La película de Flavio Pedota, que todavía no se estrena en el país, está cargada de referencias que cuestionan al poder. El cineasta logra tensión de principio a fin en este largometraje que también hace guiños a la esperanza.

Caracas. En las películas de zombies, la población sucumbe al pánico. Teme ser contagiada por lo desconocido. Los ciudadanos ven cómo su mundo se desmorona ante una epidemia cuyas causas ignoran. El vecino deja de ser la persona que solía saludar en las mañanas para convertirse en una amenaza. Ningún paso es seguro. El mundo cambia.

Las imágenes son comunes en este tipo de largometrajes, con recursos tan manidos que se han hecho poco atractivos para algunas personas, que consideran predecibles este tipo de filmes.

Pero más allá de los gruñidos y la tensión del escape, este tipo de historias han tenido diversas interpretaciones. Una de las más comunes es la crítica al consumismo que se hace al comparar a los zombies con compradores compulsivos. No en vano algunas películas han sido ambientadas en centros comerciales como El amanecer de los muertos (1978) de George A. Romero, que en 2004 tuvo un remake a cargo de Zack Snyder.

En ese refugio, que a la vez parece cárcel, los supervivientes establecen unas normas que paulatinamente son violadas mientras otros sacan lo peor de sí. Porque en el apocalipsis zombie se ven los extremos de las personas que luchan por su vida.

Hollywood tiene una vasta lista de películas de este subgénero. Entre las más recientes llegadas a la cartelera venezolana está Zombieland 2: Tiro de gracia de Ruben Fleischer, una comedia en la que el orden establecido desaparece y se establecen nuevas reglas.

Ahora bien, el 29 de noviembre estaba previsto que se estrenara en el país Infección de Flavio Pedota, una coproducción entre Venezuela y México, pero el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía hasta ahora no le ha entregado el certificado de obra nacional, una especie de cédula de identidad que necesita para exhibirse.

Tanto el director como su equipo han denunciando desde octubre distintos obstáculos por parte del organismo estatal, como la exigencia de requisitos que no están establecidos en la Ley de Cine.

El 14 de noviembre un grupo de periodistas pudo ver el filme en una función especial. En la película, la epidemia se extiende por Venezuela: el caos, el miedo, la angustia por la catástrofe creciente en un país cada vez más carcomido.

Hay zombies en Caracas, los Andes, Aragua y otras regiones. No hay rincón con tregua. Todo comienza en la capital, donde un ruso se contagia con el virus de la rabia y además consume la droga krokodil. El comienzo del desastre. En las montañas andinas, el doctor Adam Vargas (Rubén Guevara), que acaba de enviudar, emprende un difícil viaje para encontrar a su hijo, que se encuentra en la casa de campo de los abuelos.

En ese periplo, va descubriendo lo que ocurre. No sin antes ver cómo personas cercanas se convierten en muertos vivientes ávidos de carne humana.

El director aprovecha escenas para cuestionar el poder en Venezuela. Toma un extracto de una alocución de Nicolás Maduro, quien asegura que en el país todo está normal, frase que recuerda a una de las canciones más recientes de Desorden Público que satiriza el discurso oficial, y que además recuerda a la película cubana Juan de los muertos de Alejandro Brugués, en la que una epidemia zombie llega a la isla, donde el régimen intenta minimizar lo ocurrido y asegura que todo es un plan imperialista.

En Infección, mientras el gobernante habla, el horror transcurre frente a la pantalla. Otra escena que inevitablemente genera la complicidad del espectador es aquella en la que el protagonista camina por calles devastadas y se ve una valla gigante con mensajes pomposos de la revolución.

En las películas de zombies, los que no han sido infectados se horrorizan ante estas criaturas que van en contra del curso natural de la vida.

El zombie pierde toda conciencia para ir instintivamente en contra de quien está todavía vivo. Además, ser mordido y convertido en zombie es la pérdida de la individualidad. El sujeto se convierte en parte de un conjunto alejado del concepto de libertad.

En Infección, los sobrevivientes primero escapan, luego intentan guarecerse y buscan una solución. En el caos no hay autoridad que valga, más allá de algún vestigio que se mantenga entre quienes establecen pequeños perímetros para el refugio y así recobrar cierta normalidad. Pero esa tranquilidad es frágil. En cualquier momento irrumpen los zombies para acabar con todo intento de orden.

Pedota logra en su primer largometraje mantener la tensión de principio a fin. Cuida los detalles de un guion elaborado minuciosamente en un subgénero del que hay muchas referencias. No es fácil mantener al público interesado cuando el bagaje es amplio. Pero él logra el objetivo.

Leonidas Urbina como el vecino Johnny aporta dinamismo a la dupla que se forma durante el viaje emprendido por el protagonista a través de los distintos parajes de terror.

El cineasta, a pesar del catastrófico planteamiento, da cabida a la esperanza. La inocencia surge como un guiño a un mejor futuro en medio de la destrucción.

zombies

Si bien no se sabe si Infección llegará a las salas, la película seguramente entrará en las listas como filme de referencia en la historia del cine venezolano no solo por lo arriesgado de su propuesta en un país con una industria en crisis, sino también por sus mensajes entrelíneas en tiempos de censura y autocensura.


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