“Esta comunidad realmente tiene bajos recursos. Tenemos familias en pobreza extrema, aunque no lo parezca”, comentó Diana Yánez, quien es coordinadora del comedor Nutriendo el Futuro. Este proyecto funciona desde hace cuatro años y en este momento atiende a 86 niños y niñas de entre uno y 11 años de edad, además de un grupo de 20 adultos mayores.

Caracas. La comunidad de El Calvario, en el municipio El Hatillo, estado Miranda, es un pequeño barrio de al menos 3000 familias. Aunque creo que ya somos como 2200 familias por la migración, calculó Diana Yánez, habitante de la comunidad, quien también destacó la abundancia de población infantil en la zona. La mayoría de estos núcleos familiares no cuenta con los recursos económicos necesarios para cubrir los requerimientos de una alimentación balanceada y sana.

Los cálculos del Centro de Documentación y Análisis de los Trabajadores (Cenda) indican que en febrero la canasta alimentaria, compuesta por 60 productos básicos, tuvo un costo de 1443,78 bolívares, lo que es equivalente a más de 300 dólares. La mayoría de las familias de El Calvario no tienen ingresos fijos. Muchos de los hombres de la zona se dedican a la albañilería, plomería o son caddies (personas que trabajan en los campos de golf). Mientras que las mujeres son amas de casa.

Foto: Luis Morillo

Según los datos de la Encovi 2021, El Hatillo es el municipio que menos carencias económicas tiene del estado Miranda, sin embargo, no está excepto de que 63 % de su población vive por debajo de la línea de pobreza y 59 % por debajo de la línea de pobreza extrema.

Esta comunidad realmente tiene bajos recursos. Tenemos familias en pobreza extrema, aunque no lo parezca, comentó Yánez, quien es coordinadora del comedor Nutriendo el Futuro. El proyecto funciona desde hace cuatro años y en este momento atiende a 86 niños y niñas, en edades comprendidas entre 1 y 11 años, además de un grupo de 20 adultos mayores.

Foto: Luis Morillo

La frase “qué hacen los sifrinos acá” se repetía mucho entre los vecinos de El Calvario, en el municipio El Hatillo, cuando Samuel Díaz y sus compañeros de la Universidad Metropolitana entraron al barrio a proponer que se organizara un comedor para los niños y niñas de la zona. Samuel Díaz contactó a Yánez y a su mamá para hablar sobre el tema en 2018, pero ambas se mostraron escépticas al respecto, pensaban que sería un proyecto de pocos meses.

Cuatro años después el comedor entrega cenas a los niños de lunes a viernes. La cena se sirve a las 5:00 p. m. Que repartan cena y no almuerzo, por ejemplo, tiene la lógica en que uno de los requisitos fundamentales para estar dentro del comedor es que los niños y niñas deben estar escolarizados y asistir con regularidad a clases, aspecto que monitorean con ayuda de las escuela. La idea de la cena fue de las mismas vecinas que colaboran con el comedor.

Ellas nos mencionaron que si dábamos almuerzo pones a los beneficiarios, en muchos casos, a tener que elegir entre mandar a los niños al colegio o ir por el almuerzo. Mientras que si repartimos la cena, tenemos una garantía de que los niños asisten al colegio, y así intentamos tener un doble impacto: nutricional y educativo”.

Foto: Luis Morillo

“Samuel, ¿sabes si hay cupos para un niño más en el comedor?”, preguntó una vecina de la comunidad cuando lo vio llegar. La lista de espera para ingresar al comedor actualmente es de 20 niños y niñas, es el número más alto que han tenido desde que comenzó a funcionar el comedor en 2018, año en que Venezuela acumulaba al menos cuatro años de crisis económica, que se reflejaba en el alza de la inflación que pasó de 180,9 % en 2015 al 130.060 % en 2018, según datos del Banco Central de Venezuela (BCV).

Han repuntado las solicitudes. Cada vez llegan más familias a anotarse. Sirve un poco para desmitificar la supuesta creencia de que Venezuela ‘se arregló’. Puede haber muchos más productos en la calle, pero el poder adquisitivo sigue disminuyendo, comentó Díaz.

Los nutricionistas del Centro Médico Docente La Trinidad apoyan el proyecto Nutriendo el Futuro con jornadas antropométricas periódicas. En los primeros diagnósticos encontraron niños que solo comían una vez al día. Al principio, los niños se nos desmayaban, añadió Yánez. La última jornada de medición de talla y peso arrojó que 61 % de los niños y niñas atendidos por el comedor están en el peso ideal, según los estándares de la Organización Mundial de la Salud.

Es difícil llegar a 100 % porque tenemos muchos niños que se retiran por una u otra razón, entonces quedan esas vacantes e ingresamos niños desde cero, o que se reintegran al comedor. Muchas madres vienen y se abren con nosotros a hablar sobre el proceso de desnutrición en que están sus hijos, comentó Yánez.

Foto: Luis Morillo

En la actualidad, los adultos deben ir a buscar los envases de comida al comedor para que los niños coman en casa. Debido a la pandemia por COVID-19 aún no hay autorización para que el comedor funcione de manera presencial. Sin embargo, los 86 niños y niñas ya cuentan con las tres dosis de la vacuna, aclaró Díaz.

Los niños de Amalia Requena, habitante de El Calvario, tienen dos años dentro del comedor. Ella ha visto que, en ese tiempo, sus dos hijos, de nueve años de edad, han “engordado”. Requena apenas gana un sueldo mínimo, que son 130 bolívares, o el equivalente a casi 30 dólares. En su hogar hay tres adultos que, en promedio, ganan la misma cantidad de dinero. Entre todos nos dividimos los gastos, pero la situación está cuesta arriba para todos, comentó Requena.

La gente piensa que el impacto del comedor se puede medir en la cantidad de alimentos que hemos servido en cuatro años. La realidad es que no, eso es solo el producto final para llegar al impacto. Nuestro impacto es que los niños y niñas que están recibiendo el beneficio, que busca cubrir una demanda calórica diaria, tengan la talla y peso ideal, comentó Díaz.

Las nietas de Rodrigo Herrera tienen al menos un año asistiendo al comedor. Los adultos de la casa no tienen empleo fijo. “Nosotros trabajamos por nuestra cuenta. Las cosa no es que esté muy mala, pero tampoco están muy buenas que se diga. Uno a veces puede estar trabajando, pero a veces puede estar dos o tres semanas sin trabajar”, dijo Herrera sobre la situación económica de El Calvario.

nutriendo el futuro
Foto: Luis Morillo

El informe 2020 del Estado de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en el Mundo estima que, entre 2018 y 2020, 7,8 millones de personas presentaron desnutrición en el país, es decir, 27,4 % de la población. Este es el porcentaje más alto de la región suramericana. Este informe es realizado por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés), Unicef, el Programa Mundial de Alimentos (WFP) y la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Los datos de Encovi señalan que, en los últimos años, el país presenta signos de evidente deterioro, se incrementa la pobreza y la inseguridad alimentaria. Según la línea de pobreza, 94,5 % de la población venezolana es pobre y de estos 76,6 % se encuentra en pobreza extrema. Sobre la inseguridad alimentaria, la Encovi calcula que 24,5 % se encuentra en un nivel severo.

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Foto: Luis Morillo

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