La Torre El Chorro se convirtió en un foco de contaminación

Centenares de refugiados viven allí desde hace más de cinco años. Vecinos de la zona se quejan de los malos olores que emanan de lo que antes eran espacios verdes y que ahora son una especie de relleno sanitario

Caracas. Desde diciembre del año 2010 la Torre El Chorro, ubicada en la avenida Universidad, funciona como uno de los 39 refugios abiertos para los damnificados de las lluvias que azotaron a la capital ese año.

Actualmente de esos albergues hay operativos 16, y la Torre El Chorro es uno de ellos. Allí viven 139 familias en condiciones críticas de salubridad.

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La gente pasa por el sitio y se tapa la nariz

Ciudadanos que trabajan en las cercanías se quejan de los malos olores que emana la parte baja del edificio, además de la inseguridad que presencian a diario y de la poca iluminación en la noche, porque -según denuncian los vecinos-  se roban los bombillos.

“En el día a veces veo que limpian, pero se nota que en la noche la gente que vive ahí lanza toda la basura por las ventanas y ensucian toda la parte baja”, aseguró Pedro Vásquez, vendedor informal en la zona desde hace 16 años.

Aunque en la planta baja funcionan las oficinas de Protección Civil y la Policía de Caracas, “ninguno de los dos entes ha dado pie con bola para dar con la solución de la contaminación ambiental que afecta a quienes viven, trabajan y frecuentan el centro”, dijo uno de los comerciantes.

Una trabajadora de la Policía de Caracas, que pidió la reserva de su nombre, se quejó de que desde los pisos altos lanzan lo que menos la gente se imagina. “Comida, desperdicios, orine, de todo. Esas personas no se han adaptado. Si está sucio aquí abajo, imagina cómo está eso allá arriba”, dijo.

Por su parte, informó que hace dos semanas, limpiaron la zona delantera del edificio con una cuadrilla del Sistema Urbano de Procesamiento, Recolección y Aseo de Caracas (SUPRA-Caracas) y que mientras lo hacían, algunos refugiados les lanzaban desechos. Además informó que los uniformados no pueden estar en la acera porque les lanzan cualquier cosa.

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La planta baja es un relleno sanitario

Desde hace más de un año, dijo la trabajadora, que no permiten que funcionarios de la Policía de Caracas entren al refugio. “Hace tiempo había dos montando guardia en la entrada, pero hubo problemas con la gente y decidimos quitarlos. Pero igual le ofrecemos apoyo si lo necesitan”, finalizó.

Por su parte el oficial Jonatan Ramos, de Protección Civil, denunció que les han roto tres parabrisas a las ambulancias con las piedras que lanzan desde arriba. “Esta contaminación afecta mi trabajo, hay ratas, malos olores. No tenemos comedor porque se dañó el techo por la basura que arrojan”, comentó.

La solución que proponen, quienes trabajan y transitan por la zona a diario es desalojar por completo la torre. “Tienen que sacarlos. Esto aquí los fines de semana es horrible con la música”, sentenció Ramos.

Versión oficial

Yaneida Peralta, quien dirige la coordinación del refugio desde hace dos años y medio, destacó el trabajo que hacen para organizar a estas personas. “La inversión la hacemos para mantener los espacios, pero la idea es que ellos se vayan”.

Peralta informó que los entes encargados de adjudicarles las viviendas a las más de 139 familias que residen allí, son el Ministerio del Poder Popular para la Vivienda y Hábitat y la Comisión Presidencial (Copredi). “Ellos tienen una data que fue cerrada en el año 2012. Desde entonces no se ha inscrito más nadie y estas familias quedaron por fuera”, aseguró.

Son aproximadamente 600 personas que, según Peralta, viven entre los pisos cuatro y ocho. “Llevo el censo, pero el piso 11 le compete al Ministerio de Relaciones Interiores, Justicia y Paz. También hay gente en el 15. Pero no sé cuántos son”, detalló.

Cada piso tiene 1056 metros cuadrados y viven aproximadamente 129 personas que serían, de acuerdo a los cálculos de Peralta, 39 familias que usan tres baños públicos, en total 10 pocetas.

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Los trabajadores de la zona no aguantan la hediondez

La coordinadora informó además que cuentan con una Brigada Ambiental conformada por 10 trabajadores que se encargan de la limpieza dentro del refugio. “Hacen un recorrido dos veces al día y limpian los pasillos tres veces a la semana”. Sin embargo los refugiados siguen arrojando todos sus desperdicios por las ventanas sin importar donde caigan.

“El problema aquí es la falta de conciencia. Porque la Brigada pasa por cada cubículo recogiendo la basura. El compromiso por parte de los refugiados se ha perdido muchísimo”, aseveró Peralta, quien durante su gestión ha hecho seis desalojos a refugiados que ponían en peligro la vida de los demás habitantes.

Fotos Angeliana Escalona 


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