La leña y las cocinas eléctricas:

último recurso para comer

Capítulo 1:

Las amenazas silenciosas en las casas y edificios

Entre 4 y 4,5 millones de familias padecen la escasez de las bombonas de gas licuado del petróleo o GLP en todo el país, según datos del Instituto de Estudios Superiores en Administración. En pueblos y ciudades el agudo déficit del servicio obliga a los ciudadanos a buscar la leña donde sea, comprarla en dólares o adquirir hornillas eléctricas para poder cocinar, pese a los efectos perjudiciales que la exposición al humo acarrea para la salud y el ambiente.

Caracas. En la casa de Linda solo se come almuerzo y cena. Se saltan el desayuno para rendir los seis palos de leña que compra a diario para cocinar. En la zona donde vive, Costa Arriba, estado Monagas, tienen más de cuatro meses sin gas de bombona y cada día es más difícil conseguir la madera. Cerca de su vivienda son pocos los árboles que quedan en pie, pues por la desesperación los vecinos han talado la mayoría, dejando a su paso devastación y terrenos baldíos.

Pero puertas adentro, cocinar con leña representa un problema mayor. A Linda (nombre ficticio por seguridad), el hollín generado por la quema constante de la leña le tiene los pulmones saturados. Una tos que no se le quita la ahoga y le dificulta hablar con fluidez. “El humo nos mata. Yo no soy asmática, pero últimamente me está dando asma a raíz de tanto humo”, explicó.

En su zona, donde conviven unas 150 familias, la necesidad ha obligado a muchos a hurtar madera entre vecinos. Otros, en cambio, optan por encender fogones con hojas de árboles o lo que consigan en el camino porque, de lo contrario, no comen.

De acuerdo con el Observatorio Venezolano de Conflictividad Social (OVCS), en septiembre se registraron 1.084 protestas para exigir servicios básicos, de esa cifra, al menos 375 correspondieron a la demanda de gas doméstico. Aunque la mayoría de las manifestaciones ocurrieron en pueblos, caseríos y sectores rurales, la falta de gas de bombonas o gas licuado del petróleo (GLP) se extiende también a las grandes ciudades y centros urbanos.

Antero Alvarado, profesor del Instituto de Estudios Superiores de Administración (IESA) y director regional para Venezuela de la firma Gas Energy Latin America, indica que entre 4 y 4,5 millones de familias están afectadas por el déficit de GLP.  En el país solo 7 % de la población recibe gas metano directo a sus hogares, mientras 89 % depende del gas distribuido a través de Petróleos de Venezuela Gas Comunal (Pdvsa Gas Comunal).

Y eso no es todo. Hasta el primer trimestre de este año, de acuerdo con datos del IESA, 4 % de la población recurría a la leña, el gasoil o las hornillas eléctricas para cocinar. Pero Alvarado asegura que en los últimos meses el porcentaje incrementó a 60 % ante la escasez de cilindros. 

En pueblos remotos la crisis del gas no es nueva y se acentúa cada día. Una investigación de la Red Agroalimentaria hecha en 71 sectores de siete regiones del país, reveló que 57 % de las personas tienen dificultades para comprar bombonas o rellenar los cilindros. El estudio también deja al descubierto que 97 % de quienes viven en zonas rurales usan leña para cocinar. Lo que pone de relieve no sólo la incapacidad de la industria petrolera para abastecer la demanda, sino las consecuencias que la quema de leña conlleva para la salud y el ambiente.

Una amenaza en la cocina 

De acuerdo con el informe “Energía doméstica y salud, combustibles para una vida mejor” de la Organización Mundial de Salud, en estudios realizados en el año 2000, se reveló que la contaminación del aire en interiores, generada al quemar combustibles sólidos, como leña o carbón, es uno de los principales riesgos mundiales para la salud. A esta contaminación la OMS lo llamó “el asesino en la cocina”.

El estudio emanado de la OMS también sostiene que la quema ineficiente de los combustibles fósiles en una fogata o en un fogón en el interior de las viviendas crea un cóctel peligroso de cientos de contaminantes, principalmente monóxido de carbono y partículas pequeñas como óxidos de nitrógeno, benceno, butadieno, formaldehído e hidrocarburos poliaromáticos.

Benito Rodríguez, neumonólogo y docente de la escuela de medicina de la Universidad de Oriente (UDO) e investigador en el área de salud respiratoria y contaminación ambiental, explica que la leña es sumamente nociva por ser una combustión de biomasa; es decir, material biológico que se quema. Añade que cocinar con leña causa estragos irreversibles en el sistema respiratorio que desencadenan padecimientos incurables 30 o 50 años después de la exposición al humo.

El especialista indica que las cenizas compuestas por diminutas partículas pueden colarse a los vasos sanguíneos y producir patologías crónicas como arritmias, cardiopatías isquémicas, daños vasculares y enfermedad pulmonar obstructiva crónica, conocida como Epoc, una afección incurable que obstruye la circulación de aire hacia los pulmones.

“La tos crónica y la dificultad para respirar son síntomas evidentes de que en el tejido de los bronquios se están generando cambios y alteraciones asociadas a la exposición a la quema de leña o basura”, alertó.

Rodríguez destacó que el efecto prolongado de los químicos gaseosos que se desprenden de la quema de madera en fogones, se manifiesta a través de irritación, mucosidad, congestión, inflamación; un cuadro de infección, y a la larga en casos comprobados de cáncer. En los niños los síntomas tempranos son la bronquitis, la bronquiolitis y la neumonía, mientras que en adultos mayores tienden a complicarse las enfermedades preexistentes.

La quema de leña —según el experto— acentuará la pobreza porque la minusvalía respiratoria incapacita a quienes la padecen, y la gente no tiene acceso a atención especializada ni puede costearse el tratamiento con broncodilatadores, pues son escasos y cuestan entre 15 y 40 dólares. Por ello la recomendación que hace es disminuir el tiempo de exposición al humo, comprar hornillas eléctricas y cocinas que funcionan con luz solar.

La leña: deforestación y negocio 

Desirée Caldera es habitante de la parroquia La Pica en Monagas, y cada día emprende un recorrido de 50 minutos ida y vuelta hasta la casa de su mamá, ubicada en la ciudad de Maturín. En el patio hace el desayuno en un tostiarepa y el almuerzo y la cena con la leña que le traen sus hermanos. Eso si es que no llueve, porque con la madera mojada no prende el fogón.

Ella nunca se ha atrevido a internarse sola en el bosque para buscar madera, pues cuenta que en las riberas del río Guarapiche y áreas cercanas varias mujeres, conocidas suyas, han sido abusadas por ir sin compañía a buscar leña.

“La gente arriesga su vida por un pedazo de madera porque las bombonas bachaqueadas las venden en 15, 30 y hasta 40 dólares. La leña se consigue hasta en 3 dólares, pero si llueve, les duplican el precio. Es terrible porque si no resuelves, te quedas sin comer”, dijo.

Y es que en medio de la crisis muchos logran sacar ventaja. Alejandro Luy, biólogo y coordinador general de la Fundación Tierra Viva, indicó que el uso y venta de la leña se ha extendido a las principales ciudades del país, donde los atados de leña se venden en dólares y pesos colombianos.

En el casco de la ciudad de Puerto Ayacucho (Amazonas) hasta mediados de septiembre un paquete de leña tenía un costo de 1.000 a 2.000 pesos colombianos, que equivalían a 0,50 dólares. Y en el municipio Libertador de Mérida un palo de leña se conseguía hasta en 30.000 bolívares, pero en promedio se necesitan 5 palitos para preparar una comida.

Es decir, que una familia promedio debía gastar unos 150.000 bolívares en leña con un costo de 0,5 dólares para preparar una sola comida. Mientras que en Barquisimeto, estado Lara, 5 unidades costaban 5 dólares en abastos y ventas ambulantes.

“Esto era común en pueblos y caseríos, pero ahora se ve en Maracay, Caracas, Barquisimeto, Maracaibo y Valencia; es decir, en las cinco ciudades más pobladas. Tampoco es un fenómeno reciente porque en zonas remotas encontramos comunidades que tienen hasta tres años sin gas doméstico”, recalca.

Desde el punto de vista ambiental, la búsqueda indiscriminada de leña representa una amenaza para todos los ecosistemas y áreas naturales protegidas.

Luy enfatizó que en Chichiriviche, estado Falcón, la gente extrae madera de los caños mangle muy cerca del refugio de Fauna Silvestre de Cuare y de El parque nacional Morrocoy.

Lo mismo ocurre en Maracay en el límite sur del parque Henry Pittier, donde una considerable cantidad de árboles han sido talados para ser vendidos como leña. “También tenemos reportes de la misma situación en la Sierra de Perijá y en las cercanías del río Cabriales, uno de los caudales más importantes que cruza la ciudad de Valencia en el estado Carabobo “, indica.

En el ámbito ambiental, el experto señala que la deforestación expone a los suelos a la erosión profunda. Lo que provoca más deslizamientos durante la época de lluvias, porque los suelos quedan expuestos y pierden su capacidad para filtrar las aguas. Eso a su vez genera un barro denso y pastoso que arrasa con todo a su paso, y trae como consecuencia tragedias como la que ocurrió en El Limón, estado Aragua.

Lo más grave es que la eliminación de la vegetación también afecta la conservación de la diversidad biológica, y además altera el ciclo vital de plantas y animales. El biólogo destaca que al cortar los árboles aumenta la presencia de gramínea o pasto en los suelos. En temporada de sequía y calor este tipo de planta herbácea es más proclive a los incendios. “Si la búsqueda de leña continúa y se afectan grandes extensiones de vegetación, nos veremos expuestos a incendios y deslaves”, enfatiza.

Aunque Luy sugiere sustituir la leña por carbón industrial y el uso hornillas eléctricas para cocinar, hace hincapié en la toma de responsabilidades frente al grave problema que supone el déficit de gas doméstico. “El Gobierno no puede evadir su obligación, son quienes deben garantizar el servicio y solventar la situación cuanto antes. Nadie se puede conformar con menos ni esperar que la afectación se torne más grave”, sentenció.

Hornillas eléctricas no libres de riesgos 

Frente a la ausencia del gas doméstico, las cocinas y hornillas eléctricas son la opción más empleada por las familias en medio de la crisis. Hasta mayo, 39 % de 4.500 personas en 10 ciudades prefería comprar una cocina eléctrica, ante la falta de la bombona de gas, de acuerdo con una encuesta realizada por el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP).

Por su precio, disponibilidad y variedad de modelos adquirir una hornilla eléctrica de una o de cuatro hornillas puede significar un ahorro a mediano plazo. En las tiendas una estufa pequeña tiene un costo de entre 4.380.440 bolívares y 8.213.325 bolívares, en el mercado nacional (entre 8,2 y 15,9 dólares, al tipo de cambio de 547.555 establecido por el Banco Central de Venezuela para el 30 de octubre).

Mientras que la resistencia para una hornilla pequeña de cocina de seis calentadores ronda los 15.331.540 bolívares (28,672 dólares, según el reporte oficial). Pero los precios varían según la marca y también de los vatios (potencia eléctrica).

Manuel Rivas cuenta que en su casa llevan más de un mes sin poder comprar bombonas de gas, por ello decidieron comprar una cocina eléctrica de dos hornillas. Según Rivas, el consumo de luz ha aumentado, por lo que las luces de su casa se oscurecen cuando cocinan.

Especialistas advierten que la compra de hornillas eléctricas será la tendencia mientras no se resuelva la crisis de producción en Pdvsa. Pero alertan que esta alternativa no está libre de riesgos.

Una compra masiva de cocinas eléctricas en una edificación o en una urbanización, incide en la demanda del servicio eléctrico residencial, señala el ingeniero Juan Carlos Rodríguez Adrián, especialista en energía de respaldo para industrias, comercios y viviendas. El empleo de hornillas incorpora una carga adicional que, si bien no es la causante de fluctuaciones en los sistemas de distribución y transmisión del servicio eléctrico nacional, puede complicar el asunto en los edificios o en las urbanizaciones.

Explica que al encenderse estas cocinas en horas específicas, como el mediodía o la noche, se crean nuevas horas pico adicionales que pueden ocasionar inconvenientes.

Una hornilla tiene entre 750 vatios y 1.100 vatios cada una. Dos hornillas representarían un consumo de 1.500 vatios, dice el especialista, que añade ejemplos de consumo de otros artefactos eléctricos en una tabla de consumo de energía:

Al hacer un promedio de 1.000 vatios por cada 1.000 familias, se estaría consumiendo 1.000.000 de vatios, por cada 1.000 hogares. Esto significaría para los transformadores que están en la calle, la incorporación de una demanda que no existía.

La energía de un transformador depende de su capacidad y tamaño. Eso, si está en buenas condiciones. Hay conjuntos residenciales que tienen transformadores de 500 kilovoltios amperios  (kVA), que son 500 kilovatios (Kw). “Imagínese que ese transformador estuviese al 70 % de su carga. Si de 500 apartamentos, 300 usan cocinas eléctricas, se le está incorporando a ese transformador unos 300 Kw adicionales que son 400 kVA, es decir, se le está dando un aumento significativo que antes no tenía, porque esas familias usaban cocinas a gas”, explicó.

En una edificación de Misión Vivienda, por ejemplo, un transformador de ese tamaño pudiera generar un problema, indica. Puede producir un daño local en el edificio o en la calle, pero no va a complicar a las subestaciones de la urbanización ni generar un problema en toda Caracas.

Rodríguez precisa que el número de transformadores dependerá del tamaño de la urbanización. Hay unos que están en los postes que suelen atender a tres edificios, y hay otros en sótanos que generalmente atienden un sector, una o dos manzanas, precisa.

En todo caso, su resistencia a una mayor demanda será proporcional al estado en que se encuentre. Si se encuentra en buen estado, no debería pasar nada, porque los transformadores deberían tener un rango de reserva de potencia, pero el problema es que se están prendiendo todas las cocinas eléctricas a una hora determinada, y eso puede afectar el servicio.

A esto se puede sumar el daño a los transformadores que ocasionarían las fluctuaciones eléctricas. “Cuando aumenta la demanda y se tiene una generación o una transmisión limitada, se le está pidiendo al sistema más energía del que este puede aportar. Y en esa condición, el sistema se vuelve inestable y comienza a fluctuar el voltaje y la frecuencia”, explicó el ingeniero.

Para poder garantizar el funcionamiento de cocinas eléctricas, ante la ausencia del gas doméstico, las familias podrían recurrir al uso de plantas eléctricas recargables. Las de gasoil o de diésel tampoco están disponibles, porque no hay cómo conseguir esos combustibles. Esas plantas recargables no son eléctricas, pero se nutren de electricidad.  Son sistemas electrónicos de almacenamiento de energía, a través de bancos de batería. Como las UPS (Unidad Interrumpida de Potencia) que se utilizan en computadoras para preservar lo escrito, cuando se va la luz. El problema es que no son fáciles de encontrar en el mercado nacional.

Rodríguez Adrían concluyó que no existe otra opción real para las familias que la cocina eléctrica, pues es la que pueden comprar. “Sobre todo en el interior del país donde es más difícil conseguir las bombonas”.

Capítulo 2:

Sin petróleo, sin bombonas de GLP

La escasez del gas licuado de petróleo alcanzó sus máximos históricos y sobrepasa 85 % en todo el país. Ante la prácticamente inexistencia del hidrocarburo, no hay ni siquiera opción de importarlo debido a las sanciones impuestas por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos. La respuesta del Gobierno ha sido alentar a la ciudadanía a abastecerse de leña, mientras logra una solución a la dramática crisis que afecta a toda la población.

Caracas. El gas doméstico en bombonas se acabó. Así lo afirman dirigentes sindicales, expertos en firmas energéticas y hasta el propio Gobierno que, a través de “distintos voceros”,  llaman a la ciudadanía a abastecerse de leña, “tener paciencia” y resistir. Pero ¿Cómo se llegó hasta aquí?

El pasado 22 de octubre, el mayor general Ovidio Delgado Ramírez, jefe de la Región Estratégica de Defensa Integral de Los Andes (Redi), estaba en la boca de todo el mundo, pues uno de sus tuits se hizo viral al anunciar el inicio de una campaña para repartir leña entre la gente a falta de gas doméstico. Afirmó tajante: “No se trata, como muchas personas quieren decir ‘tú quieres volver a la prehistoria’, no. (…) Tenemos que adaptarnos a esas cosas. ¿Paciencia al pueblo? ¿Cuánta paciencia ha tenido el pueblo? Pero bueno, ¿qué vamos a hacer?”.

En julio de este año la escasez del gas licuado de petróleo (GLP) con el que se producen las bombonas alcanzaba 60 %, para ese momento la producción petrolera en el país era de 350.000 barriles diarios, según datos de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (Opep).

En apenas tres meses la ausencia de este hidrocarburo se ubica en 85 %, de acuerdo con datos de Rubén Pérez, consultor senior en materia de gas natural y petroquímica; Eudis Girot, director ejecutivo de la Federación Unitaria de Trabajadores Petroleros de Venezuela (Futpv), y trabajadores del Criogénico de Jose, quienes declararon en condición de anonimato por temor a represalias.

Ese 15 % de GLP que aún se produce es de mala calidad, según explican trabajadores y gremialistas, pues debido al deterioro de las plantas de extracción de líquidos de gas natural (LGN): Santa Bárbara, Jusepín y San Joaquín, el producto que se envía a Jose —la única planta que queda operativa en el país que fracciona los LGN y produce GLP—, está lleno de agua y azufre, lo que hace que las bombonas que se envasen tengan residuos de estos componentes y duren muy poco, además de que el azufre es un agente contaminante.

 

Girot denunció que “el 15 % que se está envasando como GLP es basura, eso lo sabe Juan Santana, presidente de Pdvsa Gas”. Explicó que esos cilindros contienen mucho azufre y es peligroso, pues este componente es sumamente corrosivo, deteriora las bombonas, las tuberías y las cocinas. Por eso la gente dice que las bombonas no duran ni un suspiro.

Manuel Rivas, de 29 años de edad, se desempeña como cajero de la banca pública y vive en el Barrio Bruzual de El Valle. Explica que almacena el gas en tres cilindros de 10 kilos, y cada uno le alcanza para cocinar máximo 15 días.

Rivas asegura que, ante esta situación, en su casa se vieron obligados a comprar una hornilla eléctrica para preparar la pasta, el arroz, las carnes, las frituras y los granos porque el poco gas del que pueden abastecerse una vez al mes, no les rinde para hacer las tres comidas diarias por más de 10 días.

“Las bombonas vienen con distintos tipos de fuga o quedan medio vacías. Uno se da cuenta de inmediato. Antes cuando Pdvsa se ocupaba de eso y esto no ocurría, el gas nos duraba hasta 21 días”, dijo.

En su comunidad 800 bombonas están en lista de espera. Hace tres semanas el consejo comunal que se encarga de recargarlas en el llenadero del kilómetro 2 ubicado en Los Teques, se llevó el primer lote de 350 cilindros. Pero hasta la fecha no han podido ser rellenadas y los habitantes del sector siguen a la espera de alguna información, cocinando en hornillas eléctricas o en casa de vecinos y amigos.

Desde 2007, cuando todo el sector gasífero fue estatizado y se creó Pdvsa Gas Comunal, la empresa tiene casi el 100 % del control de la distribución de GLP de forma directa. El  transporte, almacenamiento y llenado de GLP para los sectores comercial/industrial y doméstico son controlados también por Pdvsa Gas. Existen algunas pequeñas empresas en Los Andes. Anzoátegui, Carabobo y Miranda que sólo distribuyen el GLP.

Aunque para octubre la producción petrolera, según el informe mensual de la Opep, era 351.000 barriles diarios, y de acuerdo con el Ministerio del Petróleo se ubicó en 396.000 barriles diarios; la caída de producción del GLP no hizo sino agravarse, pese a que se mantuvo el mismo nivel de barriles de petróleo producidos cada mes, y este hidrocarburo depende totalmente del gas asociado que se produce junto con la extracción petrolera. ¿Por qué no se mantuvieron entonces los mismos niveles de GLP que hace tres meses?

El deterioro sin fin

El gas licuado de petróleo con el cual se llenan las bombonas de gas para cocinar es un combustible que se obtiene de la mezcla en distintas proporciones de propano y butano, hidrocarburos que forman parte de los compuestos extraíbles a las corrientes del gas natural asociado a la producción petrolera nacional. Si la producción petrolera disminuye, la producción de gas asociado con la que se produce el GLP igualmente tendrá una disminución en yacimientos convencionales. Por eso, cuando Venezuela sale del radar como país productor de petróleo, al mismo tiempo se agudiza el suplicio por el gas.

Aunque en estos tres meses se ha producido un número similar de barriles de crudo, la producción de GLP ha descendido hasta su nivel más bajo, y ello se debe a múltiples razones que no sólo se explican por el petróleo. En primer lugar, los yacimientos de donde aún se extrae crudo en el norte de Monagas (en la actualidad la única región del país donde se producen líquidos del gas natural y GLP) son yacimientos maduros y la caída de presión en el interior de los mismos ha generado la pérdida de riqueza del gas que alimenta a las plantas de extracción de líquidos de la región.

La pérdida de riqueza del gas se traduce en que cada vez hay menos componentes como el propano, el butano, pentanos y otros componentes que constituyen los líquidos del gas natural (LGN) en la corriente de gas a procesar en las plantas de extracción, esta condición afecta el comportamiento operacional de este tipo de plantas y, por supuesto, disminuye la cantidad de líquidos del gas natural producidos que posteriormente serán fraccionados, y una parte convertidos en GLP en la planta de fraccionamiento de Pdvsa Gas en Jose.

La caída en la producción de crudo y merma en la riqueza del gas ocurre debido a una mala gerencia de los yacimientos del norte de Monagas. Varios de estos yacimientos han sido manejados por debajo de su presión óptima (debido a la subinyección de gas) y sobreexplotados.

Esa extracción de petróleo debió hacerse de manera paulatina y no acelerada. Por eso hoy se dice que los yacimientos están maduros y perdieron su presión, riqueza del gas y vida útil.

Rubén Pérez explicó que “la situación del gas se veía venir, esto ha sido progresivo. Está afectando la caída de la producción petrolera originada por los altos inventarios de crudo, la falta de mantenimiento a las instalaciones de producción y la falta de personal y recursos en Pdvsa tanto en occidente como en el oriente del país, entonces al caer la producción de petróleo cae el gas. El otro gran problema es el mantenimiento de los equipos como las plantas de extracción de LGN en el occidente del país, que no producen desde el año 2012 cantidades comerciales de LGN y mucho menos GLP”.

Indicó que las plantas de extracción de líquidos del gas natural necesitan un mínimo de flujo de gas de alimentación —con un nivel de riqueza suficiente para que puedan operarse eficiente y continuamente— pero debido a la pérdida de riqueza del gas en el caso del norte de Monagas, cada vez es más difícil su operación y los productos generados y destinados a la producción de GLP pierden cantidad y calidad. “No hay manera de que las plantas de extracción operen por debajo de ciertos niveles de alimentación y riqueza del gas natural”.

El gremialista Girot puntualizó que, debido al nivel de daño y deterioro general en plantas, refinerías y la pérdida de riqueza de los líquidos de gas natural, si se hace una inspección en Jose se puede afirmar que no hay GLP. Lo que se genera para el consumo nacional da para llenar apenas 30 gandolas diarias, cuando se necesitan 200 gandolas.

Recalcó que Pdvsa está destruida, y que la crisis de esta industria la relacionan sólo con el petróleo y la gasolina; en ese ínterin, mientras todo el mundo hablaba de las irregularidades en el suministro de gasolina, el gas fue erosionando la calidad vida de la gente y el mandatario Nicolás Maduro no le ha dado la importancia a la crisis de este carburante.

Para Girot es necesario declarar la emergencia en materia del gas, y sentenció que un gobierno responsable haría una importación de GLP, así como ocurrió con la gasolina iraní. Detalló que Venezuela necesita 40.000 barriles diarios para aliviar la demanda, y eso debe hacerse de manera inmediata. “De cada 10 familias, sólo 2 llenan la bombona. El que tenga hoy gas en su casa, que la conserve y rinda lo más que pueda”, aconsejó.

Sin embargo, importar GLP no es una opción fácil. Las sanciones petroleras al gobierno de Venezuela por parte del Departamento del Tesoro de Estados Unidos ponen cuesta arriba que compañías extranjeras vendan combustible al país.

Mientras la escasez del carburante llega a picos históricos, Maduro prepara una nueva Ley del Gas para que la Asamblea Nacional que se instale el 5 de enero de 2021 le permita importar propano mediante terceros lo más rápido posible. Se prevé que, debido a las sanciones, utilicen la Ley Antibloqueo recién promulgada por la Asamblea Nacional Constituyente pues Pdvsa no puede hacer las importaciones, y es necesario un tercer actor. Para ello necesitan cambiar la composición accionaria de las empresas del Estado, y sólo pueden hacerlo a través de la referida ley.

Jose al borde del colapso

La planta de Fraccionamiento de Jose tiene cuatro trenes y cada uno puede producir 50.000 barriles diarios de GLP. Sin embargo, desde finales de julio sólo funciona un tren y su operatividad es cambiante. Algunos trabajadores aseguran que a la fecha está a 15 %, mientras que otros afirman que sí llega a 50 % de su capacidad. Pero el problema es que, además, el LGN que les llega no sirve, entonces la producción de GLP es de baja calidad.

Y si antes las gandolas y cisternas pasaban días para cargar los barriles, ahora pueden pasar más de siete días en espera, y hay más de 100 gandolas afuera en fila, más las que están en cola dentro del estacionamiento.

“Los procesos no se están haciendo con calidad, se están saltando la producción del manual de operaciones, por eso se ve mucha candela en Jose, porque el metano y etano no está diseñado para fraccionarlo, eso se manda al mechurrio y la calidad mejora. Se despachan pocas gandolas porque hay muy poca producción”, admite un técnico de la planta.

Explicó que la situación se agravó en los últimos meses porque no cuentan con los equipos necesarios, y las plantas están cada vez más deterioradas y no rinden. Para ello haría falta invertir dinero en mantenimiento y reemplazo de piezas. “Por más que los operadores trabajen, no pueden hacer nada en las condiciones en que está Jose. No hay una tendencia a resolver el problema, la cosa va a seguir agravándose porque las plantas están muy dañadas y nadie está poniendo dinero para resolver el problema”, dijo.

También hay graves problemas laborales. Hubo muchas renuncias de personal porque Pdvsa violó los convenios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y cambió las condiciones de trabajo: de ocho horas diarias, cinco días de trabajo y 16 horas semanales de descanso, se pasó a 12 horas de trabajo, de las cuales 4 no son remuneradas.

“Entramos a la esclavitud moderna. Cuando te pago la mitad de lo que te toca y trabajas 12 horas al día y necesitas transporte, al final trabajas 14 horas. De Puerto La Cruz a Jose es una hora. Ahorita no están renunciando, pero se fue bastante gente por las malas condiciones laborales”, detalló la fuente.

Girot también se hace eco de las “pésimas normas” que impusieron a los trabajadores, y el cambio en los horarios de trabajo. Denunció que existen mafias que operan dentro de Pdvsa y venden el gas bachaqueado en dólares contantes y sonantes. “Tienes a trabajadores ganando sueldos de hambre. El poquito gas que se produce y llega a los estados es controlado por las mafias que venden una bombona de 10 litros en Guamachito en Barcelona por 5 dólares, pero en Mérida te sale en 30 dólares. En Táchira no hay gas de ningún tipo”, expresó.

Lo que ocurre con el gas, para el gremialista, se explica de manera simple: “El daño a Pdvsa es muy severo, las mafias que dirigieron la industria continúan allí; sólo que las mafias cambian de nombre, pero en el fondo es la misma conducta, son los mismos personajes con otros nombres, fueron sustituidos los cabecillas de las bandas pero permanecen los ahijados, nietos, y primos; los generales quedaron al mando. La industria fue robada, saqueada y desvalijada, lo que no se robaron lo destruyeron, así como pasó con el petróleo sucede ahora con el gas”.

Concepto: Celina Carquez
Desarrollo editorial: Celina Carquez
Textos: Celina Carquez, Betania Franquis, Shaylim Valderrama, Olgalinda Pimentel
Edición de textos: Natasha Rangel
Diseño especial: Lesslie Cavadías
Infografías: Amadeo Pereiro
Fotografía: Gleybert Asencio, Luis Morillo y Enzo Manzanares
Fecha de publicación: 15 de noviembre de 2020