Algunos estudiantes han recurrido a clases particulares online o a domicilio para poder resolver las tareas. En promedio, la hora de clase cuesta cinco dólares, un monto que no todos pueden pagar. Esta también ha sido una opción para los profesores de generar ingresos.

Caracas. Valeria Seijas tiene que resolver una guía con 40 ejercicios sobre polinomios. “Un tema que no vemos desde primer año. Ni un repaso nos dieron”, dice. Cursa quinto año en un colegio privado. Desde que comenzó la cuarentena tuvo que buscar un profesor particular que le explique matemáticas. 

El profesor le cobra cinco dólares la inscripción y 10 dólares la mensualidad. Ha sido, para ella, la única salida para poder cumplir con la entrega de las tareas: “Los profesores lo único que han hecho es enviarnos mil guías de ejercicios sin explicarnos ni lo más mínimo, entonces nosotros los estudiantes tenemos que recurrir a pagar profesores particulares que nos expliquen”. 

La institución no ha planteado la posibilidad de clases por plataformas digitales, solo se comunican por un blog o por correo electrónico. Valeria siente frustración, impotencia y tristeza.

Lo único que he hecho es resolver las tareas sin que me dejen algún tipo de aprendizaje. No estoy aprendiendo nada y cuando me toca resolver alguna de esas tareas me cuesta muchísimo”, lamenta.

Valeria ha tenido el apoyo de su familia; entre todos, se dividen las tareas: “Cuando son muchas cosas que tengo que hacer y entregar para el día siguiente les pregunto con cuál tarea me podrían ayudar”.

En las redes sociales es recurrente ver a docentes ofreciendo sus servicios para dar orientaciones pedagógicas. Yurgenis Henríquez, doctora en Química y profesora de la Universidad Simón Bolívar, decidió dar clases particulares: “Por necesidad económica. Me tocó aprender a dar clases online, pero allí estoy dando la batalla”. El salario de los profesores universitarios no supera los 10 dólares al mes. Por lo que muchos se han reinventado para lograr generar ingresos. 

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Los estudiantes se están dando la materia ellos mismos, piensa el profesor de Matemáticas Néstor Materano. Foto referencial: Luis Morillo

Henríquez reconoce que no todos los docentes saben utilizar las plataformas digitales para administrar cursos a distancia; esta ha sido una de las limitantes para dar clases en esta modalidad. La Consulta Nacional Educativa que hizo FundaRedes sobre la educación a distancia, reveló que la mayoría de los maestros no han recibido formación ni asesorías por parte del Estado sobre programas de educación a distancia. 44 % de los docentes tiene poca experiencia, 26 % muy poca y 16 % ninguna.

Otras limitantes son: la conectividad, 38 % de los maestros tienen dificultad para conectarse a Internet, 28 % presenta fallas de electricidad, 19 % dificultad para recibir y enviar información, 10 % tiene poco conocimiento del canal y 5 % poco acceso a equipos. Estos datos forman parte de la emergencia humanitaria que vive el país desde 2015. 

Henríquez padece estas limitaciones. Vive en Guatire, pero allí no tiene Internet. Los miércoles se va a la casa de una amiga en Caracas para dar sus clases online. Ahora mismo tiene tres estudiantes. Explica que las escuelas públicas y colegios privados ubicados en zonas populares están trabajando con guías, trabajos de investigación y cuestionarios. 

“Pero esto de buscar profesores particulares lo hacen los niños de clase alta. La hora de clase cuesta en promedio cinco dólares, y si es a domicilio u online, mucho más”, dice Henríquez. En Venezuela, 96 % de los hogares está en situación de pobreza, y 79 % en pobreza extrema, de acuerdo con datos de la Encuesta de Condiciones de Vida 2019-2020. “No es fácil conseguir estudiantes. Hoy día las redes sociales ayudan mucho y, sin embargo, cuesta”, agrega. 

Los estudiantes se están dando la materia ellos mismos, piensa el profesor de Matemáticas Néstor Materano, que también a través de redes sociales ofrece clases de Matemáticas y Física. Atiende a seis estudiantes de planteles privados, algunos de manera online y a otros a domicilio.

Recuerda una tarea que envió el profesor a uno de sus estudiantes: investigar qué es un polinomio, operaciones entre polinomios, que son términos semejantes, suma algebraica de fracciones. “Hay una deficiencia total. La mayoría de los profesores están mandando trabajos, y así poco a poco dan la materia como vista”, cuenta. Y agrega: “Al alumno le quedan deficiencias, porque se limita a copiar lo que lee en el libro”. 

Pero antes de la pandemia ya la calidad educativa estaba comprometida. El Sistema de Evaluación de Conocimientos de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB) demuestran que el rendimiento escolar ya era deficiente. En noviembre de 2019 se realizaron 672 pruebas de conocimiento. En Habilidad Verbal de quinto año se alcanzó un promedio de 13,21 puntos y en Ciencias Sociales 11,20. Mientras que en Matemáticas la puntuación comenzó con 12,78 puntos en primer año y terminó en 5,89 puntos en quinto año. En Ciencias Naturales (y Biología) el promedio se inició con 13,13 puntos y cayó a 6,75 puntos. 

Laura Espinoza, profesora de Inglés, quien tiene un poco más de tres semanas dictando asesorías, ha podido observar que los jóvenes no tienen interés en las clases.

El hecho de no estar recibiendo clases presenciales les dificulta un poco el aprendizaje, puesto que es mucho más difícil para ellos aprender de manera autónoma”, indica.

Entre los cambios que ha notado luego de varias sesiones es que los estudiantes tienen más confianza en sí mismos para hacer las actividades: “Prefieren tener a alguien que esté allí pendiente y guiándolos, que hacer las cosas por su cuenta”. 


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