Periodista Alexis Correia junto a un grupo de voluntarios contribuyen a la recuperación del jardín botánico

Alexis correia en el Jardín Botánico

Los voluntarios del jardín botánico de la Universidad Central de Venezuela aprenden a preparar el suelo para plantar especies. El grueso del equipo está conformado por mujeres de la tercera edad.

Caracas. Dos veces al mes, siempre en sábado, Alexis Correia va al jardín botánico de la Universidad Central de Venezuela (UCV) e invierte su mañana en arrancar maleza y realizar otras actividades de cuidado ambiental. 

En ocasiones se trata de sembrar especies, otras veces los voluntarios ayudan con el mantenimiento de instalaciones, como oficinas. Su trabajo es preparar los suelos para plantar, de la mano de un especialista.

Uno cree que la tierra por sí sola va a ser el soporte ideal para la planta y resulta que no es así; la tierra se reseca, pierde valores, dijo.

Foto: Tairy Gamboa

Gracias a su labor social Correia, quien es periodista de profesión, ha aprendido que el suelo se erosiona por contacto con el polvo. Además, los voluntarios deben deshacerse de los desechos inorgánicos y de aquellos elementos que, aunque son generados por la naturaleza, no producen abono y le quitan espacio a otras especies.

El humus (el suelo de calidad) no se hace solo

En búsqueda de conectar

En marzo de 2021 se cumplió un año desde que el gobierno de Nicolás Maduro decretó la cuarentena por COVID-19. Durante todo ese tiempo, Alexis tuvo un trabajo exclusivamente a distancia y sintió “la necesidad de pertenecer a un grupo humano”.

Tenía procesos de ansiedad, de querer ver personas, de algún tipo de actividad física. Obviamente había una motivación ecológica, pero en mi caso predominó la salud mental”.

El periodista confiesa que desde niño le llamó la atención la taxonomía de las especies. Considera que identificar y clasificar plantas es un hobby. Por lo demás, insistió en que la jardinería es un trabajo duro.

Foto: Tairy Gamboa

Para él lo más gratificante es “ganar amigos”. Hay 45 personas que son constantes en el grupo de voluntarios, aunque no van simultáneamente a todas las actividades, aclaró Correia. En promedio, 10 personas asisten a cada actividad semanal. En su mayoría, son mujeres de la tercera edad.

Describe el voluntariado como un espacio de solidaridad y encuentro, donde se respeta lo que cada quien puede aportar de manera física. Hay voluntarios que incluso ayudan entre semana, los esfuerzos mínimos también contribuyen al trabajo en equipo.

Por otro lado, algunos días hacen falta más manos a la obra para las 72 hectáreas que abarca el jardín. 

Foto: Tairy Gamboa

Uno de los objetivos para este año era abrir 46 huecos para sembrar palos y es una labor súper exigente. La idea es hacerlo en época de lluvia, explicó.

En noviembre del año pasado Alexis hizo una convocatoria en Twitter: 

28 personas se nominaron y le dieron sus datos, pero el grupo no creció.

Mucha gente dice que quiere ayudar, pero a la hora de la verdad, se va a presentar 5 %.

Hasta este miércoles, 20 de julio, cuando atendió la entrevista con Crónica.Uno, Alexis calculó que ha participado en 30 jornadas.

Una labor de cinco años

El jardín botánico de Caracas depende de la intervención humana porque es una demostración de especies no nativas.

Es para que los usuarios puedan conocer lo que no conocen habitualmente en la ciudad, resaltó Correia.

Además, el lugar es hábitat de aves y en la actualidad es un espacio propicio para talleres y otro tipo de intercambio cultural.

Se fundó en 1945 y fue anexado como un instituto a la UCV en el 2000. Desde entonces, es responsabilidad de esta casa de estudios, pero en la medida en la que el presupuesto para las universidades públicas se ha reducido, el jardín solo ha sobrevivido gracias a los voluntarios.

Durante las protestas de 2017 contra Nicolás Maduro, la Guardia Nacional retiró el comando que resguardaba a este Patrimonio de la Humanidad. Desde marzo de ese año, el jardín fue uno de los espacios afectados por las intensas manifestaciones. En ese lapso también acumuló desechos inorgánicos, como bombas lacrimógenas.

Foto: Tairy Gamboa

En junio de 2017, la investigadora Yaroslavi Espinoza tuvo la iniciativa de organizar el voluntariado. Desde entonces, han convocado a empresas, universidades y altruistas, según Medio Sur. 

En algún momento, la iniciativa se llamó “Amigos del jardín”.

Entre sus labores más destacadas está la reforestación de una hectárea que estaba ocupada ilegalmente por pobladores del barrio La Charneca de San Agustín del Sur. 

Foto: Luis Morillo
Las plantas no son amantes fáciles

Alexis Correia se ha asombrado de sus experiencias en el jardín botánico. Por ejemplo, reunirse con todos los voluntarios y comer de una misma yaca, una fruta de un árbol de Bangladesh e Indonesia que guarda distintos sabores en cada gaja. 

La yaca es mejor conocida por su nombre en inglés: jackfuit

O ver florecer las bromelias que por mucho tiempo vio enfermas y creyó que nunca se regenerarían.

A veces ves resultados y es como mágico.

Pero también ha tragado espinas del fruto de un cactus y se lesionó la cadera por hacer esfuerzo excesivo al cavar con una pala.

Las plantas no son amantes fáciles. Se protegen de otras especies y a veces te lastiman. Es como que tienes que aprender a amarlas como son. Al principio puedes decir: Tanto que cuido esta planta y lo que hace es puyarme. Pero bueno, es parte del proceso.

El voluntario enfatizó en que la jardinería es una tarea ardua. Los voluntarios se resguardan de las plagas, las espinas, el sol y no descartan la eventualidad de encontrarse con especies venenosas. Pero trabajan bajo la certeza de que las palmas no nacen ya crecidas.


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