Trabajo doméstico se hace a la antigua por altos costos de mantenimiento y reposición de electrodomésticos

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Las amas de casa de Venezuela vuelven a lavar a mano y la casa se convierte en un caos porque los electrodomésticos se dañan y el presupuesto familiar no da para hacer mantenimiento, reparar o reponer equipos.

San Fernando de Apure. Teresa Sánchez, su esposo José Romero y sus hijos Valentina, David y Manuel Romero integran una tradicional familia venezolana de clase media, en la que los mayores trabajan y los menores estudian, por lo cual están todos muy ocupados y se reparten los oficios del hogar “para alivianar las cargas”, afirma Teresa, la jefa de casa. Pero la paz se rompe cuando se dañan lo electrodomésticos.

En la nevera de su hogar está pegado un cronograma de distribución de las tareas domésticas por día, lo cual ayuda a mantener el hogar “medianamente ordenado”, apunta Valentina, la hija mayor de la familia, que es estricta y vigilante de que todos cumplan con la única obligación que les corresponde en el día.

Barrer, lavar los baños, cocinar y lavar los platos, que son los oficios diarios, no representa ningún problema “en este momento”, recalca Teresa, ya que hasta no hace mucho era un caos porque, a pesar de tener una estufa eléctrica de dos hornillas, solo le funcionaba una sola en la cual tenían que iniciar la cocción de los alimentos desde temprano para poder comer a la hora.

El ama de casa narra que invirtieron un poco más de 50 dólares para dejar la estufa eléctrica en óptimas condiciones, debido a la sustitución de la toma de corriente quemada por la alta demanda energética del enchufe de la cocina, así como la reposición del cable y enchufe inservibles, más la restitución de la espiral faltante, por segunda vez, debido a fallas del primero.

Tuvimos que reunir esa plata para habilitar la cocina y dejamos de comer”, cuenta la habitante del apartamento 08, planta baja, bloque 06, de la urbanización José Antonio Páez, de San Fernando de Apure.

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La lavadora vieja de la familia Romero no funciona bien porque las aspas ya no tienen fuerza. Foto: Sulay García

“Es la que nos está sacando la pata del barro”, asegura la mujer, en referencia a que en la capital llanera solo surten de gas doméstico dos veces al año, y en su casa únicamente hay un cilindro de 10 kilos, cuyo contenido no supera el mes de duración y por lo cual es habitual el uso de la cocina eléctrica, al menos 10 meses al año.

La inversión en la estufa eléctrica y la permanencia en el hogar debido a la cuarentena por coronavirus ha mejorado la eficiencia de los Romero en sus tareas domésticas, y por eso están comiendo a la hora, cuando no hay interrupción del servicio eléctrico que los obligue a pasar el día ingiriendo pan, como ha ocurrido.

Sin embargo, desde que se les dañaron otros electrodomésticos, la lavadora nueva hace cinco meses, y también se les descompuso otra lavadora viejita que habían habilitado por la contingencia, no pueden evitar el caos en su casa los fines de semana, cuando les toca lavar.

“Lavar edredones a mano es horrible”
Valentina, cuenta que “es horrible lavar los edredones a mano”, a pesar de que cuenta con el apoyo de sus dos hermanos menores que le ayudan a exprimir estos cobertores de cama acolchados, que multiplican su peso cuando están mojados.

También relata la joven, que se define como “estricta con el orden y la limpieza”, que le causa frustración no poder rebajar las montañas de ropa sucia acumulada en su casa desde que se inutilizó la lavadora, la cual sacaba 12 kilos de ropa en una sola lavada.

Asegura que necesitan 200 dólares para repararla debido a que, por las recurrentes fallas eléctricas, se dañó una pieza que no se consigue y, en su defecto, el técnico recomienda cambiarle la tarjeta electrónica.

El técnico de electrodomésticos dice que la pieza faltante se consigue en Colombia como a 40 o 50 dólares, pero para traerla es la misma cosa, cuesta igualito que la tarjeta y no tenemos de dónde sacar ese dinero”, comenta la muchacha.

La habilitación de una lavadora viejita que tenían no remedia en nada la situación, debido a que las aspas no baten con fuerza, la secadora no le sirve y, en fin, “terminan lavando a mano”, narra Valentina.

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Piezas viejas y en mal estado dañan los equipos. Foto: Sulay García
Un sacrificio reactivar un aire acondicionado

Reactivar el aire acondicionado de la habitación de Manuel fue un logro para la familia, la cual se sometió a las consecuencias de no disponer de uno de los salarios que ingresan al hogar para ahorrar e invertir en su reparación.

El aparato tenía cinco años fuera de servicio debido a que se le quemó el compresor y, a pesar de necesitarlo porque en San Fernando el calor no se baja de 40 grados, los Romero no tenían cómo repararlo.

Por el ingreso adicional de un nuevo trabajo que aceptó Teresa, “porque la cosa está muy dura”, como dice ella, se decidieron a repararlo ahorrando desde la primera quincena hasta reunir los casi 160 dólares que costó ponerlo en funcionamiento.

Con 100 dólares de ahorro de Teresa compraron el compresor de 12.000 BTU, el capilar, varilla de plata, filtro, capacitor y electrón; mientras que con casi 57 dólares que puso José, el jefe de la familia, pagaron el otro pote de electrón para limpiarlo bien, porque el aparato estaba muy sucio, el termostato y la mano de obra.

El técnico mostró a la familia las piezas viejas y en mal estado que otros técnicos antes que él le habían puesto al equipo y que habrían sido la causa de la quema del compresor, las cuales, según José, se las hicieron comprar nuevas.

La nevera no enfría y al colchón se le salen los resortes 

Comenta David, quien es el responsable de limpiar la nevera, que “no enfría casi y los alimentos se dañan”, por lo que deben consumirlos rápidamente para aprovecharlos.

Tienen la esperanza de repararla con el señor que les rehabilitó el aire acondicionado, quien les parece confiable, pero “carero”. “Vamos poco a poco porque son tantas cosas”, comenta José.

Teresa y José, que son los que trabajan, ganan más 100 dólares mensuales, pero aseguran que ese ingreso apenas les alcanza para los alimentos, por lo que han hecho algunos sacrificios para hacerle mantenimiento a los aires acondicionados de dos habitaciones, reparar la cocina eléctrica y, recientemente, reactivar el aire del tercer cuarto.

Desayunamos y cenamos con yuca, topocho o auyama; comemos muchas matas, espinaca, repollo; y si hay que comer solo pan con guarapo, lo hacemos para recoger la plata”, sostiene el jefe de familia.

El próximo paso debería ser reparar, la nevera Mabe en la que tienen pegado el cronograma de los oficios, aunque surgen dudas de si reponer primero el colchón matrimonial, al que ya se le sienten los resortes y por lo cual la pareja de periodistas, que por su oficio ya tienen hernias discales, tienen fuertes dolores de espalda.

Ambas necesidades son prioritarias, así como el botadero de agua del fregadero y de los lavamanos de los dos baños que, según el plomero, requieren reposición de las mangueras con sustitutas de buena calidad para garantizar su vida útil.

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David Romero tiene todos sus aparatos malos. Foto: Sulay García

En total, la pareja calcula que todavía necesita como 500 dólares para acometer estas reparaciones de electrodomésticos, comprar el colchón y habilitar el Split de la sala, al que la delincuencia dejó sin motor. “Siempre que no se sumen gastos emergentes, como el reciente con la sustitución de vaso, carbones, cuchilla y cuadrante de la licuadora, por 15 dólares”, señala el señor Romero.

Aseguran que la única forma de lograrlo es seguir haciendo los ahorros de 50 dólares mensuales, fórmula que les ha funcionado y con la que aspiran a reunir los 160 dólares que cuesta el colchón, los 150 dólares de la rehabilitación del Split y los, por lo menos, 50 dólares entre mangueras metálicas de lavamanos, fregadero, una llave paso y el herraje de una poceta.

A esta cantidad hay que sumarle la reposición del gas de la nevera y su temporizador dañado, más un regulador de voltaje, lo cual no se baja de 50 dólares; la tarjeta de la lavadora en 200 dólares y la mano de obra.

En conclusión, los Romero de San Fernando de Apure, una de las pocas familias “afortunadas” de Venezuela, que gana por encima del salario mínimo mensual del país, actualmente inferior a dos dólares, con disciplina y sin que haya interferencia de algún imprevisto o inflación en dólares como está ocurriendo, tardarán aproximadamente un año para lograr que Valentina deje de lavar a mano y acometer todas las reparaciones y reposiciones de electrodomésticos y otros arreglos que necesita su hogar.


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