Nueva alianza opositora debe “apoyarse” en los sectores sociales para coordinar estrategia (y II)

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Para la doctora en Ciencias Políticas Maryhen Jiménez, un tema que puede unir de forma estratégica a partidos y sociedad civil es la defensa de derechos políticos y sociales. El historiador Pedro Benítez señaló que es necesario que los integrantes de la alianza compartan la estrategia para lograr una transición a la democracia.

Caracas. El destino que han tenido las coaliciones opositoras en los últimos años genera múltiples preguntas en la sociedad venezolana. En la primera entrega de este seriado que publicó Crónica.Uno sobre las alianzas de la oposición venezolana se hizo un recuento de la historia de la Coordinadora Democrática (CD) y la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) hasta diciembre de 2015, año en que la coalición opositora obtuvo su mayor victoria al lograr dos tercios del Parlamento.

¿Cómo se explica que la MUD se desintegrara luego de este triunfo? La doctora en Ciencias Políticas de la Universidad de Oxford, Maryhen Jiménez, considera que la victoria de 2015 tuvo un efecto paradójico en la oposición.

“Los partidos no supieron administrar ese éxito. Pensaron que el trabajo ya estaba hecho, pensaron que ya no era necesaria esa alianza y que podían volver a competir entre ellos. Surgieron las aspiraciones presidenciales, que son totalmente naturales. Subestimaron al chavismo y sobrestimaron su propia capacidad”, señaló.

Esto se combinó con el progresivo debilitamiento de la secretaría ejecutiva de la MUD luego de la salida de Ramón Guillermo Aveledo. Esta instancia era la encargada de facilitar los acuerdos y velar por su cumplimiento y fue perdiendo peso dentro de la coalición hasta su desaparición en 2017, luego de que Jesús “Chúo” Torrealba, quien sustituyó a Aveledo, también saliera de la alianza.

Jesús “Chúo” Torrealba fue el secretario ejecutivo de la MUD hasta 2017. Foto: Cristian Hernández

“Esa aspiración presidencial regresa y lo que hemos visto desde 2015 es de nuevo la fragmentación de la oposición, como nunca antes. Ahora están los minimalistas, dispuestos a aceptar las reglas autoritarias, el nuevo status quo autoritario, los maximalistas dentro y fuera del país, que abogan abiertamente por una intervención y está el G-4 que también tiene sus divisiones por dentro”, señaló la académica, quien realizó su tesis doctoral sobre la coordinación opositora en regímenes autoritarios.

La anulación de la Asamblea Nacional (AN) como poder por parte del Gobierno, el escalamiento de la persecución en contra de los nuevos diputados, algunos encarcelados u obligados a exiliarse, y el creciente deterioro de las condiciones electorales del país fue la estrategia que asumió Nicolás Maduro para agudizar estas contradicciones dentro de la oposición.

Eso va aumentando porque el descontento también aumenta y necesitas desmantelar las estructuras opositoras. La pregunta es: ¿La oposición hizo lo suficiente para proteger la instancia que le facilitaba alcanzar ese éxito?, cuestiona Jiménez.

La MUD parece desmantelada en los hechos en 2017, luego de la derrota de las elecciones regionales de ese año, las últimas en las que participó la coalición. Sin embargo, como en el caso de la CD, no será sino hasta octubre de 2018 que se acepte formalmente el fin de la alianza. Incluso en marzo de ese año surgió un nuevo proyecto unitario cuyo propósito era sustituir a la MUD: El Frente Amplio Venezuela Unida.

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Foto: Héctor Antolínez

Esta instancia buscaba asumir las críticas que recayeron sobre la MUD, luego de su desmantelamiento, sobre la poca participación de sectores de la sociedad civil en la alianza. Combinó a los partidos con representantes religiosos, estudiantes, profesores, exfuncionarios que se deslindaron del Gobierno, empresarios, ONG, académicos, entre otros. Sin embargo, al año ya varias organizaciones sociales se quejaban de la “tendencia hegemónica” de los partidos del G-4 (AD, PJ, VP y UNT). A pesar de que todavía hay una parte del movimiento que convoca a los medios de comunicación, este pareció diluirse luego de los multitudinarios actos de presentación.

Para el historiador Pedro Benítez esta instancia nunca “cuajó” por lo que no puede considerarse como una alianza. Para Jiménez se trató de una “versión 2.0” de la Coordinadora Democrática, en la que esta vez el desequilibrio favoreció a los partidos políticos. “Cuando no tienes unas reglas claras de toma de decisiones y de resolución de conflictos, aquellos poderes que tienen más recursos van a imponerse”.

Considera que el gobierno interino y el G-4 adolecen de estas mismas fallas.

El G-4 no funciona como lo hacía la MUD, porque no tiene una instancia que lo coordine. Esa instancia pudiéramos pensar que fue la presidencia interina, pero ésta estaba bajo la influencia de un partido. Cuando hay un desequilibrio en cuanto a la toma de decisiones, en cuanto a la resolución de conflictos, eso facilita que uno o dos partidos puedan imponer o favorecer una ruta versus la otra. Eso va minando la capacidad de enfrentar al régimen de una manera más eficiente.

Un cambio de “look” 

Retomar una institucionalidad que permita la coordinación en la oposición es, sin duda, un paso que favorecería el objetivo de lograr una transición democrática, pero ¿es posible en el actual contexto político de creciente autocratización? Para la politóloga Maryhen Jiménez es muy cuesta arriba establecer una alianza como la de la MUD en este momento.

Explica que por la debilidad de los partidos y su crisis de representación no es posible hacer una coordinación estratégica solo alrededor de esas organizaciones. “La oposición partidista tiene que apoyarse en los sectores no partidistas, no subordinándolos, sino generando espacios para el encuentro, las críticas y para la construcción de una ruta”.

La académica cita varios casos donde se ha logrado este tipo de coordinación como Kenia en 2002, el movimiento estudiantil de Serbia Otpor, que logró presionar al liderazgo de ese país para crear un frente común en contra de Slobodan Milošević o el papel que tuvo la sociedad civil en la transición democrática de Túnez.

Venezuela no sería el primer caso en el que los partidos, después de haber llegado a una situación de debilitamiento por la represión y persecución, se apoyan en la sociedad que está resistiendo y que clama esa rectificación.

Considera que la oposición debe sentarse a estudiar detenidamente casos en los que se ha logrado este tipo de coordinación entre múltiples actores: partidos políticos, empresarios, movimientos sociales, movimiento estudiantil, ONG, líderes sociales, entre otros. “Esa relación hay que explorarla más en Venezuela. ¿Por qué hay tanta reserva hacia una sociedad civil autónoma e independiente? ¿Por qué lo partidos piensan que los actores sociales tienen que estar subordinados a la línea estratégica que ellos dicten?”.

Jiménez apunta que un primer tema que puede unir de forma estratégica a esas fuerzas es la defensa de derechos civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales.

La vocería que ha tenido la oposición en los últimos años está desgastada, se necesita una renovación. Es darle un nuevo look a la oposición venezolana y eso no tiene nada de malo. Peor es no rectificar a rectificar haciendo una propuesta constructiva, asumiendo que se equivocaron y que están dispuestos a dar nuevos pasos.

A partir de este acuerdo estratégico la oposición puede pensar la institucionalidad que más convenga para coordinar sus acciones. Establecer mecanismos de toma de decisiones en torno al consenso o la mayoría de las dos terceras partes, crear comisiones para temas políticos, humanitarios, internacionales, entre otros, o adoptar un mecanismo similar al del funcionamiento de los parlamentos.

Son pasos que tienen que ir en sintonía con el país y ante una realidad de derrota. Es difícil decirlo y asimilarlo, pero luego de dos años Maduro está más fortalecido de lo que estaba antes, dice Jiménez.

Ruta de estabilidad

La especialista añade que además se debe avanzar en “una ruta que le dé estabilidad política” al país. “Si no hay coordinación en el corto, mediano y largo plazo la reversión (de una transición democrática) puede estar a la vuelta de la esquina. Si es que se logra esa transición en primer lugar”.

Añade que las alianzas también llevan a que se fortalezca el “centro político” que puede atraer a sectores del chavismo y trazar una ruta confiable para una negociación política. “Eso es muy importante. Un régimen autoritario evidentemente va a querer negociar con unos sectores que le puedan dar una salida”.

Para el historiador Pedro Benítez es necesario que la alianza la integren los sectores que tienen una visión compartida. Considera que la MUD sí tenía una visión a largo plazo, pero que había sectores dentro de ella que no compartían la estrategia de acumular fuerzas a través de la vía electoral, por lo que las tensiones la hicieron implosionar.

El mejor esquema que he visto es el de la MUD. El más completo, incluso a nivel de la lucha de América Latina, pero creo que cargaba un defecto. Tenía un problema de fondo que son estas visiones incompatibles. Los actores que se metan tienen que estar muy claros en la ruta y la línea política que van a seguir, los riesgos que van correr, las dificultades que van a enfrentar y estar dispuestos, entre todos, a impulsar eso más allá de las naturales divisiones y disputas personales, que siempre van a existir.

Foto: Luis Morillo/Archivo

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