancia de Memo argumentan su contexto, y hacen que el espectador lo respalde cada vez más.

Como Eduardo Manostijeras, sale de su refugio para descubrir algunas bondades, esta vez ya como adulto que no ha vivido en sociedad. Incluso, ve cómo los otros también llevan tragedias a cuestas, pero saben cómo vivir con y sin ellas.

Nadie sabe que estoy aquí
El protagonista ha vivido su vida en las sombras, pero cuando sale de ellas, el filme llega a un final conmovedor

No parece al azar que la trama se desarrolle en un lago, de por sí misterioso como todos. El filme se filmó en las orillas del Llanquihue de Puerto Octay. Cuenta la leyenda mapuche que se originó por los días de lluvia y nieve que cayeron en la zona para acabar con la furia de un espíritu que hacía estragos a través de un volcán. Entonces, para aplacar el fuego, tuvo que caer tanta nieve que al derretirse, el agua quedó contenida en el lugar.

Y en Memo hay tanta furia represada, tanta rabia. No es mala persona, su propósito no es dañar, pero está muy dolido. Es hosco en su actuar, y cuando los demás sospechan su pasado, concentra toda atención mediática. Lo espían, lo ven a escondidas, y él luce como un monstruo distante. Un pie grande entre follajes que resulta ajeno a todos, pero a quienes muchos quieren llegar para desentrañarlo.

La fotografía de Sergio Armstrong contribuye a los sentimientos que se quieren transmitir. Es una película sobre la oscuridad, la intimidad resquebrajada de un ser que se oculta en parajes que deslumbran hasta que la soledad se hace tan profunda que estremece. Los colores en pantalla representan con precisión las ambivalencias de los sentimientos expuestos.

Nadie sabe que estoy aquí es una historia sobre las heridas del pasado, así como sobre el poder de los registros de la vida en tiempos en los que un teléfono puede hacer viral cualquier imagen. Porque la vida de Memo es otra cuando cobra popularidad un video en el que baja la guardia y cede ante la recién conocida que le brinda su amistad.

La escena final es épica porque representa la redención de quien tenía tanto tiempo la herida abierta, de quien siente que le arrebataron un destino. Interesante el contraste que da el autor a ese momento, en el que lo debía ser un acto de parafernalia y deslumbramientos, se convierte en un tras cámara en el que la verdad se expone de la manera más sublime y conmovedora. Cuando se libera, lo hace cómo siempre ha vivido, bajo las sombras, pero igualmente, el volcán hizo erupción. Salió el lobo de la piel de oveja.

Nadie sabe que estoy aquí
Los parajes en los que se rodó la película son hermosos, pero a la vez lugar de la más temida soledad

Jorge García, cuyo padre nació en Chile, ofrece una actuación conmovedora, que entendió muy bien lo que el papel requería, esa sensación de encierro, de escape, de miedo y rabia, pero también de cierta inocencia que se expresa a escondidas entre árboles que simulan ser la gran tarima en la que nunca estuvo. Su trabajo es de revelaciones paulatinas que impulsan cada vez más la historia.

Nadie sabe que estoy aquí  ganó este año en el Festival de Cine de Tribeca en la categoría de Best New Narrative Director. La película es producida por Fábula, compañía de los hermanos Juan de Dios y Pablo Larraín. Por eso vemos en pantalla a figuras como Luis Gnecco, quien formó parte de la serie Prófugos, que hasta 2013 transmitió HBO, y de la que fueron guionistas Josefina Fernández y Enrique Videla, que cumplen el mismo rol en este largometraje junto con Gaspar Antillo. Fábula también es responsable de Una mujer fantástica, que en 2018 ganó el Oscar como Mejor Película Extranjera. 

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