La película cumple su promesa de exacerbar lo imposible. Ejecuta su misión mientras afianza los valores de sus personajes principales

Caracas. Hay películas que son una página en blanco para las fantasías más extremas, esas que de niños o en la temprana adolescencia son constantes en la euforia por lo imposible. Juguetes y dibujos para dar rienda suelta a una imaginación, un proceso que rompe ataduras de lo lógico, que va amainando con los años, cuando los pensamientos se dirigen más a otros vericuetos.

La saga de Rápidos y furiosos es como un club en el que se reúnen todos aquellos dispuestos a volver a esos atrevimientos de la mente, en los que son pocas las reglas o, mejor dicho, las reglas son estrictas para otras líneas narrativas. Si en Jackass el meollo está en llevar a la exposición física extrema la imaginación, en este universo de carros la adrenalina toma la ruta del eterno enfrentamiento entre dos posiciones disímiles ante el mundo.

Rápidos y furiosos X
El motor de partida del conflicto es la amenaza al núcleo

En Rápidos y furiosos X Dom Toretto (Vin Diesel) y su familia enfrentan otro peligro. Se ve totalmente rodeado ante un villano despiadado y a la vez hilarante. Dante (Jason Momoa) conoce muy bien al sujeto que quiere acabar. Por eso, como un despiadado jugador de ajedrez, anticipa cada movimiento de Dom para meterlo en un rincón en el que no existe el auxilio.

Pero para llegar a ese punto, durante casi dos horas y media, Dante hará que cada paso del protagonista y sus amigos se acerque cada vez más a la tragedia. En el ínterin, hay todo un despliegue de locura armada para exaltar las almas del espectador, quien acepta muy bien los códigos de una franquicia que se ha mantenido en el tiempo precisamente por su exacerbación.

La película parece una alfombra roja en caballos de fuerza en la que ruedan distintas estrellas de la industria, como suele ocurrir. Créditos en los que figuran nombres ya de sobra conocidos como Michelle Rodríguez, Jason Statham, Jordana Brewster, Ludacris, Charlize Theron, Helen Mirren y Brie Larson. Son tan solo algunos, Otros, hay que mantenerlos para la sorpresa del que paga la entrada. Por momentos, Rápidos y furiosos X se descontrola entre la ambivalencia entre lo increíble y los valores en los que se afianzan sus personajes, pero sabe muy bien cómo recuperarse debido al efectismo de lo descabellado como recurso de lo atractivo, con aspiraciones estéticas.

Rápidos y furiosos X
Jason Momoa se lleva buena parte del crédito de la tensión de este largometraje

Ahora bien, Rápidos y furiosos X como bien se sabe, es el elixir de la exageración más imprevista, esa que va más allá de cualquier ley física, pero en el fondo, responde a una narrativa bastante clásica. En el caso de esta entrega, se adentra en dos historias familiares. Por un lado, la de Dom Toretto que ve cómo parece no poder defender a los suyos, con una abierta alusión religiosa a las creencias del protagonista, el Cristo como centro. Por el otro lado, un villano como Dante, obsesionado con la venganza por lo que le hicieron a su círculo. En él se concentra buena parte de su atención, porque se aprecia un enemigo despiadado, con un humor retorcido, sin contemplación. De hecho, inmediatamente recuerda al Guasón de Heath Ledger, con la obvia distancia.

Dirigida por Louis Leterrier, Rápidos y furiosos X es una película que exacerba la fantasía desde la cultura urbana, es la intensificación de los juegos de esquina en pantalla grande. Entretenimiento puro sin ánimos de contemplaciones ni reflexiones retadoras, sino mensajes sencillos que se abren paso en una oferta en la que hay cabida para todo.  Es la décima película, pero la promesa se mantiene. Habrá más.

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