El percusionista de Desorden Público acaba de publicar Percusión & buena onda, su debut como solista. Una obra que transcurre entre versiones y humor

Caracas. Oscarello es el hombre de las congas y tumbadoras en Desorden Público. Sonriente en la tarima, es uno de los encargados de hacer más Caribe la música de la banda venezolana.

Cuando se supo que sacaría un disco como solista, pocos seguramente imaginaron que recibiría a los oyentes con una versión de Massive Attack.

La selección no es más que declaración del ímpetu por lo que le apasiona, más allá de lo que la gente espera. Claro, no es un gesto de llevar la contraria, sino de amalgamar todo el bagaje de tantos años. La música que llega a la vida por distintas vidas.

En su cédula, pasaporte y en el título como odontólogo se lee el nombre de Oscar Alcaino, pero es por su mote que se ha popularizado entre quienes han sido testigos de la danza de los esqueletos mientras suena el ska de acá.

Está en su consultorio. Aprovecha que no está de gira para atender a sus pacientes en Coche. “Cuando puedo estoy acá. A veces me voy de viaje y no puedo venir”, dice. 

Más tarde tiene sesión de grabación con su banda, a la vez que planea qué viene ahora en su debut en solitario con el disco Percusión & buena onda, disponible en plataformas desde febrero. Fue coproducido por el artista junto con Jesús Bosque, quien también tocó la calimba, el vibráfono y los timbales. También participaron los tecladistas Víctor Morles y Kenneth Mayora, el guitarrista Horacio Blanco y el bajista José Luis “Caplís” Chacín.

Oscarello
Oscarello es miembro de Desorden Público desde los años ochenta

¿Cuándo decidió sacar un disco como solista?

—Desde que nací estoy recopilando música. (Ríe). Tengo toda mi vida escuchando canciones, pero fue hace cinco años que surgieron estas ideas.  Claro, entre tantos compromisos con Desorden Público y otras cosas, no me lo tomaba en serio. Todo comenzó cuando descubrí una aplicación en el teléfono que me permite grabar cosas y empecé a experimentar en casa. Sabía que no iba a grabar un disco con temas propios porque no tengo madera de compositor. Me propuse hacer covers de bandas que me encantan. Lo primero que versioné fue “Tear Drop” de Massive Attack. Lo grabé en un canal y en los otros empecé a agregar gaita de tambora, sonajeros de madera y mucho más. Durante la pandemia, aproveché para ver el vaso medio lleno. Entonces, me reuní con Jesús Bosque y decidimos llevar todo al estudio para hacer el disco. Yo tuve un sueño y él me puso los pies sobre la tierra.

Siempre se ha sabido que, de los miembros de Desorden Público, es el más entusiasta de géneros como la salsa, el son. Curiosamente, la primera canción del álbum es una versión de Massive Attack, que dista mucho de los ritmos con los que se le asocian. Además, tiene a su hija Claudia Alcaino como cantante en esa canción

—Sí. A mucha gente le dije que no estaba haciendo un disco de salsa, latin jazz o ska. Soy súper fan de estas percusiones de atmósfera, de los trabajos como el de Naná Vasconcelos o Ramiro Musotto. Me gusta todo eso de usar sonajeros, campanas, triángulos. Claro, uno viene del Caribe, donde es raro que un percusionista no haga un disco con tumbadora y acordes monstruosos. Eso está chévere, pero yo quería trabajar en esa onda que me gusta tanto. Por eso tomé estos temas y me enfoqué en la percusión que me encanta. Hay bases afro venezolanas, pero mínimas. Los instrumentos armónicos no tienen acordes venenosos, sino más sencillos. Es un disco sencillo.

¿Cómo se llama la aplicación que descubrió?

—Spire.

La aplicación que le dio ese impulso

—La que me echó a perder. (Ríe).

Oscarello
Desorden Público es una de las bandas venezolanas que más ha estado activa durante la pandemia

¿En qué momento entra su hija a cantar en este proyecto?

—Ah bueno. Camila, que es mi hija menor, siempre ha cantado muy bien. Ganó premios en La Voz Agustiniana del Cristo Rey, donde estudió. Estuvo en una escuelita cerca de la casa, donde cantaba en las presentaciones finales. Le dije que me ayudara. Ella vive en Santiago de Chile. Está muy ocupada, trabajando, pero le pedí que me hiciera las voces del tema. Quedó muy chévere. María Victoria, mi hija mayor, hizo la carátula del álbum. Ella es diseñador gráfico.

Luego vemos versiones de obras como “Vessel” de Ralph Towner, “As Falls Wichita, So Falls Witchita Falls” de Pat Metheny o “Alma con alma”, de alguien más cercano a nosotros como Ray Barreto

—Sí. “Alma con alma” de Ray Barretto es intencional. Yo canto muy mal, pero quería hacerlo. (Ríe). Entonces le metí unos accesorios para que quedara divertido. Simulo que me acerco a una chica en un sport bar. Ella me dice que canto feo y le contesto que sí, que canto feo, pero con sentimiento. Se escuchan timbres como los de Los Terrícolas y Los Ángeles Negros. Al fondo también se oye una grabación de un clásico Simón Bolívar (carrera hípica de importancia en Venezuela) del año 1983. Es intencional hacerlo así.

¿Cuál es la intención?

—Que uno se divierta. Si un amigo me dice que canto feo, le respondo que sí. Si hubiese querido lo contrario, busco a gente que cante bien. Por eso usé estos recursos para lograr esa diversión.

¿Cómo consiguió una grabación de un clásico Simón Bolívar?

Ezequiel Hernández y Javier Ballesteros mezclaron el tema. Nos divertimos tanto, que cuando me mandaron la mezcla de “Alma con alma”, escuché una carrera de caballos. Fue una idea de ellos. Solo reconocí la voz de Aly Khan, pero tengo un amigo acá en Coche que escuchó el álbum y le puso mucha atención a esa canción Le pregunté qué lo había hecho concentrarse tanto. Me dijo que esa carrera era el clásico Simón Bolívar de 1983. Claro, él es preparador de caballos. Un accesorio más para que el trabajo quedara divertido. Ese es el leitmotiv también del disco, hacer algo diferente; no solo distinto a lo hecho con Desorden Público, donde también trato de tener distintas atmósferas. Me refiero a presentar algo diferente a lo que la gente pensaba que haría: un disco de salsa.

Se nota la parte jocosa, pero también es un proyecto en el que tiene las riendas. ¿Cómo fue entrar a un estudio y tener el control absoluto sobre lo que queda grabado?

—La idea es divertirse, pero meterle cerebro como comentó mi amigo Enrique González Müller, que es profesor en Berklee College of Music. Me dijo que es un disco intelectual. (Ríe). Con Jesús Bosque me reunía mucho en casa. Le mostraba las ideas que iba grabando en la aplicación. Él me aconsejaba, se las llevaba. Estudiábamos qué iba y que no. Por ejemplo, la canción “Vessel” de ese grupo de jazz fusión llamado Oregon, originalmente es con un tambor vudú, una vasija de barro que genera un sonido profundo. Además, tiene saxos, guitarras, piano y mucho más. Entonces, le metí la marcha de tumbadora, su ritmo básico. Al oírlo, a Jesús le cayó el chip de lo afro caribeño. Sugirió meterle un güiro y tal vez un chapeo de timbal. Dije que no, que se quedaba solo con tumbadora, piano, bajo, vibráfono y uno que otro efecto como campanitas y platillos. Más nada. Cuando el tema quedó listo, comentó que tenía razón, que no le hacía falta más nada. Claro, pana, yo no quería caer en el cliché.

Eso es tener el control

—Sí, sí. Claro, tener el control, pero también aceptar sugerencias. A veces se plasmaban y otras no. En buenos términos se iba acomodando todo. Eso lo hicimos en casa con unas espumosas y oyendo buena música. (Ríe). En el estudio estábamos con casi todo listo.

Oscarello
El percusionista logró un disco que no elude la jocosidad de su autor. Foto de Christian Bettelli

¿Cuándo entraron al estudio?

—En enero de 2021. El año anterior fue de preproducción, pero con la pandemia, las semanas radicales y la falta de gasolina, la movilidad empezó a ser difícil. Un año después, ya teníamos todo listo.

Hay también temas como “Acechando” y “El blues del Off”

—Son canciones de Jesús. Por ejemplo, el “El blues del Off” se inspira en que soy el curador de las películas que se ven en el bus durante las giras de Desorden Público. (Ríe). Soy fanático de las películas de género B, como Holocausto zombi, El ataque del tiburón de dos cabezas, Machete; todas esas películas que nombro en la canción.

El caucho (Rubber)

—¡El caucho! Esa fue la única a la que le hicimos refill. (Ríe). Entonces, Jesús me preguntó por el nombre del festival de cine en el autobús. Le dije que Off, es decir, Oscarello Film Fest. Dijo que haría algo así tipo Santana. Me lo mostró. Quedó bien chévere. Le inventé el coro. Le metí dos personajes hablando. Uno pregunta qué es el Off y otro que explica el tipo de películas que se ven. Los desordenados hicieron coros en ese tema. Escuchas a Caplís, Danel y Horacio.

¿Estas conversaciones tienen influencia de Joe Cuba?

—Realmente no sé. Me lo han preguntado mucho. Quizá es porque en mis 63 años de vida he acumulado tanta música y está en el chip. También puede ser Ray Barreto, que tenía esos tumbaos en “El Watusi”, con esos diálogos. Nunca pensé en eso, en realidad. Solo quise hacer algo divertido, y que la gente supiera un poco lo que vivimos en el autobús con Desorden Público. Tampoco deseaba que sonara solo un vibráfono.

¿Cuáles son los planes ahora con el disco?

—Veo si lo puedo fabricar en Estados Unidos o México. No sé dónde todavía. Me gustaría tenerlo en físico, aunque sean unas 300 copias románticas para vender a quien guste tenerlo. En 2020 compré una máquina de pads electrónicos. Danel, que está más metido en el tema de la tecnología, me dijo que el disco se podía tocar en vivo, incluso yo solo. Con un pendrive, se pueden meter en la máquina ciertas partes de las canciones, y uno con los pads elige qué sonará . Toca hacer la tarea. La idea también sería tener a otros dos o tres músicos en la tarima. Me gustaría presentarlo, aunque sea un par de veces en Venezuela.

Son ocho canciones más el bonus track. ¿Quedó mucho engavetado para un próximo álbum?

—Realmente no. Quizá un par de cositas ahí. Por ejemplo, hice una loquetera a la que le metí un merengue venezolano. Jesús me sugirió agregarla, pero dije que no. Decidí dejarlo así. Son como 40 minutos de música, como un vinil por ambos lados. Lo que quedó, tal vez permanezca guardado, pero nada que me quite el sueño. Solo quiero disfrutar el presente. Meterle energía a la parte en vivo y ver cómo hago para sacarlo en físico. Quiero disfrutar de los comentarios tan bonitos que me escriben, las entrevistas. Disfruto todo sin pensar en un próximo disco. Ahorita, solo vacilar.

Es el primero de los desordenados en sacar un disco solista. Quizá entusiasme a otros

—Bueno, sí, ojalá. Para que se vea que a pesar de los 37 años de la banda, y de la edad que tenemos, seguimos creativos y no hemos parado. Hoy la banda grabará un par de temas nuevos en estudio. Desorden Público siempre está activo. Además, Danel y Caplís tienen una banda tributo a The Clash. Hace poco fueron a Barquisimeto y Valencia.

Jesús Bosque es parte fundamental de la producción y de la composición. Hábleme de esa dupla que conformó con él

—Es de esos hermanos de vida. Lo conozco desde hace como 39 años. Yo estudiaba Odontología con su hermana. Ella me lo presentó. Siempre decíamos que teníamos que hacer algo juntos. Terminábamos haciendo parrillas, bebiendo jugo de cebada, pero nunca música. Ahora sí. Es súper talentoso, un percusionista e investigador de primera. Es el director de la Orquesta de Instrumentos Latinoamericanos. Compartimos muchísimo la  percepción de la percusión. Estamos súper alineados en eso. Hablé con él porque siempre pensé que era el tipo. Y bueno, salió un disco diferente de un percusionista caribeño.


Participa en la conversación