El barrio Los Olivos de Maracaibo, una comunidad que enfrenta la crisis con amor

Barrio Los Olivos

Los habitantes del barrio Los Olivos, al oeste de Maracaibo, tienen cinco años padeciendo enfermedades y malos olores debido a un bote de aguas residuales que ni Hidrolago ni la alcaldía solucionan. Aunque un comedor comunitario hace grandes esfuerzos por paliar el hambre, la falta de ingresos económicos en las familias de la empobrecida comunidad, mantienen la desnutrición al acecho.

Maracaibo. Dos kilómetros y medio separan a la avenida La Limpia del barrio Los Olivos en la ciudad de Maracaibo. Rodeada de una importante actividad comercial y de una zona residencial pudiente, está la comunidad constituida por dos calles y 398 familias, se encuentran sumergidas en la pobreza extrema.

En la barriada los servicios públicos son deficientes. La electricidad falla al menos dos veces al día por más de cuatro horas, el agua no llega con regularidad y hace más de cinco años que un bote de aguas servidas mantiene tapados los drenajes, lo que provoca que en temporada de lluvia, las casas de la zona se inunden.

La actividad comercial del sector se resume a un abasto y un taller mecánico privado. También hay una escuela básica y un kínder. No hay ambulatorios y mucho menos un Centro de Diagnóstico Integral (CDI) dentro de la barriada.

Christofer Castillo, tiene 40 años, y afirma que cada vez que llueve, el agua alcanza un metro de altura dentro de su casa.

La última vez que llovió perdí electrodomésticos, porque el agua pasó los muros que hemos hecho en los frentes de la casas”, contó.

El mal olor del riachuelo de agua sucia atraviesa la calle principal de la comunidad. Las aguas putrefactas han ocasionado enfermedades gastrointestinales, respiratorias y de la piel. Madeline Hurtado de 48 años de edad, vive con cuatro hijos y dos nietos.

Barrio Los Olivos
Al menos 60 niños comen durante cuatro días a la semana en el comedor Tía Fina . Foto: José Ángel Núñez

Esto es horrible, mis hijos tienen llagas y las picadas de los zancudos se les infecta, no podemos ni sentarnos en el frente del olor. Esa agua nunca seca”, dijo la ama de casa.

De acuerdo con los vecinos, el bote de agua servida fue ocasionado por la rotura de la tubería principal y aunque han puesto en varias oportunidades la queja en Hidrolago, su solicitud ha sido ignorada, al igual que por la gestión actual de la Alcaldía de Maracaibo. “Hace dos meses vino la alcaldía, vaciaron el agua y se fueron”, criticó Castillo.

Una luz de esperanza

En Los Olivos no todo es malo. Hace tres años la Organización Barriguita Llena, Corazón en Cristo, comenzó a asistir a la comunidad brindando atención alimentaria. Hoy constituyen un comedor comunitario llamado Tía Fina, atendido por la señora Josefina Zea, en el que más de 90 personas, entre adultos y niños, son atendidos cuatro veces a la semana.

Los lunes y martes atendemos a 65 niños aproximadamente y, los jueves y viernes vienen 30 adultos mayores a comer. Esto ha sido una bendición para la comunidad. Aunque por la pandemia comenzamos debajo de una mata, ahora estamos aquí en la casa”, dijo Josefina mientras servía arroz con sardina.

Según reveló la tía Fina, como es conocida en el barrio, poco a poco han logrado celebrar actividades en la comunidad como: el Día del niño, Carnaval y Navidad, con rifas y la venta de dulces en la misma comunidad.

El comedor cuenta con la colaboración de otras madres que ayudan a organizar los almuerzos y otras actividades. Josefina se levanta todos los días a las 6:00 de la mañana para preparar sopas, arroz con proteína, pasta con salsas y a veces, jugos para sus hermanos, como los llama cariñosamente.

El pastor Gustavo Mendoza, presidente de la organización, contó a Crónica.Uno que uno de los centros piloto en atención es en el barrio Los Olivos.

Observamos que había un grupo de niños pidiendo dinero para comer en la entrada de la urbanización hace años, eso nos despertó mucha inquietud y comenzamos a llevarles comida, haciendo que nos expandiéramos a un comedor”, dijo Mendoza.

“Aquí la cosa es dura”

Yoleida Godoy es madre de un niño de 4 años de edad, mientras ella ayuda a Josefina, su hijo almuerza en el comedor una vez por semana. La mujer contó que gana 40 dólares semanales limpiando casas en el norte de Maracaibo. “Mientras yo trabajo mi esposo cuida al bebé porque con la llegada de la pandemia, él se quedó sin trabajo”, dice.

Conmovida, contó que su comunidad es muy humilde y que la mayoría de las familias comen una o dos veces al día. “Hay muchas madres que no tienen qué darle de comer a sus hijos, aquí la cosa es dura. A veces llegan en la casa a pedir, yo tampoco tengo mucho pero así sea arepas dulces comemos, es triste lo que vive mi barrio, no sé explicar lo que siento”, dijo Godoy evitando las lágrimas.

El resto de sus días libres ayuda en el comedor.

“Les hago una chicha con harina que a los niños les gusta mucho, se las hago con mucho cariño porque creo que todos podemos ayudar”, contó la madre.

En el barrio Los Olivos la pandemia y la migración han hecho estragos, se estima que al menos 15 viviendas están bajo el cuidado de vecinos luego de que sus dueños se fueran del país. Tal es el caso de Diamaris Colmenares de 26 años de edad.

Estoy en una casa al cuido, pero me mandaron a desocupar y ahora no sé para dónde irme”, dijo llorando la madre soltera.

Aunque parió cuatro hijos, solo dos están a su cargo. Deimaris de cinco años y Juan Andrés de tres años. “La mayor está en Colombia con su papá y la otra niña la dí en adopción porque no tenía cómo mantenerla”, relató ahogada en llanto.

Al cruzar la calle del comedor, en el callejón Chicago de la misma comunidad vive Diamaris. Cuenta que a veces su tío, quien se gana la vida recogiendo basura, pintando casas o barriendo patios, la ayuda para comer.

Antes pedía en la calle para mis hijos, pero desde que tenemos el comedor aquí, no lo hago. Ellos comen una vez al día, a veces dos veces. Por ejemplo, hoy no tengo que darles en la cena”, dijo.

Diamaris sufre de hemiplejia desde que tenía un año de nacida, tiene problemas en su pierna y brazo derecho, por lo que se le dificulta conseguir trabajo.

“Cuando consigo algo de dinero hago paledonias (catalinas) para vender. Esta semana voy a hacer unas porque se gradúa la niña y tengo que pagar 17 dólares en el colegio”, dijo esperanzada.

“Cada vez que llueve se me viene Jesús a la boca”

Maigualida Zea, una madre procesadora de 48 años de edad, dice que vive en zozobra, con solo ver el cielo nublado.

Cada vez que llueve se me viene Jesús a la boca como dicen, porque el agua se mete. He perdido ropa, zapatos, comida, de todo, porque esta calle es la desembocadura del agua que corre en la avenida La Limpia. Cuando cae un palo de agua se hace una cañada”,  dijo.

Barrio Los Olivos
Maigualida ha perdido los pocos corotos que tenía en su casa debido a las lluvias / Foto: José Ángel Núñez

Ella vive junto con sus tres hijos, Víctor, Manuel y Orlando, que sufre el síndrome de Turner.

Cuando llueve me da pánico, porque se mete el agua por el techo, por la calle, por todas partes, aquí se moja todo”, dijo el joven con dificultad para hablar.

Poco a poco Maigualida, con la ayuda de su hijo menor, que trabaja en una agencia de loterías, ha comprado algunos tubos para reforzar el techo, pero necesita alrededor de 100 láminas de zinc para cubrir el daño que los años han causado en su casa.

Los ingresos de la familia son limitados. Maigualida gana sueldo mínimo como madre procesadora en la escuela del barrio y su hijo gana por comisión. Dice que gracias a Dios todavía comen tres veces al día, pero reconoce que la situación para ella es dura, sobre todo por los cuidados que requiere su hijo especial.

“Él no tiene estabilidad, se va de lado, se va para atrás cuando se sienta, hay cosas que si coordina y no retiene. Ahora está perdiendo peso, tiene 19 años y pesa 40 kilos, así que lo tengo en control con la nutricionista para que me ayude a que se recupere, mi situación es crítica”, dijo la mujer mientras mostraba las condiciones de su vivienda.

Orlando dice que sueña con ser cantante. En una de las tantas fallas de luz, demostró el por qué de su sueño. Su voz retumbó en el barrio como buen fanático que es del vallenato. “Yo amo a mi madre, ha hecho muchos sacrificios por mí”, cuenta el alegre joven.

Barrio Los Olivos Maracaibo
Orlando reconoce que cada vez que llueve siente miedo porque su casa se inunda,

Cada familia del barrio Los Olivos lleva su propia cruz, como ellos mismos lo describen. Dicen que desde que comenzó la pandemia todo se ha venido a menos, muchos se han quedado sin trabajo y las condiciones de vida por falta de atención del Gobierno regional han empeorado su situación.

El barrio Los Olivos es una zona invisible ante los ojos de los gobernantes, un barrio que sufre hambre, desnutrición, desempleo y fallas en los servicios públicos, pero aun así se mantienen unidos y esperanzados en que mañana será mejor.


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