Creada por Leonardo Padrón, la serie disponible en Netflix cuenta una historia de mafias y corrupción

Caracas. Leonardo Padrón llegó a Netflix. Pálpito es la serie con la que debuta en la popular plataforma. Su nombre es inherente a la cultura popular venezolana, con el subsecuente alcance a otras latitudes en aquellos años de expansión con acento venezolano. Industria le decían, industria era.

Es una historia de 14 capítulos, algo extensa para lo acostumbrado en la plataforma, pero para nada intolerable para quienes han vivido con la impronta de la telenovela, aquellos que llegaban del trabajo o la escuela y encontraban en casa la historia sensación del momento. Esa época de más de 100 capítulos, con anuncios de etapas cumbres.

Sin embargo, Pálpito juega en otros terrenos, sin menospreciar ninguno. Leonardo Padrón acude a la telenovela en los momentos que considera clave, mientras apela al thriller del cine y la televisión estadounidense en otros momentos.

Pálpito
Ana Lucía Domínguez es una actriz que ha trabajado en Pasión de gavilanes y Señora Acero.

Es un berenjenal desde el primer capítulo. Sin contemplación, el autor no pierde tiempo al momento de presentar a sus protagonistas en la tragedia: Simón (Michel Brown) es un pizzero y actor casado con Valeria (Margarita Muñoz), trompetista y maratonista.

Por otro lado, está Camila (Ana Lucía Domínguez), reconocida fotógrafa, esposa de Zacarías (Sebastián Martínez), un reconocido, pudiente e inescrupuloso asesor político que lleva las riendas de la campaña del principal candidato a la Presidencia de Colombia.

Camila luce radiante, pero repentinamente se conoce su gran problema de salud: sufre una cardiopatía y necesita un trasplante de corazón. No hay mucho que esperar. Tiene los pocos días de su vida contados.

Desesperado, Zacarías acude en secreto a la mafia del tráfico de órganos. Es así como secuestran a Valeria, le sacan el corazón y se lo ponen a Camila, primero agradecida y luego ansiosa por conocer la historia de quien para ella fue su donante.

Pàlpito
Michel Brown y Margarita Muñoz son esposos en la vida real

En su búsqueda, conoce a Simón, el viudo todavía adolorido y rabioso cuando descubre lo que realmente ocurrió con la esposa. Sin embargo, encuentra en Camila un aliciente entre tanto dolor. Y ella, ve en él un sosiego que extrañaba. Se enamoran.

Ese es el conflicto de Pálpito. Una historia de intrigas que, si bien puede parecer algo descabellada, no es mentira que termina siendo atractiva por la intriga que genera. El autor conoce al público, y el dedal está ajustado en muchas de las puntas que da en esta trama.

Sin embargo, pareciera que por momentos se ve afectada por los manejos de sus tiempos, en los que varias situaciones se presentan de manera apresurada, como víctimas de los nuevos modos de las redes sociales, con pocos momentos para la demora contemplativa o reflexiva en su desarrollo. Incluso, la introducción de Pálpito transcurre en un santiamén. Tal vez sea el vestigio de las costumbres a la mayor duración que se enfrenta al reto de la actualidad en menos episodios.

Ahora bien, paradójicamente, como tiene muchos capítulos, los responsables de esta serie manejan muy bien la tensión en los conflictos más generales, más allá de situaciones muy precisas que a veces hay que aceptar sin mayor fundamento.

Pálpito
La química en pantalla de la pareja protagonista es uno de los atractivos

Michel Brown y Ana Lucía Domínguez realzan por un trabajo actoral en el que recae el drama correspondiente a la situación que sus personajes viven. Convincentes y potentes, sin duda.

Sin embargo, hay momentos en los que sus personajes son llevados a traicionarse a sí mismos, sobre todo en el caso de Camila. Y no es precisamente por contradicciones que puede haber en toda persona, sino por decisiones que contraponen la personalidad y la mística con las que son presentados en todos los capítulos, filmados en Colombia y dirigidos por Camilo Vega, encargado de estar al frente de la segunda parte de Pasión de gavilanes.

Son momentos en Pálpito los que surgen interrogantes que son innecesarias porque juzgan al personaje en momentos en los que no debería ocurrir. Le restan fuerza, y pierden sentido otros personajes como los amigos de Camila, desaprovechados en varios capítulos. Especialmente en los últimos, donde se espera que tengan mayor ímpetu. También hay ciertos personajes comunes en producciones latinoamericanas como el político corrupto y chabacano. Del elenco juvenil, la que tiene más desarrollo es la hija del protagonista, Samantha (Valeria Emiliani); con conflictos marcados y ajustados a la pérdida de la madre. 

Pálpito
La serie cuenta con un elenco juvenil que afianza las dinámicas planteadas

Pero más allá de eso, Pálpito es una historia que entretiene y sabe cómo adentrarse en el género que promete, cumple y alienta ese deseo por ver más. Vale resaltar cómo también los personajes van creciendo en conciencia para lograr sus cometidos, en medio de la desesperanza y el abandono de autoridades torpes y corruptas. Toman las riendas drásticamente.

La serie es un ejemplo de un paso adelante derivado de las telenovelas, pero con las inquietudes de reforzarse en otras maneras de escribir y dirigir. Los tiempos son otros, así como las exigencias. Claro, también hay más presupuesto.

Leonardo Padrón acierta con este debut. Deja una puerta abierta y el espectador queda en vilo ante la promesa de una segunda temporada, ya anunciada. Además, Pálpito también se lee como denuncia de taras que todavía enfrentan las sociedades latinoamericanas, y en este caso, se nota que sutilmente la tragedia venezolana permea en la trama. Se ajusta a las lecturas de la región, así como también define a sus personajes apropiadamente en esos contextos.

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