José Luis López, ingeniero civil, calcula que se deben construir 140 presas del lado de Caracas, y en Vargas se requieren por lo menos 100 presas más para proteger adecuadamente a la población.

Caracas. Antes del deslave de 1999, el estado Vargas, de 1496,5 kilómetros cuadrados, tenía condiciones precarias en materia urbana. Hoy en día, la situación no es mejor. Las quebradas y ríos, que acumulan un historial de muertes y destrucción, están en el abandono, llenos de sedimentos y convertidos en rellenos sanitarios.

Vargas tenía una red vial congestionada, desarrollos urbanísticos desordenados y a pocos metros de las quebradas; no contaba con suficientes obras hidráulicas, los servicios públicos colapsados, había invasiones a granel en el lado norte del Parque Nacional El Ávila, entre otras cosas.

Sucedió el deslave y, luego de 20 años, el panorama luce más empobrecido y vulnerable.

Según el informe que presentó quien fue la autoridad única de Vargas, el ingeniero Carlos Genatios, cuando se cumplieron 10 años de aquel fenómeno natural, los programas de recuperación del estado daban por sentado la rehabilitación y canalización de los ríos y la realización de obras de control de torrentes (presas de distintos tipos) en las partes altas y medias de las cuencas.

Para 2010 muchos de esos trabajos estaban en marcha. No obstante, lo que observan investigadores, como el profesor José Luis López, ingeniero civil, experto en prevención y mitigación de riesgos y profesor de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Central de Venezuela (UCV), es que, a pesar de los esfuerzos, la recuperación fue insuficiente.

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Falta trabajo de dragado. Foto: Luis Morillo
Una planificación a medias

La creación de la Autoridad Única de Vargas fue precisamente para desarrollar la planificación de la reconstrucción urbana y la protección ambiental. Los recursos que administró estaban dirigidos a estudios y proyectos, no a las obras en sí.

Un grupo de urbanistas integró ese plan, en conjunto con las universidades, entre las que destacaban el Instituto de Urbanismo y el Cendes de la UCV, e intentó consolidar el diseño de la rehabilitación y el desarrollo del estado.

Las zonas afectadas por el desastre fueron principalmente las ubicadas entre Catia La Mar y Camurí Grande y, entre ellas, las de máxima afectación fueron las comprendidas entre Macuto  y Tanaguarena.

Las obras proyectadas fueron: presas abiertas, presas cerradas y canalizaciones, necesarias para controlar el paso de fluidos con altas densidades.

Luego de la autoridad única se creó, en junio de 2000, Corpovargas, para construir la nueva infraestructura de protección ambiental y desarrollo del estado.

A inicios de 2003, Carlos Genatios, junto con uno de los ingenieros que había sido proyectista de la Autoridad Única, hizo un reconocimiento de los proyectos realizados por esa organización y comprobó que muchos de los planes originales habían sido alterados y que, desafortunadamente, los cambios no mejoraban la calidad ni resguardaban la seguridad de la población.

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Los vecinos tienen como paso diario las canalizaciones de los ríos. Foto: Luis Morillo

Hoy en día todo eso se deja ver. Solo hay mejoras en la vialidad y las edificaciones centrales. Cerro arriba no hay mitigación del riesgo. Más bien la gente vive en medio de los escombros y de las ruinas que dejó el deslave.

Lo que observó Genatios, vinculado durante muchos años al gobierno del fallecido presidente Hugo Chávez, es que muchas de las presas de concreto se habían realizado con gaviones, estructura que no permite hacer frente a los impactos de materiales arrastrados por los flujos torrenciales, ni a flujos de barro de alta densidad, como los que se desplazaron en diciembre de 1999.

El profesor López destacó que ciertamente se hizo un esfuerzo tremendo en el estado Vargas. De acuerdo con sus indagaciones, en seis o siete años luego del deslave, se construyeron 62 presas de retención de sedimentos, las cuales fueron sometidas a prueba en el año 2005 y luego en el año 2010.

En la actualidad, las que están en el sector La Veguita, donde murieron más de 60 personas, se observan llenas de piedras, sedimentos y mucha capa vegetal.

“No se ha hecho nada. Aquí la limpieza, luego del deslave, la hacemos los vecinos. Sabemos que si llueve tres días seguidos salimos a las carreras de aquí”, dijo Lourdes Romero, sobreviviente del deslave.

De hecho, desde su casa de tres pisos se observa toda la presa obstruida por árboles, lo que habla por sí solo de la falta de mantenimiento.

En La Veguita de Macuto la presa está llena de piedras. Foto: Luis Morillo
Naturaleza indetenible

En febrero de 2005 hubo cuatro días de lluvias intensas que dañaron dos presas que colapsaron por completo, de las 21 construidas, de acuerdo con el profesor López.

En el caso de Curucutí y Piedra Azul, dos quebradas que se unen y atraviesan la población de Maiquetía, se levantaron entre las dos siete, que retuvieron 100.000 metros cúbicos de sedimento.

Para visualizar la magnitud, dijo que es como un campo de fútbol o uno de béisbol, llenos de tierra y lodo a una altura de 10 metros (un edificio de cuatro plantas).

“Si no hubiesen retenido ese material, todo hubiese llegado a las zonas urbanas, con desbordamiento y daños en la población”, aseguró.

También en 2010 cumplieron su tarea, pues protegieron a otra población que fue arrasada en 1999 como Camurí Grande.

Las presas de esa zona se construyeron entre 2007 y 2008 y gracias a eso se salvó a los residentes ante la ocurrencia de nuevas vaguadas y deslaves.

El problema es que ya se llenaron de desechos de las montañas y no se le ha hecho mantenimiento. “Permanentemente hay que extraer las rocas y la arenilla para que cuando ocurra un alud estén preparadas. Lo otro es que hay que reparar los gaviones, los cuales, por la erosión, están deteriorados”, añadió López.

Corpovargas se encargaba de eso. No obstante, fue liquidada en 2011 y la responsabilidad recayó en la gobernación y en la alcaldía.

Ahora bien, en esto de la mitigación del riesgo hay más organismos que deben estar involucrados. Por ejemplo, el Ministerio del Ambiente.

El Dato

López calcula que se deben construir 140 presas del lado de Caracas, y en Vargas por lo menos se requieren 100 presas más para proteger adecuadamente a la población

“Si llega una lluvia similar a la del 99 o de 2005, el desastre sería grande, pues hay muchas zonas repobladas de manera marginal. Claro está, en esa época solo había tres presas y hoy hay 63. Eso pudiera decir que estamos mejor preparados. No obstante, debemos tomar en cuenta que ese evento anterior cambió la geografía del estado Vargas, movió la línea de la costa varios metros hacia el mar y levantó los terrenos dos o tres metros.

“Ese fenómeno no lo hubiese podido parar nadie, teníamos que tener miles de presas para protegernos de catástrofes de este tipo que tienen una concurrencia cada 500 años”, expresó.

Sucede que, pasada la amenaza y el deslave, la gente regresó y construyó sobre el lodo firme y lo está haciendo cada vez más cerca de los cauces, a 15 o 20 metros de distancia, lo que aumenta considerablemente el peligro.

El río San Julián es una muestra ineludible. Aguas abajo está complemente al descubierto. De hecho, su cauce, disminuido a un hilo de agua (la sedimentación y la abundante vegetación limitan los flujos), lo convirtió en paso diario de transeúntes.

El borde del río San Julián está poblado y su centro lleno de maleza. Foto: Luis Morillo

Niños, ancianos, mujeres embarazadas. Todo aquel que desee ir de un lado de Los Corales al otro cruza el embaulado sin pedir permiso a la naturaleza silente.

Si está lloviendo en la cabecera del río, puede haber lo que llaman recrecida y desbordamiento, y a quienes lo cruzan les sería difícil resguardarse.

El embaulado está fracturado y con esas losas han improvisado escaleras que son resbalosas. “Ya me caí y me dañé la rótula. Pero qué vamos a hacer, la necesidad tiene cara de perro”, dijo una mujer que con dificultad pasaba por el matorral.

Por ese mismo camino, que solo le pertenece al río, caminaban también dos hombres, uno de ellos con un quejido continuo. Arrastraba una pierna invadida por el dolor y trataba de llegar hasta su casa. Otro camino le quedaba muy lejos.

El río San Julián no ha recibido tratamiento, es un relleno sanitario más en la zona. En las laderas las viviendas informales con sus redes cloacales directo al cauce son otro factor de alarma en la población.

Con esta situación y con el cambio climático, que cada vez nos dice que los eventos van a ser de más intensidad, hay un peligro latente desde el deslave que se debe corregir, tanto del lado de Vargas como del lado de Caracas, donde solo –después de 2007– se han construido seis presas en las quebradas Cotiza, Anauco y Catuche, las cuales también tienen su historial de deslaves, muertes y destrucción.

Foto: Luis Morillo

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