La tradición se cumplió pero de la puerta para fuera. Algunos se acercaron hasta las iglesias. Parados frente a sus inmensos portones de madera hicieron peticiones y oraciones en silencio. Algunos acompañados y otros en soledad. Tampoco este año la COVID-19 permitió que los templos estuvieran abiertos.


Caracas. El señor Manuel Fernández llegó vestido de Nazareno hasta las puertas de la Catedral de Caracas. De allí no pudo pasar. La orden para esta Semana Santa es que las iglesias permanezcan cerradas durante todo el día, para así evitar aglomeraciones de personas en el interior de los templos que pudieran crear cadenas de contagios de la COVID-19.

En Venezuela, durante la Semana Santa, particularmente entre Jueves y Viernes Santo, se acostumbra hacer el recorrido de los siete templos. Esta tradición católica simboliza la ida de Jesús hasta el huerto de Getsemaní, luego de la última cena.

Manuel, como buen nacido en Portugal, no se olvida de mencionar su devoción por la virgen de Fátima. Par él, hacer el recorrido es una tradición familiar. Al ser vecino de la parroquia Altagracia, tiene muchas iglesias cerca de casa. El hombre de 72 años recuerda que el año pasado, a pesar de que los templos también permanecieron cerrados, su caminata estuvo acompañada por sus hijos y nietos. Esta vez, y debido al aumento en las cifras de contagios de la COVID-19, decidió hacerlo solo. A las 10:00 de la mañana ya llevaba tres templos visitados.

Nada más este 1° de abril los voceros del gobierno de Nicolás Maduro informaron de 1254 nuevos contagios de la COVID-19 en 24 horas, 231 de ellos registrados en Caracas, siendo el estado Miranda la entidad que acumuló más casos, con 240. Desde el pasado 29 de marzo, hasta este jueves, se han contabilizado 5096 casos.

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Foto: Gleybert Asencio

“Ahora voy a Santa Capilla y de ahí a Las Mercedes. Lo hago por seguir con la tradición y por cumplir con mi promesa al Nazareno”, dijo Manuel con su acento portugués aún intacto.

Este 2 de abril la tradición se cumplió, pero hasta la entrada de las iglesias. A ratos los grandes portones de madera se podían observar con pequeños grupos de personas parados frente a ellos. La mayoría, callados y concentrados en sus oraciones. Algunos, acompañados por familiares y otros, en soledad. Las paradas en cada templo no duraban más de un minuto en la mayoría de los casos.

—El Nazareno me dijo que cuidará a mis amigos —sonaba la canción de Ismael Rivera que acompañaba el recorrido de un visitante desde la bocina de su celular.

—¡Calla ese teléfono! —reprendió otra persona que vio interrumpida su oración frente a las rejas de la iglesia Santa Capilla.

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Foto: Gleybert Asencio

A esa misma iglesia llegaron Leivy y Lucy, madre e hija respectivamente. Ambas salieron a las 7:00 de la mañana de Macarao en transporte público y sin ningún inconveniente. Ya a las 10:00 a. m. llevaban seis templos en su lista, contando Santa Capilla, la cual lucía con los portones abiertos pero la reja principal cerrada. Lo que permitía a los devotos por lo menos echar un vistazo hasta el altar del fondo.

“Siempre lo hemos hecho y esta vez no íbamos a dejar de hacerlo. Ya ahorita cuando terminemos nos vamos otra vez a casa”, dijo Leivy con respecto a cumplir la tradición, está vez llevando tapabocas y con gel antibacterial en sus manos.

Así como algunos decidieron salir a recorrer los siete templos, otros decidieron salir a hacer compras. A un costado de la avenida Baralt, una venta de hortalizas, verduras y frutas permanecía abierta con una larga fila de personas a su entrada y otras tantas en su interior. A pesar de la orden de que las iglesias permanecieran cerradas, varios locales del centro de Caracas estuvieron abiertos, por lo menos en horas de la mañana de este viernes. Sobre todo, las ventas de comida.

Foto: Gleybert Asencio

Frente a la iglesia de Las Mercedes estaba José Luis esperando a los visitantes para ofertarles dos palmas, más sus respectivas estampitas, por 500.000 bolívares (menos de un dólar) y una por 300.000 bolívares. Ese es el negocio de su familia desde hace varias Semanas Santas atrás. Lo hacen para conseguir ingresos extra, además de sus otros trabajos como comerciantes. Sus padres son inmigrantes colombianos que hicieron vida en Venezuela.

José Luis llegó esta mañana desde Carapita a vender junto con su hermanito. Las palmas las consiguen en la Colonia Tovar y las estampitas las compran por el centro. Haciendo un balance de las ventas, José Luis considera que este año han estado particularmente bajas, en comparación con las de 2019. El inicio de la cuarentena en Venezuela, por la llegada de la COVID-19, no les permitió salir a vender en 2020. Sin embargo, este año sí lograron conseguir la mercancía.

Eran casi las 11:00 de la mañana y ambos hermanos aún tenían las manos repletas de palmas. La venta la comenzaron el domingo pasado y la terminan este viernes. Así que debían apurar el paso para recorrer otros templos en busca de más compradores.

“El COVID-19 está ganando terreno en nuestra ciudad. No es tiempo de celebración. Quédate en casa”, decía la voz de una grabación reproducida a todo volumen, una y otra vez, desde un camión dispuesto por la Alcaldía de Libertador cerca de la iglesia de Nuestra Señora de Altagracia.

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Foto: Gleybert Asencio

En este templo decidieron abrir los portones y ubicar las imágenes del Santo Sepulcro, La Dolorosa, El Nazareno y Jesús Manso y Humilde en cada una de sus puertas para que quien pasara por allí pudiera apreciarlos un poco más de cerca. Un cartel de “No pase” sostenido por una cuerda en cada una de sus entradas indicaba que de ahí no se podía pasar.

Algunas de las personas que se acercaban hasta la iglesia Altagracia corrían con la suerte de que Doris Alvarado y Astrid Salazar, integrantes del Apostolado de María, les regalaran palmas o algunas estampitas. No le regalaban a todos porque la afluencia de personas que se acercaba hasta las escalinatas del templo era considerable. Sobre todo de personas de la tercera edad.

Ambas contaron que desde este jueves han sido muchas las personas que se han acercado hasta la entrada. “Algunos se paran en las escaleras, otros se arrodillan en la acera o en el mismo pavimento. El flujo de gente ha sido muy fuerte desde ayer”, contó Astrid.


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