Explotación laboral se impone con descaro en trabajos carabobeños

trabajo

Redobles de jornadas, impagos en las horas extras y abusos en la carga de trabajo se suman al catálogo de explotación que deben enfrentar quienes buscan un empleo en Carabobo.

Valencia. Javier Linares trabajó durante dos años en la cafetería Charlotte en Valencia, como mesero. Siempre se ha dedicado a eso y laborar en un local reconocido sonaba igual a buenas propinas, pero la presión y los abusos le quitaron valor a todo lo anterior.

Desde el principio le alarmó que prácticamente no le dejaran ver el contrato.

“Era todo rápido y se trataba de un contrato de varias páginas. Recuerdo que en una parte decía que si sufría un accidente laboral ellos no se hacían responsables”.

Si bien ganaba $200 al mes, por políticas de descuento de la empresa una quincena no recibió nada.

Es decir, si tu entregas una orden a la mesa y a la persona no le gusta el pedido, lo devuelve y decide no pagar. Eso, te lo descuentan. Si se te cae un alimento, un café igual”, contó.

Algo así pasó con Linares, solo que los clientes se fueron sin pagar. Además de su frustración, el horario de trabajo no se respeta. Entraba a las 3:00 p.m, y salía a las 12:00 p.m. Pero debía esperar incluso hasta las 2:00 a.m. para que el transporte del local lo pasara buscando. “Es explotación”.

La Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras, LOTTT, exige una jornada laboral diaria de ocho horas, todo aquello extra debe ser pagado, cosa que no ocurría.

Racismo en la mesa

Fue entonces cuando se cambió de trabajo para el café Anella. Ahí ante la falta de personal le toca ser múltiples roles: Barista, cajero, postrista, juguero, entre otros, sin un pago adicional o un sueldo extra.

“Te dicen que eso es lo que hay y que si no la puerta es bien grande”.

Otra cosa que le horroriza es el racismo. “Te despiden si engordas o tu aspecto no se ve bien. Incluso no contratan gente morena y mucho menos negra. De 30 trabajadores solo dos tienen la piel un poco más oscura”.

Pero verse bien tiene un matiz diferente en esta empresa excusado en que son un café para personas más fitness y “glamurosas”,

 

 

Ver esta publicación en Instagram

 

Una publicación compartida por Alexandra Meza (@alexandra_ms)

Explotación mediática

Carlos Santander lleva cinco años trabajando desde casa, en Valencia, para un portal web de noticias con sede en Miami. El medio no le llamaba la atención, pero por una emergencia decidió aceptar.

Lo primero que le dijeron es que pagarían los 20 de cada mes. Nunca lo han cumplido y para la fecha de publicación de este texto, no ha recibido su pago de septiembre. La respuesta de su jefa siempre es una invitación a buscarse un trabajo mejor.

Pero Santander no entiende cómo un medio de Miami no tiene dinero para mantener una empresa que exige poco. En este sentido, el artículo 133 de la LOTTT establece que el retardo injustificado en el pago del salario es una falta grave.

Además, su salario es inferior al de un vendedor de tiendas carabobeño sin titulación, el cual puede ganar entre 120 y 200 dólares. Al iniciar en la empresa ganaba 30 dólares; después pasó a 50 y, antes de la pandemia, 150. Pero luego le quitaron 50 dólares por “la crisis”.

Santander piensa que los medios de comunicación abusan de su condición para evitar gastar.

Me han pagado hasta $5 por texto, y otros me han dicho que trabaje sin paga a cambio de prestigio. ¿En qué mundo eso es posible?”, dijo.

Durante todo este tiempo, Santander jamás ha gozado de vacaciones más allá de cinco días en diciembre.

La figura freelance se cierne en Venezuela como una estrategia para evadir responsabilidades laborales, y más aún cuando los comercios tienen mucha informalidad y se saltan aspectos legales y tributarios.

Ser la ley y no cumplirla

Pero este no es el único mundo con malas condiciones laborales. Rebeca Ortiz es abogada y vivió una experiencia similar dentro del sistema judicial carabobeño. “Estaba ilusionada porque era lo que siempre soñé”.

Pero su sueño no llegó ni a una semana porque no habría ningún tipo de pago por estar “en prueba”. Solo fue tres días en los que nunca le mandaron a hacer nada. Luego descubrió por compañeras que estas pruebas podían extenderse hasta los tres años. “Huí. No quise saber más nada de eso, pero también lloré porque en Venezuela el sistema laboral es un desastre”.

Obligación de redoblar

Juan Pedrerol, quien entró a trabajar en una tienda de ropa en el Centro Comercial Sambil. Tardó poco en darse cuenta de las irregularidades dentro del negocio.

Las redobladas laborales fueron prueba de ello.

Prácticamente me forzaban a trabajar cuando yo no quería”. Eso desató las asperezas ya que le exgían mayor compromiso, pero sin pago extra.

La LOTTT dice que están prohibidas las redobladas, porque no se pueden trabajar más de dos jornadas laborales por día. Incluso exige un descanso de 12 horas entre jornada y jornada.

Además, lo usaban como mandadero para comprar entradas al cine o buscar comida. “Yo no fui contratado para eso”.

Tras un accidente dentro de la tienda, Pedrerol fue obligado a renunciar. “No me pagaron nada como forma de saldar mi deuda por el daño causado”.

La idea de buscar empleo en El Sambil fue desestimada. La razón es que recordó que una excompañera fue víctima de rumores malintencionados que salieron de la tienda para que no consiguiera trabajo. “Duró una semana en su otro empleo. Dijeron que había robado”.

Ninguno ha acudido al Ministerio del Trabajo porque creen que el ente no tiene la capacidad ni la disposición para resolver.


Participa en la conversación