Sin dólares el acceso a los hospitales públicos en Venezuela se hace lejano (I)

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El principio de gratuidad de la medicina pública no existe en Venezuela. Los ciudadanos que están obligados a recibir atención en los hospitales del Estado pagan en divisas tratamientos, exámenes e insumos.

Alianza. El sistema de salud venezolano está en terapia intensiva. Dejando a un lado la grave situación generada por la pandemia de la COVID-19, la depresión social y económica que sufre el país ha ocasionado que la atención médica ya no sea ni tan eficaz, ni tan gratuita en los hospitales u otros centros de salud públicos.

La falta de insumos, la migración del personal sanitario, los bajos salarios y las interrupciones en los servicios públicos son algunas de las causas que motivan el deterioro del sector salud, de acuerdo con un informe presentado por la Cruz Roja Internacional en diciembre del 2020.

Las cifras son alarmantes y nada alentadoras. Solo en el 2018 emigraron unos 22.000 médicos. Esta cifra representa un tercio de los 66.138 galenos que había en el país en 2014, según una de las últimas mediciones del gremio que los agrupa.

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María hace guardia junto con sus hermanos a las afueras de la emergencia mientras su hermana permanece hospitalizada en UCI del Hospital de San Cristóbal. Foto: Carlos Eduardo Ramírez.

Un médico que labora en el Hospital Miguel Pérez Carreño de Caracas, y que pidió resguardar su identidad por temor a represalias, contó a Todos Ahora que solo trabajan con 10 % de los insumos requeridos.

La falta de insumos en los hospitales ha obligado a la mayoría a comprar todo lo que necesitan para ser atendidos. Desde analgésicos hasta batas quirúrgicas entran en la lista.

Esta realidad la enfrentó en carne propia Andrea Vergara, una joven periodista que sufrió una fractura durante un accidente de tránsito.

El Pérez Carreño sin anestesia ni calmantes

La mañana del domingo 13 de diciembre del 2020 Andrea, junto con su hermano, transitaba en una moto por el distribuidor La Gaviota de la autopista Valle-Coche, cuando fueron embestidos por un vehículo conducido por un hombre en estado de ebriedad.

Ambos quedaron severamente lastimados por el impacto. Andrea tenía el fémur roto y su hermano la cadera fracturada. Ambos fueron trasladados al hospital Pérez Carreño. Allí comenzó un verdadero infierno para ellos y su familia.

Desde que llegamos la atención fue pésima. No hubo atención inmediata, no me inmovilizaron la pierna, ni me dieron un calmante. Me estaba muriendo de dolor y nadie me veía”, recuerda Andrea.

Después de una larga espera le hicieron una placa de Rayos X para determinar el daño en la pierna izquierda. No había material para imprimir y tuvieron que sacarle una foto que mostrarían al traumatólogo que la atendiera.

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Foto: Todos Ahora.

Tuvieron que ponerle un clavo con unos contrapesos porque el hueso estaba roto y deslizado. “Me introdujeron eso sin anestesia, ni calmantes”.

En el hospital le dijeron que tenía que aguardar, aproximadamente, un mes para ver si la podían operar. A su lado había pacientes que tenían hasta ocho meses esperando por una operación. Eso ponía en riesgo la situación de su pierna y debía actuar.

A su hermano lo mandaron a la casa, pues no había más camas para ingresarlo. Tampoco había una ambulancia para trasladarlo, los familiares tuvieron que quitarle el asiento a una camioneta para acostarlo entre el maletero y las butacas. Así lo llevaron a otros hospitales, pero no lo recibieron por falta de insumos, especialistas y camas.

La Cruz Roja alertó, en diciembre del año pasado, que la migración de médicos venezolanos afectó principalmente las especialidades de Traumatología, Urgencias, Neonatología, Anestesiología, Oncología, Nefrología y Cuidados Intensivos.

Los familiares buscaron en varios centros de salud y, mediante “contactos”, consiguieron un cupo para operarla esa misma semana en el Hospital José María Vargas.

Para la intervención le pidieron una amplia lista: 4 ampollas de Neotigmina, 3 ampollas de Ciclokapron, 2 ampollas de Efedrina, 3 monos quirúrgicos, 10 boletas de donantes dirigidas del Banco de Sangre, 4 cepillos quirúrgicos con solución jabonosa, 2 tubos de aspiraciones estériles, 1 lápiz de electrocauterio, 2 rollos de guata, 4 paquetes de compresas, 2 jelcos número 20, 1 llave de tres vías, 2 macrogoteros, 3 soluciones fisiológicas al 0,95 %. Cuatro mascarillas, 4 cubrebotas, 4 gorros quirúrgicos, 3 suturas vicryl, 3 suturas de nylon, 1 frasco de Gerdex, 1 frasco de agua oxigenada, 1 frasco de alcohol, 1 covan estéril, 1 recolector de orina, 1 adhesivo, 1 vendaje plástico, 1 vendaje elástico, 10 paquetes de gasas, 4 batas estériles, 1 mono quirúrgico para el paciente. 20 pares de guantes, 1 kit de laparotomía, 2 copias de la cédula,1 bolígrafo negro,10 hojas blancas,1 carpeta manila y otras cosas que no recuerda.

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Foto: Todos Ahora.

En todos los implementos necesarios gastó casi 200 dólares, el equivalente a 400 salarios mínimos de un venezolano.

Con ayuda de colegas, amigos y demás familiares pudo recaudar el dinero y comprar los implementos. La respuesta de la operación nunca llegó.

Finalmente, ella tuvo que abrir una campaña en redes sociales para recaudar el dinero que le permitiera operarse en una clínica privada. De lo contrario, le hubiese tocado esperar casi un año por una intervención. En la clínica, la cirugía costaba entre 3500 y 10.000 dólares. No tuvo más opción.

Este es el drama que enfrentan todos los venezolanos en los hospitales públicos. Para constatar esta situación, Todos Ahora se trasladó hasta las afueras del Hospital Vargas.

Basta solo con pararse afuera de la emergencia para evidenciar cómo los familiares de los pacientes salen desesperados a comprar insumos para que puedan atenderlos.

El 21 de junio de 2018, la Organización Panamericana de la Salud (OPS) publicó un informe en el que señaló que el sistema de salud venezolano estaba fragmentado y su capacidad para responder a las necesidades prioritarias disminuyó considerablemente.

Un día de hospitalización en el HCSC puede costar hasta $300

Un día de atención en el Hospital Central de San Cristóbal puede superar los 300 dólares dependiendo de la patología.

Yamile Torres tenía ocho días con su hermano, de 40 años de edad, hospitalizado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). Sufrió dos heridas en la cabeza tras caer por las escaleras. Había gastado más de 500 dólares entre tomografías, traslados en ambulancias, exámenes de sangre, guantes, gasas, soluciones y medicamentos.

Cuando se tiene que hacer una tomografía hay que sacarlo para una clínica y pagar la ambulancia, que a veces sale más costosa que el examen. A él le piden el sedante Medazolan, cada ampolla cuesta entre 20.000 y 25.000 pesos (entre 6 y 8 dólares), de acuerdo con donde se consiga. A veces le piden 18 o 20 al día”.

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Sentada en el suelo, a las afueras de la emergencia del Hospital Central de San Cristóbal, permanece Yamile esperando atender cualquier solicitud de medicamentos para su hermano. Foto: Carlos Eduardo Ramírez.

Torres contó que un Ketoprofeno cuesta entre 4000 y 5000 pesos, ($1,5) los guantes 3000 pesos ($1) y la gasa 2000 pesos ($0,8), de las que debe comprar cinco al día. Las tomografías (le han hecho cuatro) tuvieron un valor de 120.000 pesos cada una ($40) y el traslado en ambulancia 160.000 pesos ($50). Los exámenes de sangre oscilan entre 70.000 ($28) y 100.000 pesos ($32).

“Recibimos poco”

Al ser consultado sobre el porqué de la solicitud de medicamentos en el Hospital Central de San Cristóbal, el presidente de la Corporación de Salud del estado Táchira (Corposalud), Ildemaro Pacheco, explicó que, aunque reciben dotación de tres fuentes: Corporación de Salud, Ministerio de Salud y agencias internacionales, la cantidad es insuficiente.

“Por ejemplo, en el área covid recibimos Clexane, que es el anticoagulante para este tipo de pacientes. Se recibían entre 40 y 60 ampollas al mes, y un paciente consume ocho ampollas diarias. Hay antibióticos como Meropenem o Unasyn que no están llegando”.

Pacheco precisó que siempre tienen carencias en lápices de electrobisturí, compresas y monos quirúrgicos. Acotó que el hospital requiere unas 40.000 soluciones al mes y llegan entre 8000 y 10.000. La existencia de los equipos de bioseguridad también varía.

Debemos reconocer que, lamentablemente, tenemos personal de la salud que no se mantiene informado de qué llegó y piden al paciente elementos que hay en el hospital. Sugerimos a todos los pacientes que al recibir una lista vayan a la farmacia del hospital y verifiquen qué tenemos en existencia, para evitar que les pidan insumos con los que contamos”, destacó.

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Un día de hospitalización varia en el primer centro asistencial del Táchira entre 100 y 300 dólares, dependiendo de la patología del paciente. Foto: Carlos Eduardo Ramírez.
Entre $260 y $1000 en Trujillo

Traumática y desesperante. Así califican los trujillanos la estadía en el Hospital Central de Valera, principal centro de salud de Trujillo, que también atiende a pacientes de regiones vecinas.

Trujillo sumó cinco años sin servicio de tomógrafo ni resonancias magnéticas en ningún hospital público y privado. El gremio médico se declaró en emergencia.

Juan Torres, reconocido cirujano y epidemiólogo de la región, dijo a Diario de Los Andes que desde 2017 los equipos funcionan de manera intermitente, principalmente, en los centros privados. En entidades vecinas, el costo de estos exámenes oscila entre $80 y $300.

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El Hospital de Valera no cuenta con equipos para tomografía ni resonancias magnéticas. Foto: Archivo Digital DLA.

Es traumático y desesperante estar en medio de una emergencia médica y no contar con los servicios necesarios para salir de esa situación. Los familiares se desesperan para buscar el dinero que se necesita, y en medio de ese trauma los pacientes empeoramos”.

Esta es la historia de Pedro Torres, trabajador de la administración pública, que sufrió un derrame cerebral que “puso a correr” a sus familiares.

“Llegué al Hospital Central de Valera por un derrame cerebral. El doctor pidió una tomografía de emergencia. ¡Para ya! ¿Pero cómo, si acá en Trujillo no hay para hacerse eso ni público ni privado? Teníamos que ir a Barquisimeto. Apelamos a la ayuda de familiares en el exterior para costear eso, porque acá nos era imposible pagar lo que costaba. Transcurrieron 9 días hasta que pudimos ir, y por esa pérdida de tiempo, el médico dijo que ya era necesario hacer una resonancia magnética y no una tomografía”.

Torres explica que el costo de la tomografía era de $40, pero por indicación médica tuvo que cancelar $80 por la resonancia magnética en un centro de salud privado en la capital larense.

“Salió barato más bien, había otros lugares con otros precios, y la diferencia de costos para hacerse esos estudios era de entre 200 y 300 dólares”.

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Para los enfermos es traumática y desesperante la atención en el Hospital Central de Valera. Foto: Archivo Digital DLA
Ir a Barquisimeto es costoso

Trasladar a un paciente a Lara para realizar un estudio de estos es otro dolor de cabeza. El traslado es difícil. Ni la gobernación de Trujillo ni la Alcaldía de Valera tienen las condiciones de logística para atendernos en esas precarias situaciones. Las ambulancias privadas nos pedían entre 300 y 500 dólares. Un carro particular (tipo taxi) nos cobraba $500, aun con el riesgo que esto implicaba y la limitante de la gasolina, porque como no había capacidad de garantizar suministro de gasolina en Lara para el retorno a Trujillo, había que llevarla desde acá en pipotes y eso era muy peligroso, una bomba pues.

Torres comenta que lograron conseguir una ambulancia de la empresa estatal Venvidrio en muy malas condiciones.

Nos llovió en el camino, el agua se metía. Mi esposa me acompañó, y con cada desnivel de la carretera, rebotaba y llegaba al techo. Y no íbamos solos, iba otro paciente a Barquisimeto a realizarse un examen al igual que yo”.

Agradece que su diagnóstico médico en esa oportunidad “era leve” comparado con otras personas que solo disponían de 24 horas y su vida dependía de estos servicios. “Eso es entrar como en una película de terror. Quienes no logren conseguir el dinero para hacerse esos estudios, solo les queda aferrarse a Dios, y que sea lo que él disponga”.

Ahora Torres lidia con otra patología. Recientemente, se cortó con un clavo oxidado, por ello acudió a un ambulatorio de la urbe valerana a colocarse la antitetánica, tanto la enfermera como la médico de turno – comenta – le trataron la herida con guates usados, razón por la cual cree que allí adquirió una bacteria ambulatoria.

“Estuvieron los médicos tapa amarilla (‘piratas’) 19 días experimentando conmigo para ver qué antibiótico causaba resultado. Mas no hicieron un cultivo que determinara qué bacteria tenía y cómo tratarla. Eso llevó a empeorar mi condición y ahora lidio con 3 dedos amputados del pie derecho, y debo pagar $40 semanales en un centro clínico privado para que me hagan la curas”.

¿De dónde saco ese dinero?

“Me llamaron urgentemente porque mi mamá y que se había desmayado y estaba inconsciente en la calle. La llevamos al Hospital (de Valera) y nos mandaron a hacer por privado aquel viaje de exámenes, y uno de esos, era una tomografía. ¡Dios mío! ¿De dónde íbamos a sacar ese dinero? Pero gracias a Dios la familia se unió y rasguñando aquí y allá logramos reunir y hacerle lo esencial”, comenta María Isabel Briceño, una maestra soltera con tres hijos en edad escolar.

Briceño indica que los costos de los exámenes eran exagerados para su limitada economía. “La tomografía se la hicimos en Barquisimeto, nos salió en $60 y el carrito nos cobró $100 y a regañadientes. Acá en Trujillo hicimos lo demás: Le mandaron a hacer unas placas que nos salieron en $6, la hematología completa en Bs. 2.628.000 (poco más de $1), el examen de glicemia en Bs. 3.156.000 (en promedio $1,5), además de una valoración cardiovascular y neumológica que nos salió en $20 cada una ($40). ¡Ah rigor y nosotros que solo ganamos sueldo mínimo!”.

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Pacientes de Trujillo deben viajar a Braquisimeto para hacerse exámenes. Foto: Archivo Digital DLA.

La maestra añade que su progenitora estuvo hospitalizada casi dos semanas, y fue tratada por un presunto derrame cerebral, sin embargo, los exámenes arrojaron que era un coma diabético.

Si aquí hubiera cómo hacerse esos exámenes, mi mamá sufre menos y nosotros también. Teníamos que gastar diariamente casi $10 en comida y agua para ella y el que se quedaba cuidando porque en el hospital ni eso dan”.

Aun cuando el Hospital Central de Valera dispone de medicamentos esenciales para atender emergencias, el tratamiento muchas veces lo costean los familiares de los mismos pacientes.

“Uno se encuentra gente acá que necesita hasta $300 para sus medicinas, y no tienen. Una señora que estaba al lado mío necesitaba 5 inyectadoras que salían en Bs. 3.000.000 (poco más de un dólar) cada una y no tenía la plata. ¿Y qué pasa? ¿Se mueren estos pacientes porque no le pueden poner su tratamiento? Esto es terrible”, dijo Alejandra Berríos, hermana de una paciente del área de maternidad, que aseveró haber costeado $120 en los “insumos básicos” necesarios (kits de cesárea, guantes, jeringas, batas quirúrgicas, jelcos, entre otros) para que le hicieran la cesárea a su hermana.

Estos casos que no representan enfermedades crónicas, denotan que un trujillano de a pie puede gastar entre $260 y $1000 para cubrir sus gastos médicos en solo una semana de hospitalización en el primer centro asistencial público de Trujillo, como lo es el Hospital Universitario Pedro Emilio Carrillo de Valera.

La salud en Mérida es impagable

En el caso de la familia Araque, pequeños productores del campo en Alberto Adriani, del estado Mérida, tres integrantes de su familia, padre y dos hijos, ameritaron hospitalización por COVID-19. El padre estuvo recluido en una clínica por 10 días, por lo que canceló más de 2500 dólares, por la hospitalización.

Al trasladarlo a su casa, además de los medicamentos correspondientes, requería 7 bombonas de oxígeno diarias a 30 dólares cada una, es decir, solo en oxígeno debieron invertir 210 dólares diarios por más de 20 días, hasta su deceso. No podría faltar el trio de inyecciones de Remdesivir, conseguidas al “excelente precio” de 380 dólares cada una, que lamentablemente no ayudaron.

Mientras tanto, los otros dos integrantes de la familia trasladados al Instituto Autónomo Hospital Universitario de Los Andes (IAHULA), centro centinela del estado, en el que fueron atendidos con gran profesionalismo, pero ameritaron gran cantidad de sueros y medicamentos.

Uno de ellos, fue enviado a casa para completar su recuperación. Quedó la hermana hospitalizada, que recibió las “tres mágicas inyecciones”, es decir 3 dosis más de Remdesivir, sin mejoría, murió dos semanas después de que falleciera su padre.

En el caso de los pacientes con cáncer, o enfermos que ameriten alimentación parenteral, el kit, por cierto, bastante difícil de conseguir en la ciudad de Mérida, puede ser adquirido entre 120 y 150 dólares. La recomendación de expertos nutricionales es de uno por día. Y si de pacientes que requieran antivirales, como el Entecavir, usado por personas con Hepatitis B y C, deben cazar literalmente que llegue al IVSS, o de lo contrario adquirirlo en Colombia por la suma de 195 dólares por 30 tabletas de 0,5 mg, para un mes.

Con Información de: Joan Camargo, Mariana Duque, Alexander González y Yanara Ríos.


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