Una casa colapsada y otra docena de viviendas en riesgo desvelan a vecinos de Artigas

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Una vivienda colapsada y por lo menos 12 en peligro mantienen a la comunidad de La Próspera en vilo. Los vecinos de Artigas aseguran que el lugar está en peligro inminente. Por lo menos cuatro quebradas convergen en la zona y amenazan con tumbar varias estructuras, entre ellas la cancha del sector, cuyas bases están en el aire. El agua, que se ha convertido en un enemigo silencioso, socava las columnas de las viviendas. El pasado 27 de octubre, uno de los cauces arrasó la casa donde residía Edits Alberto Millán con dos de sus hermanos.

Caracas. Esa madrugada, la del sábado 27 de octubre, el agua subió de nivel y la quebrada tomó por asalto su casa. La lluvia no se detuvo sino hasta después de varias horas. Edits Alberto Millán dice que despertó con el suelo en la cabeza, debajo de su habitación. El agua de la torrentera socavó las bases de la estructura y su cama se hundió. Despabilado por el estruendo de las paredes y el estallido de las escaleras que conectan con la segunda planta, Edits cuenta que despertó, enmudecido y atemorizado, sin siquiera entender qué le ocurría a su propiedad, ahora torcida, inclinada por la misma cloaca “despiadada” que en otras ocasiones ha provocado daños a esa comunidad.

Ese día todo el callejón de La Próspera, en Artigas, se desveló tras una madrugada lluviosa. Como pudo, Edits se paró de su colchón, que flotaba en las aguas oscuras, trepó las paredes y se escabulló del cauce de la quebrada. Su casa había quedado sin puertas y las ventanas estaban movidas.

Esa mañana La Próspera escribía, sin saberlo exactamente, la crónica de una muerte anunciada. Tres meses antes, sendas grietas dejaban entrever las entrañas de una propiedad en riesgo, cuyos habitantes no ignoraban el pulso de una quebrada, convulsa y desquiciada, que se desborda cada cierto tiempo.

“Lo perdí todo, me quedé sin cama y sin colchón”, resiente Edits. El agua arrastró algunos enseres y trastos viejos. Y borró, sin piedad, la entrada a la casa. No había puerta que cruzar y el próximo poste se convertía en una amenaza. Todo su hogar era un cementerio de paredes, suelos y cabillas torcidas.

Éramos tres hermanos en la casa, pero tuvimos que desalojar. Mi hermana alquiló un local para resguardar sus cosas, lo poco que quedó. Tuve que tender un puente entre la casa y la calle para rescatarla a ella y sus enseres, cuenta.

Él y sus hermanos ahora cargan con el techo de la segunda planta, lo único que pudieron preservar, láminas de acero oxidadas que son el rastro de lo que una vez fue su hogar.

En esa comunidad, ubicada en el barrio Unión de Artigas, una decena de casas está en riesgo inminente de colapso. La denuncia no es solo la advertencia de los vecinos movidos por el miedo. En días pasados, una comisión de bomberos acudió al lugar para inspeccionar los daños y emitir su reporte entorno a la situación: riesgo de colapso, según el texto preliminar.

Elvira Gil, una vecina próxima a la casa ahora en ruinas, pide realizar una jornada agresiva de mantenimiento para evitar el colapso de otras propiedades, en especial su casa, que está bajo la amenaza del agua. La gente lanza mucha basura. Hace unos meses se hizo una limpieza pero no fue suficiente. Afortunadamente, aún no hay grietas visibles ni daños físicos en mi casa, pero si no se hacen los trabajos correspondientes otras familias podrían resultar perjudicadas.

Desde hace dos semanas, dicen los residentes de esa barriada, ahora las lluvias “no son solo lluvias”. Son un motivo de alarma que desvela a más de uno. Mailín Guédez, vocera del consejo comunal Plazoleta, que agrupa a por lo menos 258 familias de la zona, teme que la situación empeore. El tendido eléctrico podría electrificar la calle si se desploma el poste afectado por las lluvias. “Pedimos a Corpoelec y a la Alcaldía de Caracas que se tomen las previsiones. Las líneas de teléfono y otros servicios también podrían verse afectados”.

En esa comunidad, cuentan voceros de los afectados, convergen por lo menos cuatro quebradas, que se desbordan con cada precipitación. Yenny Pérez, una joven de 20 años que comparte residencia con un tío, dice que ruega por que el techo no le caiga encima. Las vigas de acero, desplazadas por los movimientos de la placa, cuentan la historia de riesgo de un hogar donde el agua corre en su interior.

En uno de los cuartos tuvimos que reventar las paredes para que corriera el agua que se filtra de la calle y que socavó las bases de los vecinos. Estamos en alerta permanente para proteger a mis dos niñas, una de cuatro meses y otra de dos años.

Henry Pérez, propietario de la casa donde reside Yenny, colgó cruces en el techo de su cuarto, quizá como un gesto de fervor para dejar en manos de la providencia el desastre anunciado. Sobre su casa pesa una orden de desalojo emitida por los Bomberos del Distrito Capital y el cuerpo de Protección Civil. Pero desde que recibió la advertencia es mucha el agua que ha corrido por sus pisos. Él y su familia se niegan a evacuarla, hasta tanto no tengan un lugar donde mudarse.

Desde que se cedió la casa de Edits Alberto Millán, todos hablan de ello en el barrio. Mailín, la vocera del consejo comunal, dice que es imposible eludir el tema. La propiedad está ubicada en una esquina y su imagen es elocuente, escalofriante para los más temerosos: las grietas abrazan aquella propiedad que desafía las leyes de la ingeniería. La vivienda parece suspendida en el aire y los vecinos comparten la percepción de que en cualquier momento podría desmoronarse hacia adelante.

Los afectados formulan un llamado al Instituto Municipal de Riesgo y Administración de Desastre de Libertador para que tome cartas en el asunto. Aseguran que los bomberos aún no han enviado el informe certificado sobre lo ocurrido, con el cual deben acudir a la dirección de Catastro para evaluar los daños y solicitar la demolición de las paredes. Mientras ello ocurre, Edits, quien vive de trasladar a personas en su moto, estaciona su fuente de trabajo frente a lo que queda de su casa. Con 62 años de edad, cree que podría iniciar de nuevo, pero pide una adjudicación de vivienda al Gobierno.

Desde el barrio aseguran que son numerosas las gestiones realizadas en los órganos correspondientes. Cinco días antes del 27 de octubre, fuimos al Banco Nacional de Vivienda y Hábitat para gestionar documentos para una vivienda, recuerdan vecinos a cargo de la problemática.


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