Venezuela pone en mínimo al ambiente con la falta de apoyo a la investigación y el cierre de centros

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Los obstáculos estatales a los expertos para evaluar los desastres ocurridos por derrames, descargas u otros accidentes; el vandalismo que ha impactado las instalaciones académicas y oficiales, así como el desmantelamiento de la “Planoteca”, llevan a los científicos a pensar que el tema ambiental vive su momento más peligroso.

Caracas. Los venezolanos siguen sin conocer la magnitud de los daños que causó el derrame petrolero en el medio ambiente de las costas de Carabobo y Falcón, en julio de 2020. Es el peor ocurrido en los últimos tres años. Los investigadores no tienen acceso a la información.

Ni Inparques ni el Ministerio para el Ecosocialismo han dado aún autorización a los tres biólogos de la Sociedad Venezolana de Ecología que un mes después del derrame solicitaron salvoconductos para llegar al Parque Nacional Morrocoy. El equipo se proponía evaluar el impacto de la fuga de hidrocarburo de la Refinería El Palito, a través de recorridos en al menos cinco puntos de la costa. Los componentes residuales del petróleo pueden causar estragos en manglares y en humanos, por la cadena de contaminación.

“Teníamos todo preparado, pero nos lo negaron. Solicitamos entonces una reunión en línea con el equipo oficial en el lugar, para exponerle nuestra propuesta de muestreo. Nos quedamos esperando”, narra Vilisa Morón, presidenta de la asociación. Y precisa que gracias a un proyecto de ciencia ciudadana, sin apoyo estatal, lograron recibir 120 fotografías que les permitieron determinar que la mayor afectación aparecía en la laguna interna de Morrocoy (“La Ele”) y en Los Juanes.

El caso de Morrocoy no es el único que pone a flote la cadena de obstáculos estatales para el estudio del medio ambiente. Más de 20 derrames y descargas de hidrocarburos detectados en las costas de Zulia, Anzoátegui, Carabobo y Falcón, en 2020, no han contado con monitoreo científico por falta de autorización, de financiamiento o de apoyo logístico. Y el biólogo y ecólogo marino Eduardo Klein afirma que van en aumento sin control.

Las limitaciones para la evaluación profesional se extienden a una amplia gama de desastres naturales tales como la contaminación de mercurio en el río Orinoco, la deforestación y extracción irregular de minerales, al sur del país, y el uso indebido de sendas del Ávila.

Después de haber sido líder en investigación marina en el Caribe, por ejemplo, Venezuela está perdiendo la capacidad científica de estudiar su medio ambiente, destaca Klein. Si acaso, hace algún proyecto, ante el creciente abandono estatal de los centros de indagación.

“El ambiente en Venezuela está en el peor momento de su historia. Y también está en el más peligroso, porque creo que cualquier eventualidad que pueda ocurrir nos agarrará absolutamente incapacitados para responder a su impacto”.

El medio ambiente se queda sin investigación

Klein, director del Laboratorio de Sensores Remotos de la Universidad Simón Bolívar, fue el primero en detectar por uno de los satélites el derrame petrolero que afectó el golfo Triste y el Parque Nacional Morrocoy.

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Y, en mayo pasado, observó a través del sistema otra descarga de hidrocarburos de la Refinería de Cardón a las aguas del golfo de Venezuela. A pesar de que esas descargas se realizan continuamente, se observa claramente una mancha inequívoca de hidrocarburos que “uno supone está fuera de la norma”.

Pdvsa, como en el derrame de Falcón, no ha emitido ninguna declaración. A pesar de que el impacto ambiental por efecto de una descarga es mucho mayor que los que ocurrían anteriormente, refiere.

“El monitoreo con científicos es una es una prioridad que debe atenderse ya”, advierte.

Pero cualquier investigación se topa con la falta de data oficial.

La fundación Azul Ambientalista denunció el 1° de junio la creciente muerte de flamencos en el Refugio de Fauna de Cuare, debido al tendido eléctrico instalado en 2016 en la vía que va a la población de Chichiriviche.

“Ha terminado con la vida de cerca de 500 aves migratorias, pero no hay cifras oficiales desde hace más de seis años”, reportó por Twitter.

Desaparecen centros de estudio del medio ambiente

La falta de recursos que asfixia a las universidades que contribuyen a la conservación de la biodiversidad imposibilita el mantenimiento mínimo de esa instalación, sumida en la volatilidad del dólar y la inflación.

Un informe preliminar de 2020 sobre la situación de espacios universitarios de conservación ambiental determinó que de 74 áreas de conservación ex situ, como herbarios, museos, laboratorios y departamentos, solo 14 están operativos. Otros 23 han sido golpeados por el hampa e invasiones y 10 están casi perdidos por el déficit presupuestario. El estudio fue realizado por el Observatorio de Universidades y el Aula Abierta.

“El desmantelamiento y la destrucción de estos espacios incluye las estaciones biológicas, granjas experimentales, reservas ecológicas y forestales. Están sometidas a carencias de presupuesto, hurtos e invasiones”, señala el diagnóstico realizado entre 2020-2021. Y agrega que ya demasiados museos, colecciones biológicas y los laboratorios colapsan por la falta de personal.

“Gran parte de la investigación en ciencias ambientales se hacía desde las universidades con fondos del Estado y del sector privado. Pero, por la crisis, empresas cerraron o disminuyeron sus ganancias y se ha mermado la disponibilidad de fondos”, explica Morón. Y añade que las líneas de investigación más afectadas son las relacionadas con laboratorios, pues requieren insumos importados que son difíciles de adquirir.

Los laboratorios del Instituto Oceanográfico de la Universidad de Oriente son muestra.

A esto se agrega la seria falta de protección del Estado a los investigadores ante la inseguridad.

“Hay zonas de estudio convertidas en zona roja, como Paria, que es un área de piratería y narcotráfico. También las fronteras con Colombia que son zonas de guerrilla. Allí solo puedes trabajar si dialogas y acuerdas con esos grupos irregulares que la presencia de investigadores no tiene que ver con ellos ni dificultará sus actividades”, afirma Morón.

Perdidos en la “Planeoteca” ambiental

La devastación también se extiende como una mancha negra a los organismos del ramo del propio Estado venezolano.

La Biblioteca del Ministerio del Ambiente, ubicada en el Centro Simón Bolívar, en el centro de Caracas, se encuentra desmantelada desde 2017. Y se extraviaron documentos sobre la historia hidráulica del país, afirma un ingeniero que trabajó allí por más de 20 años.

También se desconoce el destino de cientos de proyectos de construcción realizados hace más de 50 años que se guardaban celosamente en la “Planeoteca”, como llamaban al centro más importante de investigación medioambiental del país.

Tampoco existen condiciones para enseñar a adultos y niños el complejo mundo del ecosistema, dice el biólogo Hernan Biord, miembro del club de exploradores Cema.

“Esa desatención, ese desinterés de parte del gobierno hacia las instituciones académicas del propio Estado y los centros de estudio deja un vacío enorme en los avances de la investigación”, recalca Klein.

Y prosigue: “Las carencias y la falta de voluntad política, pues no dar permisos es una razón política, es algo casi criminal. Estamos destruyendo la capacidad científica de investigación. Y súmale a eso la enorme migración de jóvenes profesionales y estudiantes que dejan prácticamente vacía a la universidad. Con eso se está destruyendo la base que Venezuela tardó decenas de años en formar”.

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