Los vecinos dicen que aunque las limpien son una verdadera bomba de tiempo, pues tienen los embaulados fracturados, están llenas de monte, tierra y son unos vertederos de escombros, de electrodomésticos y piezas de carros.

Caracas. Entre Lídice, Manicomio y Los Frailes hay 11 vertientes de quebradas a las que eventualmente se les hace un cariñito. Pero en general todas están inmundas, llenas de escombros, gamelote, cauchos, piezas de neveras y carros.

Los vecinos que están a orillas de estos surcos de agua dijeron que no se produjeron desbordamientos con las lluvias recientes, pero están conscientes de que son un riesgo, pues no las han dragado y los embaulamientos están fracturados.

CRÓNICA UNO/Mariana Mendoza
Se convirtieron en vertederos de basura.

Estas quebradas van a parar a la Caroata, la cual se visualiza en la parte baja de Los Frailes de Catia, y que está enmarcada dentro del proyecto de saneamiento del río Guaire.

Para este proyecto se presupuestaron 14 mil millones de dólares y, según los anuncios oficiales, para diciembre de 2014 estaría listo el saneamiento de los 72 kilómetros del río Guaire.

Nada de eso ocurrió. No se construyeron los colectores marginales a los lados de las quebradas (donde deben caer las aguas residuales) y tampoco se hicieron más de tres mil metros de canalización tal como prometió en 2010 el ministro de Ambiente, Alejandro Hitcher.

En la actualidad, más de cuatro mil kilómetros de aguas residuales desembocan en el Guaire. Y gran parte de esa descarga se hace desde las quebradas que nacen en el cerro el Ávila, muchas ubicadas en el oeste capitalino.

Sin mantenimiento

Crónica.Uno recorrió parte de esos riachuelos y encontró la evidencia de las promesas incumplidas: las quebradas Santa Isabel, Los Hornitos, La cochinera y Agua Salada están sin canalizar, repletas de basura, sedimentadas y llenas de gamelote. También se apreciaron piezas de electrodomésticos, muebles, cauchos y pedazos de carros y motos estorbando en los cauces.

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Los vecinos sacan todo tipo de piezas.

Hace 15 días, según la señora Esmeralda Vega, unos obreros limpiaron la parte alta de la quebrada Santa Isabel, en La Pastora. Pero dejaron a los lados el monte. Además, denunció que las casas localizadas al margen están socavadas por el efecto del agua.

“Los malos olores son insoportables, Hay muchos mosquitos y los niños siempre están enfermos”, acotó Geraldine Cacique, otra vecina que mostró preocupación porque la quebrada, a su juicio, es una bomba de tiempo.

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Quienes viven en las márgenes de la quebrada sufren por las filtraciones.

A lo largo del cajón natural por donde corre el agua en caída libre hay casas donde se constatan las filtraciones y la corrosión producto de las aguas servidas.

Desde 2010, en este sector no ocurren desbordamientos de consideración. “Pero igual es una amenaza constante vivir así. Aquí más nunca vinieron las autoridades. Nadie sabe las condiciones en las que está la quebrada”, destacó Cacique.

Aguas abajo, por Manicomio y Lídice, hay otra ramificación de la quebradas que nombran La Cochinera y que tiene, en la parte alta, un dique hecho por desperdicios.

CRÓNICA UNO/Mariana Mendoza
Los vecinos dicen que la limpieza no es frecuente.

José Quintero, líder comunitario de Catia, alertó que si se revienta ese dique las casas aledañas corren riesgo de quedar bajo los desechos.

El mismo panorama se presenta en Los Hornitos y en Agua Salada, quebradas que hasta con una lluvia de 20 minutos meten miedo.

Los vecinos contaron que los desbordamientos inundan las residencias hasta casi un metro de altura.

“Afortunadamente no hemos tenido eventos recientes. Sin embargo, el embaulamiento está muy fracturado, hay tramos en los que no se puede transitar y las personas de la tercera edad o que usan silla de ruedas o muletas tienen dificultad para caminar”, dijo uno de los habitantes cercano a Los Hornitos en Lídice.

En esta zona hay casas que están cediendo y familias que viven hacinadas porque las cloacas ya están minando las habitaciones.

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Cuando limpian igual les dejan los desperdicios a un lado.

Tal es el caso de Claris Valdicher, quien mostró cómo viven cuatro adultos y tres niños después de que la quebrada reventara dos habitaciones, un baño y la cocina. “Todos estamos apretados en dos cuartos pequeños y soportando el hedor”, expresó. Ciertamente, lo que queda de su casa está impregnado de aguas negras.

José Quintero, quien además es uno de los voceros de la organización ProCatia, hizo énfasis en que, cuando se iniciaron los trabajos para el saneamiento del Río Guaire (en 2006), había la propuesta de reconstruir los colectores marginales en ambos lados de las quebradas cuya data se remonta a 1950. Hoy en día, comentó, tenemos más bien unas quebradas que son un problema para la comunidad.

Fotos: Mabel Sarmiento Garmendia/Mariana Mendoza


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