La crisis alimentaria en Venezuela impacta gravemente a las embarazadas, quienes enfrentan dietas insuficientes por la inflación y los bajos salarios. Cáritas Venezuela alerta que 18 % de las gestantes evaluadas tiene riesgo nutricional, cifra que sube a 23 % en adolescentes. Lo que genera anemia y bajo peso al nacer.
Caracas. Andrea* apenas podía comer dos veces al día durante su embarazo, y a veces su única comida era una arepa. En su hogar, como en muchos otros de Venezuela, las proteínas —como huevos, queso o pollo— eran escasas y cada bocado debía rendir para toda la familia.
Su historia refleja la realidad de 70 % de los venezolanos que no pueden cubrir la canasta básica alimentaria con su salario, documentó la última Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi).
”Solo comía arepa con queso y el almuerzo granos con arroz. En las consultas médicas la doctora me regañaba y me decía que debía mantener una dieta rica en vitaminas y hierro —nutrientes esenciales para el desarrollo del feto y para prevenir anemia en la madre—, pero no podía hacerlo”, admitió la joven de 17 años en una entrevista con Crónica Uno.
Durante los dos primeros trimestres del embarazo, muchas veces dejó de desayunar o almorzar para que la comida alcanzara para su pareja y los hijos mayores de él.
Cada vez era menor el peso que tenía. Esto alertó a los doctores de la Maternidad Santa Ana, ya que los protocolos de salud pública respaldados por Unicef indican que una mujer debe aumentar entre 1 y 2 kilogramos por mes durante el segundo y tercer trimestre —un incremento necesario para el crecimiento del bebé y para prevenir complicaciones de salud materna—. Andrea estaba lejos de alcanzar esa meta.
”El bebé nació prematuro y con muy bajo peso al nacer. Le tuvieron que poner hierro. Mis niveles también eran muy bajos, por lo que estuve hospitalizada por eso”,
relató.
La caída de los ingresos familiares y el poder adquisitivo debilitado —la capacidad de compra frente a la inflación— forman parte de una crisis económica que ha dejado a millones de venezolanos con acceso limitado a alimentos básicos. Décadas de inflación alta y un salario mínimo insuficiente han convertido la alimentación cotidiana en un desafío diario.
Crisis económica y de alimentación
Para Marianella Herrera, miembro del consejo directivo de la Fundación Bengoa para la Alimentación, la crisis socioeconómica en Venezuela afecta especialmente a las mujeres embarazadas y adolescentes, quienes necesitan una dieta variada para acumular reservas de hierro, ácido fólico, calcio y ácidos grasos esenciales —nutrientes claves para el desarrollo del bebé y la salud materna—.
En Venezuela la dieta es monótona. Es decir, con pocos alimentos disponibles o accesibles económicamente, con solo tres o cuatro alimentos por el deterioro del poder adquisitivo.
»Nosotros pasamos de la escasez, donde íbamos a los supermercados y no había alimentos, al momento de tener todos los alimentos en supermercados y no poder adquirirlos por los sueldos disminuidos y una inflación particularmente en el rubro de alimentos”, explicó Herrera.
La experta recalcó que la espiral inflacionaria en los alimentos es un factor que pone a Venezuela en una posición crítica a nivel global. Esto hace que las proteínas y micronutrientes sean prácticamente inalcanzables para los sectores populares, especialmente para las adolescentes embarazadas, pues la mayoría crecen en familias de escasos recursos.
Agrega que en los hogares donde ocurre un embarazo a temprana edad esa pobreza incrementa más de 50 %. “Mientras en los hogares se haga imposible comprar los alimentos requeridos, la mala alimentación en mujeres embarazadas, lactantes y en los niños y niñas será un problema”.
Una dieta rica en carbohidratos
Mariana*, otra joven embarazada, pasó de 52 kilos a 46 kilos en su último trimestre. Su doctora le indicó subir de peso urgentemente debido a problemas cardíacos.
“Estoy tratando de subir de peso ya que me harán cesárea y la doctora dice que estoy muy bajada de peso. Pero se me hace muy difícil entre pagar los exámenes, las consultas y los pasajes, y comprar comida, ya que no trabajo por tener un embarazo de alto riesgo y solo dependo del sueldo de mi mamá, quien es empleada pública”,
detalló Mariana, quien vive con su madre ya que será madre soltera.
Aunque Mariana come tres veces al día, su dieta es limitada: arepa con queso, panquecas solo o empanadas, y en la cena leche o avena. Las frutas y verduras, ricas en vitaminas, están ausentes por el presupuesto familiar.
Según una experta consultada por Crónica Uno, quien prefirió mantenerse en el anonimato por medidas de seguridad, las mujeres presentan necesidades nutricionales específicas en cada etapa de su vida, pero durante el embarazo y la lactancia, es cuando son más vulnerables en la nutrición.
Añadió que antes del embarazo, se necesita una alimentación nutritiva para acumular las reservas suficientes para la gestación. En esa etapa aumentan los requerimientos de calorías y nutrientes, y es fundamental satisfacerlos para proteger la salud de la madre y del bebé.
Sin embargo, señaló que en muchos hogares venezolanos la nutrición de las mujeres es precaria. En especial, citó el caso de las adolescentes, quienes no tienen la nutrición que necesitan para estar sanas.
De acuerdo con un informe de Cáritas Venezuela, 18 % de las 740 embarazadas y lactantes evaluadas presentan riesgo nutricional. Entre las adolescentes —23 % del total— el riesgo también alcanza 23 %, un reflejo de la crisis que afecta a la población más vulnerable. La dieta de estas jóvenes consiste principalmente en carbohidratos, lo que aumenta el riesgo de desnutrición.
”La dieta alimentaria de las madres adolescentes son puros carbohidratos, que es a lo que pueden acceder como respuesta de los planes de alimentación del Estado, lo cual incrementa el riesgo de desnutrición porque comen lo que tienen en la bolsa, lo que resulta insuficiente”.
Desnutrición en madre e hija
Alejandra*, quien esperaba fuera del programa, trata que su hija recupere peso, pero su estado propio también es preocupante. La mujer pesa 32 kilos, cuando tiene que pesar, como mínimo, 46 kilogramos por su estatura.
Tras varios meses de mareos, persistentes dolores de cabeza y caída del cabello, su cuerpo muestra las consecuencias: sus brazos están delgados y ha perdido varios dientes. La situación también afecta a su hija, quien presenta un crecimiento limitado y cansancio constante.
Relató que la carne, el pollo y el pescado desaparecieron de su mesa hace años. Desde entonces, solo puede contar con proteína animal cuando a su esposo, quien es maestro en una institución pública, le cae el bono de Guerra en la plataforma del Sistema Patria —subsidio gubernamental extraordinario para compensar la inflación—.
“Muchas veces nos acostamos sin cenar porque no tenemos. Solo comemos arepa o pan con queso y cuando hay para la mantequilla se compra. Otras veces yo me como las cosas solas para que mis hijas puedan comer algo de salado”.
La especialista recalcó que la etapa de cero a dos años es crucial, pues en ella los niños necesitan una alimentación adecuada para el desarrollo de sus órganos, el fortalecimiento del sistema inmunitario y el crecimiento muscular y neurológico.
“Cuando no reciben los nutrientes que necesitan en esta etapa, se dificulta el sano desarrollo. Mientras que en las mujeres embarazadas puede haber anemia, aborto, retraso en el crecimiento del bebé y deficiencias de hierro o ácido fólico”.
Depender del programa de nutrición
Aunque su bebé ya ha logrado alcanzar el peso y talla correctos gracias a la asistencia externa, Andrea todavía no ha conseguido recuperar su peso normal de antes del embarazo.
Al igual que Andrea, Mariana y las otras madres atendidas con diagnósticos de desnutrición o riesgo en el programa Nutrición con Propósito, ubicado en la parroquia Coche de Caracas, donde se les proporciona un almuerzo balanceado —carbohidratos, vegetales, proteínas y cereales– y una merienda.
Además, cada 15 días reciben un sobre de suplemento alimenticio proporcionado por Unicef. El complemento está diseñado para facilitar la recuperación del peso y revertir el déficit nutricional de las madres lactantes y sus bebés.
Los casos de Andrea, Mariana y Alejandra no solo evidencian la lucha diaria de las madres venezolanas por alimentarse y nutrir a sus hijos, sino que reflejan un problema estructural: cuando la mayoría de los hogares no puede acceder a una dieta balanceada, los riesgos de desnutrición, anemia y bajo peso en recién nacidos se multiplican.
Los programas de asistencia, como Nutrición con Propósito, alivian temporalmente esta crisis. No obstante, la realidad muestra que sin ingresos suficientes y con la inflación que erosiona el poder de compra, la seguridad alimentaria sigue siendo un desafío urgente para las madres y sus familias en todo el país.
(*) La información de esta nota incluye aportes de fuentes que solicitaron anonimato por motivos de seguridad. Crónica Uno garantiza la protección de su identidad.
Lea también:
Partos financiados aumentan por atención insuficiente a embarazadas en sector público

