Stefano Benítez, mejor conocido como Fefo, decidió reinventarse una vez más y lo ha hecho en medio de una cuarentena colectiva. Hasta hace poco, su principal oficio era la comedia, pero las restricciones que prohíben concentraciones de personas lo obligaron a buscar una manera de subsistir económicamente, y ahora recorre algunas zonas de Maracay en una bicicleta montañera distribuyendo mercados, en su mayoría, para las personas de la tercera edad.

Maracay. Stefano Benítez pesa 67 kilos y, contrario a lo que pensaba, no ha bajado de peso, aunque a diario recorre en bicicleta varias zonas de Maracay llevando mercados de alimentos. Este joven abogado egresado de la Universidad de Carabobo, devenido en comediante, decidió reinventarse en medio de la cuarentena social por la COVID-19, pues había que buscar recursos para sobrevivir mientras el país vuelve a la normalidad.

Así que Fefo, como es conocido, le pidió a un tío que le prestara una bicicleta montañera arrumada en un garaje. Desde hace un mes, emprendió un servicio de delivery que, asegura, le ha permitido hacer algo positivo por los demás y también generar ingresos para mantener a una esposa y a una hija de seis años de edad.

Sus recorridos se concentran en zonas cercanas a su lugar de residencia, en la urbanización El Centro de Maracay.

“El sol y el calor son inclementes”, dice mientras aclara rápidamente que, además, rueda en bicicleta con gorra, franela manga larga, tapabocas y protector solar que su esposa le obliga a usar.

Benítez es valenciano, pero desde hace ocho años se estableció en Maracay, luego de su matrimonio. Egresó como abogado de la Universidad de Carabobo, aunque realmente le gustaba Comunicación Social. De esa pasión deja evidencia. Habla mucho y con facilidad.

“En la escuela ―cuenta― yo escribía los guiones para las obras de teatro, y siempre estaba en alguna actividad en la que pudiera demostrar mi talento”.

Ese mismo que lo llevó a presentarse tiempo después en algunos locales en Valencia. Y no le fue nada mal. Desde 2012 vive de hacer reír a la gente, aunque de pequeño ya lo hacía. Dice que lo heredó de su abuelo y su padre, que son “jodedores natos”.

Benítez agradece el impulso que comediantes como George Harris le ofrecieron en sus inicios. De allí, el telón se abrió con más frecuencia hasta llegar a compartir tarima en Caracas con Emilio Lovera y el profesor Briceño.

stefano benítez
Foto: Cortesía

Luego vinieron las presentaciones en Maracay y, como consecuencia, propuestas que lo llevaron a la radio. Su experiencia en el medio no era mucha, apenas había incursionado en una emisora comunitaria en Valencia.

Pero se atrevió a participar en el programa Total que bueno con Carlos Márquez, un reconocido comediante aragüeño. Benítez contaba con una sección semanal dentro del programa. Márquez se fue del país y Benítez encontró en otra emisora un espacio para su rutina, Duros de domar.

Paralelamente, sus monólogos eran a casa llena, hasta que la COVID-19 llegó a Venezuela y el país se vio obligado al confinamiento colectivo. Así que Benítez decidió reinventarse otra vez y tuvo una idea cuando se percató de que podía darle una mano a sus semejantes a través de un trabajo de poca demanda en la ciudad.

Su negocio de entregas a domicilio en bicicleta comenzó a través de Whatsapp con los amigos y conocidos. Los dividendos no son tan altos, pero dice que prestar apoyo a quienes requieran de su servicio le genera otro tipo de ganancias.

“A mí me llena el alma y me arregla el día cuando un viejito me agradece”, cuenta Benítez sobre su experiencia en esto de llevar mercados de alimentos a una cartera de clientes que con los días ha crecido.

Son los adultos mayores quienes más requieren de su servicio. Casi 50 % de las entregas a domicilio que realiza están destinadas a personas mayores que viven solas o cuyos hijos o familiares están fuera y que han encontrado en él la posibilidad de que su familiar no se quede sin alimentos mientras dura la cuarentena.

Se ponen contentos cuando me ven llegar en la bicicleta con sus compras. Agradecen con bendiciones que haya alguien que se ocupe de este servicio. Además, yo siempre les obsequio algún detalle a los clientes, como un antibacterial, por ejemplo, relata.

Benítez cuenta con dos o tres establecimientos comerciales en los que ya lo conocen y en los que realiza las compras luego de recibir previamente la lista de productos del cliente y la transferencia del dinero. Si el pago del cliente es en efectivo, Benítez igual realiza la compra y en la entrega el cliente le reembolsa el dinero.

Procura escoger los menores productos, que, por lo general, son carnes, hortalizas, verduras, víveres y frutas.

De cada 10 pedidos ―y suelta una carcajada―, ocho incluyen limones. Aún no sabe por qué esta fruta siempre está de primera en las listas. Supone que por aquello de la vitamica C.

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Foto: Cortesía

Las compras no superan los 20 o 25 dólares, porque, dice, la mayoría de los clientes son personas de clase media. La ganancia se le suma a la compra y aunque nunca ha pedido propinas, no ha faltado un cliente que generosamente le regala algo de dinero adicional.

No son muchas las entregas que Benítez logra realizar durante el día. Invierte de dos a tres horas solo haciendo las compras que luego en su casa debe acomodar muy bien para que le quepan en el morral que lleva en la espalda, aunque a veces el espacio le resulta insuficiente. Si no puede concretar alguna entrega, lo hace al día siguiente, con la anuencia del cliente.

Su servicio de entrega a domicilio es exclusivamente para alimentos de la dieta básica, así que no incluye entregas de comida rápida. Aunque no ha faltado un cliente que se lo haya pedido.

“Una vez ―cuenta― me llamó una cliente para que le llevara un Cocosette y una Coca-Cola”.

Dijo que no, por supuesto. Pero a lo que no se niega Benítez es a llevar medicamentos. No está en su agenda de servicio, pero si algún cliente lo requiere, se encarga de indagar farmacias y costos y, previa transferencia, lo compra y lo entrega. “Por este servicio ―dice tajante― no cobro nada”.

Hasta ahora, Benítez no ha tenido problemas para circular. Cumple con las normas sanitarias impuestas y con el horario permitido. Cree que la percepción que tiene la gente sobre alguien que ande en bicicleta, además, es distinta y positiva.

Su esposa, aunque a veces teme por algún riesgo de contagio o accidente, lo apoya y lo ayuda en el embalaje de las compras y hasta le aporta ideas para mejorar el servicio.

¿Algún susto durante una entrega? Asegura que hasta ahora no. Salvo un día que circulaba por la avenida Constitución y un convoy militar lo seguía. Los tipos ―añade riendo― iban en la misma dirección que yo.

Stefano Benítez, @fefobenitez, espera, como todo el mundo, retomar sus actividades habituales. Como, por ejemplo, perfeccionar los podcast que, junto con Ronal Lazo, @calvosuicide, realiza para los episodios de El Chivo Pelao, a través de Youtube, y, por supuesto, volver a ver y sentir la alegría que dejan en la gente sus rutinas de comedia.

Me queda la enseñanza de que siempre te puedes reinventar, aunque jamás me imaginé que después de comediante, sería repartidor. No te haces rico pedaleando por Maracay con esta cuarentena, pero es una experiencia que me dignifica y que me deja hacer algo positivo por los demás.

Para quienes necesiten sus servicios, solo tienen que buscarlo en Twitter o Instagram como @fefobenitez o @delivery_Mcy


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