Las 176 escuelas de Fe y Alegría educan en emergencia. El apagón nacional del 7 marzo supuso un cambio en la rutina escolar para intentar mantener las escuelas abiertas en medio de las carencias. “Aunque quieras trabajar los cinco días de la semana, la situación no lo permite. Nunca hay un día ordinario en que tengamos un día estable”, dijo la directora nacional del Programa Escuela, Noelbis Aguilar. En lo que va de 2020, ya tienen 5 % de renuncias de maestros y profesores. Mientras que casi 30 % de los estudiantes no está asistiendo a clases.

Caracas. Desde hace mucho tiempo las escuelas no han tenido un día estable de clases. En Venezuela se educa en emergencia. Con las agencias de Naciones Unidas, los planteles de Fe y Alegría aprendieron las normas mínimas para actuar en contextos de emergencias.

Noelbis Aguilar, directora del programa escuelas de Fe y Alegría, dice que tuvieron que leer, indagar. Después del apagón nacional del 7 marzo de 2019, se dieron cuenta de que el método de trabajo en los planteles educativos debía cambiar.

Lo que vino: reorganización de horarios de clases, unificación de secciones, madres y padres dando clases, gestiones para conseguir transporte, alimentación, suministro de agua. Mantener la escuela abierta ha significado que se descuide el proyecto educativo, sostuvo Aguilar.

El apagón fue un gran frenazo (…) Fue muy duro cuando la gente cayó en cuenta de que estábamos en emergencia, pasamos por una etapa de quiebre, pero de levantarnos, dice Aguilar. Las renuncias aumentaron, las deficiencias en los servicios limitaron la operatividad de los planteles.

En el año escolar 2018-2019 “casi la mitad de la población —de 46.000 estudiantes— fueron promovidos con el literal C y D”, dijo con preocupación Aguilar. Mientras que el promedio de la mayoría de los estudiantes de bachillerato fue de 12 puntos sobre 20.

—¿Qué le ha tocado hacer al sector educativo para mantenerse en pie en medio de la emergencia?

Después del apagón fue un gran frenazo. Nos permitió hacer un alto y mirar nuestro proyecto de desarrollo educativo, al cual no renunciamos. Priorizamos cuáles son las competencias que tenían que aprender los chicos en el contexto que vive Venezuela. Eso nos llevó a hacer cambios a nivel curricular, sin salirnos de la política educativa del país. Optimizar la jornada escolar, que ya no son cinco horas, a veces, menos. No podíamos seguir haciendo pruebas, buscamos maneras de evaluación más auténticas que nos permitan ver el verdadero desempeño. Se hacen a través de conversatorios, rúbricas, portafolios. A nivel pedagógico ha sido la oportunidad de plantearnos estrategias diferentes de garantizar medianamente una calidad educativa.

—Es decir, les tocó aprender cómo se educa en emergencia… ¿En qué momento se dieron cuenta de que estaban educando en emergencia?

Después del apagón nos dimos cuenta. Fue mirar las deficiencias. Los servicios fueron cada vez más deficitarios. La diáspora de personal fue más alta después de marzo de 2019. De la mano con la Unicef comenzamos a trabajar, a leer, a indagar. Nos leímos las normas mínimas. Decían que teníamos que promover la participación y la articulación. Fundamentalmente la participación, porque solos no podíamos; que teníamos que echar mano y trabajar en red. Asumir políticas de protección para los niños. Sobre todo, quienes quedaron bajo el cuidado de terceros, lo cual se incrementó después de marzo. Fue muy duro cuando la gente cayó en cuenta, pasamos por una etapa de quiebre, pero de levantarnos. No ha sido fácil.

—Pero ya estaban educando en emergencia antes del apagón. ¿No lo sabían? ¿O qué era la escuela antes del apagón?

—No había alimentación y eso incidía en la permanencia de los estudiantes. Lo sabíamos. De hecho, en 2016, desarrollamos el programa de vigilancia nutricional porque ya veíamos que la nutrición afectaba el proceso de aprendizaje. Estaba el asunto del agua. Lo eléctrico se estaba sintiendo, pero no era algo que afectara directamente la gestión escolar. El tema de transporte también lo sentíamos, pero había posibilidades de gestionarlo. Después de marzo caímos en cuenta de que realmente estábamos en emergencia. Fe y Alegría estaba dentro de su burbuja, si se quiere. Tuvimos escuelas en que renunciaron hasta 15 maestros. Marzo, abril y mayo fueron los meses más duros. Luego el 16 de septiembre abrimos las escuelas y no llegamos ni a 5 % de estudiantes inscritos en preescolar y primaria.

—Es decir, tuvieron que buscar a los alumnos.

—Sí. Que la escuela estuviese dando comida, que entregaríamos morrales, con ayuda de las diferentes agencias de Naciones Unidas, se inició el año escolar, eso fue un incentivo para las familias.

Noelbis Aguilar
Noelbis Aguilar, directora del Programa Escuela de Fe y Alegría. Foto: Luis Morillo

—¿Al final cuántos pudieron inscribirse?

—Ya para el 25 de octubre teníamos a 98.000 estudiantes matriculados, casi 95 % de la población estudiantil. Es más, hubo directores que se fueron tocando puertas para buscar docentes, que no eran graduados, pero mucha gente tuvo que salir a la comunidad para reclutar gente y sumarla a la plantilla de personal.

¿Y enero de 2020 cómo va?

—Volvieron las renuncias. Hay unos picos en el año, sobre todo, cuando se dispara el dólar. El nuevo tabulador salarial no satisface las necesidades. El año pasado de 9600 trabajadores llegamos a 6200, sobre todo personal docente. Eso hace cuesta arriba garantizar la calidad educativa. Este mes tenemos otro 5 % de renuncias de maestros y profesores. Uno no siente que falten muchos, porque al final en la escuela se reorganizan los estudiantes. Hemos tenido que reclutar un maestro de la mañana, también como suplente en la tarde. Como las matrículas también disminuyeron, antes era de 40 y pico de estudiantes, lo que hemos hecho es fusionar las secciones. También tenemos un promedio de asistencia de entre 60 % y 75 %. Quiere decir que tenemos un número importante de niños matriculados que no asisten a clases o son itinerantes.

Reorganizar y continuar

—Habla de la reorganización. ¿Qué ha tenido que hacer un director de plantel o qué cosas se han vuelto cotidianas que no formaban parte del trabajo?

—Por ejemplo, ahorita te tienes que ocupar hasta por el tema salud. Tienes personal al que le falta la pastilla para la tensión. Hay que gestionar transporte con las comunidades para llevar al personal. El tema alimentario, salir a comprar, buscar proveedores, quién lleva los productos a la escuela. Para mantener el suministro del agua tienes que encargarte de buscar la cisterna. Es decir, que para mantener la escuela en un mediano funcionamiento el director tiene que ocuparse de estas cosas. Toda la parte pedagógica, de llevar el proyecto educativo, a veces se descuida. A veces no sé qué es lo que están enseñando a mis estudiantes, las planificaciones, cómo están evaluando, porque mantener operativa la escuela te roba el tiempo.

Usted comentó que hay escuelas que no están trabajando los cinco días de la semana. En este momento, ¿cuántas escuelas tienen en esta situación?

—Son escuelas que por la misma condición del país no pueden dar clases los cinco días. En Táchira se han organizado de tal manera que a veces trabajan tres días. Es muy costoso pagar el transporte, es en pesos. También se reducen los horarios por bloques para que los de bachillerato salgan más temprano. Otros trabajan de lunes a jueves. Y aunque tú quieras trabajar los cinco días, la situación no lo permite. Nunca hay un día ordinario en que tengamos un día estable. Hay otras escuelas en que el horario se hizo en función de los profesores que tienen. Escuelas en que los muchachos, de siete asignaturas, ven cuatro.

—Esta situación de reducción de horarios, ¿es exclusiva de Táchira o se replica en todo el país?

—No. Por ejemplo, en Paraguipoa, en el Zulia, se trabaja tres días. La escuela queda bastante alejada. Los profesores son los que van a las comunidades a visitar a los estudiantes. Un día vienen los chicos a la escuela y otro se reúnen en casas de la comunidad y allí les dan clases a los muchachos. En Carabobo también hemos reorganizado en función de la cantidad de profesores que tenemos. Aun cuando se fusionan las secciones, a veces los profesores no se dan abasto. Por ejemplo, primer año va de lunes a miércoles; tercer año, de miércoles a viernes.

En abril de 2019 reportamos en Crónica.Uno que eran 40 las mamás dando clases por la falta de docentes. Ya enero de este año van 140. ¿Está en riesgo la pérdida del sentido pedagógico y académico?

—Creo que está en riesgo la calidad educativa. Educar requiere preparación y formación. Aun cuando a las madres voluntarias les ofrecemos formación, no es suficiente. Allí hay que hacer una intervención. Ya muchas de ellas están estudiando, se han ido incorporando al Instituto Pedagógico de Caracas, a los institutos universitarios de Fe y Alegría. A las que no son bachilleres se les está brindando la oportunidad para que terminen su bachillerato y puedan empezar su carrera en Educación, si esto es realmente lo que les gusta.

—¿Y cómo han estado los resultados académicos de los estudiantes? Niños que por ser itinerantes quizá no aprendieron a leer.

No, no aprenden. El rendimiento académico, si vemos en primaria, es por literales: A, B, C y D. Cuando vimos en el cierre del año escolar 2018-2019, casi que la mitad de la población —son cerca de 46.000 estudiantes— fue promovida con los literales C y D. Quiere decir que no logran alcanzar las competencias fundamentales. Van al siguiente grado con deficiencias, por lo tanto, si no desarrollan esas competencias, cuando lleguen a la universidad, el porcentaje de retraso será muy alto.

Aguilar
Aguilar dice que en medio de la crisis humanitaria los maestros continúan esforzándose por lograr los proyectos educativos. Foto: Luis Morillo

—Con respecto a años anteriores, ¿estas deficiencias han venido en aumento?

—Sí. El promedio de los muchachos en bachillerato es casi 12 puntos. Y eso que no están viendo todas las asignaturas. Las cifras hablan por sí solas y eso es crítico. No estamos trabajando para desarrollar las capacidades fundamentales en los muchachos. Si se les pone a redactar un documento, no saben. Es bajo el nivel de comprensión, de razonamiento lógico. Estamos teniendo una deuda social muy alta. La población que va a asumir las riendas de este país va con deficiencias. Nos estamos ocupando de que el niño coma, pero no le estamos brindando oportunidades para que desarrolle competencias en escritura, procesos lógicos matemáticos, valores, de ampliar su visión del mundo, cultura general.

—¿Hacia dónde está caminando la educación en este momento, si es que tiene pierna?

Estamos en modo de contención, generando condiciones para mantener las escuelas abiertas, que es todo un desafío. Eso es producto del trabajo de muchos. Pero no puedo decir que esto sea el progreso.

—¿Han tenido algún contacto con el Ministerio de Educación para exponer esta situación? ¿Cómo es una reunión con ellos?

Tuvimos un encuentro con Elías Jaua, esa fue la última vez que nos reunimos. Fue una conversación bien amena, de sincerarnos. Por primera vez entregamos los resultados del diagnóstico antropométrico de 2018 y presentamos cómo estábamos viviendo la situación. Ellos reconocieron que teníamos un porcentaje importante de niños en riesgo nutricional. Era 20 %. Nos pusieron en contacto con la directora del Instituto Nacional de Nutrición, de allí se desarrolló un programa en conjunto para atender estas familias. Esa fue la primera vez que se presentó al ministro cómo estábamos viviendo la situación. Con el ministro Aristóbulo ha habido encuentros, pero son más generales. No se ha generado ninguna conversación.

—Este resultado antropométrico, ¿qué arrojó en 2019?

—Las mediciones se terminaron en diciembre. Ahorita en enero se contrató a una persona para hacer el informe. Esperamos que esta semana se resuelva ese tema de presentar ese informe.

—¿Cómo notifican a los niños que la maestra se va?, ¿cómo se despiden? ¿Ellos preguntan por ella?

—Es rudo. A los niños les afecta. Y dicen: “Tú también te vas”. Es el desapego, el sentirse abandonado. Eso afecta el proceso de aprendizaje. Hay unos que lo superan porque tienen el respaldo de la familia, pero cuando no es así, al niño le afecta y muchísimo.

—¿Hay alegría en las aulas de clases?

—Al hablarles a los maestros, dicen las cosas maravillosas que están haciendo. Pero que no se le toque la situación del país. Porque ahí si es verdad que… Yo sí creo que quedamos personas muy entusiasmadas, a pesar de que la cruz se lleva por dentro.


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