En el periférico de La Isabelica hay más de 120 locales cerrados y una perenne lucha contra el comercio informal

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A casi 50 años de su inauguración el Mercado Periférico de La Isabelica sobrevive con muchos comerciantes que laboran a perdida.

Valencia. Si hay un espacio que se ha visto afectado por la enorme oferta de supermercados en Valencia son los mercados periféricos. en el municipio hay dos, uno ubicado en La Candelaria, justo en una zona en la que imperan negocios del mayoreo y el otro en La Isabelica, una zona residencial de clase obrera.

En este último el equipo de Crónica.Uno realizó un recorrido, en el que lo primero que saltó a relucir es la gran cantidad de comercio informal que rodea el galpón en casi una competencia injusta entre aquellos con tarantines vendiendo a menor precio, versus los comerciantes dentro del recinto quienes deben pagar impuestos y alquileres sin garantía de venta.

Carlos Pérez es uno de los adjudicatarios del mercado de La Isabelica. Vende principalmente verduras y hortalizas, pero su pequeño puesto de trabajo luce desabastecido, las estanterías lucen algunas auyamas, unos ocumos, pero nada indica prosperidad, mientras que en el mostrador hay un bolsa llena de germinados.

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Carlos Pérez tiene más de 20 años con su local y nunca le había ido tan mal. Fotgorafía: Armando Díaz.

Esto es reflejo de lo que Pérez llama “la mala situación del país que afecta a todo tipo de comerciantes”, pero principalmente la “competencia desleal” dice en referencia a los trabajadores informales.

Pérez, quien tiene 20 años en ese local, opina que todos tienen derecho a trabajar, pero eso no justifica que el trabajo de los informales entorpezca el de los que llevan años dentro del mercado. “Son más de 40 y aunque los precios son más o menos iguales. Nosotros vendemos calidad”.

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Horario de trabajo del Mercado Periférico de La Isabelica. Fotografía: Armando Díaz.
Informalidad vs formalidad

Sin embargo, no hay una diferencia visible entre los productos que venden adentro, versus los que están afuera. De hecho, Pérez explica que todos compran en el mismo lugar, el Mercado de Mayoristas en Tocuyito, municipio Libertador. Al que ya no acude diariamente como lo hacía hace unos años. “Voy cada dos días”, la razón es la falta de gasolina y ganancias para invertir.

Los trabajadores de este mercado deben pagar un impuesto del 3% anual. Pérez no tiene la cifra a la mano, pero eso es un factor a destacar y que maneja su hermano quien es el contador.

Este trabajador asegura que la pandemia por la COVID-19 fue un punto de quiebre en la estabilidad del mercado. Tanto así que al menos 120 de los más de 200 locales que componen el expendio, bajaron la santamaría.

Segundo piso del Mercado Periférico. Fotografía: Armando Díaz.
Santamarías abajo

Este cierre de locales incide en la cantidad de personas comprando. Es día de semana y en otras épocas los pasillos eran intransitables.

Ahora uno tiene que andar con los ojos bien abiertos porque la inseguridad en el mercado es muy fuerte. Sobretodo en la tarde”, comentó Pérez.

Pérez ya ha sido victima de varios asaltos, uno de esos hace 4 años y lejos de lo que la gestión Lacava informa sobre la inseguridad, Pérez dice que en La Isabelica han vuelto los robos.

Vendedoras del Periférico de La Isabelica. FotografÍa: Armando Díaz.

Jesus Barreto tiene 22 años con su local y para el también es crítica la situación del mercado.

“Solo basta con que mires todos los locales cerrados. Somos pocos trabajando. Muchos se han ido, otros han muertos y a algunos han quebrado”.

Barreto coincide en que en medio de esta crisis la guinda de la torta son los buhoneros.

“Nos quitan ventas, no se por qué, quizás los precios. Yo puedo vender la papa en 35, per ellos en 28 bolívares”.

Comerciante informal en las áreas externas del Mercado Periférico de La Isabelica. Fotografía: Armando Díaz.
Cuentas que pagar y pocas ventas

Sin embargo, Barreto destaca con frustración el tener que pagar impuestos, el IMA (Instituto Municipal de Ambiente), luz y agua.

“Todo eso se pagaba aquí y aún así te quitan la luz y el agua. A esto hay que sumarle los 7 dólares del condominio. Esos locales los tenía con sus socios pero todos se fueron y con la pandemia quedó endeudado. En el mayorista me las vi feo llegué a deber 2000 dólares”.

La venta de productos ha bajado al punto que arroja una cifra de 10% de las ventas en comparación con cinco o hasta 10 años atrás.

En el piso de arriba difícilmente llegan a seis locales abiertos. Ahí los pocos que sobreviven son comercios que datan de la época en la que abrió el mercado; 1976, como Arnaldo Sangrón. Es difícil definir el rubro de ventas de este hombre, puesto que parece de venta de repuestos, pero Sangrón responde. “Era una quincallería, pero ya ni eso parece”.

Pasillos vacíos

A diferencia de otros locales Sangrón se va como llegó. Sin ventas. Abre solo por costumbre, por entretenerse. Así le pasa a Petra González, quien tiene 42 años trabajando  y en este tiempo siento cómo las ventas se han desvirtuado. “Digamos que vendía ropa”, dice mientras mastica un mango.

González que se define como microempresaria dice que tiene 20 años palpando la crisis, porque no hay liquidez y con lo que gana al mes no le da para comprar los anticonvulsivos de su hija. Tiene 68 años y le parece abrumador que desde hace tres meses no vende una pieza de ropa.

Petra González es prácticamente una de las fundadoras del mercado. Fotografía: Armando Díaz.

Esto para mí es un estimulo, porque si no lo hago me vuelve a dar un infarto o me regresa el cáncer y te confieso que esto ha animado a otros a abrir sus comercios aquí arriba”.

González ha sido buhonera y a su edad ya no tiene fuerzas para volver a la calle a vender. Las fuerzas que le quedan son para ver que alguien se haga cargo del mercado. Sin embargo está consciente que hay “emprendedores” que quieren sacarlos del mercado para hacer comercios “de altura”. Ella no precisa quienes son esas personas, pero teme perderlo todo.

Otros trabajadores antes de las 12:00 p.m ya están cerrándo sus locales. Fotografía: Armando Díaz.

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