La película de superhéroes se apunta como el punto de enlace en medio de un despliegue de viejas figuras

Caracas. En principio, Flash es una película sobre cómo superar la pérdida, y bueno, también sobre mundos que se entrecruzan. Barry Allen (Ezra Miller) viaja al pasado para corregir lo que tanto daño le ha hecho. Intenta salvar a su madre, y así, vivir un presente en tranquilidad.

Sin embargo, el acto producto del amor no sale como había planeado. En ese pasado, todo se trastoca. Aquellos que esperaba encontrar son otros. Por ejemplo, el Bruce Wayne de aquellos lares no está encarnado por Ben Affleck, sino por Michael Keaton. Aplausos en la sala, el reencuentro con un público que lo añoraba.

Flash
El protagonista aprovecha su velocidad para viajar en el tiempo

Y así, la película se convierte en un plato de pasta en el que varias veces está a punto de pasarse. Flash es dirigida por el argentino Andy Muschietti, encargado de las bien libradas nuevas adaptaciones de It, con un guion firmado por Christina Hodson (Aves de presa y la fantabulosa emancipación de una Harley Quinn y Bumblebee) y Joby Harold (Transformers: El despertar de las bestias y Rey Arturo: La leyenda de Excalibur).

Al joven le explican que esos mundos son como un plato de espaguetis, en los que se entrecruzan distintos momentos. Y así, debe entender todo lo que ha hecho, las consecuencias de sus actos, en un lugar en el que se encuentra a otro Barry Allen, con su respectivo contexto y propio ímpetu.

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Barry debe enfrentarse a su propia ingenuidad en otro tiempo

En el mundo de los superhéroes es común ver a los protagonistas que deben sobrellevar terribles pérdidas. Muertes o separaciones que influyen en las decisiones que han tomado para arriesgar su vida, en este caso, Barry Allen toma emprenden una acción muy entendible, especialmente a su edad y con el poder que descubre tener, entre tantos pesares que parecen sobrepasarlo. De ahí, surge toda una dinámica que se vuelve tensa cuando descubre que el general Zod amenaza con acabar el mundo.

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La estética de Batman de los noventa reaparece en este largometraje

Así entran en la búsqueda de un criptoniano que los ayude a solucionar el problema. Flash así desarrolla su acción mientras el protagonista se da cuenta que su acción de cambiar el pasado trae consecuencias de peso en el presente.

De esa forma se va adentrando en su madurez en una trama en la que desfilan toda una serie de figuras, distintos Batman y Superman, así como otros personajes del universo DC con distintas caras, todas ellas conocidas por entregas del pasado.

Barry aprende entonces que los hechos ocurridos hay que aceptarlos y superarlos, por más traumáticos que sean. De eso se trata la vida, y es un acto de madurez entenderlo.

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Se configura en Flash un nuevo ideario para nuevos largometrajes de distintas franquicias

Paradójicamente, el largometraje acude al pasado para vanagloriar su presente. Los cameos que generan furor en sala también son un recurso manido del género para complacencia en un presente que no supera lo ocurrido, y que no deja ir.

Ahora bien, Flash no deja de ser una película entretenida y que abre las interrogantes sobre los giros que vendrán en las próximas entregas. Ezra Miller está bien como Flash, pero Michael Keaton tiene una presencia demoledora, la impronta de quién hace treinta años llevó a otro nivel las historias oscuras de Batman junto con Tim Burton.

El cineasta argentino logra una obra que al final se rescata de una constante reiteración de su conflicto, con un acto de cierre que si bien apunta una vez más a los nostálgicos, no deja de ser interesante por las dudas que deja en el aire.


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