Tom Cruise protagoniza una elogiada película sobre el presunto ocaso de una carrera. Acción y redención en una historia rodada en el aire.

Caracas. Pete “Maverick” Mitchell está alejado de las glorias pasadas, pero no de su leyenda ni del ímpetu que lo convirtió en referencia.

Es piloto de pruebas. Es quien entiende la máquina, el avión, como si fuera un organismo que desentraña para atender sus límites, y en extremos, fluir en unidad.

Tom Cruise vuelve a interpretar a uno de los tantos personajes que lo han convertido en historia del cine. En Top Gun: Maverick vive la continuación de los hechos de hace 36 años, cuando se estrenó ese hito llamado Top Gun, dirigido por Tony Scott, fallecido hace una década, y a quien se homenajea en esta secuela.

Maverick no repara en reglas. Sabe que lo limitan. Por eso, cuando tiene que probar una nueva aeronave militar de Estados Unidos, no solo logra alcanzar la meta trazada, sino que lleva a la máquina por encima de lo previsto, pero esta vez la aeronave solo es suficiente.

Top Gun

Ya cansados por su comportamiento, los superiores buscan reprenderlo, pero por encima de ellos está Tom “Iceman” Kazansky (Van Kilmer), el viejo amigo que pide sea trasladado a Top Gun, la afamada escuela élite de pilotos. Desde ahí lo rescatan de la inevitable expulsión y le ordenan entrenar a un grupo de jóvenes pilotos, quienes deben cumplir una peligrosa misión en un país enemigo.

Top Gun: Maverick presenta a un personaje engreído, pero con sustento; con formas que le resultan, aunque inquietantes para quienes deben responder por posibles daños.

Sin embargo, en el fondo, saben que los desafíos deben enfrentarse más allá del manual, especialmente cuando la vida corre peligro.

A Maverick lo tratan de vapulear, de hacerle ver que su tiempo pasó, que su filosofía no es acorde a estos tiempos. Le recuerdan que está en Top Gun porque es el protegido de Iceman. Él no se amilana, aunque por dentro haya una tormenta, y no precisamente por sus andanzas en el aire.

El protagonista enfrenta los dolores del pasado. En el grupo que debe entrenar está Bradley “Rooster” Bradshaw (Miles Teller), el hijo de Nick “Goose” Bradshaw (Anthony Edwards),el viejo amigo que falleció en una maniobra en los ochenta.

Hay espinas todavía por eso. Además, Maverick atraviesa una tormenta personal, aspecto en el que será fundamental la presencia de Penny Benjamin (Jennifer Connelly), la dueña de un bar con la que se relacionó en el pasado, pero sin concreción. Otra vez llevó su vida por los aires, pero sin brújula.

De hecho, hay una escena que pareciera aliciente, pero que representa muy bien lo que significa esta pareja. Ella lo invita a navegar en su barco de vela. Es un día de mar agitado, y él es torpe hasta para mantener el equilibrio. Penny está mucho más clara en su norte, mientras él deambula tan solo en su gloria militar. Ella toma el timón mientras él se acostumbra y confía en la calma que le proporcionan; mientras, se ve cómo la embarcación se abre paso de la turbulencia a la tranquilidad. Es el simbolismo de lo que paulatinamente ocurre en las emociones del protagonista durante el metraje.

Top Gun: Maverick tiene un elenco joven que le brinda justo dinamismo a su conflicto. Suma además a la primera mujer en el equipo élite de pilotos: Natasha “Phoenix” Trace (Monica Barbaro).

El largometraje es dirigido por Joseph Kosinski, responsable de obras como The Dig (2017), Oblivion (2013) y Tron: Legacy (2010), mientras que el guion lleva la firma de Ehren Kruger, Eric Warren Singer y Christopher McQuarrie, este último pieza clave en otras películas protagonizadas por Tom Cruise recientemente.

Esta secuela se aleja de las maneras actuales del cine de acción, pues las simulaciones en CGI no son protagonistas, y la filmación desde los aviones de combate es un elemento enriquecedor en su quehacer, con intenciones de ser lo más leales posibles a lo que se interpreta en pantalla. Los actores vivieron un proceso arduo de entrenamiento para que sus cuerpos soportaran las estridencias de las ráfagas en las alturas. Tom Cruise ya está acostumbrado a este tipo de retos, pues es conocido que se entrega sin problemas a las escenas de acción.

Top Gun: Maverick es una película que exalta el orgullo estadounidense, especialmente con subrayado en la arista bélica, pero lo hace sin saturar, en justa medida para contextualizar.

Las persecuciones en el aire son de otro nivel. Avasallantes, inquietantes, lúdicas, además las tomas no se concentran en lo más alto, sino que se atreven también a tentar la poca altura.

Los conflictos personales se llevan sin exageraciones, con la pizca requerida de drama para resolver el conflicto.

Una historia sobre desafiar el estancamiento interno, a la vez sobre superar las limitaciones, incluso aquellas que quieren imponer quienes consideran que el protagonista ya vivió sus mejores tiempos. Es una manera incluso de leer el contexto actual de la generación de Tom Cruise, en momentos de tantos efectos y simulaciones. Como Maverick, el actor demuestra cómo es implicarse de lleno sin tantos artilugios digitales.

Top Gun: Maverick es cine de acción sincero, sin pretensiones aleccionadoras ni reivindicativas que levanten banderas que se ven desde lejos. No. Es una obra con reflexión, con las lecturas directas de toda historia de vida, pero sin imponer ni exaltar. Sus personajes son fuertes desde sus dudas o crecen en el trayecto, sabiendo muy bien que la adversidad es regla, como la gravedad que le pasa factura a quien la desafía con errores.

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