Santa Rosa de Agua, el pueblo a orillas del Coquivacoa que llora su historia (I)

Santa Rosa de Agua Maracaibo

Habitantes del parador turístico aseguran que los cambios en la naturaleza agravan los niveles de contaminación a los que ellos han tenido que hacerle frente por falta de atención gubernamental.

Maracaibo. Las caminerías de Santa Rosa de Agua, hechas de tablas de caña, samán y vera, fueron por muchos años el marco dorado de las aguas cristalinas del lago de Maracaibo. Esos recuerdos solo pertenecen a los abuelos, porque las generaciones actuales y tal vez la que sigan por décadas, no podrán tener.

Ahora esas mismas caminerías conducen a once restaurantes que ofrecen gastronomía típica de la zona pesquera y a algunas viviendas que luchan por mantenerse en pie. También permiten pasear a propios y extraños por un amasijo de verdín, plástico y petróleo que se empeña en mantenerse estancado en las orillas lodosas donde antes flotaban las pintorescas casitas de madera.

Del asentamiento Añú que fundó los palafitos hace más de 6000 años, solo quedan recuerdos. Los que ahí insisten en levantar el lugar para posicionarlo como un área turística limpia y agradable al público, lloran su historia.

“Dicen que recordar es vivir, pero no puedo evitar recordar la historia de mi padre. Un millón de veces me arrulló echándome los cuentos de cómo pescaban aquí mismito en la orilla él y sus hermanos, de cómo corría de niño por estas mismas tablas y era feliz. Por eso no puedo evitar llorar cuando veo en lo que se ha convertido mi pueblo; somos habitantes de un chiquero y no tenemos conciencia de lo que perdimos”, contó Carmen mientras tendía ropa en un cable en el patio del mismo palafito que la vio envejecer.

La desgracia va y viene

Francisco Fuenmayor es encargado del restaurante El Capitán. Dijo que hace un par de meses el trabajo estuvo pesado porque el olor que emanaba la acumulación de verdín, que alcanzó unos 30 centímetros de grosor en la bahía, hizo casi insoportable trabajar y menos con comida. Ahora es más soportable.

Aquí todavía hay verdín; menos, pero hay. Lo que pasa es que hay cambios en el viento y eso ayuda a que no lo veamos acumulado. Pero cuando sopla del sur esto se pone feo, todo se llena de basura, verdín, petróleo, aquí vemos de todo. Sin embargo, la gente no deja de venir, para mí ya el cliente se acostumbró”.

La baja afluencia de clientes se nota los días de semana, pero los domingos todos los restaurantes tienen cola de propios y turistas que buscan conocer el lugar y la gastronomía, por eso todos los comerciantes se preparan.

“Le pagamos a unos muchachos 5 o 10 dólares para que se metan al agua y limpien la orilla. Dejamos las bolsas en la avenida para que el aseo urbano se las lleve y ponemos varillitas de olor. Si tenemos suerte y buen viento, tarda en llegar el desecho que bota el mar”, dijo Ámbar Yépez, encargada de otro restaurante.

Sanata Rosa de Agua Maracaibo
La acumulación de desechos ha provocado que los restaurantes de la zona registren una baja de 80 % en ventas durante la semana/Mariela Nava

Aunque no falta a quien le incomode el olor que va y viene, admitió Ámbar, la mayoría se queda. “La gente lo que quiere es comer pescado y pasar un rato en familia”, sentenció la mujer mientras le daba la bienvenida a los clientes del día.

“Yo vengo dos veces al mes, más o menos, con toda la familia y la verdad uno se acostumbra al olor después de estar un rato aquí, pero eso no significa que no es lamentable que una zona tan bonita e histórica esté así. Creo que debemos tomar conciencia”, dijo Ernesto Paz, uno de los comensales.

El viento no favorece

“Yo no aguanto este olor, me dicen que hace unos meses estaba peor y realmente no es mucho, pero igual me voy, sinceramente me dio asco ver toda la basura que flota debajo de esas casas y cuando pienso que de ahí sacan el pescado, me da de todo. Se me quitó el hambre”, dijo Florencia Urdaneta antes de montarse en su camioneta de regreso a casa.

Francisco es uno de los que gracias a su abuelo conoce la historia de Santa Rosa. Se siente orgulloso hoy de poder caminar por las mismas callecitas de madera que vieron correr a sus antepasados. Sin embargo, no deja de lamentar lo que ha causado la contaminación.

“Gracias a Dios la pesca es artesanal, el pescado que traen para que nosotros lo sirvamos aquí está limpio y fresco. Mi abuelo cuenta que antes se podía pescar en la orilla, ahora nosotros tenemos que limpiar esas mismas orillas porque todos los desechos se encapsulan aquí, el marullo la arrastra y aquella casa que nos vio crecer, ahora gran parte de su patio es tierra, no agua”, explicó el encargado.

El viento del hambre

Cíclicamente el verdín aparece con el viento sur entre mediados de junio y agosto en el Lago de Maracaibo. Pero según Jesús Piña, esos códigos naturales se han vuelto impredecibles en los últimos años porque el viento ha cambiado.

“Ahora tenemos el viento sur, conocido como el viento del hambre, todo el año. Va y viene. Ese viento es malo porque lo que trae es huida de peces y enfermedades”, sentenció el pescador y compositor.

Jesús ha vivido en carne propia a Santa Rosa. Hace más de 20 años compró el palafito que ahora es su restaurante y con pesar asegura que hace apenas tres años ha podido levantarse económicamente, después de la ola de violencia que puso a Santa Rosa como zona roja por los altos índices de inseguridad durante décadas.

Ahora sí viene la gente y no le para a los olores o lo que sea que haya aquí, pero aun así yo solo abro los domingos porque es el día de mayor venta. El resto de la semana trabajo como vendedor de pescado”, dijo el hombre de 58 años.

Basado en su experiencia explicó como el viento sur afecta la pesca y aumenta la contaminación en la zona.

“Ese viento trae, en la temporada de calor extremo, el verdín y también arrastra el sucio desde la bolsa, la parte ancha del lago. Ahora imagínate que tenemos ese viento tan maluco todo el año, de manera intermitente, la naturaleza nos está castigando”, aseguró.

Cuando llueve son mayores los agravantes, comentó el pescador. Explicó que todo el sucio que se limpia con las precipitaciones de las cañadas de la ciudad y que desembocan en el lago, terminan en el recodo de Santa Rosa.

Palafitos Lago de Maracaibo
La falta de oportunidades laborales y la pobreza son parte de las necesidades de las familias del parador turístico Santa Rosa de Agua/Mariela Nava

“Hoy vemos el agua limpia porque está entrando viento del noroeste, pero cuando cambie verás cómo tenemos de todo aquí otra vez, tenemos una pelea de vientos”, sentenció.

Nadie ayuda

Mientras intentaba recuperar el aliento, Carmen dijo que está agradecida de que su padre ya no esté en la tierra, pues para ella es una tragedia que él haya tenido que ver morir el paraíso que disfrutó, defendió y les dejó como herencia.

“Si él ve a lo que hemos llegado creo que se volvería a morir. Y lo que más rabia me da es que todos los gobiernos que han pasado por aquí se jactan con Santa Rosa como zona cultural ancestral, como la joya de la ciudad. Pero ninguno ha hecho ni hace nada por reivindicarnos. Porque si algo tenemos los habitantes de aquí es que somos gente trabajadora y hemos levantado esto con mucho sacrificio, pero también nos merecemos una mano”, concluyó antes de seguir con los oficios de la casa.

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