En esta parroquia del municipio Petit, en la sierra de Falcón, existe un acuífero del que brota más de 70 % del agua que se consume en el estado. Pero en Curimagua llevan tres años sin agua por tubería.

Maracay. El agua es sucia y extraerla es peligroso. Pese a ello, todos los días, principalmente los hombres, se adentran en un agujero de piedras de unos 15 metros de profundidad para sacar, en tobos, la poca agua que consiguen en las entrañas del haitón, especie de cuevas, de la Providencia, en Curimagua, una parroquia del municipio Petit del estado Falcón.

Se necesitan unos cuatro hombres que se van pasando los tobos y luego los suben con mecates”, describe Edgar Sánchez, del movimiento social Restauración de Falcón y oriundo de Curimagua.

En plena sierra falconiana existe uno de los ocho embalses o reservorios de agua con los que cuenta el estado Falcón. De hecho, el embalse de Hueque, que se alimenta de uno de los acuíferos kársticos, cuerpo de rocas de donde se extrae agua subterránea, más importantes del país, es el que abastece a 70 % de la población falconiana, fundamentalmente la de la península de Paraguaná.

 

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Se necesitan por los menos cuatro hombres para sacar el agua . Foto: Edgar Sánchez de Restauración Falcón

Pero, irónicamente, Curimagua, un pueblo a una altitud de 1150 metros sobre el nivel del mar, atravesado por ríos subterráneos, tiene tres años sin recibir agua por tuberías. Por ello, más de 3000 habitantes deben, literalmente, buscar debajo de las piedras o en pozos cuyos niveles han disminuido dramáticamente.

Estamos tomando agua de pozo, pero de tanta gente que viene a buscar se está secando. Nos moriremos de sed, porque la poca que queda prácticamente no es apta para el consumo humano, porque aquí también toman agua los animales”, dice una de las habitantes de Curimagua.

La gente debe madrugar y caminar largos y empinados trechos para buscar alguna fuente de agua natural que les permita abastecerse de un poco de agua. La faena de buscar agua no distingue edades ni sexo.

Desde niños hasta personas de la tercera edad, a cualquier hora, recurren a carruchas improvisadas y hasta a burros para cargar con cuantos envases, bidones y pimpinas les permita almacenar agua, mientras algunos más osados, e igualmente sedientos, se introducen en los agujeros del sector el Haitón de la Providencia.

 

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Como en procesión van los habitantes de Curimagua a buscar el agua. Foto: Edgar Sánchez de Restauración Falcón

El embalse de Hueque comenzó a funcionar en 1994 y siempre ha mantenido los mayores niveles de agua. Por ello, los 150 millones de metros cúbicos que puede almacenar le permiten trasvasar 700 litros por segundo a la potabilizadora Luis Martín Martínez, y distribuirla racionadamente a los municipios Paraguaná, Zamora, Tocópero y Colina.

Pero el pasado 20 de julio el presidente de la hidrológica falconiana, Andrés Maldonado, anunció que el embalse de Hueque “ha paralizado su operatividad de captación mediante la torre toma, debido a los bajos niveles, producto de la sequía prolongada”, según reseña del diario falconiano Nuevo Día.

A esa sequía hay que añadirle la obsolescencia de tuberías con más de 30 años, por las que debería subir nuevamente el agua de río Mitare y surtir a Curimagua y a otras zonas del municipio Petit y de la sierra falconiana.

Solo que las constantes fallas eléctricas en la zona también causaron daños en las bombas que, al igual que las tuberías, no han sido reemplazadas, si acaso algunas reparaciones.

Las peticiones, solicitudes, denuncias y reclamos de los habitantes de Curimagua no cesan ante la hidrológica, aunque ya tengan tres años esperando una solución a la grave y prolongada escasez de agua que los agobia.

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Los habitantes de Curimagua llevan tres años esperando una solución.Foto: Edgar Sánchez de Restauración Falcón

Antes de decretarse la cuarentena por la pandemia del coronavirus, los pobladores una vez más reclamaron atención oficial para resolver la grave crisis de agua que padecen desde 2017. Ya los niños de Curimagua no podían acudir a la escuela, pues la mayoría de sus padres no tenían cómo lavar los uniformes o prepararles la comida.

Los baños de la unidad educativa José Leonardo Chirinos colapsaron y se constituyeron en un foco de contaminación para los estudiantes y docentes, y el único ambulatorio de la zona tampoco cuenta con suministro de agua.

“Ni el gobernador, ni el alcalde, ni diputados ni concejales, nadie da la cara”, dijo Amabilis Chirinos, uno de los voceros de la población, durante una protesta pacífica frente a la sede de Hidrofalcón a finales del año pasado.

En febrero de 2019, una comisión legislativa de Falcón integró una mesa técnica en la que participaron el alcalde del municipio Petit, José Lorenzo Guerrero (PSUV), representantes de Hidrofalcón, Fundacite, concejales, productores, entre otros, para ejecutar labores que permitieran solventar la escasez de agua en Curimagua. A un año y cinco meses, el clamor persiste, al igual que la escasez de agua.

En el estado Falcón, durante la presidencia de Hugo Chávez Frías, se inició la construcción de 180 kilómetros de tuberías para el Acueducto Bolivariano, la segunda obra hidráulica de mayor envergadura después del Sistema Tuy IV en Caracas y el más largo del país.

En siete años de ejecución de obras se invirtieron 450 millones de dólares, pero en febrero de 2009 Chávez admitió que los técnicos de la empresa china China Camc Engineering Co. Ltd. (China Camce), encargada de ejecutar el proyecto, cuestionaba la posibilidad de que se pudiera sacar agua del embalse de Matícora, debido a su añeja sedimentación.

Trabajos deficientes en la obra, tomas ilegales y clandestinas han impedido que el occidente falconiano y la península de Paraguaná reciban agua, mientras que los embalses de Barrancas y Hueque llegan a su nivel más crítico.

“Que quién la baña, agua e ‘montaña, de las entrañas de la tierra falconiana”

En Curimagua, un pueblo indígena jirajara prehispánico, aún prevalece la agricultura desde épocas ancestrales. Sin embargo, el atractivo de sus montañas y de su generoso clima estimularon la construcción de hospedajes que mucho antes de la cuarentena ya padecían los rigores de no poder ofrecer un servicio de calidad debido a la escasez de agua.

“Pa’ Curimagua me voy por la mañanita, a Curimagua voy a hacerle una visita. A Curimagua le llevaré mis cantares y de regalo un puñao’ de malabares. Que quién le baña, agua e’ montaña de las entrañas de la tierra falconiana”, son algunos de los versos de esta canción que el cantautor venezolano Reinaldo Armas le dedicó a Curimagua y a sus bellezas naturales.

Una de ellas es una cueva de caliza profunda cuya entrada constituye la principal atracción turística dentro del Parque Nacional Juan Crisóstomo Falcón.

Mitos y leyendas cuentan que en Curimagua existe el lago subterráneo más grande de Latinoamérica y que atraviesa toda la sierra de Falcón. El ideario popular se ha multiplicado de generación en generación, pero hasta la fecha no hay cómo certificar esa narrativa.

Lo que sí es verdad es que en 1973 una expedición de ocho británicos descendió por una cueva vertical de 305 metros de profundidad ubicada entre San Luis y Curimagua y encontraron 20 cuevas y 31 haitones, entre ellos, el más profundo: el Guarataro.

Tiene cascadas con seis metros de altura y varios pozos. En el haitón cae la lluvia, esa que también escasea en Curimagua, un pueblo rodeado de agua, pero sediento.


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