Los ciudadanos cuentan que han dejado de comer esta proteína porque sus ingresos no les alcanzan. Hay quienes lo sustituyen por algunos vegetales y en otros casos por huevos o sardinas.

Caracas. “No recuerdo la última vez que compré pollo, ni mucho menos cuándo fue la última vez que comimos eso en la casa” contó Auristela Bracho, quien trabaja como personal de seguridad en un Instituto Universitario de Caracas y vive en Cotiza con su familia.

Al precio justo del pollo o de la carne no se le vio más nunca el rastro, ni siquiera se consigue con el aumento que realizó semanas atrás el Ejecutivo nacional. La Superintendencia de Precios Justos estableció el costo de este rubro en 850 bolívares, pero en las carnicerías de los mercados municipales, que es donde a veces se encuentra, esta en 2.300 bolívares el kilo.

Bracho dijo “ahora sólo comemos arroz con sardina frita, es lo que alcanza para comprar en mi casa. Imagínate, sólo trabajamos dos, el resto son niños y personas de la tercera edad”.

Para quienes aún tienen la posibilidad de comprar hacen maromas y estiran los reales entre una quincena y otra. Esa es la historia de Mario Berríos, que trabaja como personal de mantenimiento en una escuela y vive en Los Mecedores, alega “me uno con otros familiares y compramos el pollo al por mayor, sale un poco más barato. Lo repartimos entre las casas, pero yo en particular lo rindo con vegetales”.

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Asimismo, se las ingenia Ángela Villamizar, enfermera que vive en El Paraíso. Dice que “más nunca compré pollo regulado ni completo. Ahora, sólo compro mulos o pechugas y lo pico pequeñito para que rinda, también lo mezclo con arroz, papas y zanahorias”.

Para las industrias los controles son un dolor de cabeza, debido a que les limita las operaciones. En el caso de las empresas del sector avícola la producción ha mermado por la falta de insumos como el alimento balanceado para animales.

Fuentes del sector señalan que el último ajuste de precios no compensa los costos y apuntan que aunque el Estado ha traído algunos insumos, eso no es suficiente y, por ello, la producción se complica más.

Fotos: Angeliana Escalona


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