Cuando se voltea la mirada a grupos vulnerables, de inmediato la tercera edad y los niños sobresalen en la imagen. Los más pequeños no se cuidan solos y los más viejitos necesitan que otros los protejan. Pero ¿dónde queda la población adolescente, refugiada en sus teléfonos y computadoras y viendo el mundo desde esas trincheras tecnológicas?

Caracas. “Esta situación me tiene estresada, me cambió la vida”, dice Heykari Fuentes, de 15 años.

Tajante su respuesta frente a todo lo que vive el país. Y no es que está enfrentando cosas nuevas, lo único es la cuarentena y el virus, pues ya antes había pasado, como todos los chamos en Venezuela, por episodios estresantes como las protestas de 2017, los apagones de 2019 e incluso le tocó vivir en carne propia, siendo más niña, las colas para comprar papel higiénico y harina de maíz.

Lo que aumentó su vulnerabilidad en estos momentos de cuarentena es el encierro, la incertidumbre de saber si realmente el virus está a la vuelta de la esquina y que todo lo que medianamente le hacía sentir como una adolescente normal quedó suspendido en el tiempo: ir al liceo, compartir con amigos, ir a fiestas al cine, a la playa, ir a clases de baile. 

¿Qué piensas de la cuarentena? ¿Es necesaria?

Para mí es necesaria y a la vez no, ya que lo veo más como un motivo para desviar la atención de la situación actual del país, que para evitar la propagación del virus.

¿Cómo te cambió la vida? ¿En qué te afecta? 

Me cambió en todo, me la paso estresada, frustrada, triste, no duermo casi, preocupada ya que todo afecta, los profesores han enviado muchas tareas, la situación país, el dólar aumenta a cada rato, la comida se acaba mucho más rápido ya que uno encerrado no hace más nada que comer, hacer tareas y dormir. Aparte la medio distracción que yo tenía era la televisión, pero como DirecTV se fue del país ya ni eso tengo, todo lo que hago es tarea, llorar, pensar y comer, porque no hay de otra.

Los momentos de llanto cada vez son más frecuentes en Heykari, tanto que sus padres se angustian y también entristecen. 

Cuando ocurre un bajón de luz se le ve nerviosa y en su cara se asoma la desesperanza”, dijo su mamá, Nakarí, quien vive ahora pensando en cómo sacarla del país, pues teme que se enferme.   

Heykarí estudia cuarto año de bachillerato y a principios de este año ya estaba en la organización, con otras compañeras, de su acto de grado, el plus que le daba sentido al futuro.

Ya tenían montado un plan de reciclaje para ahorrar dinero y así poder pagarse las franelas de la promoción. Eso la mantenía entusiasta, hasta que anunciaron la cuarentena a partir del día 16 de marzo

Pensó en el evento de recaudación de fondos que tenían planificado para el 2 de mayo y en los paseos a la playa que había pensado hacer con su grupo. “Como todo aquí, dije esto será para largo”.

¿Los planes que tenías en qué quedaron?

Todo quedó en un “algún día”. Todo lo que tenía planificado quedó en un futuro incierto porque no sabemos cuándo va a terminar todo y la situación país va de mal en peor. Estoy cansada de todo, la única salida que veo es que se acabe el virus, para reintegrarme a las clases presenciales, graduarme y ver cómo me voy del país con mi familia.

El dato 

El reporte mundial de la felicidad (2019), un estudio realizado por la Red de Desarrollo Sustentable de las Naciones Unidas, ubicó a Venezuela en el puesto 108 de 156 países analizados, como uno de los países más infelices del mundo.

Ahora, su rutina está trastocada. Duerme de tres a cinco horas al día y los domingos máximo siete horas. El teléfono lo usa de 18 a 20 horas debido a que su computadora se dañó, “y ese es el único medio que tengo para hacer las asignaciones del liceo. Gracias a Dios la relación con mis padres es muy buena, hay mucha tolerancia entre todos y nos apoyamos, pues esto me cambió la vida”.

Ese punto para ella es un aliciente, pues ayuda a la convivencia y le hace menos pesada la carga en esta etapa, donde no solo es un virus o la crisis interna del país, sino también su condición y evolución como mujer. 

Con pandemia o sin ella, su cuerpo y estados de ánimo siguen cambiando. Es la etapa propia de la adolescencia. Los dolores menstruales, de cabeza, la fatiga, y esa sensación anémica para hacer actividades físicas son algunas características inherentes a su edad. 

Son cambios físicos y psicológicos que siempre se han resumido en una frase: la adolescencia es complicada y difícil, porque además es vulnerable a las drogas, al acoso sexual, al embarazo a temprana edad, a la pornografía en Internet, a violencia de todo tipo.

El Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap) recomienda que en esta etapa es importante explorar que las relaciones que se desean establecer no son de control, sino de encuentro. E invita a comprender que los adolescentes tienen necesidades psicológicas como el sentirse respetados, identificados con otros y que son autónomos: 

  • Si bien no se cuenta con el mismo acceso a los espacios donde se desempeñaban actividades en las que podían cubrirse dichas necesidades, estas pueden ser alentadas en casa.
  • Al estar todos bajo una misma circunstancia, marcar una pauta colaborativa puede ayudar a aliviar las tensiones. Se puede empezar por cosas pequeñas, como hacer las comidas juntos en la misma área. 
  • De igual modo, pueden ver algún concierto, hacer un torneo de juegos, noches de películas o series, o alguna otra actividad que el adolescente piense que pudieran hacer juntos.
  • Es posible que en momentos prefieran jugar con sus amigos de forma online. Eso está bien. Lo ideal es darles la alternativa. No negarles ni recriminar que quieran hacer cosas solos.

En el caso de Heykari, dijo que han probado todo eso y mucho más. “Ahora -suspira y mira a su alrededor- solo quiero que esto acabe, esto me cambió la vida”. En su tono de voz no hubo exaltación. No como cuando se ve con las amigas y grita de emoción. Su frase salió lineal, fastidiada y sin alegría. 

Le toca a su familia armar ese rompecabezas de emociones que le invaden el cuerpo, producto de los efectos colaterales de la cuarentena.


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