Foto: Gleybert Asencio
Por Mabel Sarmiento G,
Caracas
“José Gregorio Hernández ya es beato”. “El laico ya está en los altares”. Fue la noticia que corrió entre los fieles. Una bendición para los venezolanos en medio de la pandemia. Después se escucharon los cohetones y las notas del Himno Nacional. El eco llegaba de los lados de la plaza La Candelaria, justo donde está la iglesia en la que reposan los restos del Venerable.
“Estaba en pijama y el estruendo me asombró, luego vino la calma. En el grupo del edificio pusieron la gran noticia. Me vestí y bajé corriendo. La emoción que tengo es indescriptible. José Gregorio es mi milagro, yo soy un milagro de él, él es mi padre. Esto representa una gran alegría para todos los venezolanos y que justo llegue en este momento, cuando estamos viviendo situaciones difíciles e inesperadas, es una bendición”, dijo Yogres Yamín.
Ella se apresuró y entró a la plaza antes de que el cordón policial fuera más estricto. Llegó hasta las rejas que protegían la imagen del Venerable. Ahí rezó, se persignó y agradeció.
“Me siento bendecida por él. Mi mamá sacó mi nombre de las letras del suyo y para mí es un honor. Me ha favorecido mucho, sanó a una amiga que estaba en coma”, contó antes de que una funcionaria de la Policía Nacional Bolivariana le dijera que no podía estar en la plaza.
Yamín no opuso resistencia. “Me voy en paz porque cumplí con él y estoy sumamente feliz”.
La plaza se llenó a eso de las 12:10 m. cuando las notas del Himno retumbaron en honor al Médico de los pobres, el que asumió la medicina como un sacerdocio.
Por más de media hora la gente aplaudió y gritó “Viva José Gregorio”, el santo para muchos, el hombre que también bailó, al que le gustó la música y el que se confeccionaba su propia ropa.
La zona estaba activa para la hora. Había cola en el Farmatodo de La Candelaria, las tiendas, las panaderías, todos los comercios estaban abiertos para el momento en que se dio la noticia. Y así siguió incluso pasadas las 2:00 p. m., gracias a la flexibilización.
Había gente por todas partes. Se apostaron con estampitas, con imágenes y rendían honores en silencio, mientras las cornetas que instaló el personal en la antesala de la iglesia sonaban cada una de las canciones que músicos colaboradores hicieron para el Beato, nacido en Isnotú el 26 de octubre de 1854 y que concedió la gracia de vida a la niña Yaxury Solórzano, milagro que lo llevó a los altares.
La avenida Urdaneta colapsó. La presencia de los policías generó retraso vehicular. Hasta funcionarios de las FAES estaban en el sitio. Una cuadra entera se llenó de motos de los cuerpos de seguridad.
“No hay cordón, ni piquete que nos impida llegar a él. Me hubiese gustado estar allá adelante, pero él está aquí conmigo, siempre está con nosotros”, comentó Dilia Rosa López, quien veía desde uno de los muros la imagen de más de un metro de altura que se divisaba al otro lado de la plaza.
Pequeña figura, con traje negro y sombrero, que representa la grandeza de un hombre que tenía pensamientos como: “Esta paz interior de la que disfruto, la debo a la Religión Santa que recibí de mis padres”, el mismo que en tres ocasiones se ordenó para ser sacerdote y que antes de ir a visitar a los enfermos escuchaba toda la misa de rodillas.
“José Gregorio es todo para mí. Después de él, Dios. Sanó a mi hijo hace cinco años quien, luego de una golpiza terrible, se estaba muriendo en el hospital de Lídice. Durante ocho días le pedí por su sanación y me cumplió. Todos los día le pido por mi otro hijo que es esquizofrénico, nadie sabe lo que sufre una madre, por eso me refugio en José Gregorio Hernández”, expresó María Carmona, paisana del Beato.
Ella también es de Isnotú, al igual que Ángel Barrios, otro devoto que se quedó parado tranquilo en una esquina mientras despejaban la plaza y aprovechó luego la calma para ir a agradecerle al beato un poco más cerca.
“Somos paisanos. Hace poco cumplí 72 años y desde que me conozco siempre le he tenido fe. Él me curó una pierna y luego fui a llevarle una réplica de una pierna hecha en plata”.
Barrios viajó hasta el santuario del médico allá en Isnotú, el hombre que inició la medicina experimental, estudió en París y hasta solicitó recursos a EE. UU. para actualizar su laboratorio.
Los transeúntes grababan, tomaban fotos de la sola imagen que colgaba en la fachada de la iglesia. Una gigantografía que mostraba al beato. “Ahora sí se pueden tener imágenes de él en las iglesias, ahora sí podemos ofrecer misas en su nombre”, dijo Carmen Izaguirre, fiel devota. “Yo fui disciplinada y siempre le oré”, recalcó.
Poco a poco la plaza se quedó vacía. Solo con los policías que desfilaban con sus escudos y chalecos. Pero Charles José Fariska parecía invisible ante ellos.
Estaba parado justo frente de la imagen. Por más de 20 minutos estuvo ahí, firme, en silencio, entregado a la oración. Y justo cuando terminó de hacer la cruz con sus dedos sobre su pecho, dos funcionarios se le acercaron y le informaron que debía retirarse.
Su rostro, al igual que el de la señora Yamín, estaba sereno y no mostraba inconformidad por el desalojo apresurado. “Creo que José Gregorio me dio el tiempo justo para estar con él. Estuve un buen rato ahí y nadie interrumpió mi conversación con él. Uno siente como una gracia y me voy satisfecho, pues pensé que no me iban a dejar pasar”.
Cuando Charles José llegó el paso estaba restringido, pero él cruzó el contingente policial sin problemas. “Mi mamá me llamó y me dio la noticia, salí del trabajo y vine antes de irme para La Guaira. Porque él ha sanado a toda mi familia”.
La devoción y el agradecimiento son dos cosas que van juntas en las palabras de quienes veneran al hijo predilecto de Isnotú.
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El médico de los pobres
Muchos son los milagros que los venezolanos y gente de otros países le acreditan.
Sin embargo, la Vicepostulación venezolana de la causa de beatificación del doctor José Gregorio Hernández presentó dos presuntos milagros que fueron estudiados, uno en 1986 y otro en el año 2009.
Pero no cumplieron las exigencias requeridas por esa instancia de la Santa Sede. Hasta enero de 2019, cuando se elevó ante la congregación un expediente que contiene pruebas médicas y teológicas del caso ocurrido en el estado Guárico con la niña Yaxury Solórzano Ortega, quien cuando tenía 10 años recibió un disparo en la cabeza y fue intervenida quirúrgicamente. Después de que se diagnosticara con pronóstico reservado, la pequeña sanó. Ese es el tercer milagro y el que fue aprobado por el Vaticano para ascender al Venerable a beato.
Ahora es el cuarto en Venezuela, junto con la Madre María de San José, la Madre Candelaria de San José y Carmen Rendiles, quienes lo acompañan en las alturas.
Y, entretanto, en Isnotú, donde reposan todas sus cosas personales, sus camas, sus ropas y utensilios, la algarabía minó cada casa del pueblo.
El padre Magdaleno Álvarez, quien habló en nombre de toda la diócesis de Trujillo y con una emoción controlada, contó que ya tienen una programación, la tenían incluso por los 101 años del fallecimiento de José Gregorio que se conmemoran el próximo 29 de junio.
Esas actividades comenzarán el día 25, y serían a través de los medios y las redes sociales por el tema de la pandemia.
A diferencia de otros años, Isnotú no tendrá la visita masiva en el santuario, que aunque no está cerrado, se evitan las concentraciones e incluso las peregrinaciones religiosas debido a la cuarentena.
Pero con la noticia, que esperaban con ansias, las campanas sonarán como sinónimo de fiesta todos los días.
Además se darán misas cerradas, procesiones controladas y, algo que aprovechó el presbítero, la ocasión es propicia para que se acuerden un poco de la región que sucumbe ante la crisis de los servicios públicos, de combustible y de alimentos.
De hecho, Ángel Barrios, seguidor de la causa nacido en esa tierra, cuando se despedía de José Gregorio Hernández en la plaza de La Candelaria abogó por Venezuela y, en especial, por su pueblo, a donde no ha podido ir por los problemas del transporte.
Esta beatificación llega en momentos álgidos en el país, no solo por la pandemia, sino por la situación de crisis generada por la emergencia humanitaria.
“Pero es un hecho de esperanza, de paz, de tranquilidad. José Gregorio es Venezuela. Lo veneran de un bando y del otro. Es una cuestión de fe. Ya celebraremos como debe ser esta gran noticia”, dijo el padre Gregory Lobo, vicario de la iglesia de La Candelaria donde reposan los restos del doctor José Gregorio Hernández, el laico en los altares.