Por culpa de una OLP familia vive en casa de tablas   

Hace más de un año que Carlos González habita con 24 de sus parientes, la mayoría niños, en una zona boscosa fuera de Caracas. La GNB los desalojó del kilómetro 4 de la Panamericana y el Gobierno no les ha dado solución habitacional.

Caracas. La necesidad tiene cara de perro, dice el famoso refrán. Cuando Carlos González se vio en la calle con su familia, tuvo que buscar la manera de resolver el techo para sus hijos y nietos —todos menores—, pues sabía que el Gobierno no lo ayudaría.

Después de que los desalojaran forzosamente del sector La Ensenada, en el kilómetro 4 de la Panamericana, durante un Operativo de Liberación y Protección del Pueblo (OLP) hace más de un año, quedó sin nada. Solo pudo recuperar un ventilador, ropa y algunas ollas, antes de que su casa se convirtiera en escombros.

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Durmió durante dos meses en casa de un amigo, con parte de su familia, hasta que ese mismo amigo —a quien considera un ángel— le prestó un terreno ubicado a casi dos horas de Caracas. Pero era solo eso: un terreno, donde con ingenio y la ayuda de sus hijos varones tuvo que comenzar de cero.

De tener una vivienda con todas las comodidades, incluso bar y hasta chimenea, pasó a una casa de tablas con piso de tierra, sin agua ni luz y donde apenas entran los 24 miembros de su familia en tres cuartos y un ático, que construyó especialmente para que durmieran sus 11 nietos en colchonetas.

Foto: Crónica Uno / Miguel González
Con maderas improvisaron una vivienda, mientras esperan que el Gobierno les dé solución habitacional

En principio había un solo cuarto, para el que se inventó tres literas matrimoniales y en cada cama dormían cuatro personas. Luego, gracias a los conocimientos que desde niño le dio su papá con carpintería, pudo construir dos habitaciones más para estar un poco holgados.

“Poco a poco, con lo que he podido conseguir de materiales levanté la casa, para —dentro de todo— poder estar cómodos, pero nada es lo mismo de antes, la vida nos cambió de la noche a la mañana”, afirmó.

El 24 de julio de 2015, a las 4:30 am, los funcionarios de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) arribaron al sector como parte de una OLP, para desalojar a más de 100 familias. Les dieron dos horas para que guardaran 33 años de residencia en la maleta y salieran.

“Vimos cómo la gente se arrodillaba, le decían a la Guardia que los iban a matar dentro de su casa, que no se iban, y a ellos no les importaba”, contó Carlitos, hijo de Carlos.

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Los vecinos que sacaron de La Ensenada tuvieron que ingeniárselas para ver adónde irse, ya que la primera noche después de la OLP durmieron a orillas de la carretera Panamericana, y por seguridad de los niños no quisieron esperar una respuesta gubernamental en la calle.

Tienen un año luchando porque les den una vivienda. Los afectados crearon un comité compuesto por los sectores Semáforo, Bosque Verde, Divino Niño y La Ensenada, que acudió a la Fiscalía, la Defensoría del Pueblo, Vicepresidencia y a la Asamblea Nacional en busca de ayuda, pero no la consigue.

Foto: Crónica Uno / Miguel González
La familia recoge agua de lluvia o de un manantial, que queda lejos de la casa, porque a ese lugar no llega

Carlos contó que la luz que se encendió recientemente fue una reunión con la Fundación Latinoamericana por los Derechos Humanos y el Desarrollo Social (Fundalatin), el viernes pasado. En la misma acordaron iniciar mesas de trabajo para enviar unas cartas al vicepresidente Aristóbulo Istúriz y la canciller, Delcy Rodríguez, ambos miembros de la Comisión por la Verdad, la Justicia y Reparación de Víctimas de la violencia.

El 27 de mayo fue la única reunión con la viceministra de Redes Populares en Vivienda del Ministerio de Hábitat y Vivienda, Hilda Cabezas, quien les dijo que no había casas en Caracas.

“Nos dijo que nos podía dar algún apartamento que se desocupara pero no dio fechas. Quedamos en reunirnos cada 27 días y esas reuniones no se dieron más nunca”, explicó.

Servicios precarios

Carlos González ruega porque llueva: esa es una de las formas que tienen para almacenar agua en la casa, a menos que se trasladen varios metros hasta un pequeño manantial.

Con zinc y mallas, el jefe de familia hizo un canal por el que cae el agua de lluvia a dos tanques azules. Así logran tener agua para cocinar, lavar, bañarse y limpiar. También compró dos metros de cable para obtener luz desde otro sector.

El piso es de tierra porque no encuentran cemento para cubrirlo, por eso cuando llueve se empantana la casa, pero no les importa. “Más bien rogamos porque llueva”, interrumpió la nietica de Carlos, de 11 años, que escuchaba atenta el testimonio de su “papá”, como lo llaman todos los niños.

Foto: Crónica Uno / Miguel González
Este fue el primer cuarto que construyeron, en tres camas se distribuyeron 12 personas

Los cuartos son húmedos, sin ventanas y casi todos tienen ventiladores, aunque el clima es muy fresco ya que la casita está situada en una zona boscosa, casi en medio de la nada, donde los vecinos se hallan a muchos metros de distancia.

Por fortuna, disponen de un carro que les permite llegar a la civilización. No obstante, cuando se daña les toca caminar durante hora y media para llegar al lugar donde pasa el transporte público.

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“Nosotros teníamos una vida hecha, ahora nos cambió y tuvimos que comenzar de cero. Nuestros enseres nos los robaron, muchos los volvimos a comprar y otros nos los regalaron amigos, que se compadecieron de nuestra situación”, sostuvo.

Los 11 nieticos de Carlos juegan en las áreas libres, que son muchas. Improvisaron un columpio con una cesta, que colgaron de un árbol, y un tronco muy grande les sirve de tobogán. Quieren que su abuelo les compre una malla para poder jugar voleibol.

Con todo, los pequeños extrañan su hogar de La Ensenada. “Yo me acuerdo cuando nos sacaron de mi casa porque me dio mucho miedo, quiero volver a estar allá”, soltó en tono inocente una de las niñas sentada cerca de su abuelo, muy educada y sin atropellar con sus palabras a los adultos.

Los niños van a una escuela cercana en la que Carlitos rogó a la directora para que les permitiera inscribirse de modo que no perdieran el año.

Foto: Crónica Uno / Miguel González
Los niños de la casa juegan de cualquier forma, su abuelo les ideó un columpio con una cesta que guindó de un árbol

El padre de Carlos, de 84 años, siembra las mismas plantas que en La Ensenada y cría gallinas, a pesar de sufrir un accidente cardiovascular recientemente. Esta actividad era su distracción en su antigua casa, de eso vivía y se alimentaba la familia.

“Nos mataron las crías de animales a todos. Nunca había comprado ni un gramo de plátano y ahora sí, porque todo lo sembraba”, contaba el abuelo, mientras mostraba cómo estaban creciendo las plantas medicinales, vegetales y hortalizas.

Su familia no pierde la esperanza de que el Gobierno les dé una vivienda, tanto a ellos como al resto de sus vecinos afectados. En el ínterin, tratan de vivir lo mejor que pueden mientras las condiciones ofrecen la posibilidad. La unión no se ha perdido y procuran que los niños no pierdan su inocencia pese a las malas experiencias.

“El Gobierno no tiene la disposición de ayudarnos, pero sé que nuestra lucha va a rendir frutos. Nos enfocamos mucho en la Constitución, ahí están planteadas las soluciones para nosotros, queremos que nos den vivienda porque nos la quitaron injustamente o nos indemnicen”.

Foto: Crónica Uno / Miguel González
El papá de Carlos tiene 84 años y aunque le dio un ACV no pierde la costumbre de sembrar, como hacía en La Ensenada

El viernes 24 de julio de 2015 se desplegó una OLP en la Panamericana. El ministro para Relaciones Interiores, Justicia y Paz, de ese momento, Gustavo González López, informó que detuvieron a 18 personas en el kilómetro 3.

Añadió que demolieron 299 ranchos en una zona de alto riesgo. Localizaron un sembradío con 15 plantas de marihuana, 820 gramos de bicarbonato —que usan para procesar drogas— un arma y 68 uniformes.

Estas declaraciones son desconocidas por los habitantes de La Ensenada, aseguran que en ese sector no había delincuentes y en 33 años no hubo homicidios. Los mayores problemas que ocurrían entre vecinos, como en toda comunidad.

“En 33 años que viví ahí nunca vi que mataran a alguien, los vecinos morían de formas naturales. Eso ahí era tranquilo, mi casa dormía sin llave y los muchachos amanecían tranquilos en el porche”, relató el papá de Carlos.

Sospechan que hubo otras intenciones en ese desalojo pues no detuvieron a ningún delincuente, solo a dos vecinos, Emily León y Edgar Yépez, dos días después de la OLP, porque estaban protestando por viviendas. Los involucraron en venta de drogas, pero gracias a la colecta de los vecinos pagaron un abogado privado que se encargó de su defensa.

Fotos: Miguel González


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